El continente americano tiene cinco subespecies de lobo gris, el mexicano es una de ellas y, de acuerdo con Xóchitl Ramos, se le considera como una “especie rara” y “la más importante por esa diferencia genética”.

Un problema actual con la subespecie mexicana es que las demás subespecies están consideradas como “estables”, con lo cual, el gobierno de Estados Unidos sugirió sacarlas de la lista de especies en peligro de extinción, lo cual incluye de manera errónea al lobo gris mexicano, que aún está en peligro y pelea por subsistir.

El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos impugnó la decisión y el gobierno solicitó un nuevo estudio genético para tener pruebas de que se trata de una especie distinta que no está estable ni a salvo.

La doctora Xóchitl Ramos adelantó a Mongabay Latam que esos resultados ya fueron entregados “y efectivamente el lobo mexicano sigue siendo una especie diferente genéticamente de las otras. Es una subespecie de lobo gris, por lo tanto se le está solicitando al congreso de Estados Unidos que se siga protegiendo”.

Ramos y Servín han vivido en persona el largo proceso para traer de vuelta a México el lobo gris. Ambos entrevistados narraron un proceso complejo con altibajos, que se encuentra en una fase esperanzadora pero aún lejana a la deseada salida del lobo de la lista de especies en peligro de extinción.

Durante ese proceso ha habido viajes épicos de lobos liberados que cruzan la frontera norte de México y después de viajar miles de kilómetros, regresan a casa; también ha habido episodios de pérdida de vidas de los animales liberados y de otros que murieron al cruzar la frontera de norte a sur y de sur a norte, y también esta historia ha sido tocada por un poderoso grupo de narcotraficantes mexicanos.

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Exterminio y un nuevo inicio

 

El devenir de las subespecies de lobos que hay en América del Norte está ligado a la práctica de la ganadería extensiva. En Estados Unidos se realizaron “campañas de control” para proteger al ganado desde finales del siglo XIX, principalmente en los estados de Arizona y Nuevo México, y en México ocurrió lo mismo a mediados del siglo XX en los estados de Durango, Zacatecas, Chihuahua, Sonora y Nuevo León, todos en el norte del país.

El “grueso del exterminio” en México ocurrió en la década de los 60 y se alargó hasta principios de los 70 cuando los especialistas continuaron encontrando trampas, explicó Xóchitl Ramos.

En los dos casos, de acuerdo con el investigador Francisco Abarca, “causaron una reducción drástica de sus poblaciones” hasta que se llegó a estimar que no habían más de 50 ejemplares vivos en México, y fue así como en 1976 el lobo gris mexicano fue incluido en el Acta de Especies en Peligro de Extinción de 1973 (ESA).

Dos años después, los expertos pensaron en recuperar poblaciones de lobo sanas en las montañas de México y del sur de Estados Unidos criando animales en cautiverio con calidad genética y en números importantes que permitieran sostener introducciones a la vida silvestre.

“Sabemos que cuando una especie se va del medio silvestre la mortalidad es altísima, puede llegar del 90 al 100 por ciento. Teníamos que estar preparados con animales de calidad genética y muchos, porque se nos están muriendo muchos y hay que reponerlos. Eso lo logró el programa”, Explicó Jorge Servín.

A partir de entonces, la recuperación de la subespecie mexicana quedó en manos del Servicio de Pesca y Vida Silvestre (FWS) y varias instituciones de los dos países. Estados Unidos liberó sus primeros lobos en 1998 y México se preparaba para hacerlo 10 años después, con un centro de rehabilitación, con dos encierros y zonas de liberación.

En 2008 se determinó que el mejor lugar era la zona serrana de Durango, pero fue un año en que ya había iniciado la llamada guerra contra el narcotráfico impulsada por el expresidente, Felipe Calderón. Eran días en que la violencia ya se había desatado.

