- Nació el primer ejemplar en vida silvestre después de medio siglo de ausencia de la especie en el golfo de México.
- Proyecto para recuperar a la guacamaya roja entusiasmó a pobladores que ahora ayudan a su conservación.
Más de 45 años después de declararse extinta, volvió a nacer una guacamaya roja en libertad en la última selva tropical que hay en el norte del continente americano antes del inicio de las zonas desérticas. El suceso fue celebrado en un rincón del mítico municipio de Catemaco, en el estado de Veracruz, en el Golfo de México.
“Poder registrar un primer nacimiento fue algo muy, muy importante porque quiere decir que la guacamaya sabe dónde está, sabe qué comer y sabe dónde se siente segura. Eso fue un éxito rotundo”, contó José Antonio Hernández, veterinario del Área Médica y de Bienestar Animal de la Reserva Ecológica Nanciyaga, lugar donde se registró el histórico nacimiento.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
El ejemplar fue nombrado Huentli, un vocablo del idioma Náhuatl que alude a “regalo” recibido por la comunidad que ha trabajado para la recuperación de la guacamaya roja (Ara macao) en esa región de México, donde la especie se declaró extinta en la década de los 70, cuando el tráfico de especies operaba sin control en esa región.
Nanciyaga abarca un pedazo de selva (13.5 hectáreas) a las orillas del gran Lago de Catemaco, un lugar revestido de mística por la práctica de la brujería y el chamanismo.
Actualmente Nanciyaga es el centro operativo del Programa de Reintroducción de la Guacamaya Roja Los Tuxtlas, una región del sur de México que toca a seis municipios, donde el gobierno mexicano protegió, en 1998, 155 000 hectáreas para establecer la llamada Reserva de la Biósfera de Los Tuxtlas. Una zona que se ha convertido en uno de los máximos referentes de México en la conservación ambiental a pesar de enfrentar obstáculos como el tráfico de vida silvestre, la explosión demográfica y la ganadería extensiva.
En Catemaco, la presencia de grupos de investigación se volvió cotidiana y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) instaló ahí la Unidad Biológica para realizar investigaciones en la región. Uno de ellos fue el proyecto para traer de vuelta a la guacamaya roja a la selva más boreal del continente. El proyecto fue coordinado por la investigadora Patricia Escalante Pliego y se ha desplegado de la mano del aviario de Xcaret, en el Caribe Mexicano, donde se crían ejemplares de la especie.
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El primer vuelo tras 50 años
Todo comenzó en La Otra Opción, un predio privado en las inmediaciones de la zona núcleo de la Biosfera de Los Tuxtlas, cuyos dueños hicieron una apuesta de vida por la conservación.
Mientras Nanciyaga está a 10 minutos de la cabecera municipal de Catemaco y se puede llegar en auto sin ninguna dificultad, La Otra Opción está en las montañas que se miran desde el bullicio del pueblo, al otro lado del gran lago.
Desde allí, es posible tener una visión de 180 grados sobre Los Tuxtlas incluyendo montañas, mar, el Lago de Catemaco y la Sierra de Santa Marta.
Rumbo al lugar, primero en vehículo 4×4 y luego a caballo, la bióloga encargada, Edith Carrera, fue describiendo lo difícil que ha sido que los pueblos de la zona acepten que deben hacer a un lado sus actividades productivas y resignarse a vivir en un área dedicada a la conservación, “a pesar de que eso a ellos nos les garantiza tener una vida digna, pues los esquemas gubernamentales no cubren sus necesidades mínimas para subsistir”, explica.
En esta región, la ganadería extensiva y el tráfico de especies —los dos causantes de la extinción de la guacamaya roja— están aún presentes.
Sin embargo, también hay comunidades que han recibido con gusto el proyecto de las guacamayas y están comprometidas a ayudar en tareas tan fundamentales como avisar cuando ven ejemplares volando y reportar en qué condiciones los vieron, cuenta Carrera.
