- Un equipo universitario llamado “Tlejourn”, en Tailandia, ha creado un producto rentable a partir de chanclas desechadas. De los 5.25 billones de piezas de basura que flotan en el océano, las chanclas viejas son de los artículos que más comúnmente se encuentran.
- Aunque las chanclas no son estrictamente reciclables, Tlejourn las da un nuevo uso convirtiéndolas en tapetes sólidos, los cuales se utilizan para hacer nuevo calzado. Este calzado lo hacen a mano familias de bajos ingresos al sur de Tailandia, lo que les provee de un estímulo financiero significativo.
- Con la ayuda de Tlejourn, Nanyang, un fabricante tailandés de calzado, creó una nueva línea de productos de chanclas. Inspirado por el éxito de Tlejourn, otras iniciativas de recolección de basura, como Trash Hero, están experimentado para hallar nuevas formas de convertir la basura en dinero.
Un día a mediados del 2015, el doctor Nattapong Nithi-Uthai, apodado “Arm”, observó la pila de ‘chanclas’ o sandalias de goma en su patio trasero. Había unas 100 000 apiladas detrás de su casa, en Pattani, en la costa al sur de Tailandia. Las chanclas yacieron imperturbadas por meses. Incluso una familia de serpientes venenosas anidó allí adentro.
Arm quería reusar las chanclas, pero al mismo tiempo quería generar un producto que hiciera dinero. Después de muchos meses y prototipos, todavía no tenía el producto ganador. Arm solía prosperar entre los desafíos, pero esta vez parecía estancado con su montaña de chanclas.
El gran avance llegó finalmente en enero de 2016. Desde entonces, él y su equipo, que incluye a Padinya Aree, Maradee Baka y Ruslan Masae han reusado rentablemente miles de chanclas al convertirlas en calzado nuevo. Llaman a su proyecto sin fines de lucro “Tlejourn”, un juego de palabras tailandesas que quiere decir “zapatos de viaje”.
Su éxito vino luego de que Arm y el equipo Tlejourn resolvieran muchos retos. Primero, ya que las chanclas no se pueden derretir y reciclar, diseñaron, con tecnología de gama baja y a buen costo, una manera de reciclar las chanclas machacándolas en pequeños fragmentos que luego se pegan en una pieza sólida. Segundo, Arm convenció al grupo de voluntarios de Trash Hero para que le dieran todas las chanclas que se encontraran al limpiar la playa local. Tercero, Arm y su equipo finalmente dieron con el producto ganador: calzado de material reciclado.
La venta de los zapatos nuevos Tlejourn en 399 baht (13.32 dólares) por par generó suficiente margen de ganancia para hacer que el proyecto fuera rentable. Desde entonces, el equipo de Tlejourn ha hecho más de 3000 pares nuevos de calzado reciclado.
Un estimado de 5.25 billones de piezas de basura que pesan en conjunto casi 270 000 toneladas flotan actualmente en el océano. Las chanclas desechadas pueden contar por más del 25 % de esa cantidad; alrededor de 1.3 billones de chanclas, si los estudios de las limpiezas de las playas son un buen indicador.
De su experiencia, Arm estima que, en cada cinco kilogramos de basura recogida en la playa, hay suficientes chanclas viejas para hacer un par nuevo de calzado Tlejourn. Eso significa que los 3000 pares de calzado nuevo equivalen a 15 000 kilogramos de basura que se recoge de la playa.
Mientras que el total de basura reusada para el calzado nuevo de Arm podría no parecer significativo, su camino en el emprendimiento ciertamente lo es. De hecho, el modo en que Arm y su equipo consiguieron el éxito es un modelo que ya están replicando otros que quieren sacar rendimiento a la basura.
El reto del negocio: cómo vencer la basura
En 2011 Arm tenía 39 años, había obtenido su grado de doctor en los Estados Unidos y estaba dentro del personal del Departamento de Tecnología de Caucho y Ciencia del Polímero en la Universidad Prince of Songkhla (PSU), en Pattani. En su tiempo libre corría, montaba bicicleta y ayudaba en el negocio familiar. Aunque en aquel entonces no le importaba el medio ambiente, un amigo le preguntó si podría darles un nuevo uso a unas chanclas viejas halladas en la playa. “Claro. ¡Es fácil!” respondió, aceptando el reto.
