- Los reporteros de Mongabay Latam fueron tras la pista de la minería y la deforestación ilegal, dieron a conocer la difícil realidad de los defensores ambientales que están amenazados de muerte por proteger sus territorios y cubrieron los incendios en la Amazonía. Todo desde primera línea, en el lugar donde ocurren las historias.
- Se internaron en la selva y llegaron hasta los confines más remotos al sur del continente para descubrir el trabajo de quienes buscan proteger la naturaleza.
Más de 40 periodistas colaboraron con Mongabay Latam durante el 2019. Gracias a su cobertura pudimos contar qué está pasando en América Latina en materia ambiental.
Muchas de sus historias sucedieron en zonas de difícil acceso: los incendios forestales en la Chiquitanía en Bolivia, el avance de la minería ilegal en la selva peruana y las amenazas contra defensores ambientales en México y Colombia fueron algunas de las más difíciles de contar.
Le pedimos a algunos de nuestros compañeros que narren las historias detrás de sus publicaciones, aquellas trabajadas en zonas alejadas o que implicaron tratar temas peligrosos.
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Pequedragas en el río Napo: una historia narrada por Yvette Sierra en Perú
Había hablado con Betty por teléfono meses antes de encontrarla en el centro poblado de Santa Clotilde. Desde ahí partimos para navegar por el río Napo, en Loreto, en la Amazonía peruana, en busca de las llamadas ‘pequedragas’: embarcaciones artesanales dedicadas a la extracción ilegal de oro en los ríos.
Ella, como lideresa de una federación indígena del Napo, llevaba meses denunciando la presencia de la minería ilegal en el río. Era la primera vez que una periodista llegaba hasta las comunidades para contar cómo esta modalidad de extracción ilegal de oro se estaba instalando en su territorio.
Tenía que estar alerta mientras navegábamos pues en cualquier momento nos cruzaríamos con una ‘pequedraga’ operada por mineros ilegales. Sucedió una madrugada, cuando un pasajero de nuestra embarcación pidió bajar justamente en una de estas balsas. Disparé todas las fotografías que pude y registré en video lo que el tiempo me permitió, mientras los mineros me observaban con atención y me hacían señas poco amables desde su barca dedicada a la extracción ilegal de oro.
Investigar y cubrir sobre minería ilegal y otras actividades ilícitas te enfrenta a riesgos y silencios. La persona que me llevaba en la balsa me confesó sus temores cuando pasamos cerca de esta barca.
De regreso en Iquitos emprendí la segunda parte del trabajo: ubicar a los compradores de oro ilegal. Recorrí puertos y casas de venta de oro, siguiendo los datos que había recogido en todo el camino, hasta que conversé con quienes libremente compran el metal que proviene de la ilegalidad.
El reportaje ‘Pequedragas’: la nueva modalidad usada por los mineros ilegales en la Amazonía de Perú, publicado en abril de este año, ha sido una de las bases para que se inicie una investigación por parte de la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Loreto – Maynas. Los fiscales han solicitado información adicional recogida durante el viaje para coadyuvar en las investigaciones que han abierto por el delito de minería ilegal agravada.
Lee aquí la cobertura de Yvette Sierra:
‘Pequedragas’: la nueva modalidad usada por los mineros ilegales en la Amazonía de Perú
‘Pequedragas’: operativo contra minería ilegal en el río Napo
Pequedragas: nueve meses de prisión preventiva para detenido por minería ilegal en el río Nanay
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El reto de ingresar a un parque nacional controlado por grupos armados: un reportaje de María Jimena Neira.
Nunca había hecho reportería en un parque nacional natural y menos en una zona como La Macarena, un lugar central en la historia del conflicto armado en Colombia. Con mi equipo de trabajo tomamos una mañana el único transporte que sale en todo el día desde Vista Hermosa hasta La Macarena. Mi cabeza estaba llena de preguntas: ¿Cómo es entrar al Parque Sierra de La Macarena?, ¿qué hay adentro?, ¿es seguro entrar?
Sabíamos que dentro del parque nacional había deforestación pero lo que ignorábamos era cómo esta se ve en realidad. De pronto, sin que nadie nos dijera y sin que ningún aviso lo anunciara, sabíamos que estábamos dentro. La deforestación no necesita aviso ni presentación, está ahí, en todos lados. Los árboles talados y quemados. El silencio, porque con la deforestación también se van los animales, las aves, los insectos.
