La afición por poseer mascotas silvestres, el comercio ilegal, la reducción y degradación de los bosques, el conflicto con los agricultores —porque estas aves se comen el maíz y el maní que se siembra en los valles— se han convertido en peligrosas amenazas para su supervivencia.

Si no se pone un alto a esta situación, el cálculo de los especialistas indica que, en pocas décadas, estas aves, que solo habitan en los valles de Cochabamba, Santa Cruz, Chuquisaca y Potosí, podrían desaparecer.

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La triste historia de la ‘Pelona’

 

Le llaman ‘Pelona’. Es una paraba frente roja que nació en libertad, pero lleva toda una vida encerrada. El humano que la arrancó de la grieta en la roca, esa que sus padres eligieron como nido para protegerla de los depredadores, le arrebató para siempre la posibilidad de avistar desde allí los primeros rayos de sol,los verdes campos, el azul de los cielos. Se la llevaron cuando apenas le estaban saliendo sus primeras plumas rojas, verdes, amarillas y celestes. Era una bebé. Ahora vive detrás de unos barrotes pagando por un crimen que no cometió, condenada por ser una especie cotizada por la gente.

Nunca más será libre. El encierro al que la sometieron, el maltrato y la mala alimentación dejaron secuelas irrecuperables —físicas y psicológicas— que le impedirán volver a los árboles de soto que tanto le gustan a su especie. Solo sacude la cabeza nerviosamente y se arranca las plumas del cuerpo, como si las culpara por darle esa belleza que la condenó. Eso le valió el sobrenombre de ‘Pelona’. Y ella es una sobreviviente.

Tiene problemas psicológicos, según cuenta Coralia Soliz, encargada de cuarentena en el zoológico de Fauna Sudamericana de Santa Cruz. Ella la recibió hace cuatro años en el centro y asegura que los especialistas hicieron “de todo” para que esta ave se recupere y pueda tener una vida normal en sus instalaciones, pero no lo consiguieron.

 

 

“La alimentamos bien, la desparasitamos, le cambiamos de ambientes e incluso la pusimos con otros pájaros, pero es agresiva y no deja de ‘picarse’ (desplumarse)”, explica.

Así como ‘Pelona’ muchos pichones que nacen en libertad son arrancados de las entrañas de los farallones en los serpenteantes valles bolivianos para ser vendidos por internet, en los mercados o por encargo de los visitantes de estas zonas.

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Amenazas

 

Los comunarios de Comarapa —localidad situada al oeste del departamento de Santa Cruz— dicen que la oferta es tentadora, aunque algunos ya “no caen ante ese ofrecimiento”. Hay foráneos que llegan a sus comunidades y les ofrecen hasta 100 dólares por los pichones de paraba frente roja. Esta cifra aumenta si las Ara rubrogenys, como son conocidas científicamente, son atrapadas adultas e intactas. Pero, si ya han aprendido a imitar palabras, los azuzadores de la caza indiscriminada e ilegal de esta especie ofre,cen un mayor monto de dinero.

Todavía hay comunarios que caen seducidos por esta oferta, alimentando así la tragedia de la paraba, la inminente desaparición del apreciado ‘loro burro’, como la llaman en Comarapa y en otros comunidades cruceñas.

Entre las historias que circulan entre la gente de Anamal —comunidad que pertenece al municipio de Comarapa—, una en particular es la que más llama la atención. Ocurrió hace más de 20 años, cuando llegaron personas de la ciudad a trabajar por esos lugares. “Ofrecieron harta plata para cazar al ‘loro burro’. Un vecino se animó y se llevó su escalera para llegar a la zona más alta donde están los nidos. Subió, pero parece que el viento estaba muy fuerte que se cayó”, recuerda Deterlino Tapia, habitante de la zona. Y apunta a los acantilados de más de 30 metros. Milagrosamente, el hombre no murió, pero quedó “dañado” y nunca más volvió a caminar.

Tomás Calahuma, guardaparque del Parque Nacional Toro Toro de Potosí, hace énfasis en que la venta de estos animales se vuelve en una oportunidad casi imposible de dejar pasar por las familias que viven de la agricultura. Ella viven azotadas por los efectos del cambio climático (sequías, riadas) y la carencia de accesos a los mercados cercanos, lo que encarece más la venta de su producción y los vuelve menos atractivos dentro de la oferta.



