- La guardaparques Vilma Lucero, de la Reserva de Producción de Fauna Cuyabeno, conversó con Mongabay Latam sobre lo que ha significado la pandemia para esta área protegida.
- En esta entrevista habló sobre los cambios que se han presentado en la reserva, así como los problemas de ilegalidad y los despidos de guardaparques que han ocurrido en Ecuador durante la emergencia.
Vilma Lucero es una de las pocas mujeres guardaparques en Ecuador. Llegó a la Reserva de Producción de Fauna Cuyabeno hace 20 años y desde entonces supo que ese era su lugar. Al principio no fue fácil —cuenta en conversación con Mongabay Latam— porque a su arribo tuvo que estar tres semanas sola, prácticamente aislada en un sector de la reserva, sin poder movilizarse porque no contaba con un bote que la transportara.
Pero eso no le importó. Quedó impactada por la maravillosa naturaleza de Cuyabeno, una reserva ubicada en la zona norte de la Amazonía ecuatoriana, en la que confluyen tres cuencas hidrográficas: Cuyabeno, Lagartococha y Aguarico. Es el el río Cuyabeno el que le da nombre a esta área protegida, que cuando se desborda da origen a un complejo de 14 lagunas y forma el humedal más extenso de la selva ecuatoriana, donde se pueden ver delfines, manatíes, caimanes, anacondas y nutrias, así como el guarango de agua, el árbol más singular del sector. La reserva también es una de las áreas protegidas con mayor diversidad cultural en Ecuador.
Cuando empezó a trabajar en Cuyabeno, el camino para llegar era una vía de piedras. “Seis horas desde mi casa”, recuerda. Aunque había crecido en el campo y amaba la naturaleza, había muchas cosas que no conocía. “Cuando ingresé aprendí a interpretar lo que la naturaleza nos dice y eso es un privilegio para mí. Me siento orgullosa y afortunada donde estoy. He visto tantas maravillas de la naturaleza, que si todos las vieran, no la destruirían”, afirma.
Ahora, dos décadas después de su llegada a Cuyabeno, le ha tocado enfrentar la pandemia del COVID-19 en su puesto de guardaparques. En esta conversación con Mongabay Latam habla sobre los cambios que ha experimentado la reserva durante el tiempo que ha permanecido cerrada.
¿Cómo era Cuyabeno cuando usted llegó a la reserva?
Para mí fue duro al principio porque en ese entonces no se escuchaba en nuestro país que una mujer fuese guardaparques, por eso, siempre estuve en la mira de los compañeros que recién conocía. Ellos pensaban que nosotras solo servíamos para estar en casa, cocinar, lavar ropa, atender a los niños y no en un trabajo ‘para hombre’, porque en realidad yo no me fui a una oficina sino al campo. Ahí debía manejar embarcaciones y deslizadores a motor y desde mi punto de control debía viajar hasta siete horas bajo lluvia, sol y separada de mi familia. Yo soy madre soltera y en ese momento estaba separada de mi hijo que tenía cinco años. Pero estar en la naturaleza me hacía olvidar. Sobre todo en esos momentos en que navegaba río abajo y veía la naturaleza tan diferente a donde vivía.
Tenía curiosidad por ver dónde iban los turistas, pues yo solo veía selva. Un compañero me llevó a conocer el sitio turístico y quedé impactada. Wow, me dije (¡chuta!), esto es ser un guardaparques, qué bonito. Me emocioné. Vi aves, el hoacín (Opisthocomus hoazin), una pava prehistórica que come hojas como una vaca porque tiene su estómago para remover la comida. Había también árboles dentro del agua y no paraba de pensar que era impresionante.
Un paisaje espectacular…
Era como un sueño. Todo lo que veía lo quería dibujar. Eso me impactó muchísimo. Yo soy creyente y pensaba que aquí sí existe Dios, había mucha paz y tranquilidad. Pero en mi primer recorrido en el parque, cuando recién empecé como guardaparque, me dejaron sola, sin embarcación, sin nada, en medio de la nada. No sabía qué hacer. No tenía embarcación, no tenía compañeros, estaba solita. Pasé así como 20 días. Solo me habían dicho que llevara comida. Yo miraba y veía agua para arriba y para abajo. Y montañas y montañas. Y bueno, esperé sin comunicación hasta que me fueron a buscar. Pensaba que eso era normal, que no había maldad, pero el compañero que me fue a ver me dijo el motivo de por qué me enviaron a ese lugar sola. Era por ser mujer, porque no debía estar ahí. Era una manera de hostigamiento, para que me fuera. Pero me quedé y ya son 20 años.
Ahora también enfrenta tiempos difíciles por la pandemia. ¿Cuál es la situación de los guardaparques en la Reserva de Producción de Fauna Cuyabeno?
