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Secuelas del petróleo: pueblos indígenas de Ecuador recolectan lluvia para obtener agua limpia

  • Los pueblos indígenas Siona, Secoya y Cofán han estado viviendo con las consecuencias de las perforaciones petroleras en la provincia de Sucumbíos, en el noreste de Ecuador, durante varias generaciones.
  • Las comunidades indígenas, con la ayuda de una ONG de EE.UU., han instalado más de 1100 sistemas de recolección y filtración de agua de lluvia en más de 70 pueblos para suministrar agua potable.

LAGO AGRIO, Ecuador — Nemonte Nenquimo se cubre la cara y cierra los ojos con fuerza cuando huele el olor penetrante del petróleo. En una laguna sin marcar en medio de la selva ella utiliza un palo para cavar en el crudo pegajoso. Vivir en la selva más prístina de Ecuador la ha dejado sin preparación para enfrentar el mal olor al que la mayoría de la humanidad se ha acostumbrado.

Nenquimo, una indígena de 33 años de edad, originaria de la Amazonía del sudeste de Ecuador, dice que su territorio de origen ha escapado por poco de la intrusión de la creciente industria petrolera del país. Su gran conocimiento de la biodiversidad amazónica la lleva a visitar el territorio contaminado con petróleo de sus compañeros nativos aquí en el bosque que rodea al Lago Agrio, la capital de la provincia ecuatoriana de Sucumbíos.

 

Las naciones Siona, Secoya y Cofán han estado viviendo con petróleo en esta área durante varias generaciones. Ellas se encuentran entre los 30 000 demandantes de una gran demanda colectiva contra el gigante petrolero estadounidense Chevron, un caso que recientemente cumplió 25 años.

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El caso de contaminación es uno de los desastres ambientales más notorios del mundo. La compañía estadounidense Texaco Petroleum estuvo activa en la región entre mediados de la década de 1960 y 1992. Durante ese tiempo produjo, junto con una gran cantidad de crudo, más de 68 millones de metros cúbicos (18 mil millones de galones) de aguas residuales tóxicas cargadas con metales pesados y carcinógenos, según estudios científicos encargados por los demandantes. Rechazando los estándares ambientales que habría tenido que respetar en su país, la compañía, adquirida por Chevron en el 2001, contaminó un área más grande que el estado de Rhode Island, según los demandantes.

El petróleo crudo cubre los guantes de Nemonte Nenquimo y Flor Tangoy después de sumergir sus manos en un pantano contaminado en las afueras de Lago Agrio, Ecuador. Imagen de Dan Collyns para Mongabay
Nemonte Nenquimo, derecha, y Flor Tangoy se cubren la cara mientras el olor perturbador del crudo emana de un pantano contaminado en la selva tropical a las afueras de Lago Agrio, Ecuador. Imagen de Dan Collyns para Mongabay

Un tribunal ecuatoriano dictaminó en el 2011 que Chevron tenía que pagar $18 mil millones para reparaciones y una limpieza, cifra que se redujo a $9.5 mil millones en agosto. La compañía, que no tiene activos en Ecuador, ha combatido la ejecución de la sentencia en el extranjero y nunca ha pagado. Chevron sostiene que el gobierno ecuatoriano absolvió a Texaco Petroleum de una mayor responsabilidad después de que realizó una limpieza de $40 millones en la década de 1990 y luego no completó la limpieza como se había prometido, una posición que la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya apoyó en una resolución en septiembre.

Por su parte, el gobierno ecuatoriano ha dicho que apelará la decisión del tribunal internacional. Mientras tanto, las petroleras estatales de Ecuador y las multinacionales extranjeras continúan bombeando petróleo en la región y los derrames de petróleo continúan.

Roger Waters, exbajista y compositor de la banda Pink Floyd, visitó el pueblo del Lago Agrio en noviembre del 2018 para apoyar a las comunidades amazónicas en su lucha legal contra la petrolera estadounidense Chevron, que ahora cumple 25 años. Imagen de Dan Collyns para Mongabay

En Aboquehuira, tres horas en canoa motorizada río abajo de Lago Agrio, el río Aguarico fue una vez la fuente de vida de la comunidad. Ahora, los indígenas Siona que viven en este pueblo dicen que se ha convertido en una fuente de contaminación y enfermedades.

