Un programa de conservación creado en 1979, para conservar la población de dos especies de lobos marinos, cuya población entre los años 1997 y 1998 cayó casi a 0, ha logrado que hoy se mantenga por encima de los 10 mil.El Programa Punta San Juan, de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, en alianza con otras entidades lo consiguieron, pero los riesgos continúan. Aún hay pesca incidental, caza furtiva, extracción de algas y los desechos. La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam. Desde abajo, desde una playa donde se avistan unas deliciosas pozas de agua de mar clavadas entre formaciones rocosas, llega el dulce y persistente sonido que emiten varios ejemplares juveniles de lobo de mar fino (Arctocephalus australis). En una de ellas cinco nadan raudos, juguetones, imparables; chapotean por sobre las olas que van y vienen del mar abierto, se sumergen bajo la espuma, y vuelven a salir. Casi nunca paran, como un grupo de niños que, al fin, ha descubierto la forma del agua. Uno de ellos, en la poza más grande, se dispara por sobre los otros, parece más rápido, salta, se sumerge; los demás lo persiguen buceando, pero él se despunta y salta otra vez. Esta es una playa de Punta San Juan, una reserva donde esta especie ha sobrevivido. Y este es también el resultado de años de trabajo, paciencia, inteligencia, desplegado por científicos, estudiantes, guardaparques y algunas instituciones privadas y públicas. Lee más | Argentina: animales extintos del Iberá son reinsertados en el parque nacional | FOTOS Una tragedia pasada “Los lobos juegan, interactúan entre ellos, tienen un espacio de socialización en estas pozas, que son también parte de su vida”, comenta Susana Cárdenas, bióloga marina que dirige el Programa Punta San Juan (PSJ), promovido por el Centro de Sostenibilidad Ambiental (CSA) de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH). Abajo, las decenas de lobos siguen jugando en el mar con ternura y sin descanso. No siempre todo fue felicidad en estos deslumbrantes parajes marino-costeros, ubicados precisamente en Punta San Juan, un ecosistema que queda a más de 500 kilómetros al sur de Lima. Entre 1997 y 1998 llegó a la costa peruana un Fenómeno El Niño muy intenso, que provocó entre los humanos al menos 350 víctimas fatales y unos 1000 heridos, fuera de los ingentes daños materiales. Y acá produjo una hecatombe biológica.