Un especialista que estuvo en el lugar en aquellos tiempos, cuya identidad nos reservamos, contó a Mongabay Latam cómo fue que se desechó la opción de Durango, que era la mejor por la densidad de flora de los bosques montañosos en la sierra. Ahí también están las mejores poblaciones de venados, jabalíes, guajolotes, Oso e incluso de algunos lobos silvestres que fueron localizados en aquellos tiempos.

“Estábamos haciendo esas evaluaciones, entró la guerra por el espacio del narcotráfico ahí y a mí y a mi equipo nos detuvieron y nos amenazaron, en la sierra de Durango. Yo vi eso, nadie me lo contó, eran ejércitos de paramilitares. Empezaron a hacer retenes y lo que sabemos: a asesinar, a secuestrar y sobornar, porque querían que la gente se fuera de la sierra. Lo pensé mucho, lo hablé con mi equipo y nos fuimos”, narró el entrevistado.

Fue así como el equipo de biólogos se retiró de una zona donde habían descubierto las condiciones ideales para la primera liberación, porque también el narcotráfico había hallado ahí el lugar ideal para operar. “Ahí son los mejores bosques porque ahí ellos hacen su siembra de amapola. Necesitan un bosque con más del 100 % de cobertura aérea, porque un satélite que busca las plantaciones puede pasar ocho veces al día y nunca toma las imágenes de la tierra porque la masa forestal lo cubre”, contó la fuente protegida.

Por ese motivo, la ansiada primera liberación fue reprogramada y se movió de sitio hacia el Desierto de Sonora, cerca de la frontera con Estados Unidos, donde los lobos encontrarían buenas condiciones en general, con calidad y cantidad de presas. Pero había un defecto: es una zona ganadera. “Ese fue un error”, señaló Jorge Servín.

En octubre de 2011 las organizaciones dieron luz verde a un plan de liberaciones que duraría entre 10 y 15 años y llevaron cinco ejemplares de lobo gris mexicano a la vida silvestre en Sonora. Ahí, sin embargo, las comunidades ganaderas envenenaron a cuatro. Quedó una hembra.

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La marcha de la loba

 

Corrió la frustración entre la comunidad científica volcada sobre la recuperación del lobo gris mexicano pero la muerte de cuatro lobos grises también sirvió para que México elaborara protocolos legales de protección de la subespecie, es decir, castigos a ganaderos. Y también se establecieron reposiciones a las pérdidas de ganado que fueran causadas por lobos.

Mientras tanto, la loba que quedó sola en el Desierto de Sonora marchó hacia el sur del país hasta que, después de unos 500 kilómetros de caminata, encontró planicies de pastizales y tupidos bosques de pino con suficiente agua y presas para sobrevivir.

Hasta ahí llegaron también los científicos siguiendo a la loba con la ayuda del collar que emite señal satelital con el que son liberados todos los ejemplares, con la finalidad de monitorearlos. Había razones para creer que el ejemplar estaba en su ciclo hormonal de apareamiento y que por eso había emprendido tan larga marcha. Estaba buscando pareja.

Entonces decidieron liberar ahí a más ejemplares y hasta el momento se tiene conocimiento del nacimiento de varias camadas en vida silvestre, un logro del cual ha sido testigo el investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro, Cristian Aguilar Miguel, quien pasó cuatro años trabajando en la región realizando labores de monitoreo y trabajo en comunidades.

En esos parajes boscosos —cuya ubicación se omite por razones de seguridad para los lobos— comenzó una labor de monitoreo satelital y de recorridos para observar a los ejemplares con sigilo, desde 800 o 900 metros de distancia. Ahí a donde van las manadas, se desplaza un grupo de expertos y establecen una base de observación con binoculares y telescopios.

“Evaluábamos si se veían bien físicamente, si tenían alguna lesión, si cojeaban de alguna pata y nos llevábamos esa información. También observábamos el comportamiento: cuánto tiempo pasaban echados, qué hacían al levantarse”, contó Cristian Aguilar.