Llevó las chanclas viejas y una actitud de “querer es poder” al laboratorio de su universidad. Allí, él y su equipo comenzaron a experimentar. Le quitaron la suciedad a las chanclas y las metieron a un aparato de molienda. Cuando las piezas eran todas más o menos del tamaño de un grano de maíz, Arm las vertió en una mezcladora de poliuretano. Finalmente, el equipo hizo un “sándwich” extendiendo la mezcla de las chanclas (con la consistencia espesa de la mantequilla de maní) entre dos platos de metal pesado. Se presionó este “sándwich” en una prensa caliente, lo que resultó en un tapete sólido y flexible más o menos del tamaño de una hoja de papel A3 con 4 centímetros de grosor.
Buscar qué se podía hacer y vender de los tapetes reciclados fue más difícil de lo que Arm esperó en un inicio. “Siempre tengo en mente: estas cosas tienen que convertirse en un producto. Alguien tiene que pagarme por convertir esto en un producto”. Del 2011 al 2015, su equipo intentó bloque, baldosas e incluso tapetes para hacer ejercicio, pero ninguna de estas ideas parecía ser viable comercialmente.
En enero del 2015, mientras Arm probaba ideas de producto, una limpieza masiva de playas organizada por un grupo de voluntarios tailandeses y extranjeros que se hacían llamar “Trash Hero” se llevaba a cabo. Por un período de más de cuatro meses, los voluntarios de Trash Hero acamparon en Tarutao Island, una isla no habitada de Tailandia. Uno de los voluntarios, Roman Peter, decidió separar las chanclas. Peter dijo que el equipo de Trash Hero esperaba que se “pudiera hallar a alguien que las reusara”. Una corazonada correcta. Para cuando la limpieza había terminado, en abril de ese año, Arm los esperaba en el muelle. Había visto las publicaciones en Facebook de Trash Hero y había llegado con un tráiler para llevarse la montaña de chanclas a Pattani.
En diciembre del 2015, Arm y su equipo habían hallado por fin el producto ganador. Sus estudiantes habían elegido hacer calzado para una competencia en Bangkok. Cada persona en el equipo despedazó un par nuevo de zapatos, sacó una suela nueva del tapete reciclado y armó su prototipo de zapatos “verdes” de vuelta.
Inventaron una marca, Tlejourn. Días después de postear las fotos en línea, las noticias del proyecto Tlejourn se hicieron virales en Tailandia. Cientos de personas contactaron a Arm para hacer un pedido. El equipo no tenía el capital para producir en masa cientos de zapatos, así que, en el 2016, empezaron una campaña digital de recaudación de fondos. Los clientes pagaron por adelantado mientras el equipo de Arm batallaba para cumplir con los pedidos. Desde entonces, Tlejourn ha crecido más allá de un pequeño proyecto de estudiantes, lo que llevó a Arm a expandir el equipo.
Haciendo escalar el negocio
A principios de 2017, Arm visitó una aldea rural a 30 minutos de Pattani. Allí, fue recibido por la señora Supatra Cometan. Desde su casa de madera, rodeada de campos de maíz, plantaciones de árboles de goma y una mezquita, Supatra dirige un colectivo de 10 mujeres que cosen camisas, bolsas pequeñas y artesanías.
Arm le pidió a Supatra y su gente no solo que le cosieran una bolsa decorativa, la cual usaría en lugar del empaque de plástico para enviar los pedidos de Tlejourn, sino también que ensamblara los zapatos de Tlejourn. A pesar del recelo de Supatra —y de la sorpresa de que las chanclas estuvieran hechas de basura—, tanto ella como su grupo accedieron.
En la universidad, el equipo de Arm sacó suelas de zapatos de su laboratorio y se dirigió a la villa para enseñar a las mujeres el ensamblaje de los zapatos. “Tuvimos muchos errores”, dijo Supatra, pero continuaron practicando y simplemente mandaron las partes malhechas de vuelta al laboratorio de Arm, donde se volvieron a moler.
