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El intento de Sri Lanka por mitigar el conflicto entre humanos y elefantes

  • Según los expertos, los distintos métodos utilizados en los últimos 70 años para mitigar el conflicto entre los seres humanos y los elefantes en Sri Lanka han resultado ineficaces.
  • Con más de 300 elefantes y 70 personas muertas en 2018, y un tercio de la isla convertida en el país de los elefantes, Sri Lanka está sumida en una crisis creciente mientras trata de equilibrar sus necesidades de desarrollo y conservación.

Colombo.-Cuando finalmente se capturó a Chandi, un elefante macho agresivo, propenso a irrumpir en las casas de una comunidad y a destruir las cosechas, fue trasladado a un centro de cautiverio en Horowpathana, en la zona central del norte de Sri Lanka.

Unos meses más tarde, volvía a su área de distribución en Galgamuwa, al noroeste del país, donde reanudó su antigua rutina. Al regresar a casa, Chandi había recorrido más de 200 kilómetros.




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Un tercio de Sri Lanka se considera técnicamente «territorio de elefantes», donde viven unos 6000 ejemplares (Elephas maximus maximus), una subespecie del elefante asiático. Las manadas se localizan predominantemente en las regiones centro-norte, noroeste, este y las regiones interiores del sur de la isla.

Una concentración tan elevada de elefantes en esta isla de 65 610 kilómetros cuadrados también implica que Sri Lanka experimenta conflictos entre humanos y elefantes.

Las muertes detrás del conflicto

Solo en el año 2018, los encuentros entre humanos y elefantes provocaron la muerte de 319 elefantes y 70 personas. Sesenta y cuatro de los elefantes murieron por comer cebo cargado de explosivos, convirtiéndose así en la principal causa de muerte de estos paquidermos por primera vez en la isla, superando las heridas de bala.

Estos artefactos explosivos suelen estar dirigidos a animales de caza como jabalíes y ciervos sambar. Pero sus hábitats se superponen con los de los elefantes y las zonas clave del cultivo de arroz de la isla en las regiones norcentral, noroccidental y oriental constituyen el punto de mayor concentración de estas especies.

Prithiviraj Fernando, presidente del Centro de Conservación e Investigación de Sri Lanka (CCRSL, por sus siglas en inglés) y una de las principales autoridades en materia de elefantes asiáticos, dijo que el país, desde su independencia en 1948, ha tenido que conciliar sus necesidades de desarrollo y la necesidad de conservar las poblaciones de elefantes. Setenta años después, resulta un equilibrio aún más precario, con la reducción de los hábitats y el desarrollo no planificado, lo que incita a un creciente conflicto entre humanos y elefantes.

En muchos lugares, los elefantes ya no pueden retirarse a los bosques y se ven obligados a coexistir en un paisaje dominado por el hombre. Imagen de Celles vía Pixabay.

Ambas partes han sufrido. Cada año que pasa mueren más elefantes y también han aumentado las muertes humanas y las pérdidas económicas por daños en las cosechas.

«Todavía tenemos que encontrar un equilibrio entre los intereses enfrentados de la gestión de conflictos y la conservación de las especies», explicó Fernando, en una conferencia sobre el conflicto entre humanos y elefantes en Sri Lanka, en un acto organizado por la organización medioambiental con sede en Colombo, SLYCAN Trust, y Humane Society International.

Posibles soluciones: translocaciones y «prisiones de elefantes»

Tras la independencia, Sri Lanka se sumergió en un desarrollo impulsado por los sistemas de riego, retomando su rica historia agraria. Pero este enfoque agrícola requería restringir a los elefantes a áreas protegidas, una práctica que continúa hoy en día. Sin embargo, los elefantes, al igual que otros animales salvajes, no reconocen los límites definidos por el hombre, y las soluciones como las translocaciones, las migraciones de elefantes y las cercas eléctricas han tenido poco o ningún éxito.

Fernando, que este año realizó el primer estudio sobre los elefantes en Sri Lanka , dijo que estos intentos no tienen en cuenta la estructura social y el comportamiento de estos animales.

