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La ciencia de saber escuchar a los murciélagos | AUDIOS

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El Proyecto Sonozotz permitió grabar los llamados de ecolocalización de 1664 ejemplares de murciélagos pertenecientes a 69 especies. Foto: Emmanuel Solis.

  • Después de varios años de trabajo, un grupo de científicos logró conjuntar una fonoteca singular: su acervo son los llamados de 69 especies de murciélagos que habitan en México.
  • El Proyecto Sonozotz es la primera fonoteca en América Latina que reúne un número tan amplio de registros acústicos de murciélagos insectívoros. Estos sonidos se podrán consultar en línea y su acceso será gratuito a través del portal de la CONABIO.




La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam. 

Las cualidades de los murciélagos son tantas como su diversidad. Están los que migran y los que pueden volar a una altura de hasta tres mil metros. Algunos miden unos cuantos centímetros y otros asombran por su tamaño. La mayoría se alimenta de insectos, pero también están aquellos que consumen frutas, los que prefieren el néctar de ciertas flores y los que tienen a los peces como su alimento exclusivo. Los hay con ojos diminutos. Otros tienen orejas tan grandes que parecieran ser solo oídos.

Pero si hay algo que resaltar de los murciélagos es que son los únicos mamíferos capaces de volar y ecolocalizar. Ellos utilizan el sonido como parte de un mecanismo que, entre otras cosas, les permite ubicarse en el espacio y encontrar sus alimentos.

Delfines, ballenas y musarañas también utilizan la ecolocalización. En el caso de los murciélagos, las señales acústicas les permiten ubicar dónde está su alimento.

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Si algo distingue al Idionycteris phyllotis es el tamaño de sus orejas. Foto: Juan Cruzado Cortés.

 

En México, investigadores que estudian murciélagos y, sobre todo, sus señales acústicas, decidieron emprender una odisea que llamaron Proyecto Sonozotz. Su apuesta fue recorrer varias regiones del país con la misión de grabar el mayor número de “llamados” de ecolocalización de murciélagos insectívoros.

Cuatro años después de haberse lanzado a esa aventura, los investigadores, estudiantes, técnicos y voluntarios que participaron en ella han logrado integrar la primera fonoteca de murciélagos en México.

En mayo del 2020, se publicó el artículo con los resultados del Proyecto Sonozotz en la revista científica Ecology and Evolution. Y en los próximos meses también estará disponible un libro.

 

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Momento de grabación de los llamados de ecolocalización de un Mimon cozumelae, utilizando la técnica de tirolesa. Foto: César Guzmán.

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Grabar para conocer

Estudiar a los murciélagos no es algo sencillo. A diferencia de otros animales, como las aves, a ellos no se les puede observar de día ni tampoco es posible registrar su comportamiento con binoculares.

Para conocer con más detalle a estos animales voladores, los investigadores requieren atraparlos utilizando redes de niebla. Este método, además de estresar a los murciélagos, implica otro problema: no funciona del todo para estudiar a varias especies, sobre todo aquellas que se alimentan de insectos y vuelan muy alto.

“Los murciélagos insectívoros son muy buenos detectando a sus presas: insectos de tamaño increíblemente pequeño; por lo que también pueden detectar las redes y esquivarlas”, explica la doctora María Cristina Mac Swiney González, del Centro de Investigaciones Tropicales de la Universidad Veracruzana, y una de las coordinadoras técnicas del proyecto.

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Las orejas del Natalus mexicanus tienen forma de embudo. Los investigadores grabaron a varios individuos de esta misma especie en diferentes lugares. Foto: Verónica Zamora Gutiérrez.




Así que estudiar las señales acústicas que emiten estos mamíferos voladores es una buena opción, sobre todo porque las especies que se alimentan de insectos son las que más abundan: en México, de las 140 especies de murciélagos que se han identificado, alrededor de 85 son insectívoras.

Por ello no es de extrañar que, durante los congresos de la Asociación Mexicana de Mastozoología A.C., los científicos dedicados a estudiar los murciélagos pusieran sobre la mesa la posibilidad de realizar un proyecto para grabar las señales acústicas de los murciélagos insectívoros.

Fue en marzo de 2016, cuando la Asociación Mexicana de Mastozoología A.C. —entonces presidida por el doctor Miguel Briones-Salas— y la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), firmaron un acuerdo de colaboración que permitió contar con recursos para poner en marcha el Proyecto Sonozotz.

