Además, durante ese periodo 149 buques apagaron su sistema satelital, dijo el comandante de la Marina, Darwin Jarrín quien también aseguró que “incluso algunos buques han cambiado de identificación”. Apagar la señal satelital es uno de los métodos que utilizan las embarcaciones para cometer ilícitos.

En el caso de Chile, se detectó que las flotas chinas, en sus largas travesías por la región, atraviesan el Parque Marino Nazca Desventuradas, el más extenso de América Latina. Ahora mismo, estas embarcaciones se encuentran frente al mar territorial del Perú y han comenzado a dirigirse hacia el Sur poniendo en alerta a las autoridades chilenas.

¿Qué compañías están detrás de esta controvertida flota? ¿Qué antecedentes de pesca ilegal arrastran algunas de estas embarcaciones? ¿Cuáles de ellas han atravesado áreas protegidas o se han movido en los límites territoriales de Ecuador y Chile?

Identificamos las compañías a las que pertenecen al menos 140 de estos barcos y descubrimos que apenas 10 empresas operan 95 de estas naves. La mayoría de estas compañías tienen domicilio en la ciudad de Zhoushan, en el Mar de China Oriental. Este lugar hasta hace algunos años era uno de los puntos neurálgicos de la industria pesquera china, pero hoy sus recursos están agotados. Por lo menos tres barcos con antecedentes de pesca ilegal se han movido dentro o alrededor de Galápagos y de Nazca Desventuradas en los últimos cinco años.

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Un delito difícil de rastrear

La pesca ilegal no solamente tiene consecuencias devastadoras para la biodiversidad de los océanos, sino también para la economía de las comunidades costeras que viven de la pesca y para la seguridad alimentaria de toda la humanidad.

El problema mayor es que identificar pesca ilegal es difícil, asegura el investigador Juan Mayorga, quien lidera una alianza integrada por Sustainable Fisheries Group, la Universidad de Santa Bárbara en California USA; el programa para la conservación marina Pristine Seas, de National Geographic, y la organización Global Fishing Watch, tres instituciones que buscan potenciar las tecnologías para avanzar en ciencia y en conservación marina.


Los científicos que conforman esta alianza reconocen que proteger los mares de la ilegalidad es un reto. Al contrario de un bosque, donde la tala ilegal de árboles es evidente a simple vista, en el mar todo ocurre bajo el agua y no es posible ver, después de cometido el delito, que se han extraído recursos marinos prohibidos. Además, “la gente que está haciendo las cosas mal no quiere que los vean”, dice Mayorga. “Entonces la gran mayoría de estos barcos van a apagar sus dispositivos de rastreamiento (para no ser identificados) si es que tienen uno”, agrega. En caso de que no sea así, y dicho dispositivo permanezca encendido, “la legislación y las leyes en muchos países están un par de pasos atrás de la tecnología y todavía no se acepta ese tipo de evidencia en casos legales. Entonces, hay que hacer la intercepción y ese tipo de operaciones mucho más costosas”, explica el científico.

Al respecto, Alex Muñoz, director para América Latina del proyecto Pristine Seas de National Geographic Society, asegura que “junto con lo difícil que es detectar la actividad ilegal, está la debilidad de los sistemas legales y judiciales para poder perseguir en los tribunales los delitos cometidos en el mar”. Por eso, sostiene que “muchas veces los países han optado simplemente por disuadir a los barcos para que salgan de las aguas nacionales en vez de apresarlos e iniciar un procedimiento legal en su contra, ya que los sistemas probatorios están muy desactualizados”. Es decir, precisa, que “es muy difícil probar la existencia de delito y las multas u otras sanciones son muy débiles, y por lo tanto no vale la pena hacer tanto esfuerzo para una sanción que suele ser muy menor”.

