- La costa norte de Chile podría ser una guardería de pequeños tiburones marrajos y esa es la razón por la que los pescadores extraen prácticamente solo animales que aún no han alcanzado su madurez sexual.
- La falta de regulación sobre el tamaño mínimo que debe tener un tiburón para ser pescado, así como la cantidad de ejemplares que pueden ser capturados, pone en riesgo una población que ya se encuentra amenazada de extinción.
Carlos Bustamante, director del Grupo de Especialistas de Tiburones (SSG, por sus siglas en inglés) para el Oeste de América del Sur de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), migró en el año 2000 a Chile desde su natal Colombia cuando apenas tenía 18 años. Quería estudiar biología marina, pero vivía en Medellín, a 600 kilómetros del mar por lo que necesariamente su educación universitaria lo obligaba a salir de casa. Hacerlo dentro de Colombia significaba invertir una suma de dinero demasiado alta. Chile, en cambio, resultaba una alternativa más económica y, además, el país se perfilaba como un polo de investigación marina.
Llegó a la ciudad de Valdivia, al sur del país, para estudiar en la Universidad Austral. Allí conoció al profesor Julio Lamilla, experto en tiburones y rayas, quien se convertiría en su mentor. Tras recibirse, trabajó junto a él hasta el 2010 en investigaciones relacionadas con la protección de estos animales buscando hacer resonar un tema del que, hasta entonces, prácticamente no se hablaba en Chile.
Más tarde, en Australia, realizó su doctorado en pesquería de tiburones chilenos y luego un postdoctorado en herramientas bioinformáticas para el manejo sustentable de esta pesquería.
Tras regresar a Chile se instaló en el norte, en la ciudad de Antofagasta. En la universidad que lleva el mismo nombre, se desempeña actualmente como profesor de la Facultad de Ciencias del Mar y Recursos Biológicos y fundó el “Programa de Conservación de Tiburones”, con el objetivo de revivir el laboratorio y la línea de investigación que tras la muerte de Lamilla quedó abandonada en Valdivia.
Mongabay Latam conversó con él sobre los esfuerzos que se están realizando para detener el comercio de aletas que abastece el mercado asiático y sobre los pendientes que Chile tiene en materia de protección de estos amenazados animales.
¿Siempre supiste que te dedicarías a los tiburones o fue una decisión que llegó luego?
La decisión es labor compartida entre la tele y mi profesor en Valdivia, Julio Lamilla. Desde niño siempre tuve ese bichito morboso de ver la película “Tiburón” a escondidas. Ese miedo se convierte en fascinación con los documentales de Jacques Cousteau.
¿Cómo pasas de miedo a la fascinación?
El tiburón es un animal idealizado, romántico y con muy mala publicidad. Lo ves lejos, distante y genera miedo. Esa fascinación del lejos, de lo oculto, fue lo que me acercó a ellos. Con los años, te das cuenta que la cara de malo es solo una faceta y que en el fondo son animales frágiles, sobre todo a los cambios que nosotros, los humanos, hemos hecho en su ambiente.
¿Cuál es la situación actual de comercio ilegal de tiburones en Sudamérica?
El mercado ilegal de tiburones se ha ido marginando paulatinamente. Lo que más es conocido es el tráfico de aletas, pero a nivel mundial se están haciendo grandes esfuerzos e investigaciones para intentar detener el consumo, porque al final es la demanda quien está haciendo esto.
¿Se ha disminuido efectivamente el consumo a partir de esos esfuerzos?
Yo creo que sí. Se han hecho muchas estrategias a nivel mediático y a nivel comunicacional para desincentivar el consumo de aletas. Además, se están haciendo esfuerzos mundiales para mejorar la trazabilidad de todos los cargamentos de aletas que llegan a los mercados asiáticos. De esta forma, si los países que están exportando no están siendo responsables en ese proceso, al menos organizaciones internacionales, como Traffic, WildAid y SSG, hacen el esfuerzos para determinar el origen de esas aletas y el estado de conservación de los tiburones capturados.
¿El esfuerzo de trazabilidad está entonces en el país de destino?
Exacto. Se hace un trabajo bastante organizado para identificar las poblaciones de origen de todas las aletas que están llegando al mercado asiático. Se identifican las especies y las poblaciones de dónde vienen con objeto de empezar a interrumpir o entorpecer estos canales de distribución. Pero por otro lado está todo lo que se ha hecho a través de CITES y de la Convención de Recursos Migratorios, para que cada vez sea más difícil poder exportar cualquier producto derivado de tiburones en peligro de extinción.