En La Otra Opción fue donde se colocó la gran jaula de proliferación que funcionó como el aviario de las primeras guacamayas que llegaron desde Xcaret.
Edith Carrera recuerda aquel 21 de marzo de 2014 cuando llegaron a Catemaco las primeras 29 guacamayas. Fue un acontecimiento que removió la cotidianeidad de la cabecera municipal, pueblitos y rancherías. Cerca de 100 personas acudieron al camino que lleva a La Otra Opción, incluyendo a niñas y niños estudiantes, y a autoridades ambientales de Veracruz.
Veintinueve personas voluntarias cargaron las jaulas de las guacamayas hasta La Otra Opción y recibieron el privilegio de nombrarlas. “La gente las trajo caminando, cargando cada quien su guacamaya. Esa primer traída fue muy buena. Le ponían el nombre que quisieran”, contó la bióloga.
Los 29 ejemplares fueron dejados dentro del aviario para que pasaran un período de adaptación hasta que en junio de ese año, 27 guacamayas fueron declaradas aptas para intentar volar. La presencia de personas se triplicó para ver, 50 años después de declarada su extinción, el regreso de la especie.
“Les ha costado encontrar alimento pero ya han aprendido. Yo las he visto alimentarse como de 15 especies diferentes. Al principio veíamos que se estaban muriendo de hambre porque no encontraban qué comer y las seguíamos alimentando”.
A partir de junio de 2014 comenzaron a volar por la región versiones sobre avistamientos de guacamayas. Llegaban reportes con malas noticias y también con historias de gente que había visto parejas con pichones, aunque no ha sido posible comprobar la existencia de nidos silvestres y crías nacidas en libertad producto de esa primera liberación.
“Seguimos esperando. No sabemos bien cuántas hembras y cuántos machos tenemos. No podemos asegurar que haya un nido silvestre. Como ya andan libres, ya no sabemos qué es lo que pasa fuera de La Otra Opción”, dice Edith Carrera.
Sin embargo, sí es posible saber que por lo menos son 11 las guacamayas rojas que siguen volando sobre La Otra Opción, plenamente adaptadas a la vida silvestre. Son los ejemplares que dan alas a la esperanza, entre las y los lugareños, de que pudiera nacer algún ejemplar ahí como ya ocurrió en Nanciyaga.
“Una señora dice que un día vio a una pareja con un ave más pequeña pasar por el pueblo. Ella dice que era una guacamaya más pequeña, pero no es un dato científico”, afirmó Edith Carrera.
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“Sí se puede revertir la destrucción”
Algunos meses después de la liberación en La Otra Opción, la coordinación del proyecto prefirió llevar el aviario a un lugar con menos altitud y lo trasladó a Nanciyaga.
El veterinario José Antonio Hernández Velasco, encargado de adaptar las guacamayas a la vida silvestre, explica que el contacto con humanos debe ser mínimo y que un requisito importante es que los ejemplares puedan alimentarse con los frutos nativos de la región para que puedan ser liberados. Es posible notar si lo están logrando por su coloración y por los recorridos que hacen en la región, más allá de los límites de Nanciyaga, dice Hernández.
“Tenemos que darles un poco de alimento para que sigan agarrando nutrición, sin embargo, ellas ya deben estar comiendo frutos de la región. Tenemos el registro de que algunas ya se están distribuyendo bastante en Nanciyaga y otras zonas boscosas. Tienen una coloración muy buena, eso refleja que la guacamaya ya no es 100 % dependiente del ser humano”, dijo el especialista.
Las liberaciones en Nanciyaga son ya un atractivo en la región. Los jóvenes lugareños que trabajan ahí cuentan que cientos de personas llegan al lugar para esperar que las aves sean sacadas del aviario, colocadas en jaulas más pequeñas y, finalmente, liberadas.
A veces salen todas juntas, en otras ocasiones algunas dudan y analizan lo que pudiera haber afuera de la jaula y van saliendo poco a poco. De cualquier manera, las copas de los árboles de Los Tuxtlas son surcadas por parvadas de hasta 25 guacamayas juntas lo que tiene impresionada a la población.
