- La maestra en política ambiental acompaña a varias comunidades en el desarrollo de estrategias para tener un uso sustentable de sus recursos naturales; en su andar ha comprobado que el manejo forestal comunitario permite conservar los bosques y desarrollar economías rurales prósperas.
- Los bosques tienen en su ADN la regeneración, por lo que con un manejo forestal adecuado no es necesario plantar árboles. Las “reforestaciones ilógicas”, dice, no ayudan a conservar la diversidad de estos ecosistemas.
Pasó su niñez en tierra de árboles, en la Sierra Norte de Oaxaca. Era la década de los años ochenta, un momento clave para la región; eran los tiempos en los que las comunidades se organizaron para evitar que el gobierno siguiera entregando a empresas privadas las concesiones para talar su territorio. Así que la niña Lucía Madrid fue testigo de cómo estas comunidades lograron recuperar sus bosques y de cómo nació lo que hoy se conoce como manejo forestal comunitario.
Lucía dejó Oaxaca, pero la semilla de la organización comunitaria se quedó con ella. Estudió Ciencia Política, en el Tecnológico de Monterrey, en la Ciudad de México, y después realizó una maestría en política ambiental en la Universidad de Cambridge.
Desde hace 15 años, ha acompañado a comunidades en la integración de iniciativas para el fortalecimiento de su organización y en estrategias para el manejo sustentable de sus recursos naturales. Lo ha hecho, sobre todo como consultora y desde su trabajo en organizaciones no gubernamentales como el Consejo Civil Mexicano de Silvicultura Sustentable (CCMSS).
En su andar por los territorios forestales del país, Lucía Madrid ha aprendido la importancia de fortalecer la organización comunitaria, sobre todo cuando se busca desarrollar proyectos productivos sustentables que permitan a la gente vivir de sus bosques y conservarlos. Mongabay Latam conversó con Lucía Madrid sobre las claves que permiten tener un manejo forestal adecuado, impulsar el desarrollo rural y combatir la deforestación.
¿Cómo es que una politóloga decide enfocarse al trabajo con las comunidades forestales?
Haber crecido en el campo y haber conocido el trabajo comunitario que se realiza en la Sierra Norte de Oaxaca me dejó claro que yo quería dedicarme a temas de desarrollo rural. No quería hacerlo desde la parte técnica, por eso no estudié agronomía. Ni tampoco quería hacerlo desde la sociología o la antropología. Quería estar más en la parte de la organización comunitaria. Me decidí por la ciencia política para incidir en las políticas públicas y en los programas para el desarrollo.
¿Por qué el manejo forestal comunitario es una actividad sustentable y un camino para conservar los bosques?
El petróleo necesita millones de años para renovarse, por lo que nosotros nunca vamos a ver cómo se renueva. En cambio, un árbol lo puedes utilizar en 30 años. Esa es la raíz de por qué el manejo forestal puede ser sustentable. Para el manejo forestal se hace una estimación de cuánta madera se le puede extraer al bosque sin dañarlo; se diseña toda una estrategia para que esa extracción se realice en forma adecuada: cuidando los suelos, el agua, seleccionando los árboles que se pueden sacar y respetando las áreas que están en mejores condiciones. Incluso, no es necesario realizar trabajos de reforestación. Los bosques tienen en su ADN la regeneración; sacas unos cuantos árboles y nacen nuevos, siempre y cuando se mantenga una cosecha sustentable.
¿Es posible mantener y conservar la biodiversidad en estos bosques con manejo forestal?
Siempre y cuando no realices reforestaciones ilógicas. Muchas de las críticas que se hacen al manejo forestal, en realidad son críticas a la reforestación. Hay prácticas que propician la regeneración natural del bosque y permiten que se tenga un coctel de especies sin necesidad de tener reforestación. Lo que hay que hacer es promover y permitir la regeneración natural de los bosques. Eso implica realizar trabajos para tener suelos adecuados y controlar los flujos hídricos. No es necesario reforestar. Eso es difícil, porque la Semarnat (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales) siempre obliga a las comunidades a reforestar.
