- En entrevista con Mongabay Latam, el científico colombiano Esteban Payán habla sobre sus maestros, los pioneros en la investigación con felinos grandes.
- También recuerda su primer encuentro con el jaguar, las amenazas que ahora lo rodean, y los esfuerzos que se hacen para salvar a la especie.
Ha sido discípulo de los pioneros en la investigación de grandes felinos. Esteban Payán, un colombiano nacido en Cali, tuvo fascinación por los jaguares, tigres y leones desde niño. Cuando se convirtió en biólogo, decidió buscar a los más renombrados en este campo. Así llegó a trabajar con Alan Rabinowitz, George Schaller y Howard Quigley, en Panthera, una organización mundial para la conservación de felinos salvajes.
Ahora, Payán es director regional para Sudamérica de esta organización global y uno de los más renombrados especialistas en jaguar (Panthera onca), especie símbolo de América Latina.
Su primer encuentro con un jaguar fue “mágico y muy pacífico”, dice. Y en sus conferencias asegura que continuará dedicando el resto de su vida a conservar esta especie que, actualmente, representa lo más fuerte y salvaje de nuestro continente.
En esta entrevista con Mongabay Latam, el científico habla de sus experiencias, de sus investigaciones, del Corredor Jaguar y de sus encuentros con el felino más grande de América.
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Usted ha dicho que desde niño sintió una especie de seducción por el jaguar. ¿Cómo nació ese sentimiento?
Es difícil explicar en palabras, pero siempre me interesaron los felinos salvajes, no solo el jaguar. Absorbía toda la información que podía tener en mis manos, desde afiches hasta enciclopedias. En los años 80 se iniciaron las investigaciones sobre estos animales con uno de los libros insignia que leí: Nacida libre, sobre la leona Elsa, en África, criada por Joy Adamson. Así empezó un movimiento de conservación y los primeros trabajos de monitoreo con collares a tigres y leones. En 1978, mis jefes fueron los primeros que colocaron estos equipos a jaguares.
¿Quiénes eran sus jefes?
Uno de ellos fue Alan Rabinowitz, quien murió el 5 de agosto del año pasado. El otro fue George Schaller, vicepresidente de Panthera hasta hace poco. Schaller fue el primero en el mundo en investigar sobre leones y tigres y también el primero en estudiar jaguares. El año pasado se retiró, pero ha sido mi inspiración permanente. George formó a una primera generación de investigadores: Alan y el doctor Howard Quigley (actual director ejecutivo de Ciencias de la Conservación de Panthera). Ellos crearon el proyecto para monitorear jaguares en Brasil mediante el uso de collares.
¿Qué ha significado para usted trabajar con ellos?
Ha sido una gran inspiración. Cuando estudiaba, aspiraba llegar a ellos, por eso apliqué a una beca. Al ganármela, se creó una comunicación y llegamos a entendernos muy bien. Porque una cosa es admirar a alguien y otra llevarse bien y trabajar con ellos. La verdad ha sido muy fácil y Panthera es el producto de todo ese trabajo.
¿Cuál fue la ruta que siguió desde niño hasta llegar a trabajar con jaguares?
La hice estudiando. Me gradué en biología en la Universidad de los Andes de Colombia. Luego busqué becas porque tenía claro que quería hacer un doctorado en felinos. Me acuerdo de que contacté a 32 profesores, pues debía conseguir uno que me avale para entrar al posgrado. Solo dos respondieron. Los otros estaban ocupados o seguro que pensaban “este colombianito qué va a trabajar como nosotros”. Contestaron de la UCL (University College of London) y la Sociedad Zoológica de Londres, lugares donde siempre soñé estudiar. Al graduarme conversé con Alan (Rabinowitz). Nos encontramos durante mi viaje entre Londres y Colombia, cuando pasé por Nueva York. Entonces, Alan me dijo que iríamos a comer la mejor pizza en esa ciudad, y ahí charlamos. No fue la mejor pizza, pero la conversación fue muy buena porque me preguntó qué quería hacer, dónde quería vivir. Le respondí: quiero trabajar con jaguares en Colombia y hacerlo con Panthera.
¿Y cómo nace Panthera?
Mientras hacia el doctorado se creó Panthera, en el año 2005, con personas que dejaron WCS (Wildlife Conservation Society). Uno de los donantes fue Thomas Kaplan, que hasta hoy es director en la organización. Kaplan quería fundar una institución exclusivamente para salvar felinos, porque el problema de los grandes felinos es su tamaño y que sean carnívoros, por eso se necesita conservar paisajes enteros. Con esa visión se creó Panthera.
El riesgo de perder su territorio
¿Cuáles son las principales amenazas para el jaguar?