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Los investigadores se reunieron en La Mancha, Veracruz, para acordar la metodología de las grabaciones. Foto: Proyecto Sonozotz.

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Ciencia que avanza de la mano de la tecnología

Desde el siglo XVIII, el naturalista y monje italiano Lazzaro Spallanzani realizó experimentos para conocer cómo era que los murciélagos se ubicaban en el espacio durante el vuelo. Él —resalta la doctora María Cristina Mac Swiney— fue de los primeros en destacar la importancia del sistema auditivo de estos animales.

Con el tiempo se conoció que los murciélagos también se caracterizan porque pueden registrar un amplio rango de frecuencias de sonido.

Por ejemplo, el sistema auditivo de los humanos está diseñado para escuchar vibraciones que se encuentran entre los 20 hertz (Hz) y los 20 kilohertz (kHz). Los sonidos que están por arriba del rango de los 20kHz, conocidos como ultrasónicos, ya no los podemos escuchar.

En cambio, los murciélagos pueden emitir y escuchar sonidos que están en frecuencias que van de los seis kHz hasta los 150 o 200 kHz. Un buen número de especies, sobre todo los insectívoros, realizan llamados que están en el rango ultrasónico: “La mayoría de los murciélagos ecolocalizan muy por arriba de los 20 kHz. Incluso, hay una especie que pasa de los 100 kHz”, explica la doctora María Cristina Mac Swiney, quien desde 2002 estudia la ecolocalización de murciélagos.

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El Myotis californicus es un murciélago, de la familia Vespertilionidae, que se puede encontrar en Canadá, Estados Unidos y sur de México. Sus llamadas de ecolocación están en el rango de la frecuencia modulada de banda ancha, tienen una intensidad relativamente alta y una corta duración. Foto: Juan Cruzado Cortés.




En la década de los treinta del siglo XX ya se sospechaba que los murciélagos emitían sonidos que se encontraban en el rango ultrasónico. Fue entonces que investigadores, como el estadounidense Donald Griffin, comenzaron a trabajar con físicos e ingenieros para desarrollar los primeros instrumentos para grabar este tipo de frecuencias.

En el artículo publicado en Ecology and Evolution se explica que el primer intento de recopilar y describir la ecolocalización de diversas especies de murciélagos data de 1977.

Si bien los primeros dispositivos de grabación eran muy rudimentarios y poco prácticos, con los años se logró tener detectores y micrófonos adecuados para registrar frecuencias ultrasónicas. En los últimos 15 años se construyeron aparatos cada vez más pequeños y, sobre todo, más baratos.

Si antes los detectores ultrasónicos llegaban a costar hasta 100 mil pesos (poco más de 4400 dólares), hoy es posible encontrar dispositivos de buena calidad por 10 mil pesos (440 dólares) o, incluso, de menor precio. Tener acceso a esa tecnología “abrió un abanico de posibilidades para la investigación”, resalta la doctora Verónica Zamora, del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR) unidad Durango del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y quien también participó en dar vida al Proyecto Sonozotz.

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La doctora María Cristina Mac Swiney González y el doctor Jorge Ortega Reyes durante una de las expediciones que se realizaron para el Proyecto Sonozotz. Foto: César Guzmán.

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Expediciones para atrapar sonidos

Antes de salir en busca de los murciélagos para registrar sus llamados de ecolocalización, los investigadores que impulsaron el proyecto se reunieron en La Mancha, en Veracruz. Ahí se realizó un taller para definir los protocolos de grabación y la organización de los equipos de trabajo que cubrirían las ocho regiones en que se dividió el país. Fue en esa reunión cuando se acordó que todos utilizarían el mismo tipo de detectores, micrófonos y programas computacionales, para así tener grabaciones metodológicamente homogéneas.

Entre junio de 2016 y diciembre de 2017, los investigadores realizaron las expediciones científicas. Ataviados con lámparas, redes y, sobre todo, detectores, micrófonos y computadoras, instalaron sus campamentos de trabajo en 185 localidades del país.

En los lugares donde se grabó se colocaron diferentes tipos de redes y trampas para capturar a los murciélagos. A cada uno de los ejemplares se le tomaron medidas, se le pesó, se identificó si era joven o adulto, si se trataba de una hembra o un macho. También se le fotografió y se registró en qué etapa reproductiva se encontraba. Cuando esos datos ya se tenían, empezaba el momento estelar: se liberaba al murciélago y, en ese instante, se grababa su señal acústica.