Ellos ahora se han alejado del río y han descubierto otra fuente de agua. Al recoger la lluvia a través de los sistemas de captación y filtrarla hasta que esté fresca y potable, están abordando los problemas más fundamentales que enfrentan miles de familias que viven aguas abajo de la perforación petrolera.

Flor Tangoy inspecciona el tanque de filtración en un sistema de captación de agua de lluvia en su pueblo de Aboquehuira en la Amazonía ecuatoriana. Imagen de Dan Collyns para Mongabay

Hasta ahora, Siona y otras comunidades indígenas han instalado 1164 sistemas de agua en más de 70 pueblos, como parte del proyecto Clearwater de la ONG Amazon Frontlines con sede en San Francisco. De acuerdo con la investigación del proyecto, el agua recolectada de la lluvia es más limpia que el agua de la superficie local.

El agua de lluvia aquí se recoge de la manera en la que se recolecta en casi todas partes: fluyendo desde las canaletas de los tejados. Pero antes de que el agua entre en el tanque, pasa a través de un filtro de cuatro capas especialmente diseñado. La capa superior contiene microorganismos que atrapan los contaminantes, matan las bacterias y descomponen el material orgánico. La segunda capa contiene arena fina que atrapa la contaminación del petróleo, metales pesados ​​tóxicos, microbios y otros contaminantes. Este trabajo está respaldado por la tercera capa, de cuarzo triturado. En la parte inferior, una capa de grava sostiene las capas de arena y cuarzo mientras el agua limpia fluye hacia un segundo gran tanque de almacenamiento antibacteriano.

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El sistema garantiza que los pueblos tengan un flujo abundante de agua segura y limpia para beber y bañarse. En una encuesta realizada por Amazon Frontlines de 62 hogares con sistemas domésticos de captación de agua de lluvia, el 86 % de los encuestados informó tener una mejor salud digestiva (menos diarrea, vómitos y dolor de estómago). Ninguna de las muestras de agua potable tenía niveles detectables de metales pesados, mercurio o plomo, o hidrocarburos aromáticos policíclicos típicos de la contaminación por hidrocarburos.

Una niña recibe agua potable limpia de un tanque de captación de lluvia en Aboquehuira, un pueblo de los indígenas Siona cuya fuente de agua tradicional está contaminada. Imagen de Dan Collyns para Mongabay

Mitch Anderson, director ejecutivo de Amazon Frontlines, ha estado trabajando con Ceibo Alliance, un grupo de defensa que guía a Siona, Secoya, Cofán y Waorani a forjar un camino en torno a sus problemas de contaminación.

“El caso de Chevron ha llamado la atención mundial sobre el desastre del petróleo en la Amazonía. Ceibo Alliance dice que si Chevron no va a pagar, si van a gastar toda su energía y recursos luchando contra esto hasta que, como se dice, ‘el infierno se congele’, entonces nos uniremos y generaremos soluciones”, dijo a Mongabay. “Vamos a generar agua limpia, vamos a generar energía alternativa, vamos a defender nuestros territorios contra la contaminación continua y vamos a construir un futuro donde nuestra gente pueda prosperar en lo que queda de nuestra selva tropical”.

Flor Tangoy, de 36 años, creció en Aboquehuira y ahora es una de los líderes de Ceibo Alliance, al igual que Nenquimo. Los tanques de agua han mejorado dramáticamente los estándares de vida de su pueblo, dijo.

“Antes, los niños se enfermaban con diarrea o infecciones estomacales”, dijo la madre de seis niños a Mongabay mientras preparaba chicha, una bebida tradicional ligeramente alcohólica, de plátanos fermentados mezclados con el agua de su tanque. “Ahora podemos bañarlos en el agua y no tenemos que preocuparnos si les entra a la boca o a los ojos porque sabemos que está limpia”.