Pero recientemente se encontró un cargamento muy grande en Hong Kong de aletas provenientes de Ecuador.
Claro, pero por eso se dieron cuenta de que eran de Ecuador. No por la denominación de origen de la partida arancelaria, sino porque pudieron trazar que vinieron de allá y cuando empezaron a revisar se dieron cuenta de que eran especies de Galápagos.
La presión internacional siempre es la que hace avanzar la ciencia en Sudamérica. Lastimosamente es así, porque no es prioridad de los gobiernos que simplemente apagan los incendios que prende la prensa internacional.
¿Qué tan grande es el comercio de aletas?
En Sudamérica el comercio legal de aletas todavía mueve millones de dólares. Estamos hablando de un negocio lucrativo para el intermediario. Todavía hay personas que exportan productos secundarios, no la carne de tiburón. Es nuestra labor entregar el necesario conocimiento científico y ponerlo al servicio del Estado para entorpecer y eliminar este tráfico legal de algo que, en realidad, no es de un producto pesquero. Las aletas de tiburón son como los cuernos de rinoceronte, algo exótico que se consume por tradición y en realidad no tiene valor alimenticio.
¿Y qué tan grande es el comercio ilegal de aletas?
No podemos cuantificar el mercado ilegal. Hay un par de trabajos que hace un par de años hizo Traffic donde intentaban dimensionar la ganancia ilegal por la venta de aletas, pero no podría decirte esa cifra. Se estima que duplica o triplica el volumen de las aletas legales.
¿Cómo es el consumo de tiburón en Chile?
El consumo de tiburón en Chile por lo general no es transparente. Cualquier persona que haya ido a una caleta costera ha comido tiburón sin saberlo, porque estos son parte de la cultura del pescador y siempre los desembarcan.
El problema, es que se vende ya fileteado y pasa desapercibido. Su carne es rica y atractiva porque no tiene espinas. Se vende como “albacorilla” en todos los mercados y en algunos casos te lo venden como tollo. El tollo es el nombre de otra especie de tiburón costero. En realidad, son más de cuatro los tollos que tenemos en aguas chilenas, pero la gente no lo asocia al tiburón y piensan que es otro pez.
En Chile tenemos la ventaja de que, a pesar de que tenemos una flota dedicada a los tiburones pelágicos, esta no es tan grande. Es pequeña si la comparamos con cualquier otra pesquería en Chile.
¿Qué tan pequeña?
Estamos hablando de 200 a 300 embarcaciones artesanales inscritas a lo largo del país. Operativas no hay tantas, porque ha habido un proceso de recambio generacional en los pescadores y no todos tienen la intención de seguir capturando tiburones. Se dedican a otros recursos más rentables y que son más estables durante el año, porque la captura de tiburones es estacional y muchas veces impredecible.
¿Es decir que solo se pesca en algunos meses?
Sí. Es estacional en función de la época del año y la temperatura del agua. Las embarcaciones artesanales no tienen mucha autonomía para salir mar adentro, entonces esperan que cambien las condiciones oceanográficas y se acerquen estos animales un poco más a la costa, a unas 10 millas náuticas. Esto ocurre en la primera mitad del año, cuando el clima está más cálido, y la actividad de pesca se desarrolla entre Caldera y Arica.
¿Qué especies se capturan?
La captura intencional es hacia el marrajo (Isurus oxyrinchus) y el azulejo (Prionace glauca). La mayor parte de la carne de marrajo va para España y el azulejo, en una menor proporción se consume a nivel local.
¿Qué porcentaje de los tiburones capturados son juveniles?
Sobre el 80 % de los tiburones pelágicos capturados en aguas chilenas son juveniles. Los antecedentes que tenemos hasta la fecha indican que la zona entre Caldera e Iquique es un lugar de parición de tiburones marrajos. Las hembras preñadas vienen desde aguas oceánicas hacia aguas más costeras a dar a luz.
¿Ya está comprobado?
Hay una dinámica más o menos establecida en base a las proporciones de captura, al patrón de movimiento que han tenido algunos animales que se han marcado y a la biología pesquera. Esto nos indica claramente que la fracción de la población que habita aguas costeras es juvenil, desde recién nacidos hasta los dos años de edad. La dinámica a mayor escala no la hemos podido revisar aún, tengo un proyecto que espero empezar a ejecutar después de la pandemia, pero hay antecedentes que nos están permitiendo comprobar ciertos aspectos, sobre todo, porque podemos revisar investigaciones en otros países donde han documentado estos ciclos de crecimiento.