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Pagar por no talar, no es la solución
Has realizado evaluaciones y dado seguimiento a los programas de pago por servicios ambientales, ¿cómo ha evolucionado este mecanismo en México?
En 2003 se dieron los primeros pagos de servicios ambientales a nivel nacional. En 2002 ya había uno en Coatepec (Veracruz), pero era local. Esos primeros pagos eran exclusivamente por no talar, para conservar el monte. Había en ese entonces un comité técnico consultivo, en donde participábamos muchas organizaciones no gubernamentales; la sociedad civil comenzó a señalar que ese esquema solo creaba una dependencia de las comunidades y no lograba nada a largo plazo; que cuando se terminara, la gente iba a talar. Como país no podemos pensar que con esquemas así vamos a frenar la deforestación. Tenemos que construir economías rurales sustentables, que se sostengan por sí mismas, no por un pago eterno del gobierno.
Por eso se insistió en que se impulsara la inversión en mejores prácticas de manejo forestal. Después de muchos años de presión, se logró que sí pagaran pago de servicios ambientales en predios donde se realiza manejo forestal.
Has acompañado el trabajo de las comunidades forestales en el municipio de Amanalco, Estado de México, donde se desarrolló un esquema más integral de pago por servicios ambientales. ¿Cómo fue ese proceso?
Ese trabajo se hizo desde el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS). Se eligió Amanalco, porque es la cuenca alta de Valle de Bravo, donde se saca una parte muy importante del agua que llega a la Ciudad de México a través del sistema Cutzamala. Se veía como un sitio prometedor para pago de servicios ambientales, porque genera el servicio hidrológico para la zona más poblada del país. En ese entonces el pago de servicios ambientales era todavía algo nuevo; pero nosotros creíamos que ese instrumento debía ir más allá de un pago por no tocar el bosque. Queríamos demostrar que se podía usar ese mecanismo para generar un buen manejo del bosque.
El reto era que se tuviera un pago por servicios ambientales, que permitiera un mejor manejo de los bosques, que fuera más allá de los polígonos arbolados y que fortaleciera la gobernanza comunitaria. Así que lo empezamos a armar con las comunidades. En 2013 pudimos consolidar el pago por servicios ambientales para el manejo integrado del territorio. Logramos hacer mancuerna con la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y poner en marcha este programa, el cual no se basa en el número de hectáreas, sino en un plan que los ejidos elaboran en forma colectiva para mejorar el manejo de su territorio.
¿El pago por servicios ambientales ha cumplido con su objetivo: que no avance la deforestación?
Hay varias evaluaciones que se han hecho para saber eso y lo que se ha encontrado es que donde se pagó por servicios ambientales, efectivamente no se deforestó. Eso no significa que ha bajado la deforestación en el país; se ha visto que es un programa con muchas fugas. Por ejemplo, Hopelchén (Campeche) es uno de los municipios que más han recibido pago por servicios ambientales. Y sí, en los predios que se registran para ese pago, no se deforesta; pero en los terrenos aledaños sí hay. En esa región no se está frenando la deforestación.
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Acciones para detener la deforestación
¿Qué pasos se tendrían que dar para lograr el objetivo de deforestación cero?
Es una suma de cosas que deben actuar en conjunto. Pero hay una en la que se debe trabajar mucho, porque estamos peor que nunca: se debe fortalecer el estado de derecho. En el país está prohibido deforestar. No se puede llegar y tirar monte, a menos que tengas una autorización de cambio de uso de suelo. Sin embargo, están tirando el monte para sembrar aguacate, en el centro del país. En el sureste, están tirando monte para sembrar sorgo, soya, frutales, cítricos y meter ganadería. Eso se hace en forma ilegal y no pasa nada. Las autoridades no tienen la capacidad para enfrentar ese problema. Cada año se pierden alrededor de 250 mil hectáreas de monte. Sin que se combata la impunidad, no vamos a llegar a ningún lado.
