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Para un pescador indonesio, salvar tortugas capturadas es un desafío moral

  • Las tortugas marinas son especies protegidas bajo la ley indonesia, pero continúan siendo capturadas y asesinadas para ser comidas o utilizadas como adornos en muchas partes del país.
  • Pero en un pueblo en la isla de Sulawesi, un pescador solitario compra tortugas vivas capturadas accidentalmente que muchas veces están heridas, para atenderlas, sanarlas y devolverlas al océano.

TAPULAGA, Indonesia.- En los últimos años, Bakring, de 56 años, ha comprado más de 20 tortugas marinas vivas. Según la ley, cada una de estas transacciones podría conllevar cinco años en prisión y una multa de 100 millones de rupias (7100 dólares) por comerciar con una especie protegida, mucho más de lo que gana en un año por la pesca y piscicultura.

Indonesia alberga seis de las siete especies de tortugas marinas del mundo, que se encuentran clasificadas En Peligro o se consideran Vulnerables por la Unión para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Por ello, las leyes de la nación están diseñadas para protegerlas de los cazadores furtivos. Bakring tiene el mismo objetivo. Al comprar tortugas, se asegura de que no acaben como comida o como pieza de joyería.

Bakring remando cerca de la costa. Imagen de Ian Morse para Mongabay.

“Si no las compro, definitivamente alguien vendrá y las adquirirá para comerlas. Y si la gente sigue haciendo eso, se extinguirán”, nos cuenta desde su casa escondida bajo los árboles que se extienden por la costa del sudeste de Sulawesi.

En Indonesia, los organismos gubernamentales encargados de proteger el medio ambiente cuentan con escasos fondos. Para Bakring, la conservación es un pasatiempo. Las tortugas que adquiere a menudo están heridas, así que las alimenta hasta que sanan y las libera.

Las amenazas a las tortugas marinas de Indonesia están aumentando, y los proyectos de conservación a gran escala no están funcionando, dice Bayu Sandi, jefe de la Fundación Indonesia para las Tortugas Marinas, un grupo que crea conciencia sobre las tortugas a través de visitas escolares.

«La explotación de las tortugas marinas sigue siendo muy frecuente y alarmante», le dijo Bayu a Mongabay. “Somos muy pesimistas sobre que los problemas que enfrentan las tortugas marinas puedan resolverse si el gobierno y las ONG ambientales no cambian su enfoque de conservación de las tortugas”.

En la provincia de Sulawesi del Norte, la carne de tortuga a veces se vende abiertamente en los mercados, y los estudios indican que la gente en las aldeas de Sulawesi, una isla del tamaño de Florida, continúa cazando a estos animales. Algunas comunidades costeras también recogen huevos de tortuga para comer. Las tortugas cazadas furtivamente terminan en platos indonesios para la cena, y sus conchas, coloreadas en brazaletes y anillos.

La caza furtiva es una de las mayores amenazas, pero la afluencia de basura en sus hábitats marinos también mata a las tortugas. Algunas de ellas son halladas muertas con desechos plásticos en sus estómagos. También hay que mencionar las tradiciones hindúes en Bali que incluyen el sacrificio de tortugas, aunque algunos sacerdotes han comenzado a oponerse a los rituales o limitar el número de tortugas utilizadas. En octubre pasado, la policía detuvo en Bali lo que cree fueron dos intentos de contrabandear aproximadamente 30 tortugas.

La provincia de Sulawesi del sudeste se destaca en verde. Imagen a través de Wikimedia Commons.

Bayu dice que esta es solo la punta del iceberg, “donde el número real de casos de explotación de tortugas marinas es mucho más de lo que se ha informado”.

Incluso los equipos de pesca considerados respetuosos con el medio ambiente pueden atrapar accidentalmente a las tortugas marinas y lesionarlas, dejando a los pescadores ante la decisión de qué hacer con ellas.

Hasta donde Bakring recuerda, los pescadores que trabajaban las mismas aguas que él comían tortugas marinas o las vendían por hasta 200 000 rupias ($14) a personas amantes de su carne grasosa. La mayoría de las tortugas, sin embargo, son capturadas por accidente.




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“Casi todos saben que, si capturan una tortuga, podrían ser detenidos”, dijo Abed Rizky Abdullah, jefe de YARI, una organización local de defensa de los pescadores. “Pero las atrapan, y se dan cuenta de que valen una fortuna, así que las venden”.