Para evitar que se repitiera lo de octubre de 2011, el proyecto de recuperación del lobo gris mexicano se alió con los ganaderos, a través del Fondo de Aseguramiento Ganadero. “Acudíamos al sitio a hacer el peritaje de las mordidas, rasguños y arañazos que había sufrido el ganado. Se enviaba un reporte al fondo de aseguramiento para que realizara una compensación al ganadero”, dijo Aguilar, quien actualmente continúa su trabajo de preservación de la subespecie, ahora desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Y mientras los hombres tratan de educar a otros hombres, los lobos han seguido contando historias con la información que envían desde sus collares.

En Estados Unidos también se han documentado travesías de 300 kilómetros de lobos que han entrado a Ciudad Juárez, Chihuahua, en zonas rurales, y después han regresado a sus territorios de Nuevo México cruzando zonas habitadas por humanos y autopistas.

Jorge Servín contó que uno de los casos más sorprendentes fue el de un ejemplar que viajó desde las zonas boscosas de Chihuahua hasta Albuquerque, Nuevo México, donde hay unos corrales de reintroducción con otros lobos en cautiverio. El ejemplar encontró esos corrales. Visitó “a su parentela” y después regresó a México por el puente internacional que une El Paso, Texas, y Ciudad Juárez. “En los datos satelitales aparece entre carros, la gente decía, ¡mira un perro con collar! era invierno, y en esa época pierden el pelo por mechones y parecen perros callejeros desgarbados. Ahora ese animal está en Chihuahua, en libertad. Esto fue hace dos años”.

El tema de la frontera no es menor. Los expertos consultados por Mongabay Latam coinciden en que las barreras que existen ya dificultan el flujo natural de la vida silvestre, que no conoce de divisiones políticas entre países, y en concreto, el lobo gris mexicano ha tenido que mostrar su destreza atravesando complicados obstáculos.

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El muro de Trump impactaría a los lobos

 

La posible construcción de un muro fronterizo como el que pretende el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, causa preocupación porque básicamente cortaría de tajo el flujo de las especies.

“Sería un problema. Las especies y subespecies no entienden de política, entienden de sobrevivencia. Tener esos movimientos es muy importante, ponerles esa barrera sería un problema y un grave error que puede afectar a la especie en muchos aspectos. Muchas especies emigran, como los bisontes, los berrendos, que son una presa potencial del lobo, entonces es un tema que se tiene que atender, remarcar que sí hay consecuencias”, dijo Cristian Aguilera.

Parte de ese problema ya existe. El doctor Servín, en sus recorridos durante años, ha visto diferentes “arquitecturas” de los tramos fronterizos que ya tienen muros. En algunas partes hay cercos de concreto, en otras hay estructuras de fierros en forma de “x” en tercera dimensión, y también están los espirales de alambres de púas, además de las paredes formadas por grandes barrotes verticales.

Si bien los lobos han podido sortear los muros, estas estructuras ya han impedido por años la libre circulación de osos, berridos y otros animales grandes.

“(Si se construye el muro) va a ser un problema grande, no solamente con el lobo, sino con todas las especies que compartimos con Estados Unidos porque esos corredores biológicos permiten el intercambio genético entre poblaciones que las mantienen sanas. Cerrar esa comunicación genética va causar poblaciones endogámicas y eso va a poner en mayor riesgo a los animales que ya se encuentran en peligro de extinción”, aseguró la doctora Xóchitl Ramos.

Lo frontera entre México y Estados Unidos mide 3145 kilómetros, de los cuales 1000 ya tienen algún tipo de barrera, en los estados de California, Texas, Arizona y Nuevo México. En estas últimas dos demarcaciones están las zonas de liberación de los 100 lobos en vida silvestre que ha logrado reintroducir el país norteamericano.