Ese año, 2017, el equipo de cuatro mujeres de Supatra elaboró 574 pares de las chanclas de Tlejourn. Ese número incrementó a 809 pares en 2018 y casi llegó a 1000 en el 2019. Además, el colectivo de costura ha producido algunas 3000 bolsas de tela en los últimos tres años. Arm no solo encontró una forma de elaborar los zapatos de Tlejourn sino también de beneficiar a las mujeres de la aldea, algunas de las cuales nunca antes habían trabajado o estado empleadas fuera de casa.
Desde el 2015, el equipo de Tlejourn también ha ayudado a compañías y a una escuela de calzado a incorporar material reciclado de chanclas en sus propios productos. Más recientemente, Tlejourn trabajó con Nanyang, una de las marcas de calzado más antigua de Tailandia, para crear su propia chancla reciclada, la “KHYA” (un juego de palabras tailandesas que quiere decir “basura”). Cuando se lanzaron las chanclas, de serie limitada, en septiembre del 2019, la compañía se había preparado inicialmente para hacer 10 000 pares. La demanda en línea fue tan fuerte, sin embargo, que después de tan solo tres semanas Nanyang había vendido 27 886 pares de chanclas KHYA.
El reciclaje de basura genera ganancias para otros
El proyecto Tlejourn genera múltiples beneficios. Los ingresos familiares para las mujeres que ensamblan calzado Tlejourn han incrementado aproximadamente un 15 %. Un aumento significativo. La mayoría de las familias en el área no podían comprar un refrigerador nuevo si el anterior se estropeaba. Además, Supatra dice que el proyecto ha mejorado la autoestima de las mujeres y la conciencia de la basura en su propia comunidad.
Trash Hero, que señala a Tlejourn como una de sus historias de éxito, ahora ha crecido a 120 secciones. El éxito de Tlejourn también ha inspirado a otras secciones de Trash Hero a buscar la forma de reusar basura. En Indonesia, Gili Meno, de Trash Hero, reúsa unicel para rellenar taburetes modernos y almohadas.
En Tailandia, Nanyang se encuentra estudiando el cómo transitar del empaque plástico al biodegradable y cómo crear un modelo de negocio rentable a largo plazo para las chanclas KHYA. Si se comparan con las chanclas normales, la producción inicial de KHYA requirió de tres pasos adicionales en el proceso; pero el señor Piya Sosothikul, miembro de la mesa de directores de Nanyang, ve un camino hacia la rentabilidad: “Si haces unas 100 000 (anualmente), el precio no tendría que subir tanto. Iría a unos 600 Baht”.
Las chanclas todavía llegan a la costa en Pattani. Aunque el proyecto Tlejourn no ha cambiado en su totalidad ese hecho, ha alterado por completo a Arm. “Al principio yo era como cero por ciento verde”, dijo, pero el recoger basura cada semana “es realmente poderoso y te cambia lentamente, pedacito por pedacito”.
Ahora Arm se siente empoderado. En lugar de esperar a que el gobierno actúe, cree que puede atacar cualquier problema. Incluso ha empezado una tienda de rellenado llamada “Zero Waste Pattani”. En la planta baja de su casa, Arm y su familia venden champú, jabón y detergente a clientes que llevan sus recipientes reusables. “Creo que podemos cambiar a la gente que se une a nosotros, y lentamente podemos cambiar a la gente alrededor de ellos. Lentamente, podemos cambiar a la comunidad”.
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Referencias
• Bouwman, H., Evans, S. W., Cole, N., Yive, N. S. C. K., & Kylin, H. (2016). The flip-or-flop boutique: Marine debris on the shores of St Brandon’s rock, an isolated tropical atoll in the Indian Ocean. Marine environmental research, 114, 58-64. doi:10.1016/j.marenvres.2015.12.013
• Eriksen, M., Lebreton, L. C., Carson, H. S., Thiel, M., Moore, C. J., Borerro, J. C., … & Reisser, J. (2014). Plastic pollution in the world’s oceans: more than 5 trillion plastic pieces weighing over 250,000 tons afloat at sea. PloS one, 9(12), e111913. doi:10.1371/journal.pone.0111913
El artículo original fue publicado en Mongabay News. Puedes leerlo aquí.