Ahora solo podemos hipotetizar sobre el ciclo de crecimiento del marrajo en aguas nacionales. La fracción de la población que está asociada al archipiélago de Juan Fernández, corresponde a una zona de crecimiento. Aquí permanecen tiburones sobre los dos años de edad, los que empiezan a aventurarse hacia el océano abierto. En el centro del Océano Pacifico, alrededor de la Isla de Pascua y aguas internacionales, se encuentran los adultos. Por eso no los vemos cerca de la costa, porque la hembra se acerca al continente para dar a luz y se va rápidamente. Muchas veces a estas mismas hembras adultas las vemos capturadas por barcos industriales, estamos hablando sobre las 100 millas náuticas afuera.
¿Entonces los barcos artesanales, que no se internan tanto en el mar, capturan juveniles porque es lo que hay disponible?
Es lo que hay, es lo más abundante en la zona. El tamaño promedio de las capturas artesanales es 105 centímetros, es decir, que cuando son capturados están en su primer o segundo año de vida. Si consideramos que este animal alcanza la madurez sobre los 10 años, entonces estamos truncando una cola de la población.
Eso no sería ningún problema si es que las hembras adultas pudieran seguir reproduciéndose sin amenazas. Pero sabemos que esto no es así, el marrajo tiene un periodo de gestación larguísimo que dura entre 15 y 18 meses y tiene un ciclo reproductivo de tres años en el que solo da a luz entre 10 y 18 tiburoncitos. Además, machos y hembras adultas están siendo capturadas por la flota industrial chilena y embarcaciones oceánicas de bandera española y japonesa alrededor de Isla de Pascua.
La pesquería artesanal de marrajo en el norte es histórica y los pescadores intentan regular su esfuerzo en función de la demanda desde hace 20, 30 años quizás. Pero hay cosas que han ido cambiando porque ha aumentado la demanda y ha aumentado la cantidad de actores involucrados: hay más embarcaciones que están desembarcando tiburones, hay más embarcaciones en aguas internacionales capturando estos animales. Todos estos antecedentes son los que nos están llevando a pedir un alto a la pesquería de libre acceso del marrajo, porque esta especie está cada vez más amenazada. Es el momento de tomar acción.
¿Cómo se podría tomar acción?
Chile debería considerar formalmente a los tiburones como un recurso pesquero de importancia nacional. Al menos ese es uno de los primeros pasos que debiéramos tomar. La consecuencia de que no lo sea es que la pesca de estos animales es de libre acceso. Cualquier pescador que tenga el recurso inscrito puede desembarcar los animales que quiera y del tamaño que sea sin ninguna restricción. Es básicamente una carrera olímpica en quién saca más.
¿Cuántos individuos se capturan por temporada?
El volumen es tremendo. Estamos hablando de unas 200 toneladas anuales que son desembarcadas, pero son 200 toneladas donde el individuo varía entre siete a 20 kilos. Pero ni la Subsecretaría de Pesca ni el Servicio Nacional de Pesca nos hacen caso de que para estos animales tenemos que cambiar el tipo de registro, porque el volumen no es indicador del número de individuos. No es lo mismo cuantificar la captura de pequeños peces pelágicos, como las sardinas, que contar ejemplares de gran tamaño como lo son los tiburones.
¿Por qué hasta ahora no se ha normado?
Si vemos los volúmenes de captura de sardinas, anchovetas, langostinos, jureles o inclusive los salmones, toda la producción pesquera en Chile es marginal. Es decir, todos los peces y algas que se comercializan no representan el 1 % de la producción nacional. Y al ser marginal no tienen prioridad a los ojos del Estado. Estamos hablando de millones de toneladas comercializadas intensivamente por un puñado de empresas y donde gran parte de la inversión estatal va hacia el aseguramiento de la inversión privada. Poco queda para invertir en investigación, desarrollo e innovación pesquera para asegurar la sustentabilidad y el comercio a “pequeña escala” asociado a las comunidades costeras a lo largo del país.
El esfuerzo legislador está puesto ahí, en las grandes pesquerías.
Exacto. Nadie se preocupa de las corvinas, los pejesapos o los rollizos. A esos ya nos los comimos todos y solo nos damos cuenta que ya no están cuando intentamos recordar la última vez que los vimos. Básicamente eso es lo que está pasando con los tiburones.
*Imagen principal: Cortesía Carlos Bustamante.
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