Durante el recorrido le dimos un aventón a un habitante del parque que también iba para La Macarena. En un punto nos anunció: más adelante, en Caño Indio, hay un retén de las Disidencias de las FARC. Con mi equipo nos miramos de inmediato, como preguntándonos qué hacer. Tratamos de mantener la calma aunque por dentro estuviéramos en pánico.
Guardamos una de las tarjetas de memoria SD de la cámara para que si nos robaban los equipos, no se llevaran el material. Luego decidimos que si nos detenían, diríamos que éramos periodistas y que estábamos investigando sobre lugares turísticos que se habían abierto después del Acuerdo de Paz.
Finalmente pasamos por Caño Indio y si bien había señales de que allí quedaba un retén, no había nadie, solo habitantes de la zona. Llegamos sin problema a La Macarena. Un municipio lleno de actividad y comercio. Allí entrevistamos a líderes y lideresas sociales, a funcionarios y funcionarias del Estado y concluimos que si bien el Acuerdo de Paz generó cambios positivos, la percepción que tiene la gente es de incertidumbre frente al futuro.
Me llevo de La Macarena el recuerdo de un lugar definitorio para la conservación, no solo de ecosistemas en Colombia, sino en toda la Amazonía. También de un lugar amenazado y en riesgo que debe ser cuidado y protegido a como dé lugar.
Lee aquí reportaje de María Jimena Neira de Rutas del Conflicto:
Sierra de La Macarena: una muerte y decenas de amenazas | ESPECIAL | COLOMBIA
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El asesinato de un líder ambiental y las amenazas a indígenas tarahumara: una historia violenta narrada por Thelma Gómez desde México
A Julián Carrillo Martínez, indígena tarahumara, lo mataron el 24 de octubre de 2018. A su esposa e hijos los conocí en febrero de 2019. Habían pasado tan solo cuatro meses desde que la tragedia los dejara sin padre, sin abuelo y sin esposo.
Tras el asesinato de Julián, la familia Carrillo también perdió la posibilidad de vivir en su casa de Coloradas de la Virgen y de llevar la vida que tenían en el campo. Hoy están desplazados. La viuda de Julián y sus hijos viven en la ciudad, en un lugar totalmente ajeno a ellos, donde no pueden sembrar, no pueden criar a sus animales y mucho menos salir a caminar.
Con la muerte de Julián también perdieron la certidumbre. Y eso se les nota. Eso mismo vi en otras familias de personas desplazadas de Coloradas de la Virgen y de otras zonas de la Sierra Tarahumara.
Cuando conocí a estas familias y a los defensores del medio ambiente que han sido amenazados pensé en cómo quienes vivimos en las ciudades, alejados de bosques, lagos, mares y ríos, también los hemos dejado solos. Ellos defienden lo que aún nos permite mantener vivo a este planeta. Nosotros, en las ciudades, con indiferencia a lo que ellos viven, también colaboramos en la violencia que padecen.
Cuando viajábamos rumbo a Guachochi, en la carretera nos detuvo un comando armado, perteneciente a un grupo del narcotráfico que controla la zona. Todos eran muy jóvenes. Demasiado, diría yo. Preguntaron a dónde íbamos, quiénes éramos. No estoy segura de que la explicación que les dio la persona que nos guiaba haya sido convincente, pero permitieron que siguiéramos nuestro camino. Supimos que eso no es algo fortuito. A esos retenes, a esas preguntas se enfrentan en forma cotidiana quienes habitan la Sierra Tarahumara.
Lee aquí el reportaje de Thelma Gómez:
México: sin tierra no somos nada
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Un viaje al fin del mundo para observar ballenas: una crónica de Barinia Montoya desde la zona más austral de Chile
Mi gran experiencia de reporteo durante el 2019 fue viajar para visitar al mamífero más grande del mundo: la ballena jorobada. Un viaje larguísimo por tierra, aire y mar fue necesario para presenciar el espectáculo natural más conmovedor de mi vida.
A pesar de que el Parque Francisco Coloane es un lugar privilegiado para avistarlas, pues las ballenas jorobadas se pasean por allí dos veces al año, las probabilidades de verlas en ese inmenso mar son escasas y para mi suerte vi muchas. Todo se resumió en un par de segundos. A lo lejos comencé a escuchar su canto y luego vi el agua salpicando el aire. En un abrir y cerrar de ojos estaban ahí, a menos de dos metros de distancia.
