- Silvia Gutiérrez, secretaria general del ejido La Selva, aprendió sobre silvicultura desde su adolescencia. Los bosques que este ejido mantiene en el norte de Veracruz dan agua y recursos económicos a quienes han hecho del manejo forestal parte de la historia de estas tierras.
El ejido La Selva, al norte de Veracruz, cumple 100 años de su fundación y más de cuatro décadas de realizar manejo forestal comunitario. Ahí se han formado generaciones cuidando bosques y viviendo de ellos. Entre quienes han tenido esa formación está Silvia Gutiérrez, de 42 años y actual secretaria general del ejido.
La ascendencia de Silvia Gutiérrez llega hasta los principios de la fundación de La Selva, ejido que se localiza en la Sierra de Huayacocotla, una zona de México con altos índices de pobreza.
Ella comenzó a participar desde los 14 años en las tareas de campo cuando en La Selva ya se realizaba trabajo forestal; desde entonces, aprendió sobre silvicultura y organización comunitaria. Con estas bases, se lanzó a ocupar el cargo de secretaria general del ejido.
Gracias a su organización comunitaria, La Selva ha logrado proteger sus áreas forestales. Fuera de la comunidad, la situación es diferente.
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Usted es secretaria general de un ejido que lleva 100 años, ¿cómo comenzó su historia?
Soy ejidataria hace casi ocho años por sucesión de mi papá; al morir él, quedé como sucesora directa. Desde que inició el ejido, mi familia ha estado dentro. En mi juventud me tocó trabajar en el ejido, en ese entonces tenía 14 años, me tocó ir a la reforestación y después, cuando se inició lo de los hornos (para la elaboración) de carbón vegetal, también trabajé ahí.
Más adelante me tocó estar en el aserradero. Cepillaba y lijaba tablas. En una ocasión, mi papá me comentó que yo era la sucesora y que tenía que vivir dentro del ejido, que era uno de los requisitos. Desde que él falleció, me he mantenido dentro del ejido.
Cuando se integra como ejidataria, ¿ya conocía el manejo forestal comunitario?
Sí, ya lo conocía. Lo único a lo que no he ido a trabajar es a los tramos (a tumbar los árboles), solo a recoger la leña. No me ha tocado cuando derriban los árboles. Me ha tocado ir a recoger la leña y dejar el terreno preparado para la reforestación.
Cuéntenos más sobre su conocimiento del manejo forestal comunitario, ¿de dónde viene?
Estudio al respecto, no tengo. He aprendido con la información que mi papá me daba. Me hablaba mucho del ejido, de las reuniones, del trabajo que se hacía en campo y también, cuando podíamos, le íbamos a ayudar a recoger la leña. Y así, platicando con los compañeros ejidatarios que están más tiempo en el monte. En el ejido ya tenemos un técnico (forestal) que nos asesora y nos indica en qué tiempo se tiene que trabajar y cómo se debe de hacer.
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Cómo mujer, ¿cómo ha sido trabajar en un entorno dominado por hombres?
Ha sido una experiencia bonita y de aprendizaje; hemos aprendido a cuidar el bosque, no solo a explotarlo, sino también a contribuir a que el bosque siga, que sigamos teniendo un bosque bonito y que se siga aprovechando más adelante. Que no nos acabemos el bosque que hay.
¿Cómo ha sido la experiencia de ser secretaria general del ejido?
Cuando salimos a las comunidades es bonito, porque les alegra que venga una mujer cuando antes siempre iban puros hombres. A veces es difícil, porque en el ejido hay compañeros que no aceptan a las mujeres.
Hay mujeres ejidatarias, pero en su mayoría son de la tercera edad y desafortunadamente hay compañeras que no saben leer ni escribir. Y ejidatarias jóvenes somos muy pocas, las demás ya son mayores de 60 años. Yo les he dicho que todo es posible, porque lo que no sabes, lo preguntas. Yo siempre he hecho todo así: preguntando.
¿De qué manera viven del bosque?
