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“El manejo forestal comunitario es la mejor forma de conservar el patrimonio forestal” | ENTREVISTA

Salvador Anta

Anta Fonseca coordinó el grupo de la región de la Chinantla que trabajó el Programa de Aprovechamiento Integral de Recursos Naturales (PAIR) de la UNAM. Foto: Cortesía.

  • El biólogo Salvador Anta Fonseca es parte de una generación que, desde diversas trincheras y saberes, han impulsado el manejo forestal comunitario en México.
  • Su experiencia lo lleva a decir que, en países como México, la silvicultura comunitaria tendría que ser vista como una prioridad no solo para conservar los bosques, también para impulsar una recuperación económica sustentable.

Durante las últimas tres décadas, el biólogo Salvador Anta Fonseca ha visto de cerca cómo se ha desarrollado y evolucionado el aprovechamiento forestal en México. Él forma parte de un grupo de académicos, biólogos, ingenieros forestales, antropólogos y otros especialistas que, desde diferentes espacios y saberes, han impulsado el desarrollo de la silvicultura comunitaria.

Salvador Anta lo ha hecho como miembro de organizaciones civiles —Consejo Civil Mexicano de Silvicultura Sostenible (CCMSS) y Política y Legislación Ambiental (Polea)—, así como desde dependencias federales como la Comisión Nacional Forestal (Conafor), donde ocupó varios cargos, entre ellos la gerencia de silvicultura comunitaria, entre fines de 2009 y 2012.

En los últimos años, el biólogo Anta acompaña a las comunidades —desde las organizaciones donde colabora— para impulsar aquellos cambios legislativos, fiscales y sociales que son necesarios para fortalecer el manejo forestal comunitario, modelo que pese a nadar contracorriente y no ser una prioridad para las políticas públicas del país, ha demostrado ser el camino para conservar los bosques y su biodiversidad.

Desde Oaxaca, estado del país en donde es posible encontrar varias comunidades pioneras en aprovechamiento forestal, el biólogo Salvador Anta habló con Mongabay Latam sobre la evolución de la silvicultura comunitaria, así como de los retos que tiene ante sí.

Salvador Anta
Reconocimiento entregado en 2018 al biólogo Anta Fonseca, por parte de la Reserva Forestal Multifuncional “El Manantial”, en Puebla. Foto: Cortesía.

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¿Cómo es que un biólogo termina especializándose en el tema del aprovechamiento forestal maderable?

Durante mi formación en el área de la biología me incliné a buscar la vinculación entre el medio ambiente y la sociedad, así que comencé a trabajar en temas de agricultura tradicional, etnobotánica y manejo forestal.

Cuando comencé a entender más sobre lo forestal encontré que era un tema donde se podían generar políticas integrales para vincular la conservación de la biodiversidad y otorgar beneficios a las comunidades. Además, en los últimos años, el aprovechamiento forestal comunitario ha mostrado que también es una herramienta para combatir el cambio climático.

¿Cuál es el primer bosque que le permite conocer el manejo forestal comunitario?

Entre 1989 y 1994 me tocó coordinar a un grupo en la región de la Chinantla, como parte del Programa de Aprovechamiento Integral de Recursos Naturales (PAIR) que tenía la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Así que comenzamos a buscar modelos que permitieran aprovechar las selvas de la Chinantla; modelos que ayudaran a conservar y también dar beneficios a la gente. Fuimos a conocer el trabajo que estaban haciendo algunas comunidades en Quintana Roo. Ahí comencé a conocer más sobre manejo forestal de selvas.

Pero, en realidad, la primer experiencia más directa que tuve con bosques fue en 1995, cuando fui delegado de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en Oaxaca. Recorrí zonas forestales, platiqué mucho con la gente, asistí a las asambleas. A partir de ahí conocí con mayor precisión y claridad el manejo de los bosques que se hacía en Oaxaca y el trabajo de las comunidades y organizaciones como la Unión de Comunidades Productoras Forestales Zapotecos-Chinantecos de la Sierra Juárez (Uzachi).

Salvador Anta
Visita de campo al ejido en Xoxocotlán, en Oaxaca. Foto: Cortesía Salvador Anta.

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¿Por qué el manejo forestal comunitario es una alternativa para la conservación de los bosques?

En México, han sido las comunidades y ejidos que hacen aprovechamiento forestal los que han conservado los bosques. Y cuando uno está en sus asambleas y reuniones puede mirar cómo la gente le da valor a sus bosques; ellos no permiten que se realicen actividades inadecuadas.

Cuando estaba como delegado de la Semarnat, con el equipo de trabajo nos preguntábamos por qué las comunidades aprovechaban menos madera de lo que les permitían los estudios y programas de manejo. La respuesta la tuvimos al ir a las asambleas y reuniones. Encontramos que las comunidades no buscan tener el mayor aprovechamiento forestal ni tener la mayor ganancia económica. El interés que tienen las comunidades es mantener el bosque para futuras generaciones, mantener un bosque para siempre.

