- Casi todas las familias de dos comunidades ubicadas en el resguardo indígena Ñambí Piedra Verde (Nariño) se han desplazado por temor a ser asesinadas. Al menos 10 líderes indígenas de ese territorio están amenazados.
- Unas 400 hectáreas de bosques han sido talados y 100 hectáreas de tierras están en poder de colonos vinculados con grupos criminales que operan en el resguardo.
A los indígenas awá del resguardo Ñambí Piedra Verde (Colombia) todavía les quedaba el terror por la matanza de 2011. La carga de una amenaza constante, el pesar por los que se desplazaron y los estrépitos de aquel oscuro recuerdo con el que habían aprendido a convivir. La vida de los indígenas, sin embargo, había tomado también un nuevo impulso. Los cultivos de plátano chiro y maíz crecieron en algunas comunidades del resguardo, y se fortalecieron las autoridades y guardias indígenas para la conservación del territorio. La crianza de tilapia roja alejaba cada vez más jóvenes de cualquier interés por plegarse a los grupos armados que acechan a los awá. Y con el brote de la pandemia, algunos de los que habían escapado regresaron a trabajar de nuevo en sus sembríos. Pero la noche del 28 de julio, la cruda historia de Ñambí Piedra Verde se volvió a repetir.
En la comunidad de San Francisco, cuatro hombres armados irrumpieron en la casa del exgobernador Fabio Guanga García, lo golpearon y lo arrastraron hasta un arenal. Allí lo mataron frente a su familia. Luego arremetieron contra la vivienda de la indígena Sonia Bisbicus Ortiz y dispararon a todos los que estaban dentro. Al irse, los criminales lanzaron dos granadas de guerra. Sonia Bisbicus murió y tres awá resultaron heridos, entre ellos dos menores de edad. El líder del resguardo Ñambí Piedra Verde, Jairo Javier Bisbicus, dice que la consternación de su pueblo por esta masacre es muy similar a la que generó la salvaje embestida de paramilitares en la comunidad Piedra Verde, el 23 de diciembre de 2011. Esa fecha dos familias fueron atacadas: un indígena murió baleado y siete, entre los que se contaban tres niñas, sufrieron torturas.
El resguardo Ñambí Piedra Verde está en la jurisdicción de Barbacoas, departamento de Nariño, en la frontera de Colombia con Ecuador. Tiene 7334 hectáreas de selva que están distribuidas en seis comunidades. Ñambí Piedra Verde llegó a albergar hasta 700 habitantes de la etnia awá. Una población organizada bajo liderazgos comunales y guardias indígenas que impulsan la conservación de sus bosques, ríos y la protección de sus territorios ancestrales. Debido a la amplia biodiversidad en la zona, aquí fue establecida la Reserva Natural El Pangán.
No obstante, este resguardo también concentra presencia continua de invasores dedicados al cultivo ilegal de hoja de coca, disidencias de las FARC, guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y otros grupos armados que operan al servicio del narcotráfico. Jairo Bisbicus calcula que la presencia criminal ha permitido que en Ñambí Piedra Verde hayan sido taladas unas 400 hectáreas de bosque y que 100 hectáreas de tierras queden en poder de colonos.
“Hay una disputa en el territorio que conservamos y entonces todos los actores armados nos miran como enemigos”, dice Jairo Bisbicus a Mongabay Latam.
El coordinador del Observatorio de Derechos Humanos del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), Leonardo González, explica a Mongabay Latam que este tipo de crisis se genera por la ausencia del Estado en las zonas que antes estuvieron transitadas por las FARC. Apunta que aquellas son zonas especialmente de las comunidades nativas y que por eso los principales afectados son los indígenas que protegen sus territorios. Indepaz ha reportado que 74 indígenas, que eran líderes sociales y defensores de derechos humanos, han sido asesinados en lo que va del año. Leonardo González detalló que 45 de estos crímenes fueron ejecutados durante la pandemia.
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Desplazamientos por amenazas
Las comunidades El Tronco, San Francisco, Piedra Verde y El Limón están situadas sobre la carretera Junín-Barbacoas y por eso son las más convulsas en Ñambí Piedra Verde. Los indígenas que habitan en el resguardo saben que Junín-Barbacoas es un corredor estratégico para cualquier organización criminal con intereses en el territorio indígena awá. La vía conecta a Ñambí Piedra Verde con diversos municipios y, según Bisbicus, es aprovechada a toda hora por la criminalidad debido al nulo control policial y militar. Los indígenas se han pronunciado muchas veces por el respeto de sus tierras, sus costumbres y sus formas de gobernar, pero esa defensa les ha valido quedar al centro de continuos ataques.