Nos genera entradas económicas gracias a que producimos tablas, polín, viga, tableta, carbón vegetal. El bosque da trabajo a mucha gente directamente: a los que van a elaborar los tramos, a los que están en el aserradero haciendo la tabla, a los choferes que van por los aserríos al monte y de ahí a los choferes que llevan la madera a las fábricas o a las mueblerías.
La gente que vive dentro del ejido, pero que no es ejidataria, puede aprovechar la leña cuando las áreas de corte están dentro de las localidades. Aquí en el ejido hay unas 500 personas que se benefician del trabajo del ejido.
Es un panorama distinto al de sus alrededores.
Sí, porque tenemos trabajo e ingresos todo el año. Desde las personas que laboran en el campo, en el bosque, los del vivero, los que les toca ir al chapeo y las reforestadoras.
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¿Quiénes son las reforestadoras?
Es un grupo mixto. Ahorita que empieza la época de lluvias, los primeros lugares donde se pasó el corte (la tala) ya quedaron preparados para que entren las reforestadoras a trabajar, ellas trabajan todo el tiempo que cae lluvia. Casi siempre la reforestación comienza en junio, a veces hasta noviembre, y si hay alguna parte que no se alcanzó a reforestar, se deja para la siguiente anualidad.
Las reforestadoras pueden ser ejidatarias, hijas de ejidatarios o pueden ser avecindadas (que viven en el ejido, pero no son ejidatarias), a las que se les da trabajo. También van adolescentes que hacen el trabajo durante sus vacaciones, ya que entran a la escuela, regresan a sus actividades escolares.
¿Cómo es su organización comunitaria?
Antes de la pandemia nos reuníamos cada dos o tres meses. El Comisariado es el que cita a las reuniones y dice los puntos que se va a tratar en la reunión de ejidatarios. Ya se dan a conocer los puntos y si algún ejidatario no está de acuerdo lo dice y se toman las decisiones que se tengan que tomar.
El ejido La Selva tiene 42 años de manejo forestal comunitario y 100 de fundación, no suena fácil.
El 21 de octubre de hace 100 años fue cuando se otorgan las tierras y el 21 de diciembre aparece en el Diario Oficial. El ejido tiene 3628 hectáreas y 2738 hectáreas de producción forestal. Se tenía planeado hacer algo por los 100 años, pero como no podemos reunir a mucha gente por la pandemia, no vamos a hacer ningún festejo, lo vamos a dejar para después.
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¿Cuáles son las dificultades que hoy enfrentan?
El problema que aquí se tiene es con un grupo al que le decimos los “grilleros”, personas que no son originarias de aquí, gente que ha llegado de otros municipios, que se han dejado manejar por otras personas que les hacen creer que el ejido no existe y que les van a dar escrituras de las tierras.
Se quieren apoderar de algo que no es de ellos y se ha tenido que llegar a tribunales. Ha habido ocasiones en que han querido entrar y asentarse en el ejido. Cuando empieza la temporada de corte amenazan con no dejarnos trabajar; interrumpen todo. Es un grupo de unas cien personas. Es gente que viene de lejos.
Luego dicen que nosotros nos estamos acabando el bosque y que por eso no tienen agua. Este año hubo mucho estiaje aquí y en varios lugares. Decían que el ejido era culpable, que hacíamos tala inmoderada. Si fuera tala inmoderada no tendríamos un permiso para trabajar.
Para usted, ¿cuál es la importancia del manejo forestal comunitario?
La importancia está en que siempre vamos a tener un bosque bonito, saludable y siempre vamos a tener un ingreso económico. Aquí, a donde quiera que voltee, usted va a ver un bosque con árboles que siempre están verdes y gracias a eso la gente va a tener ingreso (económico), va a haber trabajo para los ejidatarios; vamos a tener agua. A lo mejor no siempre, como estamos acostumbrados, pero sí cada tercer día.
Por ejemplo, tengo unos amigos a los que el agua les llega cada mes y bien sucia, ¿por qué? Porque se acabaron sus bosques y no se preocuparon por reforestar sus bosques, se los acabaron, y ahora tienen el problema del agua. Aquí no tenemos ese problema y pienso yo que no vamos a tenerlo.
* Imagen principal: Territorio forestal del ejido La Selva. Foto: Cortesía ejido La Selva.
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