¿Qué sí ha funcionado para detener la deforestación?
Varios estudios muestran que el manejo forestal comunitario sí ayuda a detener la deforestación. Por eso hay que ver cómo lo facilitamos y lo promovemos. Las comunidades que han tenido aprovechamiento forestal en forma continua no tienen deforestación. Ellas sí tienen la capacidad de contener el cambio de uso de suelo.
¿El país tiene posibilidades de aumentar los territorios que puedan sumarse a un manejo forestal en forma estable y continua?
En donde sí se puede hacer manejo forestal, todavía hay mucho por avanzar. Quintana Roo y Campeche son estados que están muy por debajo de sus posibilidades de aprovechamiento. También hay que tomar en cuenta que no todas las selvas y bosques de este país son comercialmente aprovechables, sobre todo cuando se habla de madera. En esos otros sitios hay que desarrollar otras cosas, otras opciones.
¿Cuáles son las claves para tener un manejo forestal comunitario exitoso?
La primera es la organización, la gobernanza comunitaria. En eso hay que invertir mucho. Durante años el Programa de Conservación y Manejo Sustentable de Recursos Forestales (Procymaf) impulsó acciones para la organización de las comunidades y fue exitoso. Pero ahora hay que generar nuevos programas; hoy en día no hay inversión pública para gobernanza.
La gobernanza son los procedimientos que desarrolla un colectivo para ponerse de acuerdo, para llegar a esos acuerdos y hacerlos cumplir. En el caso del manejo forestal, los ejidos —que integran a 50 o a 2000 personas— tienen que ponerse de acuerdo para hacer el aprovechamiento de un solo territorio en colectivo, porque ellos son los dueños mancomunados de un territorio. Si no logran tener procedimientos efectivos para ponerse de acuerdo, no funciona el manejo forestal.
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Una apuesta necesaria
¿Cuáles son las particularidades de las comunidades forestales que son ejemplo de gobernanza?
Algunas lograron tener mucha cohesión por las luchas colectivas que han tenido. Por ejemplo, en la sierra norte de Oaxaca, el haber trabajado juntos para sacar a la empresa privada que tenía la concesión para explotar sus bosques, les dio un sentido de identidad. En muchas de esas comunidades ya había una tradición de organización, sobre todo en aquellas que son comunidades indígenas. En otros lugares lo que hemos visto es que el manejo forestal brinda una razón para organizarse.
¿Qué debe hacer el país para impulsar el manejo forestal?
Hay que tener una mejor ley forestal. La legislación de 2018 tiene cosas muy interesantes, pero toda la parte de tramitología quedó muy mal. Es necesario mejorar eso. Además, los actuales funcionarios de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) necesitan entender el manejo forestal comunitario.
¿Qué ganaría el país al apostarle al manejo forestal?
Reduciría uno de los problemas más graves que tenemos: la deforestación. En estos esquemas de manejo forestal se está avanzando en tener una mayor conciencia sobre el cuidado del bosque, de la biodiversidad, de los sitios de alto valor para la conservación. Son sitios que generan servicios ambientales.
Por otra parte, se promovería el desarrollo rural, porque no solo gana una persona o una sola empresa, ganan los miles de socios de ejidos forestales que existen en este país. Es un motorcito que jala otras cosas: los ejidos que tienen manejo forestal invierten en tener mejores calles, en sus escuelas, en salud, en pensiones. El manejo forestal comunitario permite desarrolla economías rurales prósperas y autónomas, que no dependen de que el gobierno les esté dando dinero.
* Imagen principal: Organización comunitaria en el ejido San Jerónimo, municipio Amanalco, Estado de México. Foto: CCMSS
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