“Hay muchas amenazas. Cualquier grupo armado llega a las comunidades y las señala como colaboradoras de otras organizaciones. Es una manera de justificar sus crímenes y acabar con nuestra vida”, precisa.
Para el expresidente y actual vocero de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), Armando Valvuena, en suelo colombiano hay una expresión permanente de todo tipo de violencia y lo que hace el paramilitarismo en ese contexto es organizar el terror a través de las masacres. La desarticulación de los pueblos o desplazamientos son consecuencia directa. Según indica, hay más de 6 millones de personas que han escapado de sus territorios a causa de la incesante violencia y conflictos que ya llevan décadas.
Jairo Bisbicus estima que unas 80 familias de distintas comunidades del resguardo se desplazaron por temor tras la matanza del 2011 en el sector Piedra Verde. Amenazados, Fabio Guanga y Sonia Bisbicus se asentaron en los municipios de Pasto y Mallama pero la crisis laboral que acarreó la pandemia los hizo retornar a Ñambí Piedra Verde. El líder del resguardo sospecha que ellos han sido parte de las venganzas que los grupos armados están perpetrando contra indígenas que regresaron a sus territorios. Esto ha causado que más de 30 familias se hayan ido del resguardo durante agosto y lo que va de septiembre, según calcula. En la comunidad San Francisco, donde ocurrió el atentado en julio, vivían 12 familias y hoy ya no queda ninguna. Bisbicus indica que esta es una situación tan dramática como la de Piedra Verde, donde apenas resisten tres familias. De los 700 indígenas que poblaban el resguardo Ñambí Piedra Verde, el líder estima que ahora solo queda la mitad.
En la comunidad donde él vive, El Tronco, los awá han optado por el confinamiento como método de protección. Ahí no se ha registrado últimamente una acción violenta pero el tránsito constante de hombres armados, a pie, en carros y motos, los ha obligado a guarecerse. Veintidós familias residen en El Tronco casi sin poder salir. Jairo Bisbicus cuenta que dos líderes de su sector viven amenazados y que son 10 en todo el resguardo que enfrentan el mismo problema por organizar a sus comunidades y buscar estrategias para la defensa de sus tierras. Él ha tenido que salir de su pueblo pero asegura que, en medio de todo, sigue participando en actividades específicas y fortaleciendo a la distancia los procesos comunitarios.
“Los actores armados no quieren saber de nosotros. Nos toca movernos, uno se puede quedar allá cruzado de brazos sin saber para dónde ir o qué hacer”, indica.
La directora de la Asociación Minga y coordinadora del Programa Somos Defensores, Diana Sánchez, detalla a Mongabay Latam que en Colombia se ha legitimado la violencia y con ello también se ha naturalizado que a los líderes sociales los maten porque se oponen a los intereses de grupos poderosos. Lo que Sánchez explica parece el curso de una historia cíclica que tiene condenadas a las comunidades indígenas colombianas: “Las organizaciones hacen resistencia. Y mientras más resistencia hacen, más tratan de violentarlas”.
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Crisis histórica
Ñambí Piedra Verde pertenece a la Unidad Indígena del Pueblo Awá (Unipa), una organización que agrupa a 32 resguardos a lo largo de 230 mil hectáreas del departamento de Nariño. El awá Rider Pai es el consejero mayor de la Unipa. Vive en el resguardo de Tortugaña Telembí, donde hace once años las FARC asesinaron a 12 indígenas, y por eso sabe bien del sufrimiento de su etnia. Rider enfatiza que no son nuevos los problemas, la crisis humanitaria, ni el tiempo de exterminio para los awá. Que la población indígena ha quedado al medio de un conflicto donde los grupos armados se disputan el control del territorio por las riquezas que allí existen. “Por un lado nos golpea la minería, por otro los cultivos de coca que han llegado al territorio”, lamenta.
Mongabay Latam intentó obtener la versión de las autoridades colombianas sobre este caso pero hasta el cierre de este informe no obtuvimos respuesta.
Los asesinatos, las masacres y desplazamientos que hoy agobian a los indígenas de esa parte de Nariño son producto del olvido histórico del gobierno, sostiene Rider. Añade que a todo lo que allí ocurre el gobierno responde con la fuerza pública y de esa forma está militarizando el territorio y poniendo en el fuego cruzado a la población. “Esto es lo que ha exterminado a nuestros ancestros”, subraya, y enfatiza: “Hoy nosotros seguimos en las mismas condiciones”.
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Imagen principal: Dos de las comunidades de Ñambí Piedra Verde han quedado desoladas luego de la matanza de dos indígenas de la etnia awá. Foto: Resguardo Ñambí Piedra Verde.
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