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El COVID-19 altera un año importante para las políticas y planes para la biodiversidad

  • La pandemia del COVID-19 ha revuelto la densa agenda de reuniones y negociaciones de este año para concretar lo que deparará el futuro para los ecosistemas y fauna silvestre de la Tierra.
  • En medio de esta cadena de reuniones aplazadas, la UICN anunció que el Congreso Mundial de la Naturaleza ha sido pospuesto para enero de 2021.
  • Los expertos temen que se pierda un tiempo crítico para revertir las tendencias alarmantes en la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.

El 2020 se perfilaba como un buen año para la política global en biodiversidad. Con el impulso de los graves informes sobre la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, los legisladores habían fijado una densa agenda de reuniones y negociaciones para concretar lo que deparará el futuro para los ecosistemas de la Tierra.

Pero la pandemia del COVID-19 ha revuelto esta agenda. La semana pasada, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) anunció que el Congreso Mundial de la Naturaleza, que estaba programado para junio de este año en Marsella (Francia), se postergaba para enero de 2021. Esta noticia llegó en medio de una cadena de aplazamientos de cumbres fundamentales de la ONU sobre biodiversidad y el cambio climático.

Jaguar (Panthera onca) en Colombia. Imagen de Rhett A. Butler.

“Esta es una situación que ninguno de nosotros esperaba”, dijo Elizabeth Maruma Mrema, secretaria ejecutiva en funciones de la Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica de la ONU (CDB). “La situación ha hecho imposible continuar de la misma manera con lo que teníamos planeado”.

La agenda ambiental para 2020, el último año del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad, se fijó para que culminara en octubre en Kunming, China, con la 15ª Conferencia de las Partes del CDB. Delegados de 196 países planeaban reunirse para finalizar las negociaciones sobre el marco de las políticas de biodiversidad mundial para reemplazar las Metas Aichi para la Biodiversidad de 2010, que vencen a finales del año.




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El COVID-19 ha descarrilado numerosas reuniones programadas a lo largo del año para que países y otras partes interesadas negocien y opinen sobre ese marco. En febrero, una reunión del grupo de trabajo se trasladó en el último minuto de Kunming a Roma, Italia, lo que impidió que algunas delegaciones asistiesen. Grandes reuniones de dos importantes órganos subsidiarios del CDB programadas para mayo han sido pospuestas para agosto. Los organizadores de la Conferencia sobre los Océanos de las Naciones Unidas en Lisboa, Portugal, también programada para junio, están considerando retrasarla. Y la última oportunidad que tiene el grupo de trabajo del CDB de reunirse para debatir el marco antes de las últimas negociaciones, planeadas para Cali, Colombia, en julio, han sido aplazadas. Todavía no se ha fijado una nueva fecha.

“Inevitablemente esto significa que nuestra Conferencia de las Partes también tendrá que ser aplazada para responder a todos estos cambios”, dijo Mrema. Ahora, los organizadores están considerando una fecha alternativa para la crítica cumbre del CDB durante el primer trimestre de 2021.

Cuando es posible, las reuniones se están llevando a cabo virtualmente, aunque las reuniones más grandes requieren debates en persona, dijo Mrema. La pandemia también ha retrasado importantes reuniones globales sobre el cambio climático, incluida la conferencia de las naciones unidas sobre el cambio climático COP26, programada para Glasgow, Escocia, en noviembre.

“No es como otras crisis con las que he tenido que lidiar”, dijo Basile van Havre, copresidente del grupo de trabajo del CDB, sobre el marco posterior a 2020. “Estamos haciendo todo lo que podemos para avanzar con la planificación, pero no sabemos si va a ser tres meses, seis meses, nueve, doce”.

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Lo que significarán en última instancia las alteraciones al proceso del CDB para las especies está muy presente en la mente de los organizadores. “Sabemos que el plan estratégico actual, así como las Metas Aichi para la Biodiversidad llegan a su fin este año”, dijo Mrema. “Sin un nuevo marco de trabajo, habrá un vacío […] Si hay un vacío también habrá una pérdida de impulso. Y podría llevar un tiempo recuperar el terreno. Esto es lo que queremos evitar”.

