- Se ha informado de un aumento de la actividad maderera en Brasil, Colombia, Camboya, Indonesia, Nepal y Madagascar desde que empezó la pandemia de COVID-19.
- Los grupos ambientales están preocupados porque la recesión económica global que se espera hará que los gobiernos desregulen actividades, lo cual hará que la recuperación sea menos ecológica.
El 15 de mayo, las autoridades de la provincia de Si Sa Ket en el noreste de Tailandia arrestaron a dos camboyanos y seis trabajadores tailandeses por sacar un árbol de palisandro siamés de una zona designada como santuario de vida silvestre.
Los ocho hombres habían sacado el árbol de la tierra y querían convencer a los trabajadores del Santuario de Vida Silvestre Huai Sala de que lo iban a replantar en otro lugar, según el artículo publicado por Asian News Network. Sin embargo, uno de los hombres camboyanos acabó confesando que había contratado a los hombres por unos 6200 dólares y que el árbol valía más de 70 000 dólares.
La Organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito ha descrito el palisandro siamés como “el producto silvestre más traficado”. Representa un tercio de todas las incautaciones por valor entre 2005 y 2014. La demanda llega sobre todo desde China, donde lo transforman en muebles hongmu de lujo.
El incidente revela que, a pesar del confinamiento impuesto por el gobierno y el estancamiento económico mundial a causa de la pandemia de COVID-19, todavía existen la forma de extraer productos de los bosques tropicales de forma ilegal y la demanda suficiente de estos productos. Según la investigación llevada a cabo por Mongabay, se están dando situaciones similares en general en los trópicos y se ha informado de un aumento en la actividad en varios países de Asia y Suramérica específicamente.
Hasta ahora, parece haber pruebas firmes de un aumento del despeje forestal en Brasil, Colombia, Camboya, Indonesia, Nepal y Madagascar, además de casos anecdóticos en Myanmar y Perú.
Brasil
Se ha informado mucho del aumento de la tasa de deforestación en Brasil, pero eso empezó mucho antes de la crisis del coronavirus. La Amazonía brasileña perdió más de 9000 kilómetros cuadrados de cubierta forestal durante doce meses hasta marzo de 2020, la mayor pérdida forestal registrada desde 2008, según el instituto brasileño de investigación espacial, INPE.
La pérdida forestal en abril aumentó en un 64 % en comparación con el mismo periodo en 2019, y llegó a un total de 1200 km2 en los primeros cuatro meses del año, un aumento del 55 %. “Esto incluye deforestación de áreas protegidas por la ley, como los parques nacionales Mapinguare, Campos Amazônicos, Juruena y Acari”, comunicó WWF a Mongabay.
WWF añadió que, aunque el gobierno había enviado al ejército para detener la deforestación ilegal, se estaba menoscabando el trabajo de las agencias ambientales, como la autoridad ambiental federal, IBAMA.
“Creemos que este esfuerzo será insuficiente para proteger la selva si el gobierno federal sigue enviando señales de que está de parte de los acaparadores de territorio, mineros y madereros ilegales”.