Los primeros días de marzo atendí el último grupo de turistas y en ese grupo estuvo una de las primeras personas contaminadas con el virus en Ecuador. Cuyabeno estuvo abierto hasta el 17 de ese mes y después nos dijeron que debíamos cerrar. Yo salí de vacaciones, no pude regresar sino hasta el mes de abril y aunque no había turismo debíamos hacer mantenimiento y los recorridos. Ahí me di cuenta que la pandemia en áreas protegidas ha sido como una bomba de tiempo. Pensábamos que las personas iban a estar quietas y fue lo contrario. Ingresaban por la cacería, la pesca, y disparaban casi al lado de uno. Estaba incontrolable. No se podía hacer nada porque la Policía estaba ocupada en otros lados, estaba en las vías controlando el virus y tantas otras cosas. Gente también empezó a entrar a sacar madera. Empezaron a sacar todo, fue un caos. En este tiempo se vio que las áreas protegidas sí se recuperaron en cuestión de flora pero lo que es fauna no.
¿Quiénes ingresaban a Cuyabeno?
Son personas de las comunidades, algunas de ellas trabajaban en turismo. Dentro del área tenemos cinco nacionalidades indígenas: Secoya, Siona, Cofán, Kichwa y Shuar. Como no hay trabajo y no hay turismo, ellos dicen que deben comer.
Entonces, ¿ellos dependen del turismo?
Ellos y muchas personas más. Tanto dentro como fuera de la reserva Cuyabeno. Directa o indirectamente se vieron afectados también restaurantes y transporte.
¿Qué animales cazaban?
No hay estudios, pero a simple vista pareciera ser la guanta (Tepezcuintle), porque antes se veía cerca y ahora ya no se puede ver. También un ave que es como una gallina que se llama paujil, así como pavas, otras aves y los puercos de monte que han sido las presas más fáciles.
¿Las comunidades tienen prohibida la caza dentro del área protegida?
Sí, lo que pasa es que existe un convenio con las cinco nacionalidades indígenas y cada una tiene su zona en el territorio donde pueden cazar, pescar, sacar madera para construcciones como casas, escuelas, embarcaciones, o lo que sea. Pero con límites, porque hay otros sectores que no se pueden tocar y son intangibles, por ejemplo, para trabajar con el turismo.
¿Ha visto otros cambios en el parque?
He visto un cambio en el río Cuyabeno porque ya no hay la misma cantidad de peces como antes. No sé si se debe al cambio climático pero antes, cuando recién ingresé, había muchos peces y ahora no. Ese es un cambio que se observa fácilmente.
¿La pandemia ha afectado la forma de administrar el parque o gestionar proyectos de conservación?
Ha afectado bastante los proyectos. Algunos que se estaban realizando en el área protegida se fueron al suelo, no se pudo seguir. Nos ha afectado a todos. Los guardaparques hemos tenido problemas de pagos y ahora han despedido a muchas personas. Entonces, en lugar de haber más guardianes para cuidar, cada vez somos menos. Y Cuyabeno tiene una extensión tan grande que es imposible recorrerlo todo con tan pocos guardaparques. Los que quedamos tenemos ganas de sacarlo adelante y debemos hacer un esfuerzo bien grande si queremos mantener el área muy bien.
¿Qué proyectos no se han realizado debido a la pandemia?
Estábamos trabajando en un proyecto sobre el morete, el fruto de una palma que se encuentra también en Perú, Brasil, Colombia y Ecuador. Lo planteamos con mujeres en una cooperativa porque con este fruto de la selva se pueden hacer muchas cosas. Las personas que viven en la reserva necesitan recursos y creo en la idea de aprovechar los frutos de la misma naturaleza. Son personas que están en las zonas colindantes con el área natural. Yo pensaba que con este proyecto la gente iba a cuidar más y proteger más la flora porque esta palma está en lugares de pantano donde antes lo que hacían era tumbarlas y secarlas para sembrar arroz.
Acabar con las palmas es un peligro pues las especies de aves, insectos, ranas y toda la fauna que vive en este sector se acabará por los cambios que hacemos los humanos. Con el proyecto quería que las comunidades entendieran que si ellos secan el pantano, el río se seguirá secando. El agua es lo más preciado. Eso era lo que estábamos haciendo pero se quedó estancado y no se pudo seguir por la pandemia. Estábamos recién comenzando y recopilando información. Tuvimos solo dos reuniones con las personas de la comunidad.
Además de la caza, ¿qué otras acciones ilegales les preocuparon en ese tiempo?
La tala ilegal y los infractores que quieren adueñarse de las tierras. En Ecuador sucede que hay colonización en las áreas protegidas. En esta área ya había personas antes de su creación y luego han continuado ingresando infractores a dañar y tomar fincas. A pesar de que el área protegida está delimitada, no respetan esos límites y se meten. Tenemos muchas invasiones. El año pasado y este año han llegado personas nuevas que han tumbado bastante selva para hacer pastizales. Este año aún más. Se crean cooperativas y se asocian 20 a 30 personas de todos los lugares y se quedan a vivir, tumban la selva y meten ganado. No entiendo por qué dicen que aman la selva pero la tumban al suelo. Es inexplicable. Así somos los humanos, buscamos sombra y tumbamos los árboles.
¿Cómo han enfrentado los guardaparques la tala ilegal y las invasiones?