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Los investigadores registraron diversos datos de cada uno de los murciélagos. Foto: César Guzmán.

Los científicos registraron los llamados de ecolocalización de 1664 ejemplares de murciélagos pertenecientes a 69 especies.

En esta odisea científica participaron alrededor de 180 personas —entre investigadores, estudiantes, técnicos y voluntarios— , que representan a más de 16 instituciones del país. “Uno de los logros fue conjuntar a tantos investigadores”, resalta el doctor Miguel Briones-Salas, del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR) unidad Oaxaca, del Instituto Politécnico Nacional (IPN), quien también fue uno de los coordinadores del Proyecto Sonozotz.

El doctor Briones-Salas cuenta que los especialistas en bioacústica de murciélagos “se cuentan con los dedos de la mano”. Pero si algo permitió el proyecto es que se involucraran muchos científicos y estudiantes, quienes ahora ya están capacitados en las técnicas acústicas.

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Alrededor de 180 investigadores, estudiantes, técnicos y voluntarios participaron en el Proyecto Sonozotz. Foto: César Guzmán.

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Galería acústica

La investigación en bioacústica de los murciélagos es un área que apenas comienza, si se compara con el avance que ya hay en los estudios realizados con aves o cetáceos.

La doctora Verónica Zamora explica que a diferencia de las aves, cuyos sonidos les confieren una identidad como especie, en los murciélagos los “llamados” de ecolocalización se utilizan principalmente para navegar y buscar alimento.

Por ahora, los científicos que utilizan el sonido para conocer más sobre los murciélagos, han encontrado una marcada correlación entre las características de la ecolocalización y las preferencias de alimentación. Por ejemplo, se ha documentado que los insectívoros que se alimentan en espacios abiertos utilizan sonidos de larga duración y de baja frecuencia para así poder detectar a sus presas.

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El Pteronotus parnellii se alimenta de polillas; se le puede encontrar desde el estado de Sonora —al norte de México— y hasta el sur de Brasil. Emite “llamadas” que los investigadores ya identifican como típicas de las especies que pertenecen a la familia Mormoopidae: sonidos de frecuencia constante y de corta duración. Foto: Juan Cruzado Cortés.




Si bien las expediciones permitieron grabar a ejemplares de la mayoría de especies de murciélagos insectívoros distribuidas en México, hay algunas especies que no se lograron grabar. Una de ellas es Rhogeessa mira, especie endémica de una de región de Michoacán, donde las condiciones de inseguridad no permitieron realizar el muestreo. Esa fue la misma causa por la que no se realizaron expediciones en Guerrero, Coahuila, Tamaulipas o Nuevo León.

De algunas especies, los investigadores solo consiguieron registrar el llamado de un individuo. Es el caso del Lonchorhina aurita, que se caracteriza por tener una hoja nasal muy pronunciada, y que se grabó en la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an, en Quintana Roo, en el sureste de México.

Lo mismo sucedió con el Eumops perotis, cuya distribución va desde el norte y hasta el centro de México. Este es uno de los pocos murciélagos insectívoros cuyos llamados de ecolocalización están en un rango del seis a los ocho kHtz y, por lo tanto, los sonidos que emite sí pueden ser escuchados por los humanos.

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Uno de los equipos científicos que participó en el Proyecto Sonozotz. Foto: César Guzmán.

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En el Proyecto Sonozotz, las grabaciones que se realizaron fueron los “llamados” de búsqueda de alimento, los cuales tienen su propia particularidad: “Cuando los murciélagos detectan una presa —explica la doctora María Cristina Mac Swiney—, acortan la duración del sonido, se hace más repetitivo, hasta que hacen lo que llamamos ‘un tren de alimentación’, que es cuando ya atrapan a la presa. Eso es muy interesante, porque con un detector acústico, tu puedes identificar la zona en donde vuelan, pero también el área en donde se alimentan”.

Además de los sonidos de ecolocalización, los murciélagos también producen “llamados sociales”, que tienen como finalidad la comunicación entre individuos. Esos sonidos se han estudiado muy poco, explica la doctora Verónica Zamora.

Por los pocos estudios que se han realizado sobre los llamados sociales, detalla la doctora María Cristina Mac Swiney, ya hay más evidencia de que los murciélagos pueden tener sonidos de cortejo, de advertencia e, incluso, para indicar a otros de su especie un lugar donde hay alimento.

