- Cuando el suelo se erosiona o está contaminado no es posible tener la misma producción de alimentos, se afecta la infiltración de agua y, en algunos casos, no hay manera de que se regeneren los bosques. Aun así, la degradación de los suelos no es un tema al que se le de la importancia que merece.
- La investigadora Helena Cotler ha dedicado buena parte de su vida a estudiar la degradación de los suelos y sus consecuencias. También ha documentado aquellas prácticas que permiten recuperar suelos. Eso le permite decir que es momento de detener la expansión de la agricultura industrial e impulsar prácticas tradicionales como la milpa y la agroecología.
Alguna vez se han preguntado ¿cómo se forman las montañas? ¿Por qué hay diferentes tipos de rocas? Cuando era niña, Helena Cotler Ávalos se hacía esas preguntas y, desde entonces, identificó que ella tenía que estudiar alguna disciplina de las ciencias naturales.
Estudió ingeniería agraria en la Universidad Nacional Agraria del Perú, su país natal. Ahí fue donde comenzó a enraizar aún más su interés por los suelos. Viajó a Bélgica para estudiar geomorfología. Desde que realizó su maestría y doctorado enfocó su atención científica en estudiar la erosión, la conservación de suelos, los agroecosistemas y el manejo de cuencas.
Desde hace ya varias décadas vive en México. Hoy realiza su trabajo científico desde el Centro de Investigación en Ciencias de la Información Geoespacial, es profesora en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y cofundadora de la Red Mexicana de Cuencas Hidrográficas.
En febrero de 2020, la doctora Helena Cotler, José Alfonso Corona y J. Mauricio Galeana-Pizaña publicaron un artículo sobre la erosión de los suelos y la carencia alimentaria en México, donde advierten que el deterioro de la calidad de los suelos, debido a la pérdida de fertilidad y su erosión, pueden limitar la autosuficiencia y la seguridad alimentaria, lo cual afectaría principalmente a pequeños agricultores.
Además, el estudio otorga datos que debería movilizar a la acción: a nivel mundial se estima que 40 % de la tierra agrícola presenta serios impactos en su productividad debido a procesos de degradación de suelos. Y en el caso de México, la mitad de los suelos mexicanos están degradados.
En entrevista con Mongabay Latam, Helena Cotler explica por qué tenemos que rescatar a los suelos del olvido, por qué es necesario atenderlos, conservarlos y trabajar en su recuperación desde una perspectiva ecológica.
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¿Qué es la degradación de suelos?
La degradación de suelos es la pérdida de capacidad de los suelos de producir y de cumplir con todas sus funciones de filtrado de agua, de aire, de captura de carbono y de mantener un hábitat para diversos organismos. Es el deterioro de todas las capacidades del suelo. Hay muchos tipos de degradación. Y uno de esos tipos es la erosión de suelos, la pérdida de suelos, que ocurre por el agua o por el viento.
¿Cuándo empieza a utilizarse este concepto a nivel científico?
Es un concepto muy antiguo, pero a partir de los años noventa es que se integra la parte ecológica de los suelos. Antes, solo se miraba la importancia de los suelos para mantener la productividad de un cultivo. A partir de los años noventa se comienza a discutir el tema y se dice: el suelo no es solamente para mantener un cultivo, el suelo tiene otras funciones. A partir de ahí, el concepto de degradación evoluciona hacia la capacidad de los suelos de mantener todas sus funciones.
¿Cuál sería la forma más adecuada de pensar los suelos, desde un punto de vista de conservación y ecológico?
Se tienen que tomar en cuenta todas las funciones que tienen los suelos. Hay que preguntarnos: ¿para qué requerimos los suelos? No solo se necesitan para que, en un cultivo, las raíces tengan un soporte. El suelo es el que filtra agua, el que permite que el agua percole pudiendo recargar acuíferos. También hay que preguntarse: ¿Qué tipos de suelos requerimos? Necesitamos suelos que sirvan de hábitat para organismos que permiten la mineralización, que otorgan nutrientes para plantas. Necesitamos tener suelos para capturar el carbono, para que no haya emisión de CO2 a la atmósfera.