A veces, una tortuga se come simplemente porque un pescador no sabe cómo deshacerse de ella sin atraer la atención de las fuerzas policiales, sostiene Abed. Pero con el tiempo, los pescadores que normalmente comen o venden a los consumidores han comenzado a acudir a Bakring para conseguir el mismo precio.

Las tortugas a menudo resultan heridas cuando son capturadas accidentalmente en redes y trampas usadas en mares más profundos, por lo que Bakring las alimenta y cuida hasta que se recuperan.

Bakring libera una tortuga marina. Imagen de Ian Morse para Mongabay.

Hace cuatro años, Bakring comenzó a ofrecerse para comprarlas, porque, como afirma, no quería que se extinguiesen. Los precios pueden ser altos para una tortuga, hasta el equivalente de 10 a 15 comidas para Bakring. El dinero sale de su propio bolsillo.

“Me preocupaba la vida de la tortuga”, dice Bakring de la primera vez que compró una tortuga. “La naturaleza que nos rodea no se puede medir con dinero”.

Bakring no se ha casado ni tiene hijos. Vive solo y come un paquete de fideos instantáneos para el desayuno cada mañana. Tres veces al día se sube en un barco con capacidad para que un pasajero pesque o revise sus jaulas flotantes de langostas y peces. Una vez al día trae pequeños peces sobrantes para alimentar a las tortugas. El gobierno local de la aldea ha valorado que es lo suficientemente pobre como para proporcionarle una vivienda social nueva. Todavía no está terminada, pero en el porche ha montado una pequeña biblioteca de libros sobre el islam y la vida marina local.




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“Este trabajo de conservación puede funcionar si hay alguien como Bakring cuyo pasatiempo es cuidarlas, sin necesidad de monitoreo o ayuda del gobierno”, dice Yusnaini, profesor de pesca en la Universidad Halu Oleo en la capital provincial Kendari, a 30 kilómetros (19 millas) de Tapoulaga.

“Es alguien que no ve los esfuerzos en términos de dinero. Es un desafío moral o incluso una fuente de felicidad para él”, asegura Yusnaini.

La aldea de Bakring. Imagen de Ian Morse para Mongabay.

Una vez que las tortugas han sido atendidas, dice Yusnaini, lo más saludable es devolverlas al mar, pero es difícil asegurar que sean liberadas en aguas lo suficientemente profundas y remotas como para que no vuelvan a quedar atrapadas. El combustible necesario para que una lancha de motor sobrepase las aguas de pesca es caro, y la mitad del año esta costa de Sulawesi frente al vasto Mar de Banda se define por fuertes vientos que soplan hacia el oeste.

Cuando no es capaz de liberar a las tortugas en aguas profundas, Bakring espera hasta que puede reunir a una muchedumbre lo suficientemente grande de locales, turistas, investigadores, estudiantes, medios de comunicación y funcionarios del gobierno para una liberación de tortugas más cerca de la costa. De esa manera, la concientización puede ser un logro adicional, y está claro para el gobierno local que la liberación es el objetivo final. Pero él admite que también le gusta tener a los animales alrededor.

Bayu apoya el esfuerzo de Bakring, pero no está seguro de que sea la manera correcta de cuidar a las tortugas. Bakring no ha recibido formación. Sigue su propio entendimiento de cómo alimentarlas y limpiarlas, pero de las 20 que ha cuidado, algunas han muerto en la pequeña jaula flotante de 4 por 4 metros que tiene para los peces.




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“Depende, pero en general deberían colocarse en una piscina de gran tamaño enjaulada en el océano. En una pequeña jaula, son vulnerables al fuerte oleaje y es difícil manejar la calidad del agua”, dijo Bayu.

La iniciativa de las tortugas de Bakring surgió de un grupo de pescadores sostenibles que él fundó y que pretende unirse a los objetivos de conservación y economía. Plantan coral y mantienen almejas gigantes, que Bakring dice que ayudan a mantener el océano limpio. Hace unos años, registró un área de 100 por 100 metros como zona de conservación con el gobierno.

“La mayoría de nosotros estamos pensando en el dinero hoy, el dinero mañana, porque la gente tiene familias y necesita mantenerlas”, dijo Bakring. “Pero creé el grupo para que haya una generación futura que conozca la pesca y el cultivo y el cuidado del medio ambiente al mismo tiempo”.

Sigue a Ian Morse en Twitter: @ianjmorse

*Imagen principal: tortuga verde marina. Foto: Rhett A. Butler/Mongabay.

El artículo original fue publicado en Mongabay News. Puedes leerlo aquí.

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