Van Havre dijo que comparte esas inquietudes y también teme que el estrés en los gobiernos y las economías provocado por la pandemia afecten los recursos disponibles para llevar a cabo el plan elaborado. “Si no tenemos ningún recurso para implementarlo, es solo un buen plan”, dijo.




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“Todo lo que estamos haciendo ahora como una sociedad para permitir la preservación de la biodiversidad está siendo retrasado por la crisis actual”, dijo Tony Goldberg, epidemiólogo y director adjunto de investigación del Instituto para la Salud Global de la Universidad de Wisconsin-Madison. “Es una de las razones por la que las pandemias son tan perjudiciales. Son el trastorno último para la sociedad”.

La demora llega en un momento crítico para la biodiversidad. La degradación ambiental se está acelerando por todo el mundo y más de un millón de especies están en peligro de extinción, según el informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos de 2019. “Cualquier demora va a hacer las soluciones definitivas mucho más difíciles”, dijo Linda Krueger, asesora política para la ONG The Nature Conservancy con sede en los EE. UU. “Como ocurre con el cambio climático, si esperas lo pagas”.

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Hay grandes esperanzas de que los acuerdos a los que se lleguen para conservar la biodiversidad mundial posterior al 2020 sean más ambiciosos, entre ellos, mejorar las Metas Aichi para la Biodiversidad con miras a incrementar el área de terreno y aguas protegidas a nivel mundial; hacer mucho más para enfrentar los causas de la pérdida de biodiversidad; enfatizar que esta pérdida de biodiversidad y el cambio climático son problemas relacionados, y dotar de cierto efecto a las medidas políticas.

“Creemos que tiene que ser transformativo”, dijo Krueger. La pregunta es si el COVID-19 descarrilará el impulso hacia el establecimiento de objetivos ambiciosos. “Cualquier cosa puede pasar”, dijo. “Esto nos podría volver a todos ecologistas radicales que tienen en mente un verdadero marco cooperativo global o podría tener el riesgo potencial de provocar una retirada. Tenemos que trabajar para que prevalezca ese resultado más optimista”.

Una tortuga verde bebé (Chelonia mynas), una especie amenazada, en Surinam. Imagen de Jeremy Hance y Tiffany Roufs para Mongabay.

Aún quedan esperanzas

Aunque la pandemia del COVID-19 amenaza con eclipsar el impulso político para abordar la crisis de la biodiversidad, podría presentar algunas oportunidades nuevas. Por ejemplo, los retrasos darán a los negociadores más tiempo para debatir el marco de trabajo posterior al 2020. La experiencia compartida de la pandemia podría llevar a optar por una mayor colaboración y solidaridad internacional. Los paquetes de estímulos económicos podrían ofrecer nueva financiación para los proyectos de restauración de los ecosistemas. “Hagamos parques nuevos. Pongamos a personas a trabajar en la restauración”, dijo van Havre.

También hay una manera que la experiencia de ser tomados por sorpresa por una pandemia podría hacer comprender a los gobiernos del mundo la importancia de invertir en la prevención, una valiosa lección sobre la acción temprana en la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.




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“Es una oportunidad sin precedentes para mirar hacia el futuro”, dijo Mrema, “especialmente para poder demostrar estadísticamente cuán efectivo es económicamente prevenir y estar preparado, en lugar de lidiar más tarde con la respuesta”.

Una de las consecuencias más significativas de la pandemia del COVID-19 podría ser la oportunidad de fortalecer las políticas para abordar la relación entre la biodiversidad y la salud humana, un enfoque al que se refiere a menudo como One health o  “Una Salud”.