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Pero lo cierto es que la venta de parabas tampoco soluciona su problema económico. En todo caso, es una salida a corto plazo. A la larga el tráfico de estas aves lo que hace es exterminar a una especie que preserva el equilibrio ecológico de la zona.

Para la investigadora y docente de la Universidad Mayor de San Simón, Jennifer Cahill, las parabas y los loros, desde el punto de vista ecológico, cumplen la función de dispersar semillas y regular las plagas a través de sus mecanismos de alimentación en la vida silvestre. “No existe ningún animal que ‘sirva o no sirva’, sino que son especies que forman parte de un ecosistema y son necesarias para lograr un equilibrio ecológico, a través de las interacciones en él [depredadores y presa de otras especies]”, afirma la especialista.

En muchas ocasiones, el trágico final de estas aves es morir de hambre, de asfixia, de enfermedades o de tristeza en las cajas en las que son trasladadas desde los pueblos a las ciudades. Y en el mejor de los casos, terminan en una casa, con las alas cortadas, convirtiéndose en presa fácil de las otras mascotas con las que conviven.

 

 

La expansión de la frontera agrícola y el cambio climático enfrentan a estas aves con el ser humano y esto se ha convertido en una amenaza para su extinción. Según una investigación realizada por la Estación Biológica Doñana de España, que desarrolló un estudio en el 2014  en Bolivia, las aves —por lo general— van en busca de los cultivos de maní y maíz para contrarrestar el hambre que causa la falta de frutos silvestres, escasos por los largos periodos de sequía que azotan las zonas de los valles. Es en este desplazamiento que se genera un conflicto con el hombre.

Por su gran tamaño, 60 centímetros de longitud, esta paraba es muy visible y se le responsabiliza del daño causado a los cultivos, cuando en realidad otras especies, como los loros Psittacara mitratus, generan el mayor impacto, señalan los habitantes de los valles cruceños, que trabajan en la conservación de esta ave. En los sembradíos, estas vulnerables aves enfrentan varias batallas, pues son esperadas con trampas, flechas, hondas y escopetas. Algunos llegan incluso a usar aves muertas para espantarlas.

Actualmente, los comunarios más conscientes de la situación de la paraba se dan el trabajo de ‘lorear’, actividad que consiste en poner a una persona a dedicarse exclusivamente a ahuyentar a los hambrientos visitantes sin hacerles daño.

Cada vez menos

 

Los datos oficiales del Libro rojo de los vertebrados de Bolivia revelan que, desde finales de los 80 hasta mediados de los 90, esta especie disminuyó de 5.000 ejemplares a 2.000. Y, en 2014, la Estación Biológica de Doñana calculó que solo quedaban 807 individuos en vida silvestre. La UICN lanzó cifras aún más preocupantes en 2018, estimando que solo quedan unas 600 parabas frente roja.

Los documentos, que maneja la gobernación cruceña, dejan ver que el tráfico de esta especie no representa un gran volumen comparado al de otras parabas, pero que la extracción de pocas aves de esta disminuida especie, causa un terrible impacto. O sea, que si no se toman medidas inmediatas, este valioso ejemplar podría desaparecer en unas décadas de la naturaleza.

“Si las aves adultas son capturadas, las más jóvenes pueden perder la información sobre dónde encontrar comida o dónde están los mejores sitios para anidar y toda la memoria que se pasa de generación en generación. Esto sucede en las aves que se congregan, en ciertas épocas del año, grandes bandos”, sostiene Abraham Rojas, investigador cruceño.

La costumbre de criar aves como mascotas está muy arraigada en el área rural y urbana. Doñana reveló que en los valles bolivianos se encontraron cerca de 100 parabas frente roja en las casas. Esta cifra se obtuvo a raíz de un estudio de campo que abarcó la visita al 60% de las comunidades.

En las urbes se repite esta situación. Martha, una cruceña que vive en el centro de la ciudad, cría aves desde que era pequeña.