De acuerdo con información obtenida por la cadena CNN y citada por la BBC, funcionarios de Trump informaron al Congreso de su país que pretenden construir 1400 nuevos kilómetros de muro y otros 1870 kilómetros en estructuras de reemplazo, lo cual costaría 33 000 millones de dólares, una cantidad que los congresistas le han negado al mandatario republicano.

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La lluvia de Yellowstone

 

En 1995, en el Parque Natural de Yellowstone, en Estados Unidos, fue introducida una manada de lobos 70 años después de su exterminio. Lo que sucedió años más tarde es la prueba de que, en efecto, los lobos traen la lluvia.

Lo que los lobos encontraron al ser llevados ahí fueron planicies erosionadas, escasez  de follaje, ríos con niveles por debajo de lo usual que corrían a toda velocidad erosionando las orillas y difuminando su trazado original. Las aves no estaban tampoco, menos la abundancia de reptiles que hubo antes.

Los que sí estaban eran los berrendos y los alces devorando a sus anchas la vegetación, generalmente, al lado de los ríos, sin que nadie los moleste.

Al llegar el lobo, principal depredador de la cadena alimenticia, sucedió un fenómeno que los botánicos llamaron “cascada trófica generalizada”. Eso, en palabras de Xóchitl Ramos, significa que “cuando los lobos empiezan a ocupar rangos de hábitat en el parque, empiezan a regresar muchos más animales”.

“El depredador se tiene que comer a la presa, a la presa natural. Esa presa natural, antes de ser comida, tiene que comer los pastos. Entonces, si nosotros quitamos de ese esquema al depredador, va a haber una multiplicación de presas y un mayor consumo de pastos. Esto va a llevar a una desertificación, a un suelo desnudo, erosión y todo lo que conlleva”, explicó, por su parte, Cristian Aguilar.

“Si nosotros metemos otra vez al esquema al lobo mexicano, va a haber una presión sobre las presas que van a disminuir y esto a su vez va a provocar que los pastos, las plantas, arbustos y árboles, crezcan. Ese es el efecto”, dijo el especialista.

Jorge Servín contó que en Yellowstone fue muy evidente el cambio porque desaparecieron 12 especies de árboles cuando fue erradicado el lobo.

Fue en el año 2000 —cinco años después del regreso de los lobos— cuando los botánicos comenzaron a descubrir el crecimiento de plantas y ejemplares juveniles de árboles, después de “muchos estudios” para conocer el origen de la deforestación en el Parque.

“Se pusieron muy contentos. Comenzó a surgir la diversidad. Esos arbustos empezaron a ser el hábitat de otras especies, como lagartijas, culebras, arañas insectos, abejas, pájaros, roedores. Y cuando crecieron más, una de esas especies era maderable que utilizan mucho los castores para construir sus represas”, Narró Servín.

Con las represas de los castores se hizo más lento el correr del agua de los ríos, el tiempo de congelación disminuyó, llegaron las salamandras, sapos y truchas, aumentó la masa vegetal. Los científicos empezaron a buscar el origen de estas cascadas tróficas y descubrieron que los que las había detonado había restaurado el sistema los lobos.

En su trabajo en comunidades de México, ubicadas en las inmediaciones  donde manadas de lobos viven en la vida silvestre, Cristian Aguilar ha notado avances. Con la llegada del lobo se han visto algunos pequeños cambios, como la regulación de las poblaciones de pumas que depredaban potrillos, llegaron los presupuestos públicos para actividades de conservación, se formó un comité ambiental de vigilancia participativa y se ha esparcido la educación ambiental en las escuelas. “Es prematuro, pero sí se han visto cambios”, dijo Aguilar quien asegura que el cambio más importante es que los ganaderos ya no quieren matar a los lobos como lo hicieron en octubre de 2011, en Sonora, cuando la loba buscó el lugar donde hoy ha vuelto a resurgir el lobo gris mexicano.

*Imagen principal: Foto: Wolf Conservation Center

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Artículo publicado por Michelle
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