Hay que comenzar a entender que el suelo tiene muchas funciones. Y que los diferentes tipos de suelos cumplen funciones. En México, por ejemplo, hay por lo menos 12 leyes que hablan sobre suelos, pero que no los ven desde una visión integral. Solo se miran como un soporte. Si se ven solo así, como un soporte, se hace a un lado todas las funciones que pueden tener para recargar acuíferos, para evitar emisiones de CO2 o para mantener los bosques.
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Si en los noventa se comienza a discutir la función ecológica de los suelos, ¿es como consecuencia de los efectos negativos de la llamada “Revolución verde”, de la expansión de la agricultura industrial?
Sí. Aunque la noción de la degradación de los suelos es mucho más antigua. Es más, uno de los grandes problemas para muchas de las antiguas civilizaciones fue la degradación y erosión de los suelos. En México, por ejemplo, en la zona de la Mixteca, después de la Colonia se dieron grandes problemas por la degradación de los suelos. Hay muchas etapas en la historia de la humanidad en la que se presentan problemas por la degradación de los suelos. Una de esas etapas es por la Revolución Verde.
Y si la degradación de los suelos es un problema que ha mostrado sus consecuencias desde hace ya mucho tiempo, ¿por qué se sigue ignorando la importancia de los suelos?
Todas las grandes civilizaciones —aztecas, mayas, incas— han desarrollado técnicas agrícolas para evitar la erosión de suelos: los andenes, las terrazas, las milpas, las chinampas. Todas esas son técnicas para poder mantener el suelo. Es decir, se veía el problema y se atendía.
A partir de la Revolución Verde y quizá un poco antes, lo que se buscó es solo explotar el suelo. Es más, varias universidades agrarias tienen como lema explotar al suelo, no al hombre. Eso nos habla de que el objetivo es aprovechar el suelo al máximo, no conservarlo. Se mira al suelo como un medio inerte que no tiene ningún funcionamiento, por lo que se le incorporan insumos externos: fertilizantes, pesticidas, fungicidas. En esa concepción de la Revolución Verde, de la agricultura industrializada, el suelo es un medio inerte, al que se le debe incorporar insumos. Y claro, a lo largo del tiempo, eso provocó un mayor deterioro del suelo.
Ahora no solo tenemos un problema de erosión, tenemos un problema de degradación química muy fuerte. Además, por el tipo de labranza —al meter maquinaria y remover todo el suelo— cuando llegan los vientos y las lluvias, como el suelo está completamente desnudo, entonces hay muchísima más erosión. En la agricultura industrializada no se hace nada para conservar el suelo; solo se mira si hay rendimiento o no. Ese es el gran problema.
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¿Cuál es el diagnóstico que se tiene sobre la situación de los suelos en países como México?
El dato más reciente, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se señala que 66 % del territorio nacional tiene algún tipo de erosión. En un estudio anterior, del año 2002 y realizado por Semarnat y Colpos (Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales y el Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrícolas), se mencionaba que 45 % del territorio nacional estaba degradado. Así que los suelos de más de la mitad del país están degradados. Eso significa que no pueden cumplir su función.
Ahora que es tan importante alcanzar la seguridad alimentaria, debemos conservar los suelos para lograr ese objetivo, porque con suelos degradados se tienen rendimientos de producción agrícolas muy bajos. Además, tenemos un problema de agua y tampoco estamos teniendo suelos que filtren el agua.
¿Es tiempo de rescatar la agricultura tradicional?
En las agriculturas más tradicionales, la gente de campo sabe cuando la tierra se está perdiendo, cuando la tierra se empobrece. Hay más atención a lo que es el suelo y a veces más conocimiento de lo que el suelo puede dar.
Creo que se tienen que rescatar muchas prácticas y concepciones culturales de la agricultura tradicional. Porque el suelo también es base de la cultura. Y un ejemplo es la milpa.
La milpa existe porque ha sido un proceso adaptativo de cientos de años. Es un sistema de agricultura que permite tener diversidad y conservar suelos. Es un sistema que ha permitido tener una diversidad de maíz y de frijol impresionante.