Ella acepta que los hábitos han tenido que cambiar. Hasta hace poco, su gente no solo se bañaba sino que bebía el agua del río y de los arroyos.

Flor Tangoy prepara una bebida ligeramente alcohólica llamada chicha de plátanos fermentados y agua de un sistema de captación de lluvia. Imagen de Dan Collyns para Mongabay

Además de un tanque de agua, casi todas las casas en Aboquehuira también tienen paneles solares. Hasta el momento, Amazon Frontlines y Ceibo Alliance ha instalado los paneles en 16 comunidades indígenas. La electricidad que producen puede alimentar teléfonos celulares o radios directamente durante el día, o cargar baterías que funcionan con luces LED y televisores por la noche.

Emergildo Criollo, de 59 años, es un indígena Cofán. Su pueblo, Babure, como muchos pueblos indígenas de la región, se ilumina por la noche. Los paneles solares producen suficiente energía para alimentar al televisor en su casa de madera sobre pilotes. Cuando cae la noche, su nieta lee en la mesa mientras la niña de 6 años del vecino se sienta en una hamaca mirando la pantalla parpadeante de la televisión.

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“Mis nietos hacen sus tareas en casa y no necesitamos usar generadores”, dijo Criollo con orgullo. La mayoría de las comunidades amazónicas se encuentran en áreas remotas y dependen de generadores. Una vez prendidos, zumban y tragan gasolina que no solo es cara, dijo Criollo, sino que también es producida por las compañías petroleras que operan localmente.

Un panel solar en Babure, un pueblo de los indígenas Cofán, al atardecer. Imagen de Dan Collyns para Mongabay

Criollo no quiere tener nada que ver con el petróleo y sus derivados. La industria le ha traído nada más que dolor, dijo.

Criollo nació antes del auge del petróleo y su primer contacto con los forasteros fue con los trabajadores petroleros.

“La compañía llegó aquí en 1973″, dijo a Mongabay. “En ese momento ninguno de nosotros hablaba español, solo nuestro propio idioma. Hubo derrames de petróleo todos los días, pero ni siquiera nos podíamos quejar”.

Emergildo Criollo, un indígena Cofán, desentierra petróleo crudo escondido en un pantano de un bosque tropical cerca de Lago Agrio, Ecuador. Imagen de Dan Collyns para Mongabay

Criollo dijo que tenía 16 años cuando nació su primer hijo. “Cuando mi esposa estaba embarazada, bebía agua contaminada sin saberlo y después de dar a luz, mi primer hijo no podía crecer adecuadamente. Cuando tenía seis meses, lo llevamos a la clínica local, luego a la capital, Quito, pero después de todas las pruebas, mi hijo murió”, dijo. Su voz se quebró cuando volvió a contar la historia que debía haber contado a docenas de periodistas a lo largo de los años.

Algunos años más tarde, el segundo hijo de Criollo también murió a la edad de 3 años. La causa, él cree, era bañarse y beber agua contaminada. Devastado, Criollo aprendió español y a luchar por los derechos de su pueblo.

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“La compañía vino a destruir nuestra selva, a contaminar nuestros ríos y el medio ambiente, a darnos nuevas enfermedades que nunca antes habíamos tenido, y la muerte. Eso es lo que nos dio la compañía”, dijo.

“Así que hemos organizado la Ceibo Alliance de las cuatro naciones indígenas. No estamos esperando que la compañía venga y nos compense. Desde 1973 hasta ahora, ya ha habido bastantes años para esperar a que resuelvan el problema”.

Emergildo Criollo observa una explosión de gas cerca de una refinería de petróleo a unos 32 kilómetros (20 millas) de Lago Agrio, al atardecer. Las bengalas, una vista común en la región, queman el gas del petróleo entubado. Imagen de Dan Collyns para Mongabay

Dan Collyns es un periodista multimedia que cubre Latinoamérica, principalmente Perú. Informa sobre temas que van desde la política al deporte, con especial interés en el medio ambiente y los derechos humanos.

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 Esta historia fue publicada por primera vez en la web en inglés el 27 de diciembre de 2018.

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