- Aunque inicialmente se pensó que los 185 colmillos confiscados eran de jaguar, se comprobó que también había de puma, ocelote y de pecarí.
- El trabajo del Museo Historia Natural Noel Kempff Mercado, donde Rivero trabaja, ha desarrollado un crucial trabajo de reconocimiento de partes de animales en el marco de las investigaciones sobre tráfico.
Durante 20 años, la bióloga Kathia Rivero, jefa del área de Zoología de Vertebrados del Museo Boliviano de Historia Natural Noel Kempff Mercado (NKM), se ha dedicado a proteger a los grandes mamíferos de Bolivia de los peligros que los acechan. Dentro de todas las misiones de conservación en las que ha trabajado, ha sido parte del equipo forense en la identificación de partes de jaguar traficadas, prestando apoyo a las autoridades nacionales y departamentales.
Mongabay Latam conversó con ella acerca de su pasión por los grandes mamíferos, sobre la postura que el gobierno boliviano tiene con la ciencia a la hora de definir políticas de desarrollo y sobre el curso que ha tomado la problemática del tráfico de jaguares luego de que el año pasado se desmantelara una red criminal dedicada a este delito.
Su principal interés ha sido la conservación de grandes mamíferos. ¿Por qué le interesan particularmente estos animales?
El grupo de los mamíferos desde siempre ha sido mi preferido y en especial el de los ungulados. Esto lo corroboré durante mi trabajo de tesis con dos especies de venados de Mazama (un género de venados) en la estancia San Miguelito, un lugar fascinante donde tuve la oportunidad de observar a la mayoría de los mamíferos de tierras bajas y descubrir mi verdadera pasión por ser bióloga de campo.
Si bien finalmente no pude hacer mucho trabajo de campo como me hubiera gustado, sí me enfoqué en hacer las gestiones necesarias para que, desde el Museo, se puedan tener los recursos necesarios para que, en colaboración con otros investigadores, podamos seguir haciendo estudios de campo. Estudios que aporten a la conservación de los vertebrados del país y en especial de especies grandes que sirven de ‘paraguas’ para la existencia de muchas otras especies menores que sobrevivirán si podemos conservar a la especie mayor. Por eso, en el Museo NKM tenemos el programa de conservación del jaguar (Panthera onca), del borochi (Chrysocyon brachyurus) y del bufeo (Inia boliviensis) un delfín que además es una especie endémica de Bolivia.
¿Cuáles son los grandes mamíferos característicos de Bolivia?
El jaguar (Panthera onca), el Jucumari (Tremarctos ornatus) también conocido como oso de anteojos, el tapir o danta (Tapirus terrestris), el tropero (Tayassu pecari), el solitario (Catagonus wagneri), el guanaco (Lama guanicoe), el ciervo de los pantanos (Blastoceros dichotomus), el borochi (Chrysocyon brachyurus) y el pejichi (Priodontes maximus).
¿Y de ellos cuál es que más le impresiona?
El jaguar es el que más me impresiona, por su rol como predador tope en la cadena alimenticia, además de su imponente tamaño y belleza; aunque mi especie favorita es la urina o Mazama gouazoubira (una especie de venado) que es una de las presas favoritas del jaguar.
¿En qué estado de conservación se encuentran estos mamíferos?
La mayoría en la categoría Vulnerable (VU) del Libro Rojo de Vertebrados a excepción del guanaco que está en Peligro Crítico (CR), el solitario En Peligro (EN) y el borochi en Casi Amenazada (NT). Las principales amenazas a la conservación de estas especies están relacionadas principalmente con la pérdida y degradación de su hábitat y la caza que, en los últimos años, ha sido más fuerte por el tráfico de colmillos y de otras partes para el mercado chino.
El año pasado fue muy discutido el problema del tráfico de jaguares en Bolivia e importantes acciones judiciales se llevaron a cabo para condenarlo. ¿Qué pasó desde entonces?
Por suerte hubo bastante reacción ciudadana para no dejar que el tema pase desapercibido, ya que varios grupos activistas estuvieron siempre presentes en los juicios y en los medios exigiendo justicia. De hecho, después de este juicio, hay más control social y rechazo de la gente por estos crímenes.
Nosotros, como museo, nos ofrecimos para examinar e identificar el material confiscado y así demostrar el grado de daño al patrimonio natural causado por la cacería de fauna para el negocio del tráfico internacional.
Conjuntamente con el doctor Damián Rumiz hicimos el peritaje de la evidencia de colmillos, pieles de félidos, astas de ciervo y otras partes de especies amenazadas —la Unión internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el Libro Rojo de vertebrados de Bolivia y la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES)— tales como el jaguar, el ocelote, el ciervo de los pantanos, los pecaríes, etc.
Actualmente el Museo está a la espera de que el juez que llevó el caso le otorgue en custodia las partes de animales confiscadas para continuar con el estudio y preparar una guía de identificación de especies en el tráfico. Por ejemplo, inicialmente se creyó que los 185 colmillos confiscados eran de jaguar, pero se comprobó que además también había de puma, ocelote y de pecarí. Para estos hallazgos fue fundamental la comparación de las piezas con los especímenes de la colección científica del Museo NKM.