Tenemos que comenzar a reconocer esos sistemas de agricultura tradicional y trabajar con los agricultores para definir métodos, prácticas tradicionales y modernas que, ante las nuevas condiciones de población y de cambio climático, puedan adaptarse mejor.
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Quienes apuestan por la agricultura industrial, por los monocultivos, los plaguicidas y los transgénicos sostienen que ese es el camino para poder producir los alimentos que requiere el mundo. ¿Este es un argumento válido?
No. Esa fue la gran promesa de la Revolución Verde y no se cumplió. Ya hay muchos estudios que muestran que el problema del hambre no es un problema de producción, es un problema de distribución, de acceso a precios, de comercio y de mercado. Ahora la mayor concentración del sistema agroalimentario está en unas cuantas corporaciones transnacionales. Su interés no es resolver el problema del hambre, su interés es el lucro nada más. Quieren impedir el trueque de semillas, para que ellos puedan vender las semillas. Quieren vendernos los pesticidas, porque si no, qué van a hacer con todos esos productos.
Ahora, con los transgénicos y la biotecnología, los argumentos que se usan son los mismos de la Revolución Verde y siguen siendo falsos.
Si se erosiona un suelo agrícola, una de las consecuencias es la disminución en la producción de alimentos. Pero, ¿qué pasa cuando se erosiona un suelo forestal?
Cuando se habla de bosques, los suelos, son básicos. En esos ecosistemas se ha dado una evolución entre el suelo y las especies que ahí crecen. Y así hay que verlo, en conjunto.
En México, como en otros países de América Latina, algunas áreas forestales —como en selvas secas, se usan para que entre el ganado; cuando eso no se regula comienzan los problemas de compactación y de erosión de los suelos forestales.
Y bueno, si los suelos forestales están erosionados es difícil y costoso que se de la regeneración de un bosque. Si la semilla de un árbol se encuentra con un suelo completamente compactado, donde ni siquiera puede entrar o humedecerse, seguramente no se dará la regeneración del bosque. La reforestación puede funcionar, pero requiere técnicas particulares que permitan acumular material vegetal que, en algún momento, se pueda convertir en suelo.
Si se hace reforestación en lugares muy degradados, la tasa de sobrevivencia (de los árboles) será menor. Además no solo es reforestar, se requieren técnicas que permitan a los árboles retener ciertos nutrientes. Porque un suelo forestal degradado no cuenta con nutrientes suficientes y no tiene la capacidad de retener agua.
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¿Cómo evalúa las políticas que se han realizado en México para conservar y recuperar suelos forestales?
En México, la Comisión Nacional Forestal (Conafor) tuvo durante 15 años un programa de conservación de suelos forestales. Hicimos una evaluación del programa (el artículo está en revisión) y lo que vimos es que 70 % del presupuesto de ese programa se destinó a la construcción de zanjas-trinchera.
El estudio de evaluación de esta práctica lo hicimos en zonas áridas, semiáridas y más húmedas; en ningún caso encontramos que esta práctica de zanjas-trinchera permita conservar los suelos. Al contrario, cuando se hacer la zanja —que es un hueco de dos metros por 20 centímetros y 20 centímetros de profundidad— se excava, se saca el suelo y se pone en un bordo en la parte inferior. Ese bordo, al no estar protegido, se erosiona con las lluvias y con el viento. Hemos registrado que, por la construcción de una hectárea de zanjas, se pueden perder cerca de 100 toneladas de suelo. Así que, en lugar de ser una práctica que conserve suelos, es una práctica que está erosionando suelos. Lo preocupante es que varias organizaciones civiles internacionales han estado promocionando esta práctica en países de Sudamérica, como Perú.
¿Y durante 15 años se ha realizado esta práctica?
El problema es que, en México, los programas de política pública en el sector ambiental no se evalúan. No hay una evaluación rigurosa, sistemática, para conocer si los resultados son los esperados. Esta práctica continúa, porque Conafor la sigue teniendo en su manual. Junto con la reforestación es lo que se hace para conservar suelos. Incluso, esta práctica se ha utilizado en Áreas Naturales Protegidas.