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Aunque la ciencia todavía no ha precisado el origen del nuevo coronavirus, la evidencia sugiere que fue trasmitida de animales a humanos, lo que se llama una “zoonosis”. Otras enfermedades zoonóticas incluyen el Ébola, el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés) y el SIDA. Según un informe de 2015 del CDB y la Organización Mundial de la Salud, muchas de las causas de la pérdida de biodiversidad —incluidos el cambio en uso del suelo, la agricultura intensiva y la degradación del ecosistema— podrían incrementar el riesgo de enfermedades infecciosas emergentes para los humanos.

“El mismo COVID-19 es un asunto de One Health porque tiene sus raíces en la aparición de una enfermedad zoonótica”, dijo Cristina Romanelli, enlace interinstitucional para la Organización Mundial de la Salud y el CDB. “Ya estamos analizando que la deforestación a gran escala, la intensificación y la homogenización de nuestros paisajes agrarios, la conservación del hábitat y la fragmentación, todo sobre la forma en la que producimos, comerciamos, regulamos especies que son usadas como alimento y medicinas en nuestro mundo cada vez más interconectado tiene el potencial de crear nuevas oportunidades para la aparición de enfermedades”.

Un pangolín como hormigas en un centro de rescate en Camboya. Aunque los científicos no lo han confirmado, hay evidencias que indican que el coronavirus podría haberse originado en los pangolines antes de pasar a las personas. Imagen de Rhett A. Butler.

La forma en la que probablemente el nuevo coronavirus se extendió a los humanos desde un animal huésped en un mercado de comida al aire libre en Wuhan, China, ilustra algunas de las complejas formas en las que las interacciones humanas con el medio ambiente pueden llevar a enfermedades emergentes. “Ese reservorio animal ha estado probablemente viviendo durante miles y miles de años en cualquier ecosistema que habita”, dijo Goldberg. “Y nosotros, al traer ese reservorio animal, supuestamente, a un mercado de animales vivos, generamos un inmenso entorno interconectado”.

“Espero que la comunidad internacional no vea la conservación de la biodiversidad como un lujo a abordar”, añadió Goldberg. “Desearía que la gente realmente se uniera y se diera cuenta que, en cierto sentido, la pandemia del coronavirus es un buen ejemplo”.




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Aunque hace tiempo que los gobiernos han reconocido el concepto One Health, actualmente no se menciona en el borrador del marco de la biodiversidad mundial posterior al 2020. “Realmente parece quedarse corto en establecer esa conexión: un planeta sano para gente sana”, dijo Romanelli. Como un asunto de One Health de proporciones pandémicas, el COVID-19 podría crear impulso y oportunidades en esa dirección.

“Es imperativo que entendamos la relación entre la biodiversidad y las enfermedades infecciosas como nunca lo habíamos entendido antes”, dijo Goldberg. “Es probable que las oportunidades lleguen en la forma de una atención mucho mayor a ese tipo de problemas y asuntos por parte de los financiadores de todo el mundo”.

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Eso podría volverse algo positivo en lo que de otra manera es un retroceso para la acción urgente sobre la biodiversidad y un desastre para la salud pública.

“La gente está sufriendo mucho. Queremos centrarnos en la tarea que nos ocupa. Sin embargo, creo que realmente es cuestión de lo que salga de esto psicológicamente. Si reavivará algún tipo de cooperatividad que salga del aislamiento”, dijo Krueger.

“¿Podemos hacer limonada con esto?”.

La tierra de noche, hacia 2016. Imagen de Joshua Stevens/NASA Earth Observatory con datos de Suomi NPP VIIRS de Miguel Román, NASA GSFC.

*Imagen principal: guacamayos rojos aliverdes (Ara Chloroptera) reunidos para comer en la arcilla en Perú. Foto de Rhett. A Butler

James Dinneen es un redactor de Colorado. Lee más de su trabajo en jamesdinneen.wordpress.com. Twitter: @jamesNESW

El artículo original fue publicado en Mongabay News. Puedes leerlo aquí.

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