Para las comunidades el bosque no es solo madera; el bosque significa tener sitios para la captura del agua, para los manantiales, refugios de fauna.

Todas esas cosas son las que me han llevado a estar convencido de que el manejo forestal comunitario es la mejor forma de proteger y conservar el patrimonio forestal de este país.

Salvador Anta
Asamblea de la Unión de Comunidades de la Sierra Juárez (UCOSIJ) en Ixtlán, Oaxaca. Foto: Cortesía Salvador Anta.

En México, la silvicultura comunitaria tiene poco menos de 40 años. ¿Qué aspectos destacaría de su historia y evolución?

Las comunidades que hoy realizan aprovechamiento del bosque eran agricultores. No tenían experiencia en lo forestal, pero aprendieron. Así que destacaría su capacidad de aprendizaje, su interés por conocer y saberse capaces de aprovechar el bosque.

El segundo aspecto que destacaría es que cuando se iban a terminar las concesiones forestales que tenían las empresas privadas, se dio una gran movilización social. Las comunidades evitaron que esas concesiones continuaran y lograron que se cambiara la Ley Forestal. Esos son dos grandes logros que aún no se valoran como se debiera.

Gracias a la movilización de las comunidades, se cambió la Ley Forestal de 1986, lo cual otorgó a ejidos, comunidades y pequeños propietarios la posibilidad de aprovechar, por su propia cuenta, los bosques.

Poco a poco fueron aprendiendo y luchando para apropiarse de la cadena de valor, hasta llegar al momento actual, en donde muchas comunidades ya tienen sus aserraderos, empresas comunitarias y han diversificado su actividad forestal, no solo se dedican a la producción de madera. Hay comunidades que abrieron un abanico de actividades relacionadas con el bosque.

Una tercera enseñanza es que han sido capaces de adaptarse a las políticas de gobierno. En algunas ocasiones, esas políticas les favorecen y en otras ocasiones, les perjudican, pero las comunidades no han dejado de avanzar.

Estas comunidades, por ejemplo, invierten gran parte de sus utilidades en el cuidado del bosque, en evitar incendios, pero también en atender necesidades comunitarias, en apoyar a los jóvenes, a la gente mayor. No obstante, las empresas comunitarias forestales tienen que aportar, por lo menos, 30 % de pago de impuestos. Si en estos momentos se les condonaran los impuestos, sería una gran ayuda.

Combate de plagas
La organización de las comunidades es clave para enfrentar las plagas que afectan a los árboles. Foto: Cortesía Unión de Comunidades Productoras Forestales Zapotecos-Chinantecos de la Sierra Juárez.

¿Cuáles son los nuevos caminos del aprovechamiento forestal para diversificar sus actividades productivas?

El aprovechamiento maderable es uno de los ejes, pero otro —que cada vez adquiere más importancia— es el turismo de naturaleza. Muchos ejidos y comunidades han diversificado sus actividades con proyectos de turismo y naturaleza.

Hay otros ejes, como es todos los no maderables. Ese es uno de los temas más olvidados de la política forestal en el país. Los no maderables tiene una regulación muy fuerte que no estimula su aprovechamiento por la vía legal. Hay una gran cantidad de especies (como palmas, hongos, agaves) que están en las áreas forestales, pero para poderlas aprovechar se requieren estudios técnico justificativos que, muchas veces, no los pueden pagar las comunidades; además de una serie de procedimientos que son un poco difíciles de realizar. Eso desanima a la gente para hacer un aprovechamiento organizado, planificado y que asegure la sustentabilidad.

En uno de los capítulos del libro Desarrollo Forestal Comunitario. La política pública, usted escribe: “La experiencia señala que cuando las comunidades y ejidos cuentan con instrumentos de gestión territorial, capacidades, financiamiento y organización, las posibilidades de conservar y mantener la cobertura forestal, están garantizadas”. ¿Es todo un reto que las comunidades reúnan esos cuatro instrumentos?

El sector forestal, en general, durante mucho tiempo ha sido atendido y trabajado por los profesionistas forestales y eso me parece una visión un tanto limitada, ya que me parece que en la formación de los ingenieros forestales hay una tendencia a centrarse en la producción forestal y hay poca atención a los temas sociales y ambientales. Esa ha sido la directriz que ha predominado en las políticas forestales.

Cuando apareció en Programa de Desarrollo Forestal Comunitario (Procymaf), un proyecto financiado por el Banco Mundial y el gobierno de México (Primer etapa: 1998-2003; segunda etapa: 2004-2008), se trabajó en atender el capital social de los ejidos y las comunidades, en fortalecerlos en sus asambleas y estructuras organizativas. Sin embargo, ese trabajo no se ha mantenido en las políticas públicas.

