- Un estudio propone que la ganadería debe excluirse de las áreas donde los impactos ambientales son altos y la productividad baja. Estas zonas deben usarse para la conservación de ecosistemas naturales.
- En aquellas áreas susceptibles de restricción pueden implementarse sistemas agropecuarios sostenibles que combinen árboles con pasturas y animales, y cultivos con múltiples propósitos.
La ganadería es una de las actividades que más críticas recibe pues en muchos de los países latinoamericanos la deforestación se da para luego dar paso a pasturas que son utilizadas sobre todo por el ganado vacuno.
Estos conflictos han llevado a que varios investigadores se pregunten cuáles son las zonas donde se puede desarrollar la actividad ganadera sin que eso suponga un daño para ecosistemas sensibles.
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Los investigadores Andrés Etter y Andrés Zuluaga de la universidad Javeriana intentaron dar respuesta a este dilema en el artículo Áreas aptas para la actividad ganadera en Colombia publicado por el Instituto Humboldt. Los autores analizan la productividad de la ganadería y el impacto de la actividad en el medio ambiente.
Urge cambiar el modelo
Zuluaga identificó las áreas con un alto impacto ambiental que tenían baja productividad. “Las regiones Caribe y Andina presentan los mayores impactos y son donde más áreas deberían excluirse”.
A grandes rasgos, los sistemas ganaderos que tengan altos niveles de impacto sobre el territorio y además tengan baja productividad deberían excluirse, mientras aquellos que tienen altos niveles de impacto pero alta productividad o bajos niveles de impacto y baja productividad deberían ser evaluados para un mejor manejo. Es decir, la ganadería del país debería encaminarse hacia una alta productividad en la que se usen de manera efectiva y sostenible los recursos naturales, de tal forma que los futuros proyectos ganaderos se establezcan solo en aquellas zonas que son propicias y los existentes sean intervenidos para mejorar la producción y disminuir las presiones sobre el territorio.
El pastoreo de ganado es el uso de tierra más extendido en Colombia y también un importante motor de la expansión de la frontera agropecuaria, afectando regiones de importancia ecológica como los bosques tropicales de tierras bajas, bosques andinos, bosques tropicales secos, humedales y páramos. “De la frontera agrícola colombiana, cerca del 80 % está en usos ganaderos. A pesar de estar ocupando un área desproporcionadamente grande, el retorno es muy bajo. Estamos hablando de más de 20 millones de cabezas de ganado con más de 30 millones de hectáreas en pastos”, indica Andrés Etter.
Los principales problemas de la ganadería están asociados a tener los animales en áreas de pendientes, pues esto contribuye a la degradación, compactación, erosión y sedimentación. “Ahí es donde vemos que la zona andina es una de las que aparece con más impactos. Además, se cruza en muchas ocasiones con ecosistemas estratégicos como páramos”, cuenta Zuluaga. En el Caribe, el problema se da en los ecosistemas de humedales, pues en regiones como la Depresión Momposina ─cuenca hidrográfica sedimentaria de 24 650 km² al norte de Colombia sobre los departamentos de Bolívar, Magdalena, Sucre, Córdoba y Cesar─ se desecan ciénagas y otros cuerpos de agua para sembrar pastos.
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Opciones sostenibles
Para Andrés Zuluaga, en la medida que se liberan zonas donde la ganadería no debería estar presente, los ganaderos deberían incrementar la productividad en las zonas más aptas. “La forma más racional de hacer esto es a través de sistemas silvopastoriles y agroforestales donde tenemos sistemas de producción multiestrato, no solo producimos pastos, sino árboles, arbustos, palmas, etc. Son sistemas de producción sostenibles”.
Sin embargo, hacer que los ganaderos migren hacia sistemas como estos ha sido difícil pues el modelo de producción predominante han sido las pasturas sin árboles y, según Zuluaga, la gente está acostumbrada a producir con monocultivos: solo maíz, solo café, solo pastos, solo palma.
Aunque la ganadería tiende a ser “condenada” por su daño ambiental, en algunos casos puede favorecer la conservación de ecosistemas. “La ganadería extensiva suele verse como mala y no necesariamente es así. En regiones como la Orinoquía es una estrategia que ha permitido conservar de mejor manera las sabanas naturales”, asegura Zuluaga. Aun así, el investigador reconoce que hay que tener mucho cuidado con esto, ya que intensificar la ganadería en las sabanas y sembrar pastos alteraría los ecosistemas.
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*Imagen principal: La ganadería y los cultivos de papa conviven en el Páramo de Pisba. Foto: Daniel Reina Romero-Semana Sostenible.
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