¿La alta degradación que presentan los suelos ha llevado a que su conservación y restauración se vea como un tema de importancia?
No. Es un tema todavía bastante relegado. No hay mucho interés a nivel gubernamental. En las asociaciones civiles se está mirando poco. Y a nivel de ciencia, son muy pocas las universidades que tienen algo relacionado con la ciencia de suelos.
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Es paradójico que se tenga tan olvidados a los suelos, cuando son “el piso” para la sobrevivencia…
Son la base de la civilización. Si la agricultura es el inicio, los suelos siempre han sido la base de la civilización. Ese ha sido un error del ser humano: somos muy propensos a destruir lo que más necesitamos.
La niña Helena se preguntaba cómo se formaban las montañas, ¿ahora qué se pregunta?
Me sigue interesando la erosión de suelos, pero más relacionada con el ámbito social. Ahora me interesa conocer cómo funcionan los agroecosistemas alternativos. Hay pequeños agricultores que están apostando a hacer cosas distintas. Entonces también me interesa ver qué están haciendo y cuáles son sus resultados. Ya no quiero estar narrando el desastre. Ahora quiero enfocarme a encontrar soluciones. Así que estoy viendo ejemplos de cómo y en dónde se han hecho transiciones agroecológicas. Porque no es de un día para otro que un agricultor decida cambiar un sistema de producción. Es toda una transición. Entonces, quiero entender cómo ocurre esa transición. Y también sigo muy interesada en incorporar a los suelos en políticas públicas, tanto ambientales como sociales, ya que de la conservación de los suelos depende que cumplamos, por lo menos, seis de los objeticos de desarrollo sostenible.
Y en esa exploración que está haciendo, ¿ha encontrado que sí es posible dar una vuelta a la tuerca y modificar la forma en que se ha utilizado el suelo?
Hay mucha gente que está tratando de hacer las cosas distintas, pero lo que nunca ha tenido es el apoyo. La pequeña agricultura, por ejemplo. Así que hay que trabajar para que, por ejemplo, los agricultores en las zonas periurbanas tengan espacios de venta para sus productos, porque dependemos de una agricultura local. Hay que comenzar a producir localmente. Eso es solo una parte del cambio que se requiere. Hay que hacer varias cosas que vayan sumando.
A partir de lo que ahora estamos viviendo con el COVID-19, tenemos que preguntarnos: ¿si llega otro virus y no es posible tener una distribución global o regional de alimentos? Esa es una de las tantas razones por las que tenemos que impulsar la producción local, tener huertos urbanos y agricultura periurbana.
Sería importante comenzar a discutir, a propósito de esta pandemia, qué tipo de agricultura necesitamos.
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ALGUNOS ARTÍCULOS CIENTÍFICOS DE HELENA COTLER:
- Cotler, H., Corona, J. A., & Galeana-Pizaña, J. M. (2020). Erosión de suelos y carencia alimentaria en México: una primera aproximación.
- Avalos, H. C., & Chavero, E. L. (2019). La multifuncionalidad de agroecosistemas en la cuenca del río Cuitzmala, Jalisco, México. Agricultura, Sociedad y Desarrollo, 16(4), 513-537.
- Cotler, H., & Cuevas, M. L. (2019). Adoption of soil conservation practices through knowledge governance: the Mexican experience. J. Soil Sci. Environ. Manag, 10, 1-11.
- Rincón-Ruiz, A., Cotler, H., Aguado Caso, M., Meli, P., Tauro, A., Ã vila Akerberg, V. D., … & Cardenas, J. P. (2019). Applying integrated valuation of ecosystem services in Latin America: insights from 21 case studies. Ecosystem Services, 36(C), 1-1.
- Cotler, H., Cram, S., Martínez-Trinidad, S., & Quintanar, E. (2013). Forest soil conservation in central Mexico: An interdisciplinary assessment. Catena, 104, 280-287.