La travesía desde Santiago hasta el parque es un recorrido total de más de 3000 kilómetros y para mí la ruta más desafiante fue la de navegación. La expedición para cruzar las turbulentas aguas del Estrecho de Magallanes duró dos días a bordo del “MARYPAZ”, una embarcación de 18 metros de eslora y cinco de ancho. Al final del viaje, la tripulación nos regaló, en medio de un paisaje hermoso, un delicioso asado al palo, la comida local típica de la zona.
Fue un viaje de extrema aventura al extremo sur de Chile.
Lee aquí los reportajes de Barinia Montoya:
Chile: expedición al fin del mundo donde las ballenas jorobadas se han casi quintuplicado | VIDEO
Chile: la ejemplar historia de los pescadores de Juan Fernández por la conservación de su mar
Un viaje a El Impenetrable: la travesía de Rodolfo Chisleanschi a un rincón biodiverso del Chaco argentino
Es incomparable la sensación de pegajosa y la emocionante soledad que me acompañó durante decenas de kilómetros mientras me internaba en lo más profundo del monte chaqueño. El asombro de descubrir una selva que atraviesa por el aire una ruta del interior de Misiones, muy cerca del límite con Brasil. La esplendorosa frondosidad del Delta del Paraná, un paraíso verde a una hora de coche del cemento y la contaminación de Buenos Aires.
Mi año de reportajes para Mongabay Latam fue rico en experiencias y en contrastes. Me tocó pasar del viento frío del invierno en la búsqueda del ciervo de los pantanos a 41 grados y a la sombra del Parque Nacional El Impenetrable. Aprendí sobre la marcha a conducir un pequeño vehículo sobre un estrecho y desparejo sendero de tierra roja en Iguazú y a controlar una potente camioneta 4×4 que se empeñaba en patinar artísticamente por el barro cuando la lluvia decidió refrescar el ambiente en el Chaco.
Conversé con campesinos como Daniel Liberatti, maestras isleñas como Noelia Semper, productores forestales y ganaderos, científicos, técnicos, jóvenes que luchan y defienden la conservación de sus tierras y lugares de origen. Conocí realidades diferentes, pregunté mucho, aprendí más.
Lee aquí los reportajes de Rodolfo Chisleanschi:
El Impenetrable: un parque nacional que encierra lo mejor del Gran Chaco
Argentina: el ciervo de los pantanos se recupera en el Delta del Paraná
Fauna regresa tras recuperar el corredor Urugua-í – Foerster en Argentina
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El incendio que quemó durante dos meses los bosques de la Chiquitanía: una historia de Carolina Méndez desde Bolivia
El incendio del bosque seco chiquitano fue un episodio muy doloroso para Bolivia. Dejó al descubierto las falencias técnicas y económicas que tiene el país en cuanto a capacidad para combatir una catástrofe de tal magnitud. Perdimos alrededor de 5.3 millones de hectáreas en los más de dos meses que se extendió sin tregua la devastación.
La cobertura en terreno fue compleja. Por un lado, la extensión de los focos de incendio hacía imposible estar en todos los sitios afectados y, por otro, había lugares donde el bosque ardía y era inaccesible por la topografía.
El estar en las comunidades afectadas donde los niveles de contaminación del aire superaban lo peligroso, era otro gran desafío. El barbijo y el colirio para los ojos fueron tan imprescindibles como la grabadora y el cuaderno de notas. La experiencia no obstante, tuvo sus matices maravillosos, como la alegría de la gente cuando el cielo regaló unas cuantas gotas o la charla con los niños de Quitunuquiña en la que todos confesaron querer ser bomberos cuando sean grandes.
Lee aquí los reportajes de Carolina Méndez de Página Siete:
Incendios en Bolivia: el bosque seco chiquitano lleva ardiendo más de un mes
Desastre ambiental en Bolivia: incendios forestales arrasan bosques de la Chiquitania
Tecnología para proteger el territorio indígena: historias contadas por el equipo de GK de Ecuador
Soy Susana Roa, autora del reportaje Ecuador: tecnología del siglo XXI al servicio del pueblo ancestral Siekopai. La visita al territorio de la nacionalidad Siekopai fue muy especial, pues me permitió ver una parte del Ecuador que no había visto hasta ese momento. Me llamó mucho la atención ver cómo una comunidad indígena ha integrado tecnología para garantizar la protección de su territorio, sus costumbres y sus derechos y cómo están usando las evidencias obtenidas para ganar juicios.