Hay que considerar, además, que aunque la FAO calcula que, “en 2018, el total mundial de embarcaciones pesqueras ascendía a 4,56 millones”, esa cifra es solo una estimación ya que no se sabe con certeza cuántos barcos hay en el mar, asegura Mayorga.

La plataforma Global Fishing Watch tiene aproximadamente 80 mil barcos rastreados con el Sistema de Identificación Automática (AIS) y otros 5 mil barcos que utilizan otro sistema satelital, el Vessel Monitoring System (VMS). “Estamos hablando de unos ochenta y cinco mil barcos, pero no existe simplemente otra organización, otro grupo, que pueda darnos más. Es lo que hay, es lo que tenemos”, dice Mayorga. De hecho, según una publicación científica en la revista Science, solo podemos ver entre el 50 y el 75 por ciento de la actividad pesquera industrial.

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La importancia de las áreas marinas protegidas

Los océanos generan la mayor parte del oxígeno que respiramos, absorben una gran cantidad de emisiones de carbono, regulan el clima y alimentan a la población mundial. Además, el valor de los océanos como activo total asciende a 24 billones de dólares, asegura el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Sin embargo, la ciencia ya ha demostrado que el 66 % de los océanos se encuentra deteriorado (PNUMA). El 31 % de las poblaciones de peces están sobreexplotadas y en 40 años han desaparecido el 49 % de las especies marinas. Y esta degradación va en ascenso a raíz de la contaminación, del aumento de la temperatura del agua causada por el cambio climático y de la acidificación del océano debido a que está absorbiendo, de la atmósfera, dióxido de carbono en exceso.

Para revertir este problema, las áreas marinas protegidas son primordiales. De hecho, ya se ha demostrado que estas benefician también a la actividad pesquera, ya que funcionan como semilleros de biodiversidad.

Por eso, la mayoría de los países se comprometieron a proteger al menos el 10 % de su territorio marítimo para el 2020. Chile, Colombia, México y Ecuador son algunos de los países de la región que ya han cumplido con la meta. De hecho, Latinoamérica ha avanzado notoriamente en proteger el océano, considerando que en 2000 apenas tenía el 1,43 % de mar protegido y hoy ese porcentaje es del 23,6 %, según la División de Estadísticas de las Naciones Unidas.


“Sin embargo, la superficie física solo representa una parte del compromiso”, asegura un informe de PNUMA. “Para que las zonas marinas protegidas resulten verdaderamente eficaces se requiere una gobernanza sólida que influya en la conducta humana y reduzca el impacto sobre los ecosistemas”, precisa el documento. Parte de esa gobernanza implica que cada área protegida tenga su plan de manejo donde se establezca de qué modo se van a resguardar los recursos marinos que existen en el área.

En Chile, 5 de las 28 áreas marinas con alguna categoría de protección tienen un plan de manejo. En Colombia, 13 de 18; en Ecuador, 8 de 11 y en México, de las 37 áreas que tienen superficie marina protegida; solo una no tiene programa de manejo.

Los sistemas satelitales muestran que cuando un área marina se crea, inmediatamente la actividad pesquera cambia de comportamiento: los barcos salen del área —sobre todo cuando se trata de parques donde la protección es total— para permitir que la vida se multiplique. Sin embargo, tal como demuestra esta investigación, hay excepciones a esta regla.

Aunque Juan Mayorga asegura que es importante ser pacientes tanto con la elaboración de planes de manejo como con los beneficios biológicos, sociales y económicos que entregan las áreas marinas protegidas, resalta que no hay que olvidar que “un área marina protegida sin un plan de manejo no va a ser efectiva”.

“Un área marina protegida tiene que ser bien defendida a través de mecanismos de monitoreo de la pesca y de procedimientos legales y judiciales que permitan sancionar a los infractores”, precisa Muñoz.

Ilustración principal: equipo de ilustradores de Kipu Visual para Mongabay Latam. Diseño y programación de la visualización: Rocío Arias Puga y Daniel Gómez Hernández para Mongabay Latam.

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