La principal amenaza es la agricultura extensiva. Consideramos que más de la mitad del hábitat de los jaguares en América, casi un 60 %, se ha perdido. Si ves el Corredor del Jaguar —una de las creaciones de Alan— Colombia tiene zonas muy angostas y vulnerables que aún permiten el flujo entre jaguares de Sudamérica y Centroamérica, pero son tan tenues que, si un terrateniente compra una gran porción de terreno, el corredor queda dividido. Ahí enfocamos nuestro trabajo. Hay otras zonas como el Amazonas, el gran bastión de conservación del jaguar, que enfrentan el avance galopante de la deforestación.
En el pasado, las poblaciones de jaguares se redujeron por la caza indiscriminada para abastecer el mercado de la moda. Ahora, ha surgido el tráfico de colmillos dirigido al mercado asiático, ¿nuevamente surge la caza como amenaza para el jaguar?
La magnitud de la caza de miles de animales llevó casi a la extinción a los felinos, sobre todo al ocelote. Afortunadamente, con la prohibición de CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), a partir de 1973, fue una de las pocas prohibiciones del mundo que funcionó. Pero ahora, el fantasma de la cacería vuelve, alimentado por una gran demanda de la medicina tradicional China y el lujo asiático. Y no estábamos preparados para ello.
¿Cómo puede afectar esta cacería a las poblaciones de esta especie en los próximos años?
Yo creo que aún es temprano, pero potencialmente es lo que llamo la punta del iceberg. Solo estamos viendo un ejemplo de lo que puede pasar y no lo que hay debajo del agua, que es una gran catástrofe en cuanto a felinos. Vimos lo que sucedió con el tigre asiático, que padeció el poder de destrucción de la medicina tradicional China. Ahora, estamos ante el mismo problema con los jaguares.
Usted ha dicho que el jaguar es una especie protectora de la biodiversidad y que su pérdida no solo afecta a la Amazonía sino también a las ciudades. ¿Cómo es eso?
Siempre pensamos en los jaguares como habitantes de la selva, pero en Perú, Ecuador, Colombia, en los países andinos, el jaguar vive en las laderas de sus montañas. Con los jaguares ahí, aseguramos biodiversidad funcional en las cuencas de los ríos que abastecen a las grandes ciudades. Si falta el jaguar en un ecosistema de estos, sucede que aumentan sus presas naturales de una forma descontrolada y como consecuencia, hay más consumo de semillas, de flores, de frutos y de hojas de determinadas especies de plantas. Así, cambia toda la estructura y el patrón de regeneración. Está probado a través de publicaciones científicas que los bosques sin grandes carnívoros son mucho más pobres. Las consecuencias son mayor erosión, más sedimentos en los ríos y mayor inversión del gobierno en plantas de limpieza del agua para hacerla potable. Tienes también bosques alterados con menos sombra, entonces el terreno se vuelve más árido, y aumentan lo que llamamos los mesopredadores como las zarigüeyas y los coyotes, que consumen otros animales, como ciertas aves. Un desbalance que cambia el mundo. Los jaguares son clave porque tienen una gran influencia sobre el ecosistema.
La historia en 1 minuto: Operación jaguar: la carrera por proteger el hábitat del felino en México. Video: Mongabay Latam.
Unidos para la conservación
¿Qué es el Corredor Jaguar?
El Corredor Jaguar simplemente es la conexión de los bosques y sabanas naturales donde habita este animal, y tenemos que mantenerlo. También debemos preservar el flujo genético, que pasen de uno al otro entre poblaciones cercanas, para asegurar una variabilidad genética que enfrente cambios en el ecosistema. Si el papá viene de un lado y la mamá de otro, las crías tienen un espectro genético mucho más amplio.
¿Qué se está haciendo para mantener este corredor?
Tenemos una serie de acciones para conservar el Corredor Jaguar. Una de ellas es un proyecto en el mundo de los bonos de carbono para conservar los bosques de los jaguares. Este trabajo involucra a Panthera, South Pole y la empresa ISA (Interconnection Eléctrica SAESP) una compañía que transmite energía eléctrica y tiene redes por toda América Latina y, muchas veces, sus instalaciones coincides con lugares del corredor. A través de este proyecto se paga a los campesinos para que no tumben sus bosques. Es una estrategia innovadora para asegurar el hábitat del jaguar a gran escala. Otro mecanismo, para áreas más pequeñas, tiene que ver con ganaderos que pierden a sus animales como vacas y burros porque el jaguar los caza. Con ellos se hace un manejo antipredatorio a través de la instalación de cercos eléctricos que funcionan con celdas solares.
¿Existe el riesgo de que se pierda la conexión entre Centroamérica y Sudamérica?