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Además de las señales de ecolocalización, los murciélagos realizan “llamados” sociales. Foto: Emmanuel Solis/Proyecto Sonozotz.

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Una fonoteca de libre acceso

Los investigadores que estudian murciélagos, y que desean conocer qué especies viven en cierto hábitat, pueden utilizar los detectores ultrasónicos para registrar los llamados de ecolocalización. El detalle está en que para hacer el análisis de esas grabaciones e identificar a las especies, se necesita compararlas con otros audios de referencia. Ahí radica la importancia de contar con fonotecas especializadas.

Entre las fonotecas de murciélagos que ya existen está la creada por la organización no gubernamental Bat Conservation Trust. Otra más es EchoBank, donde es posible encontrar alrededor de 53 mil llamadas de 297 especies diferentes. Pese a tener un acervo grande, a esa fonoteca le faltan los registros de una buena parte de los murciélagos que se encuentran en países tropicales, se resalta en el artículo publicado por el equipo mexicano en Ecology and Evolution.

“De ahí surge la necesidad de crear una fonoteca enfocada a los murciélagos de México, para que los investigadores que trabajamos acústica de murciélagos tengamos la misma referencia en nuestro país”, explica la doctora Verónica Zamora.

El Eptesicus fuscus es insectívoro y se le puede encontrar desde el sur de Canadá hasta el norte de Sudamérica. Foto: Celia López González.




Además de reunir un buen número de llamados de murciélagos mexicanos, otras características que hacen diferente al Proyecto Sonozotz es que, para lograr construir una fonoteca que realmente sirva como referencia, se siguió y estandarizó la metodología de grabación de los llamados. “En algunas fonotecas de llamados —comenta la doctora Verónica Zamora— solo se tienen los archivos de sonido, pero no hay información sobre cómo se grabaron, qué equipo utilizaron. Esa información es esencial. Nosotros tenemos esos datos”.

Y algo que distingue a este proyecto es que, mientras la mayoría de fonotecas son privadas, Sonozotz será de acceso libre y gratuito.

Como sucede con casi todos los proyectos, Sonozotz evolucionó conforme fue tomando forma. Cuando se diseñó, el plan era solo dedicarse a los murciélagos insectívoros —que son aquellos que ecolocalizan con una intensidad más fuerte—, pero durante el trabajo de campo se logró grabar especies que se alimentan de otro tipo de animales.

Por ejemplo, se grabó la ecolocalización del Myotis vivesi, una especie endémica de la Isla Partida (Golfo de California) que se alimenta casi exclusivamente de peces. Fue así que el proyecto abrió su campo de estudio y no solo se concretó a murciélagos insectívoros.

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Murciélagos saliendo de una cueva en Veracruz, México. Foto: Zuemy Vallado.

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La doctora Verónica Zamora explica que, en términos acústicos, los murciélagos pueden dividirse en dos grupos: los que ecolocalizan con una intensidad muy fuerte y aquellos que lo hacen como si fuera un susurro y, por lo tanto, se les ha llamado “susurradores”.

La mayoría de los “susurradores” se alimentan de néctar y frutas. “Estos murciélagos —apunta la doctora Zamora— también ecolocalizan, solo que, por lo general, sus llamados tienen una fuerza menor”, por lo que los detectores y micrófonos con los que ahora se cuenta aún no permiten grabarlos con la fidelidad requerida.

Ahora una de las apuestas de los científicos que impulsaron el Proyecto Sonozotz es que el acervo de la fonoteca siga creciendo. En cuanto esté en línea, resalta la doctora María Cristina Mac Swiney, se podrán agregar nuevos registros, siempre y cuando las grabaciones pasen por un proceso de revisión, para verificar que cumplan con ciertos requisitos técnicos.

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Si algo distingue al Mimon cozumelae —de la familia Vespertilionidae—son sus orejas grandes y puntiagudas, pero sobre todo su nariz que parece una punta de flecha. A esta especie se le encuentra en el sur de México —país donde está considerada como amenazada— Centroamérica y norte de Sudamérica. Sus llamados de ecolocación son de baja intensidad. Foto: José Cú.

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Escuchar, conocer y conservar

Desde hace ya varios años, los científicos han demostrado que los murciélagos son vitales para los ecosistemas por diversas razones: son polinizadores de diversas plantas, ayudan a suprimir plagas y contribuyen a la dispersión de semillas, por mencionar solo algunas de sus cualidades.