Además de La Otra Opción y Nanciyaga, se han hecho liberaciones en otros predios llamados Los Amates y Benito Juárez, donde comuneros llevan a cabo tareas de conservación. En total van siete liberaciones.
“Estamos viendo que la Guacamaya ya está adaptada a la selva. Ya tuvo lugar un primer nacimiento y estamos esperando la siguiente temporada de reproducción”, señaló José Antonio Hernández.
El nacimiento de Huentli se dio con la inesperada “ayuda” de los zopilotes, contó Carlos Rodríguez, director de Nanciyaga. “Son animales que nadie quiere” por su aspecto, pero en este caso, al criar a sus polluelos en nidos naturales, mostraron el camino a las guacamayas que no sabían cómo construir sus propios nidos y aprendieron observando a los zopilotes.
“Las guacamayas pudieron observar cómo la mamá zopilote le daba de comer al bebé zopilote. En ese mismo nido, después de que salieron los zopilotes, ahí fueron a dejar sus huevos las guacamayas, ahí te das cuenta de la inteligencia y cómo la vida hace su propio camino y cómo la naturaleza es más sabia que nosotros”, contó el director de Nanciyaga.
El regreso de la guacamaya roja, en opinión de habitantes de la región, abre una ventana al pasado, a décadas atrás cuando estas y otras especies formaban parte del paisaje cotidiano, de su cultura e identidad. Pedro Quino Ochoa, de 18 años, habitante de Catemaco, de niño pensaba que la guacamaya roja era una especie “demasiado exótica” que habitaba en Brasil u otro país lejano.
El joven no sabía que unos 30 años antes de su nacimiento, Catemaco era el hogar de esa especie. “No era un ícono ni tema de conversación hasta que llegó el proyecto de reintroducción. Yo no sabía que había existido en la región, pensaba que era muy exótica. A raíz del proyecto la guacamaya ya está siendo parte de nuestra cultura”.
Pedro Quino es estudiante de bachillerato y dedica sus tiempos libres a trabajar en la Reserva Ecológica Nanciyaga como guía de turistas. Ha seguido de cerca el desarrollo de las guacamayas y presenció una de las liberaciones de ejemplares cuando se abrieron las jaulas y poco a poco las aves fueron saliendo en grupos para emprender el vuelo hacia el interior de la selva, ante la mirada de ciudadanos, autoridades y medios de comunicación.
“Había mucha gente porque era una noticia. Nunca había visto una guacamaya en libertad, fue muy bonito escuchar su graznido, sus colores son lo que más me llaman la atención”, contó Pedro desde Nanciyaga, en un momento en que casualmente pasaba volando una grupo de cinco guacamayas lanzando graznidos.
El 23 de septiembre de 2018, Pedro estaba en su escuela, en Catemaco, cuando comenzó a circular en las redes sociales entre usuarios de esa región de Los Tuxtlas una noticia que le dejó “cara de impresión”. Había nacido el primer polluelo en la vida silvestre, un acontecimiento que podría marcar definitivamente el regreso de la especie.
Carlos Rodríguez recuerda con humor que el conductor de un noticiero local difundió la noticia pero se equivocó en el dato del lugar. “Dijo que había nacido en el sur de México”, lo cual encendió los ánimos en las redes sociales.
“La gente defendió su zona y ahora la guacamaya se está volviendo poco a poco un símbolo. Quizá es por su belleza, por sus colores. ¡Su presencia es tan notoria!”, expresó Rodríguez, quien además es hijo del fundador de Nanciyaga, también de nombre Carlos, quien en sus últimos años de vida soñó con traer de vuelta a las guacamayas rojas a la región.
Foto principal: Momento justo de la primer liberación de guacamayas rojas en La Otra Opción, en la Bíósfera de Los Tuxtlas. Diana Caballero Alvarado.
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