- En El Progreso, al norte de Honduras, se comenzó a sembrar palma masivamente hace unas dos décadas. Desde entonces las fuentes de agua que abastecen a la ciudad se han secado aceleradamente.
- Autoridades y ecologistas sostienen que algunos acuíferos han desaparecido y que las microcuencas presentan daños severos. Además, se han detectado 640 hectáreas de palma dentro de la Reserva Mico Quemado.
Enny Gutiérrez tiene 38 años de edad y desde hace tres vive en el barrio Pénjamo de El Progreso, 249 kilómetros al norte de Tegucigalpa, capital de Honduras. Su casa está junto al Río Pelo, una de las fuentes que proveen de agua a los 100 000 habitantes de la ciudad, pero paradójicamente cada vez que abre los grifos de su casa solo sale aire. “Hace un año que no pago el recibo por el servicio de agua y no lo voy a pagar. Mire que no han venido a cortarme el agua porque ¿Con qué cara van a venir a cortar si no sale nada?”, se queja así esta madre de una joven de 17 años y de un pequeño de siete.
Ante la necesidad de proveerse de agua, la familia de Enny junto a otras del sector bajan hasta el río Pelo para lavar la ropa, los utensilios de cocina y cubrir otras necesidades. “A veces tengo que comprar platos desechables porque tampoco voy a usar agua del río para lavar los trastes”, dice Enny Gutiérrez, cuyo esposo es jornalero y para completar sus ingresos tienen en casa un pequeño negocio de venta de refrescos y churros.
Para llegar al río hay un sinuoso camino que desciende suavemente entre matorrales altos que se mantienen siempre verdes, pese al sol achicharrante del Caribe hondureño. El río Pelo en algún momento de la historia fue una corriente poderosa, capaz de inundar campos y viviendas. De hecho, antes de llamarse El Progreso y ser una ciudad pujante, este lugar se llamó aldea del Río Pelo.