- Se cree que los tiburones martillo de Galápagos viajan a las costas de América del Sur y América Central para dar a luz a sus bebés.
- Científicos de la Fundación Charles Darwin marcaron con dispositivos satelitales a 15 hembras preñadas de Galápagos para saber los sitios exactos en los nacen los pequeños tiburones y así poder proteger esas zonas de crianza.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Los tiburones martillo (Sphyrna lewini) se encuentran en peligro crítico de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La pesca de adultos y de juveniles ha diezmado las poblaciones de estos animales a tal punto, que un estudio científico publicado en 2018 señala que en las islas de Galápagos, Wolf y Darwin, donde se encuentran las mayores concentraciones de esta especie en el mundo, los avistamientos de tiburones martillo se han reducido en un 50 % en los últimos 30 años.
Un grupo de científicos de la Fundación Charles Darwin (FCD), en colaboración con la Dirección del Parque Nacional Galápagos, la Universidad de las Azores en Portugal y la Universidad Nova Southeastern en EE.UU. se ha dado a la tarea de probar que los tiburones martillo hembra de Galápagos nadan hasta las costas de América del Sur y América Central para dar a luz a sus bebés entre los manglares. Localizar los lugares precisos donde los pequeños nacen permitiría proponer la creación de áreas marinas protegidas o modificaciones en los planes de manejo pesquero actuales, de tal manera que la descendencia de los tiburones martillo de Galápagos pueda ser protegida.
Para comprobar esta hipótesis, los científicos pasaron días en las aguas de las islas Wolf y Darwin para instalar un dispositivo satelital en la aleta dorsal de 15 tiburones martillo hembras preñadas. Realizarlo no fue tarea fácil. Fue preciso bajar en apnea, es decir, a pulmón y sin tanque de aire, hasta 15 metros de profundidad para disparar un dardo, que lleva un dispositivo satelital de 2000 dólares, que debe dar justo en un espacio de apenas diez por cinco centímetros de la aleta de un animal en movimiento.
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La odisea de instalar el dispositivo
“La marca va justo en la base de la aleta dorsal que tiene unos rayos de cartílago que se extienden hacia el lomo. La idea es meter este dardo de titanio entre esos rayos para que estos lo bloqueen y no se salga”, explica el Dr. Pelayo Salinas de León, científico y líder del proyecto de investigación de ecología de tiburones de la FCD.
“Los tiburones martillo son muy tímidos”, asegura Salinas. Se asustan fácilmente. Tanto que hasta el ruido de las burbujas del tanque de oxígeno del equipo de buceo los espanta. Es por eso que el trabajo debe hacerse en apnea y aún así es fácil ahuyentarlos. Para lograr entonces instalar el dispositivo satelital en estos animales, la clave es buscar a uno que esté tranquilo y que esté entrando en una ‘estación de limpieza’.
Las islas de Galápagos, Darwin y Wolf, además de ser sitios importantes de alimentación donde los tiburones se congregan para socializar, son espacios donde abundan los peces limpiadores. El pez mariposa (Johnrandallia nigrirostris), el pez ángel-bandera (Holocanthus passer) y el juvenil de la vieja mexicana (Bodianus diplotaenia) son las tres principales especies que se encuentran en estas islas y que se especializan en limpiar a otros peces. “Ellos siempre están ahí y los tiburones lo saben. Entonces, sobre todo por las mañanas, después de que van a alimentarse a más de 400 metros de profundidad, los tiburones visitan estas zonas de limpieza”, asegura Salinas.
Los peces limpiadores se alimentan de los parásitos, bacterias y células muertas de la piel de los tiburones, mientras estos “tiene un servicio de spa gratuito”, bromea el científico. El experto cuenta que al entrar a la estación de limpieza “lo que hace el tiburón con su cuerpo es decirle al pez que está listo para ser limpiado”, y lo hace cambiando la manera en la que nada: “más tranquilo y se pone ligeramente de lado. En ese momento el martillo entra en una especie de éxtasis de los sentidos y se queda medio saturado por el placer de ser limpiado. Ese es el momento clave”, explica el experto. Son entre segundos y un minuto el tiempo que tiene el buzo para acercarse al tiburón, hacer el disparo y poner el dardo en el sitio perfecto.
Conseguir la señal satelital
En los meses de marzo y abril las hembras abandonan las islas oceánicas de Galápagos en Ecuador, Isla Coco en Costa Rica y Malpelo en Colombia. La hipótesis más fuerte que maneja la ciencia es que la mayoría de estas hembras recorre más de 1000 km hasta el continente —probablemente a las costas de América del Sur y América Central— para que las crías nazcan protegidas entre los manglares y pasen allí sus primeros años de vida.
El problema es que esos lugares son también los sitios de pesca para las comunidades costeras y muchos tiburones pequeños son vendidos en los mercados, asegura Salinas. El profesor Mahmood Shivji, director del Centro de Investigación de Tiburones de la fundación Save Our Seas y del Instituto de investigación Guy Harvey de la Universidad Nova Southeastern, señala que “la eliminación de un gran número de crías nacidas de los tiburones gestantes migratorios puede afectar la salud de la agregación icónica de Galápagos”. Es por ello que es necesario confirmar la conectividad entre la reserva y estas zonas de crianza en el continente, explica Shivji.
El experimento ya está en curso. Los tiburones han comenzado su migración y el objetivo es que el dispositivo instalado en sus aletas envíe al satélite su posición en el océano. Dicha señal solo podrá enviarse cuando el animal suba a la superficie. En ese momento, un sensor reconoce que el dispositivo ya no está en contacto con el agua y de esa manera este se enciende. “Ahí comienza nuevamente la lotería”, dice Salinas. “En el momento en el que el tiburón sale a la superficie, necesitamos que el satélite esté cubriendo esa zona del planeta porque, al igual que un teléfono, hay zonas en las que sí hay señal y otras en las que no”, dice el experto. Si se logra la conexión, el transmisor enviará al satélite un paquete de mensajes con información de la localización del tiburón. De esa manera se espera saber cuáles son los lugares exactos en el continente donde llegan las 15 hembras marcadas de Galápagos.
Para complementar la información, otra línea de investigación ha sido puesta en marcha de manera paralela. Mahmood Shivji contó a Mongabay Latam que se recolectaron 311 muestras de tejido de pequeños tiburones martillos vendidos en 12 mercados a lo largo de las costas de Ecuador, Colombia, Costa Rica y Panamá. El objetivo es cruzar la información genética de estos pequeños tiburones con la de 165 hembras martillo de Galápagos a las que ya se les han realizado exámenes de ADN. “Es como buscar una aguja en un pajar”, reconoce Salinas. Pero si los científicos llegaran a encontrar una compatibilidad genética entre las muestras, se podría concluir que la madre del pequeño tiburón vendido viajó, desde Galápagos, hasta la costa donde se encuentra el mercado para dar a luz a sus bebés.
Los científicos se encuentran actualmente recolectando la información que arroja el análisis de las muestras de tejido y las señales satelitales que envían los dispositivos instalados en las aletas de las hembras preñadas. Si todo sale como está pensado, la ciencia podrá afirmar con certeza que la población icónica de tiburones martillo de Galápagos depende, en una importante medida, de la protección de las costas donde nacen y crecen uno de los animales más amenazados del mundo.
*Imagen principal: Tiburón martillo en una estación de limpieza. Foto: Jordi Chias / CDF
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