Ha sido difícil. En el Ministerio [del Ambiente] hay debilidad y, en mi opinión, pienso que a los gobiernos no les interesa. Parece que les interesan más los votos y la vida política, entonces no se quieren meter en este asunto. A pesar de tantos informes, no hay respuesta.
¿En Cuyabeno han tomado medidas contra estas acciones ilegales?
Solo se ha hablado e informado al Ministerio. Nosotros solos no podemos hacer nada. Recuerde que estamos en frontera con Colombia y con la guerrilla, entonces es complicado.
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¿Qué riesgos enfrentan debido a las guerrillas colombianas?
Existen amenazas por parte de las guerrillas de Colombia. No se ven armados, entonces no se sabe quiénes están sacando la madera.
Ante ese peligro, ¿cómo han hecho para tratar de controlar la situación?
Hacemos controles con la Policía. Pero en este tiempo [de pandemia] los madereros han tenido libertad para seguir trabajando [la Policía ha disminuido su presencia en la zona]. Algunos tienen autorización y sus guías de movilización. La tala dentro del área protegida es ilegal y se tiene un plan de manejo para la zona que colinda con la reserva. El problema era que sacaban y cargaban en lugares que no les correspondía, entonces esa madera sí es ilegal. Hay ocasiones en que uno los encuentra ‘con las manos en la masa’, pero el área es tan extensa que en muchas ocasiones no los encontramos.
Ha aumentado el tráfico de madera durante la pandemia…
Claro, porque en los recorridos observábamos madera que salía desde el área protegida a vista de todo mundo.
¿El COVID-19 llegó a las comunidades indígenas que rodean el parque?
Dentro de las comunidades hubo contagios. Se contaminaron porque entraron balseros y ellos salían al pueblo a abastecerse de comida. Y también por la presencia de turistas. El turismo se iba a abrir para noviembre, pero las comunidades no quieren porque aún no están bien. En la parte alta de la reserva no se abrirá por el momento, pero en la zona baja sí, donde hay comunidades kichwa que tienen su protocolo y están listas para recibir al turismo.
¿Qué tanto cambió su trabajo durante la pandemia?
Lo que ha cambiado son los recorridos, que ya no se pueden hacer como antes por falta de presupuesto para el combustible. Antes de la pandemia los grupos de guardaparques iban a cada sector pero luego se imposibilitó transportarnos porque cada punto de control está muy lejos y se necesitan entre 60 y 120 galones de combustible para llegar a cada punto. Son recorridos que no pudimos hacer, no se pudo hacer control y vigilancia.
En Ecuador han despedido a guardaparques en los últimos meses, durante la emergencia sanitaria. ¿Cómo ha afectado esto a Cuyabeno?
La pandemia nos afectó y la salida de nuestros compañeros igualmente. Además, aún no hay implementos necesarios para poder hacer bien el trabajo y eso complica la labor del guardaparques.
¿Cuántos guardaparques hay en Cuyabeno y cuántos han sido despedidos?
Nosotros éramos 32, ahora quedamos unos 20. Lo que sucede es que hubo despidos por meses. Primero se iban unos, luego otros. Y no nos han informado si van a contratar más personal. Ni los jefes saben. Llega el documento que se debe ir y no aparece la razón y al día siguiente debe partir. Acá no es seguro trabajar con nombramiento ni contrato. Nada es seguro. Ya no hay tranquilidad para trabajar como antes. Yo me preocupo ahora, antes de jovencita me daba igual porque me podía ir a otro lugar pero ahora ya estoy con los años encima y nadie me contratará por la edad.
¿Considera que es importante la labor del guardaparques?
Estamos cuidando para las futuras generaciones. Nosotros como guardaparques, y todos los que están relacionados al medio ambiente, cuidamos la vida del ser humano y de todo ser viviente. Desempeñamos un rol importantísimo. Trabajamos directamente con la conservación. Si no cuidamos y protegemos lo que tenemos, no estaremos mucho tiempo en este planeta. Quisiera que los gobiernos de ahora y los que vengan pensaran en la vida, pero piensan que el oro es la vida. Siempre me he preguntado que si se acaba todo, qué vamos a comer y tomar. No podemos comer y beber el oro. Pero si protegemos lo que está quedando, sí tendremos esperanza.
Como mujer guardaparques, ¿se siente reconocida?
Es muy importante visibilizar nuestro trabajo, porque la mujer desempeña un rol importante. Las mujeres tenemos otras ideas, otra visión, somos pulpos. El hombre es como un caballo de carrera. Solo mira adelante. Nosotras tenemos esa mirada por todos lados. Pienso que si las mujeres manejáramos las áreas protegidas estas estarían mejor, yo lo he visto. Cuando tengo compañeros técnicos mujeres o varones, veo que la mujer tiene más visión porque busca más soluciones, son más proactivas y eso me hace pensar en lo que digo ahora.
*Imagen principal: Vilma Lucero es la única mujer guardaparque en la Reserva de Producción de Fauna Cuyabeno – Ecuador. Foto: Vilma Lucero.
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