Pero hay muchas otras de sus cualidades que aún son desconocidas, porque la realidad es que en términos científicos aún falta mucho por conocer sobre cada una de las especies. De las 140 que se han identificado en México, solo de unas cuantas “conocemos aspectos básicos de su biología, como cuántos años viven, cuándo es su época de reproducción o cuántas crías tienen”, resalta la doctora María Cristina Mac Swiney.

La fonoteca de murciélagos mexicanos permitirá tener más herramientas para comenzar a resolver algunas preguntas. “Nos ayuda a tener la ubicación geográfica de varias especies y conociendo eso, podemos encaminar proyectos dirigidos a conocer más de su biología […] Por ejemplo, podemos empezar a conocer qué tanto están migrando algunas de esas especies”, resalta el doctor Miguel Briones-Salas.

Esta fonoteca también será una gran herramienta para diseñar mejores estrategias de conservación para los murciélagos. El doctor Miguel Briones-Salas recuerda una frase elemental en el campo de la biología de la conservación: “Para conservar, primero hay que conocer. Necesitamos saber qué especies se encuentran ahí”.

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Murciélagos en Apazapan, Veracruz. Foto: Emmanuel Solis.

El Proyecto Sonozotz permitió registrar los llamados de ciertas especies de murciélagos que tienen un vuelo alto y que no es fácil detectar con técnicas convencionales, como el uso de redes.

Los murciélagos de vuelo alto son especialmente vulnerables en los lugares donde se han construido o se pretende instalar campos para la generación de energía eólica. “Esos murciélagos son los que tienen mayor riesgo de colisión tanto con las torres, como con las aspas de los aerogeneradores”, explica el doctor Miguel Briones-Salas.

Una investigación encabezada por la doctora Beatriz Bolívar Cimé, que se realizó en un parque eólico de Oaxaca, estimó que, entre 2009 y 2013, alrededor de 4782 murciélagos murieron al chocar con los aerogeneradores.

Así que la información generada durante el Proyecto Sonozotz, resalta el doctor Briones-Salas, podrá ser utilizada por quienes realizan estudios de impacto ambiental antes, durante y después de la instalación de parques eólicos.

Sobre todo —apunta el investigador—, los datos pueden ayudar a establecer protocolos de monitoreo que permitan unificar los estudios que se realizan sobre el impacto de los eólicos en las poblaciones de los murciélagos.

El Promops centralis pertenece a la familia Molossidae; se le puede encontrar en México, en Centroamérica y Sudamérica. Foto: Christian Alavez




El vuelo de un proyecto

El proyecto Sonozotz concluyó, pero no del todo. Varios de los investigadores y estudiantes que formaron parte de esta odisea, no han dejado de grabar sonidos de murciélagos. Incluso, prendieron sus detectores durante los días de confinamiento por la pandemia del COVID-19.

Al tener que suspender los trabajos en campo, los investigadores decidieron seguir con la ciencia desde su casa. Alrededor de 14 científicos se organizaron para documentar a través de monitoreo acústico la presencia de los murciélagos en entornos urbanos durante los días de confinamiento.

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La doctora Verónica Zamora grabando las señales acústicas de un murciélago. Foto: Proyecto Sonozotz.

 

Estas grabaciones se realizaron en ciudades del sur, centro y norte del país. El plan —explica la doctora María Cristina Mac Swiney—, es conocer cómo cambió la actividad de los murciélagos insectívoros urbanos durante el tiempo en que las ciudades experimentaron menos ruido y, sobre todo, una menor presencia de automóviles.

La doctora Verónica Zamora, por su parte, también graba los llamados de ecolocalización de murciélagos insectívoros en campos de nogales en Chihuahua, al norte de México. Ella busca saber qué especies se alimentan en estos lugares y cómo los murciélagos contribuyen al control biológico en estos monocultivos.

Estas investigaciones son una pequeña muestra de que si se escucha a los murciélagos, tanto en las ciudades como en el campo, se tendrán respuestas sobre cómo se encuentra nuestro entorno. Pero, sobre todo, se podrán descubrir más cualidades de estos mamíferos voladores vitales para mantener el equilibrio en muchos ecosistemas.

* Imagen principal: El Proyecto Sonozotz permitió grabar los llamados de ecolocalización de 1664 ejemplares de murciélagos pertenecientes a 69 especies. Foto: Emmanuel Solis.

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