Mira, el sector entre Panamá y Colombia es tan frágil que, de seguir las tasas actuales de deforestación y deterioro del hábitat, simplemente en diez años, o menos, no existirá esta conexión.
Usted ha hecho investigaciones genéticas que ahora son el soporte del Corredor Jaguar, ¿cuáles han sido los hallazgos más importantes?
Hay varios. Sabemos, por ejemplo, que usan las plantaciones de palma de aceite, pero no viven en ellas. También sabemos que las hembras de jaguar pueden tener crías desde los 18 o 20 meses. Antes pensábamos que podían quedar preñadas recién a los tres años. Asumíamos que era una especie muy solitaria, pero hemos visto machos, que creemos son hermanos, que pasan parte del año juntos. Hemos descubierto que son excelentes nadadores, que cruzan ríos inmensos como el Amazonas.
¿Actualmente desarrolla una nueva investigación?
Sí, tenemos varias con énfasis en el impacto de los diferentes tipos de agricultura sobre el corredor. También un proyecto sobre el tráfico ilegal de partes de jaguar. Otra sobre la valoración del turismo y cuánto aporta el jaguar a una región. Además, se está haciendo un estudio sobre el impacto de las carreteras en el corredor.
A finales del 2018 se aprobó el Plan Jaguar 2030, ¿qué países están liderando esta iniciativa?
Costa Rica, Brasil, México y Ecuador lideran la propuesta. Son 15 países, pues Colombia se acaba de unir a la iniciativa. Se trata de un movimiento de cambio y de toma de conciencia para la conservación con el fin de evitar que suceda lo mismo que con el tigre.
¿Y se está haciendo lo suficiente?
Aún estamos en deuda con el jaguar, que es un símbolo latinoamericano, una herencia que nos une y que, por simple respeto, debemos salvar.
Ese legado nos debe unir como continente…
Por primera vez, el año pasado hice un artículo antropológico y lo llamé, como decía Alan, El viaje cultural del jaguar. A lo largo del tiempo, ese viaje ha cambiado. En las culturas prehispánicas, para los indígenas, era un referente de creación, un actor principal, bueno o malo, pero permanente en el imaginario. Luego, con la conquista, los colonos llegaron con una mentalidad diferente de tumbar los bosques, de sembrar, y el jaguar se vuelve una plaga que hay que eliminar. Hoy en día está cambiando, aún se ve como una plaga, pero en muchos lugares se está convirtiendo en el ícono de la conservación. El jaguar representa lo más fuerte y más salvaje de América Latina, que se debe proteger.
Perú ha enviado una propuesta a CITES para que el jaguar sea reconocido como especie bandera en América…
La palabra reconocimiento es perfecta. Tenemos que conocer los valores de los animales.
El Plan Jaguar 2030 busca evitar la desaparición del gran felino de Latinoamérica, ya extinto localmente en dos países. 14 naciones se unen para recuperar el hábitat, la lucha contra la caza y la educación de la población. Video: Mongabay Latam.
Frente al felino más grande de América
¿Cómo fue la primera vez que se encontró con un jaguar?
Fue en Brasil, en el 2009, en una finca demostrativa que tiene Panthera en el pantanal. Yo llegué tarde y cuando empezó a oscurecer salimos en una camioneta a un terraplén. Fui a caminar solo y cuando me di cuenta estaba ahí, delante de mí. Se detuvo y me miró. Estaba muy cerquita. Cuando te mira, te sientes como petrificado. Caminé unos 800 metros detrás del jaguar hasta que se molestó y se fue. La verdad, fue mágico y quedé absorto. Fue un encuentro muy pacífico.
¿Ese encuentro tuvo alguna influencia en usted?
Sí, sin duda. Pero no fue lo que más me ha marcado. Recuerdo mucho, sin embargo, una vez en el Amazonas, durmiendo en una hamaca en un campamento. Esa noche había un par de perros muy alborotados y me dijeron que eso significaba que el tigre estaba cerquita (los indígenas llaman tigre al jaguar). Al día siguiente veo que un jaguar había rodeado mi hamaca porque en la tierra estaban sus huellas. Eso me impactó mucho.
¿Qué es lo que más le gusta del jaguar?
(Ríe). Pienso que lo silencioso y sigiloso que es.
¿Y qué recomendaría a quienes no tienen una relación tan cercana con el jaguar?
Que lo observen, porque sus hijos merecen un mundo donde haya jaguares y no un planeta sin esta especie tan majestuosa. Necesitamos la atención de todos en esta iniciativa, pues, digamos que, si salvamos al jaguar, nos salvamos todos.
Imagen principal: Panthera
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