En la casa de sus padres siempre hubo loros y en la suya se repite esta costumbre. Ha tenido loros verdes, tucanes y parabas. Ella les encarga a sus amistades, que viajan constantemente al campo, que le traigan “pichoncitos”, por los que ha llegado a pagar desde 200 hasta 2.000 bolivianos, dependiendo del tamaño y especie.

“No sobreviven todos, son tercos y no quieren comer, especialmente estas parabas. Son muy orgullosas”, dice. A ella se le murieron dos. Para que no se escapen, Martha les corta las alas cada tres meses y, para ‘enseñarles’ a hablar, les da pan con vino. “Dicen que así se les suelta la lengua”, agrega.

Esta mujer, como otras personas, les están causando un daño mortal. Esa dieta ocasiona daños renales y hepáticos a estas aves que, en libertad disfrutan de frutas, verduras y semillas. “Nos traen pájaros con enfermedades múltiples y desnutrición, porque las personas creen que hacen bien en darles lo mismo que se sirven en la mesa”, dice Pablo Ulloa, veterinario del Zoológico de Fauna Sudamericana de Santa Cruz.

La afición de la gente por tener mascotas silvestres es tan grande que, por año, la Gobernación de Santa Cruz rescata de 800 a 1.000 animales de los cuales por lo menos el 60% son aves. Según sus informes, desde 2013, decomisaron 123 parabas; cuatro eran frente roja.

Juan José Céliz, responsable de Rescate e Ilícitos de Fauna Silvestre de la Gobernación cruceña, se enfrenta a diario a la cara más oscura del tráfico de animales.

“Es muy difícil dar con los traficantes, peor con los que tienen esta especie como mascota. La gente nos llama para avisarnos dónde están vendiendo o nosotros ponemos ‘trampas’ en las redes sociales, es más un trabajo de inteligencia y, a veces, logramos encontrarlos. Después de decomisar los animales procedemos a iniciar acciones legales. También hay personas que voluntariamente hace la entrega y en ese caso anotamos las condiciones en las que este animal entra al centro de atención y derivación de la Gobernación”, explica.

Una vez que los animales llegan al centro entran a cuarentena, donde les hacen los estudios para verificar su estado y se les da tratamientos, en caso de que así lo requieran. Una vez que se recuperan, son trasladados a recintos en los que esperan hasta que les dan un hogar permanente en centros autorizados.

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Otros también sufren

 

El Parabachi (Ara Severa) es una de las especies golpeadas por el comercio de la paraba.

Esta ave es capturada por sus plumas y su frente café, similares en algunos aspectos a la frente roja. Los encargados de la Gobernación recibieron una particular denuncia hace unos años: supuestamente un grupo de personas estaba vendiendo Ara Rubrogenys en un mercado, pero resultó que eran parabachis a los que habían sumergido en lavandina para que se decoloren. “Seguramente muchos murieron en el proceso”, indica.

Y, por si estas dificultades fueran poco, una posible nueva amenaza se suma a la lista contra esta golpeada población. Estas aves podrían estar alimentándose de cultivos tratados con químicos agresivos. Doñana encontró a la venta 102 pesticidas que los agricultores utilizan en sus cultivos, de los cuales 12 tenían etiqueta roja y eran peligrosos para la salud humana y para la fauna.

Con todas estas amenazas, ¿qué hacer? El director de Operaciones de la Fundación para la Investigación y la Conservación de loros en Bolivia, Jhony Salguero, hizo énfasis en la urgencia de unir fuerzas para sensibilizar a la población y que se entienda que el mejor lugar para las aves es su hábitat natural y no una jaula.

 

 

“El proyecto Paraba frente roja busca involucrar a las comunidades, alcaldías y otras instituciones para trabajar en conjunto y beneficiar a esta especie. Estamos ayudando a que las comunidades, en las que se asienta la paraba, se puedan consolidar como destinos turísticos”, detalla Salguero.

El secretario municipal administrativo de Comarapa, Jhonny Vocal Andrade, confirma el compromiso del municipio con las actividades de preservación y turismo. “Queremos incentivar a la población con el mejoramiento de los puentes y caminos, además de promover la visita de amantes de las aves y la naturaleza. Para lograr esas obras, necesitamos más recursos económicos, pero nos hicieron recortes”, detalló.

