- La deforestación de la Amazonía ha provocado un cambio climático local con estaciones secas más pronunciadas, exponiendo al bosque a una mayor vulnerabilidad incendiaria.
- La atención global que hoy captura esta región es una oportunidad para detener definitivamente la deforestación de la Amazonía.
Antonio Donato Nobre, investigador brasileño del Instituto de Investigación Espacial (INPE), es reconocido como uno de los investigadores más importantes de la Amazonía.
Con su teoría de los “ríos voladores” reveló al mundo la importancia que este bosque tiene en la regulación climática del planeta y en el ciclo hidrológico de todo el continente.
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Para ser más precisos, los árboles en la Amazonía, a través de la evaporación, liberan a la atmósfera alrededor de 20 millones de toneladas de agua al día en estado gaseoso, es decir, como vapor de agua. Al llegar a una cierta altitud, el vapor se enfría y se condensa formando nubes que son arrastradas por los vientos hacia el interior del continente. Estas, al chocar con la cordillera de los Andes, liberan el agua en forma de lluvia regando buena parte de América del Sur.
Mongabay Latam conversó sobre las consecuencias de los incendios forestales recientes y sobre las causas de este desastre ambiental que tiene estupefacto al mundo entero.
¿Cuál es el origen de este incendio forestal?
Los datos de focos de calor indican que los municipios que están más afectados son justamente los que están en la frontera de la zona ocupada por madereros y especuladores de tierra.
Esto viene pasando hace 40, 45 o 50 años. No es la primera vez que la Amazonía se quema. Además, desde hace mucho tiempo los ganaderos, los especuladores de tierra, madereros, entre otros, abren carreteras, talan el bosque para después meter ganado, y soya, y toda esa tierra se convierte para la agricultura. Pero lo que hemos venido viendo desde la última década es que el clima local está cambiando. Hay un cambio climático local que se está saliendo de control.
¿De qué manera ha cambiado el clima?
La estación seca está más seca que en décadas pasadas. Eso hace que los bosques se tornen inflamables y susceptibles. Esa susceptibilidad hace que un fuego, hecho en un área vecina, pueda entrar dentro de un área que no fue deforestada con la agravante de que cuando mueren los árboles, al año siguiente hay más combustible y se produce una bola de nieve, un efecto que se autoacelera.
La Amazonía se ha quemado muchísimas veces, pero aun así los bosques remanentes tenían la capacidad de restablecer su clima. En la última década eso ha cambiado.
¿Por qué?
El humo y el hollín provocado por los incendios empezaron a reducir la lluvia.
Cuando yo viví en la Amazonía, hace 40 años, no se podía hacer un fuego dentro del bosque porque estaba húmedo todo el año, llovía siempre. El bosque tropical tenía dos estaciones: la húmeda y la más húmeda, no tenía estación seca.
Incluso cuando algunos grupos indígenas prendían fuego en ciertas áreas para crear pequeñas praderas, en una agricultura respetuosa, ese fuego jamás avanzaba porque el bosque era muy húmedo, no se inflamaba. Ahora ya no más. Con el humo y el hollín eso cambió.
Ese día en Sao Paulo, cuando se oscureció en medio de la tarde, hubo un encuentro entre el humo y hollín (proveniente de los incendios) con un frente frío. Las partículas de humo hacen que, dentro de la nube, se produzca un número mucho mayor de gotas. Con esas nubes tendríamos que haber tenido un diluvio. Pero ahí estaban, gigantes, tan grandes que el día se volvió noche y no llovió casi nada. Ese es el efecto que vemos en la Amazonía.
¿Por qué no llovió?
No llovió casi nada porque la nube estaba contaminada con humo y hollín. Eso produce una nube disipativa, es decir, que disipa la lluvia.
Como dije antes, muchas partículas de humo y hollín producen muchas gotas. Pero muchas gotas hace que entre ellas se disputen el vapor de agua que tiene la nube y no crezcan lo suficiente como para alcanzar el peso necesario para que precipiten o caigan.
Es por eso que aunque la nube tenga mucha agua dentro, no llueve. Ese es el efecto que hace que la estación seca en la Amazonía se esté ampliando. Pasan a veces semanas, meses y no cae una gota aunque tenga humedad el aire, aunque haya nubes.
Ese cambio en el clima local hace que haya muchos tramos de bosque no perturbados que están vulnerables, están más inflamables, entonces los incendios son más numerosos.
Mientras tengamos fuego, humo y hollín, está comprometido el funcionamiento hidrológico de la Amazonía y lo que es grave ahora es que podríamos cruzar el punto de no retorno.
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¿A qué se refiere con ello?
El bosque tropical tiene la capacidad de jalar la humedad del océano hacia dentro del continente, alimentando el ciclo hidrológico. Si sigue la deforestación como estamos viendo año tras año, vamos a llegar a un punto de ruptura donde el bosque ya no sea capaz de lograr crear su propio clima como hacía antes.
¿Si esto pasa hace tiempo por qué recién se le pone atención?
Lo que estamos viendo hoy es que hay un estímulo diferente a los otros años. Nunca pasó que un presidente estimulara la deforestación, los ataques a pueblos indígenas, eso nunca pasó antes. Es la primera vez que vemos un efecto claro y cuestionable de una política pública estimulando los procesos que resultan en deforestación y quemas.
Los sistemas de fiscalización que estaban activos hasta finales del año pasado, este año se desmovilizaron.
En Bolivia también hay un estímulo indirecto para la ocupación y deforestación. De hecho, no solo se está quemando Brasil, también Bolivia, Paraguay.
Eso es muy grave. Es como un paciente que está en la unidad de una terapia intensiva, con falencia múltiple de órganos y llega alguien a golpearlo.
¿Qué se puede esperar ahora?
Hay un aspecto positivo de todo esto. Es raro que este tema, tan serio e importante para la humanidad, tenga tanta atención como la está teniendo ahora. Esa atención puede ser la mejor política para el bosque, para transformar algo muy destructivo en algo muy positivo y detener definitivamente la deforestación. Hay que moverse ahora que es un escándalo mundial.
Foto principal: Imagen referencial. La empresa estadounidense Cargill quema grandes áreas de la selva amazónica en el norte del estado de Pará para prepararse para las plantaciones de soja en 2003. Imagen © Daniel Beltrá / Greenpeace
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