«Tras la pubertad, la mayoría de los machos adultos dejan la manada y vagan libres», afirmó. Estos elefantes solitarios, conocidos localmente como thani aliya, tienden a invadir los asentamientos humanos, asaltando cultivos y ocasionalmente casas. Se capturaron unos 20 elefantes machos solteros de este tipo, se les colocaron collares con GPS y se les alejó de los asentamientos humanos, transmitiendo diariamente sus ubicaciones a los encargados de conservación.




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Pero la evidencia muestra que casi todos ellos eventualmente abandonaron los parques a los que se les trasladó. Algunos murieron en el camino, mientras que otros dejaron un rastro de destrucción a su paso cuando fueron capturados, afirmó Fernando, quien ve la translocación de su entorno para machos adultos problemáticos como un fracaso. Comentó que a menudo deja impactos negativos a largo plazo en manadas enteras.

Otra solución, introducida por el Departamento de Conservación de la Vida Silvestre de Sri Lanka (DWC), es establecer «zonas de retención» o una «prisión abierta» de elefantes, en opinión de Fernando.




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En ocho años, Sri Lanka ha llevado a cabo tres translocaciones de elefantes a estas zonas de retención. Algunos, como Marumus, conocido por su agresividad, murieron de hambre en la zona de contención. Las comunidades que vivían cerca también mostraban su descontento; se quejaban de que una «prisión de elefantes» en su medio solo aumentaba la probabilidad de un conflicto entre humanos y elefantes en la zona.

En respuesta a las quejas de que estaban «dejando a los elefantes agresivos» en estas comunidades, el gobierno recurrió a otra solución: la distribución gratuita de petardos para elefantes, o ali wedi, dispositivos que funcionan como explosivos inofensivos y que están destinados a ahuyentar a los elefantes de los asentamientos humanos. Pero una vez que los elefantes se dieron cuenta de que los petardos no representaban una amenaza real más allá de un fuerte estallido, se acostumbraron a ellos.

Conflicto impulsado por el desarrollo

Históricamente, para dar paso al desarrollo, las autoridades han movilizado manadas enteras de elefantes desde sus hábitats. Hay un precedente de estas migraciones de elefantes. Los antiguos cingaleses desarrollaron una extensa red de más de 2500 depósitos de captación de agua de lluvia, o tanques, en toda la isla para atender sus necesidades de riego. Las poblaciones de elefantes han tenido que ser desplazadas a lo largo de la historia con el fin de dejar espacio para muchos de estos depósitos.

Pero los desplazamientos de los elefantes no funcionan, dijo Fernando. «Los desplazamientos de elefantes a menudo terminan ahuyentando a las hembras y a los jóvenes, no a los problemáticos machos solteros», afirmó. Y los elefantes son criaturas notoriamente inteligentes: «Muchos dejarán la zona durante la marcha para volver poco después».

El problema fundamental de las soluciones que se han probado es que la ciencia está equivocada, dijo Fernando. «No se puede tratar a todos los elefantes de la misma manera. Si el problema radica en unos pocos elefantes machos solteros, se requiere una solución diferente», explicó.




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Citó como ejemplo un traslado de elefantes en Thanamalwila, en la provincia de Uva. Después de semanas de guiar a los elefantes, en el último día, la manada de 107 elefantes, en su mayoría hembras y sus crías, se negó a cruzar un camino. Durante tres días se mantuvieron firmes, rechazando el agua o la comida, organizando una protesta de paquidermos. Solo había cinco machos adultos en el grupo, un claro indicador de que en el viaje se había dejado atrás a los «alborotadores».

Fernando dijo que los elefantes que permanecieron en área de distribución, a pesar de un desplazamiento, demostraron cambios de comportamiento. «Alrededor de 400 no se fueron y, en respuesta a esta intervención humana, reaccionaron volviéndose agresivos», dijo.

«Si desafías directamente al animal terrestre más grande de la Tierra, asegúrate de que estarás a la altura de ese desafío».

Buscar soluciones efectivas

De todas las opciones probadas, Fernando dijo que, hasta cierto punto, las cercas eléctricas eran la única manera de evitar eficazmente que los elefantes invadieran los cultivos. Determinar qué zonas se van a cercar y quién se encargará de gestionar las vallas supone un obstáculo burocrático.

Algunos bosques son competencia del Departamento de Bosques, mientras que otros son del Departamento de Conservación de la Vida Silvestre. Y al igual que con los límites de las áreas protegidas, a los elefantes no les importa qué departamento controla cada zona de bosque. También aprenden rápidamente cómo superar las vallas una vez que descubren que el contacto no produce más que un calambrazo.