Ahora, con el gobierno actual, en la Conafor buscan retomar esos trabajos, pero tienen muy pocos recursos. Ese es el problema: los vaivenes de las políticas públicas. El que no se mira a la silvicultura comunitaria como una prioridad.

Nuevo San Juan
Zona de regeneración del bosque en Nuevo San Juan Parangaricutiro, Michoacán; uno de los proyectos de manejo forestal comunitario más exitosos en el país. Foto: María Eugenia Olvera/Polea A.C.

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Aun remando contra corriente, hay comunidades y ejidos que han logrado construir empresas forestales exitosas…

En todas esas comunidades y ejidos existe el interés y la valoración de que tienen un recurso (natural) que es de su comunidad y que tienen la obligación de mantenerlo y protegerlo en beneficio de la colectividad. Ese es un principio fundamental.

Hay algunas de esas comunidades que tienen más herramientas para hacerlo, que tienen una gobernanza comunitaria fuerte, que han mantenido su gobierno comunitario y en donde la asamblea general es el máximo orden de gobierno; donde hay una tradición de cómo llevar las discusiones, en donde hay una serie de responsabilidades y respecto sobre todos los actores y, sobre todo, donde el bien común está sobre el bien individual.

Hay otras comunidades que necesitan acompañamiento para poder tener una mejor gobernanza y conocer las leyes.

Hay otro grupo de ejidos y comunidades que, pese a no tener una gran gobernanza o acompañamiento, tienen el interés de rescatar su territorio, de conservarlo y de protegerlo.

Manejo Forestal en Barranca del Calabozo
Barranca de Calabozo, en Jalisco, fue uno de los proyectos forestales que lograron el éxito, pero colapsaron. Hoy las instalaciones de su aserradero están abandonadas. Foto: Cortesía.

Algunas comunidades y ejidos que alcanzaron un manejo forestal exitoso,  no lograron mantenerlo. ¿Qué factores han llevado al colapso de esos proyectos?

Desafortunadamente muchos proyectos se han perdido por la falta de apoyo institucional. Así como el país ha dado apoyos y rescatado empresas, ya sea exentándolas de impuestos o dándoles mejores condiciones, lo mismo se tendría que hacer con estos ejidos y comunidades que, incluso, son todavía más vulnerables que esas empresas.

Muchos ejidos y comunidades han estado sujetas a las presiones del crimen organizado. En un contexto de violencia, de poca certidumbre, se requiere que las instituciones estén alrededor de esas comunidades y ejidos, no con financiamiento, simplemente acompañándolas, estar al tanto de ellas, porque son nuestro gran capital como sociedad.

Hay una incomprensión institucional para muchas de esas comunidades y ejidos: muchas veces no necesitan recursos, solo necesitan acompañamiento.

Salvador Anta
El biólogo Salvador Anta en el Bosque de Arce, Jalisco. Foto: Cortesía.

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¿Cuál es el panorama que hoy tiene el manejo forestal comunitario?

Hay un contexto complicado, pero también hay ejemplos de comunidades que nos demuestran que es posible avanzar.

El presupuesto para el sector forestal es poco, pero los recursos pueden ser bien aprovechados si se orientan en forma adecuada. Se puede avanzar si se traza una ruta y se tiene claridad de cómo atender al mayor número de comunidades y ejidos, además de no solo enfocarse al tema de la producción de madera, sino también a los servicios ambientales, al turismo de naturaleza, a los no maderables.

Me parece que el manejo forestal comunitario está en una especie de carretera de dos pistas, en una están las políticas públicas y en otra van las comunidades y los ejidos con sus propios recursos y modelos de organización. Estas pistas no siempre se encuentran.

Espero equivocarme, pero creo que en esta administración no vamos a lograr demasiado para conseguir que se le otorgue el valor que merecen los bosques y el trabajo de las comunidades y ejidos. No se consideran como prioridad los 15 mil ejidos que poseen el 60 % de los bosques del país y en donde hay alrededor de 10 millones de habitantes.

Si en la secretaría del medio ambiente y en la propia presidencia conocieran y entendieran la importancia que tienen las comunidades y ejidos forestales del país, sería parte de sus prioridades.

En tiempos en los que es vital conservar los bosques y rescatar conceptos como el bien común, no estaría mal aprender de las comunidades y ejidos que realizan manejo forestal…

Ahí, en los ejidos y comunidades, están las enseñanzas. Si queremos una recuperación económica nueva, verde, sustentable, el manejo forestal comunitario es un camino. No estaría mal que se aprendiera de ellos y se les reconociera, sobre todo en estos momentos críticos —por la crisis económica que provocó la pandemia del COVID-19— en los que requieren de una atención especial.

 

* Imagen principal: El biólogo Salvador Anta Fonseca coordinó el grupo de la región de la Chinantla que trabajó el Programa de Aprovechamiento Integral de Recursos Naturales (PAIR) de la UNAM. Foto: Cortesía.

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