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La línea legal

 

Existen las herramientas legales para sancionar a quienes atenten contra esta especie silvestre catalogada en Peligro Crítico en Bolivia y En Peligro por la UICN.

En la Ley 1333 de la Constitución Política del Estado,  en sus artículos 112 y 383 , se restringe totalmente la extracción de recursos de biodiversidad.

Quien incumpla la norma, “sufrirá la pena de privación de libertad de hasta dos años, perdiendo las especies que serán devueltas a su hábitat natural, si fuese aconsejable, más la multa equivalente al cien por ciento del valor de estas”.

En el gobierno de Evo Morales se promulgó la Ley Marco de la Madre Tierra y el Desarrollo Integral para Vivir Bien, Ley 300, del 15 de octubre de 2012, la que obliga al Estado y a la ciudadanía a proteger y preservar a la fauna silvestre.

En el centro de atención y derivación de la Gobernación de Santa Cruz hay una paraba frente roja que fue decomisada de un restaurante de la ciudad. Según los documentos, las autoridades están siguiendo un proceso legal administrativo a los dueños del negocio desde hace unos cinco meses.

A pesar de la predisposición y los esfuerzos que realizan las instituciones públicas existe una falta de articulación con el ente central (Ministerio de Medioambiente y Agua), que es el encargado de derivar a su destino final a los animales que ya están recuperados.

“Lamentablemente la tenencia prolongada en el centro es contraproducente. Necesitamos que se aceleren los procesos para reubicar a estos especímenes”, dice Raúl Rojas, coordinador de Biodiversidad de la Secretaría de Medioambiente de la Gobernación cruceña.

 

 

El asesor legal del Viceministerio de Medioambiente, Rodrigo Herrera, confirma que existen varias “debilidades” en el sistema de custodia, pero hace énfasis en que se está buscando acelerar los procesos. “Este año se lanzó un programa plurinacional contra el tráfico ilegal de vida silvestre, con el que se fortalecerán los centros de custodia, con mayor personal y capacitaciones, además se revisarán las leyes para hacerlas más específicas”, expresó el funcionario público.

Al trabajo que se viene realizando en el país, se suma la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). El jefe del programa global para combatir delitos contra la vida silvestre y los bosques, Jorge Ríos, visitó Bolivia para realizar un diagnóstico del tema de justicia penal. “Este análisis del estado de los procesos legales permitirá que el gobierno central, con cooperación internacional, asigne recursos financieros y humanos, para ser más efectivos en la reducción del tráfico de flora y fauna que está incrementando en el país”, expresó.

Pese a todo ese arsenal normativo las cosas no han mejorado mucho, ya que varias especies nativas bolivianas son traficadas y están en serio peligro, como la paraba barba azul, la pava copete de piedra, el gato andino y el cóndor de los Andes, según una investigación del Libro rojo de los vertebrados de Bolivia.

¿Qué causa este ‘desapego’ con el medioambiente? Una investigación de National Geographic publica que más de la mitad de la población mundial vive en las ciudades. Hay más dispositivos móviles que personas en el planeta y los niños gastan una buena parte del día mirando una pantalla. Ese es el ‘mal del siglo’, así lo llaman los estudiosos del tema. Y lo repiten una y otra vez.

“Esta desconexión de la naturaleza está teniendo un impacto sin precedentes en las especies y ecosistemas porque nadie reacciona ante la desaparición de estos animales y ecosistemas. Las poblaciones de vertebrados han disminuido en más del 50% desde 1970 y, actualmente, alrededor del 20% de las especies están en peligro de desaparecer”, se lee en el texto de la revista.

Lo cierto es que el reloj avanza y cada día se extinguen 150 especies de animales en el mundo, como informa la Organización de las Naciones Unidas. Quedan menos especímenes en el planeta y el destino de la paraba frente roja ingresa a este mismo camino peligroso.

Las cifras son alarmantes para un ave que necesita ser recuperada y preservada. Una esperanza para su salvación es que se tomen medidas inmediatas. De lo contrario, esta ave psitaciforme tendrá un lamentable final.

Imagen central: Cortesía El Deber.

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