«Las cercas se colocan a menudo para evitar que los elefantes [invadan] más que para proteger a los aldeanos y sus cultivos», dijo Fernando. «Las vallas deben fijarse cerca de los asentamientos humanos. Por el contrario, se está utilizando un método útil de forma incorrecta».




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Los elefantes muestran un fuerte apego a su hábitat, donde son conscientes del medio ambiente, sus fuentes de alimento son abundantes y generalmente seguras. Esa familiaridad con un lugar es importante para la mayoría de ellos.

Las soluciones que se están probando tienen en cuenta solo las necesidades humanas y pasan por alto las preocupaciones de conservación, dijo Fernando.

«Setenta años de búsqueda de soluciones unilaterales han creado más problemas. Y los datos muestran la inutilidad. Después de 70 años de intentar ‘contener’ a los elefantes en áreas designadas, el 70 por ciento de ellos vive en realidad fuera de las áreas protegidas», afirmó.

También hay una creciente invasión en el sentido contrario que se ha dado con la expansión de las comunidades hacia las zonas de cría de elefantes para asentamientos, agricultura o como parte de proyectos de desarrollo no planificados.

Alumnos de una escuela leen folletos sobre el impacto de los artefactos explosivos de fabricación local en los elefantes de sus propios barrios. Imagen cortesía del Centro de Justicia Ambiental.

Compromiso con la comunidad

«Hay más de 10 millones de personas y más de 4500 elefantes viviendo en estas áreas», dijo Fernando. «No es factible trasladar al 70 por ciento de la población de elefantes, que actualmente vive fuera de los parques nacionales, hacia el interior. En cambio, las sociedades de agricultores existentes, que son más de 500, deberían recibir apoyo para levantar vallas y mantenerlas”.

“Si las comunidades ejercen el liderazgo, este conflicto se podrá convertir en coexistencia con el tiempo”, añadió.

Fernando dijo que los esfuerzos de conservación no suelen exigir un cambio de actitud. En sus 35 años de amplia experiencia sobre el terreno en toda Asia, Fernando afirmó que había visto a los habitantes demostrar compasión por los elefantes a menudo, a través de rescates, proporcionando alimentos y curando heridas.




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Enmarcar el conflicto actual como un problema de conservación es un error cuando está impulsado por el desarrollo, dijo Hemantha Withanage, director ejecutivo de la ONG ambientalista Centro para la Justicia Ambiental (CEJ, por sus siglas en inglés), que lleva a cabo programas de concienciación para educar a las comunidades locales del noroeste y centro-norte de Sri Lanka sobre el impacto, muchas veces mortal, de los cebos con explosivos.

«Estos artefactos explosivos fueron originalmente fabricados localmente pero ahora vienen desde Colombo, ya que los conflictos con los animales de forraje aumentan», dijo a Mongabay. «A menudo, los proyectos de desarrollo se inician en el territorio de los elefantes, atraviesan sus rutas y sus hábitats, lo que aumenta los conflictos».

Withanage sugirió cartografiar los corredores de elefantes e incluir evaluaciones específicas de los efectos en estos animales, más allá de las evaluaciones habituales de los efectos en el medio ambiente (EIA, por sus siglas en inglés), como requisito previo para aprobar los proyectos de desarrollo.




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Encontrar una solución efectiva no es tan fácil, dijo Chandana Sooriyabandara, director general del Departamento de Conservación de la Vida Silvestre. Citó la escasez de personal, recursos y financiación como los principales obstáculos, junto con las complejidades de tener que trabajar en múltiples organismos gubernamentales.

Withanage dijo que la mera intensidad del conflicto entre humanos y elefantes en Sri Lanka exigía, no obstante, soluciones igualmente integrales.

«A diferencia de muchos otros países, casi la mitad del territorio experimenta este conflicto», dijo. «No se limita a un solo ámbito geográfico, sino que está muy extendido. La solución debe ser lo suficientemente eficaz para abordar el problema y allanar el camino para la coexistencia».

*Imagen principal: elefantes en Sri Lanka. Foto: Rajiv Welikala.

El artículo original fue publicado en Mongabay News. Puedes leerlo aquí.

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