Soy Ana Cristina Basantes, periodista del reportaje Ecuador: confianza en el anteojo, no en el ojo. Mi experiencia en la comunidad cofán de Sinangoe fue impresionante. Acompañé a los miembros de la guardia cofán de Sinangoe durante uno de sus recorridos de vigilancia, acampé en la selva, cociné en una estufa para camping y pude ver cómo el bosque ha sido destruido por las actividades extractivas y la presencia de los colonos. Hablar con los cofán y estar en su comunidad fue fundamental para comprender las dificultades por las que tienen que atravesar para sobrevivir, conseguir alimento y proteger su hogar.
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Defensores ambientales bajo amenaza en Madre de Dios: impactantes testimonios recogidos por Vanessa Romo en la Amazonía de Perú
La historia de los defensores ambientales en Madre de Dios se planteó desde un inicio con la editora general de Mongabay Latam, como una entrada para conocer qué otras historias no estábamos recogiendo o conociendo detrás del gran problema de la minería ilegal en la selva. Los relatos que habían sido escuchados hasta ese momento eran sobre todo los de personajes como Víctor Zambrano y Demetrio Pacheco, dos líderes del comité de gestión de la zona amortiguamiento de la Reserva Nacional de Tambopata —área afectada por este delito—, pero no había otras voces que nos permitieran acercarnos a otras realidades.
Así llegamos a saber que existían defensores ambientales que sufrían amenazas tan severas que nos pidieron mantener en reserva sus nombres para no poner en peligro sus vidas. El periodista tiene una responsabilidad grande cuando se enfrenta a esos casos, porque si bien nosotros vamos a reportear por unos días y podemos sentir inseguridad en la cobertura, luego regresamos a casa. En cambio, los entrevistados viven allá y deben cargar con el peso de lo que luego publicamos. Creo que fue una gran experiencia poder encontrar una forma de narrar siendo fiel a sus vivencias y sin exponerlos a más peligros.
En la cobertura que hice en la triple frontera (Perú, Colombia y Brasil) la misión era encontrar historias detrás de las alertas de deforestación que se estaban disparando en el territorio. Sabíamos que la causa principal de esa pérdida de bosque era el cambio de suelo para la plantación ilegal de hoja de coca que luego suministra al narcotráfico. Nos encontramos con personas que defendían sus territorios pese al peligro que viven constantemente, alejados de las ciudades y del Estado que los pueda proteger.
Lo más interesante de este viaje fue confirmar que las historias nunca son blanco o negro. Se puede estar en contra de la deforestación, pero aun así trabajar para cosechar la hoja de coca porque no queda otra opción de ingresos. En condiciones de pobreza y abandono, lo que entendemos como “lo moral” se trastoca y tiene otros filtros.
Este viaje nos permitió revelar, además, cómo el Estado y los programas de atención a través de cultivos alternativos no consideran estas realidades para planificar acciones efectivas.
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Indígenas jiw acorralados en su propio territorio: un especial trabajado por María Fernanda Lizcano en Colombia,
Hacer periodismo en la Amazonía colombiana nunca será sencillo, menos si involucra los intereses de grandes terratenientes, empresarios o grupos al margen de ley. Eso lo comprobé este año cuando visité al pueblo indígena Jiw en dos de sus resguardos, ubicados en San José del Guaviare (capital del departamento de Guaviare) y en el sur del departamento del Meta. Un recorrido que implicaba pasar por zonas en las que las disidencias del grupo armado FARC son los patrones invisibles. “Shh, de eso no se habla. Acá todo lo escuchan”, me advertía —no sin cierto pánico— uno de los conductores cada vez que yo tocaba algún tema “prohibido”. Un miedo que se hacía también evidente en las fuentes cuando pedían no ser citadas para evitar represalias en su contra.
Viajar por esta zona del país produce una mezcla de sentimientos. Es una región hermosa y con una aparente calma en la que pocos se atreven a cuestionar lo que ahí sucede: cada vez es más obvio el avance despiadado del monocultivo de la palma de aceite, la ganadería, los cultivos ilícitos y la colonización. Sin embargo, pese a que hay una presión armada ilegal fuerte e intereses económicos y políticos detrás de esas tierras, fue emocionante conocer a líderes y ambientalistas que están haciendo el mayor esfuerzo para ayudar a las comunidades indígenas y a los bosques amazónicos. Personas dispuestas a luchar por conservar un territorio que cada día es más vulnerable.
*Imagen principal: Susana Roa, reportera de GK en Alianza con Mongabay Latam.
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