Mucho se ha dicho sobre las implicaciones medioambientales que está teniendo el modelo de desarrollo en Bolivia. Las instituciones científicas, entre ellas el Museo, ¿tienen algún tipo de injerencia en las decisiones políticas?
En general, pareciera que no hay un nexo entre políticas de desarrollo e instituciones científicas ambientales. Actualmente las denuncias y opiniones expertas, por ejemplo sobre impactos ambientales, tienen mayor difusión por las redes pero pocas veces logran influir en las decisiones políticas. No hay un ‘foro formal’ para esta interacción ciencia-política. Siempre hubo participación en mesas de trabajo y talleres técnicos sobre decisiones relacionadas al ambiente, que al final no se tenían mucho en cuenta, pero ahora hay menos de estas opciones y los grupos de poder tienen muchos recursos para evitar y contrarrestar reacciones adversas a sus intereses.
El Museo ha participado con el Gobierno Departamental de Santa Cruz en diagnósticos ambientales para políticas de desarrollo, fauna silvestre y áreas protegidas, pero en la práctica no se toman en cuenta los argumentos técnicos de las instituciones científicas o la información útil que se genera para los tomadores de decisión.
¿Qué ha hecho bien y qué ha hecho mal la ciencia a la hora de defender las áreas protegidas del país que están siendo amenazadas?
Ha hecho bien la generación de información y de argumentos de conservación, pero no ha sabido encontrar el mecanismo para lograr su aplicación, convenciendo a la sociedad y a los tomadores de decisión sobre la importancia del capital natural que se está destruyendo.
¿Cuál ha sido el rol que, durante su gestión, ha cumplido el museo de Historia Natural en la conservación de la biodiversidad de Bolivia?
Hemos realizado diagnósticos de biodiversidad para planes municipales de ordenamiento territorial y para planes de manejo, realizando inventarios por métodos diversos: sistematizando bases de datos de distribución geográfica de especies y, haciendo evaluaciones de especies amenazadas como el borochis en el Parque Noel Kempff Mercado, el bufeo en la cuenca del Río Grande y el jaguar a través de cámaras trampa. Hemos hecho rescates de bufeos, que quedan atrapados en canales de desagüe de cultivos en la zona del Río Grande.
Desde el 2010 hasta la fecha hemos participado como expertos forenses en la identificación de partes de jaguar y otra fauna traficada, como apoyo a la autoridad nacional competente que es la Dirección General de Biodiversidad y la departamental DIRENA.
También hemos creado el Centro Geoespacial para la Biodiversidad de Bolivia (CGB), un centro virtual que permite el acceso a información y una base de datos con más de 120 000 registros de vertebrados que pueden ser consultados por los usuarios en forma gratuita.
Tenemos ahora el reto de ampliar la base de datos a invertebrados y flora y alcanzar al menos 1 500 000 registros. En los próximos meses esa información estará disponible y esperamos que otras instituciones científicas se sumen a la idea, como ya lo ha hecho el Herbario Nacional de Bolivia, la organización de conservación Armonía y el Programa para la Conservación de los Murciélagos de Bolivia; para que se tenga una plataforma de referencia de la biodiversidad del país.
¿Cómo se financia el museo?
Las investigaciones e inventarios que realiza el Museo NKM se financian con fondos externos, por lo cual se deben gestionar propuestas con los investigadores asociados para implementar proyectos y convenios de colaboración que ayuden al cumplimiento de la misión.
¿Cuáles han sido las mayores dificultades durante su gestión en el museo?
La mayor dificultad es la falta de fondos gubernamentales para contratar curadores e investigadores del Museo NKM. Esto se trata de financiar con la gestión de fondos externos, nacionales e internacionales, pero a menudo la complejidad de los procedimientos administrativos para obtener el aval gubernamental dificultan la presentación de propuestas y luego la ejecución de los proyectos.
Foto principal: Parte de animales analizadas durante el peritaje. Foto: Damián I. Rumiz-Museo NKM
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REFERENCIAS
Rivero, K., Rumiz, D. I., & Taber, A. B. (2005). Differential habitat use by two sympatric brocket deer species (Mazama americana and M. gouazoubira) in a seasonal Chiquitano forest of Bolivia. Mammalia mamm, 69(2), 169-183.
Perotto-Baldivieso, H. L., Rivero, K., Pinto-Ledezma, J., & Gill, A. B. (2012). Distributing biodiversity data through the web: The Geospatial Center for Biodiversity in Bolivia. In 4 Simposio de Geotecnologias no Pantanal (pp. 1252-1258).
Arancibia-Arce, L. R., Perotto-Baldivieso, H. L., Furlán, J. R., Castillo-García, M., Soria, L., & Rivero-Guzmán, K. (2013). Evaluación espacial y temporal de fragmentación y conectividad para actividades ecoturísticas en un sitio RAMSAR: Los Bañados de Isoso (Santa Cruz, Bolivia). Ecología en Bolivia, 48(2), 87-103.
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