Noticias ambientales

Ximena Vélez: la bióloga marina que une ecología con genética para proteger el océano

Ximena Vélez, bióloga marina peruana, ha dedicado gran parte de su carrera a hacer ecología estudiando la genética de los animales. Foto: Ximena Vélez

  • La supervivencia de una especie puede verse amenazada si es que su diversidad genética se reduce.
  • Hay preguntas en ecología que no pueden responderse tan solo observando a las especies, sino que es necesario realizar estudios genéticos.

Ximena Vélez, bióloga marina peruana, ha dedicado gran parte de su carrera a hacer ecología estudiando la genética de los animales.

La ecóloga molecular, como ella se define, es directora marina del Programa de Seguimiento y Evaluación de Biodiversidad (BMAP, por sus siglas en inglés), del Center for Conservation and Sustainability Smithsonian Conservation Biology Institute, y también es investigadora de la Asociación Peruana para la Conservación de la Naturaleza.

Actualmente vive en Perú  y se dedica a comprender las dinámicas de las especies marinas que han colonizado megainfraestructuras como, por ejemplo, los puertos. También vivió 15 años en Puerto Rico, donde adquirió una experiencia que marcaría su vida profesional.

Mongabay Latam conversó con ella para entender cómo se puede proteger el océano y las especies que lo habitan a partir de estudios genéticos.

¿Cómo fue la experiencia de estudiar, trabajar y vivir en Puerto Rico?

En 1999 hice una pasantía de dos semanas en Puerto Rico, con una especie de iguana endémica y protegida en Isla de Mona. La persona de contacto en Puerto Rico, Carlos Diez, lideraba un proyecto de investigación de tortugas marinas en esa isla. Al terminar mi corta estadía, le pedí que me avisara si había una oportunidad de apoyar con sus estudios.

Regresé a Puerto Rico en el 2001 y estuve apoyando el proyecto por dos temporadas (2001 y 2002). A finales del 2002, me platicaron de una oportunidad con la Universidad de Puerto Rico para desarrollar un proyecto de maestría. El jefe del proyecto era el doctor Owen McMillan, con quien finalmente desarrollé y publiqué la tesis y obtuve mi grado. Entre idas y venidas, llegué a Puerto Rico oficialmente en el 2003 y me quedé viviendo allí hasta el 2015.

Buceando a pulmón en Isla de Mona. Foto: Ximena Vélez

Puerto Rico es un lugar fascinante que genera opiniones y emociones encontradas. Allí aprendí a hacer snorkeling y a bucear. Los días en Isla de Mona —un lugar increíble para cualquier biólogo marino o terrestre— son los que más nostalgia me dan. Las aguas eran tan claras alrededor de la isla, y en su islita satélite (Monito), que se podía ver el fondo, a 30 metros de profundidad.

Recuerdo ver transitar tortugas enormes por el fondo, tiburones, barracudas.  Buceando las paredes de arrecife vi decenas de langostas en los agujeros, como en un edificio de apartamentos, y también a peces pequeñitos conocidos como goby.

Allí aprendí mucho sobre historia natural. Pero también aprendí sobre la fortaleza humana. Embarcaciones de migrantes llegaban, por las noches, desde Cuba y la República Dominicana buscando eso que le llaman el “sueño americano”. Tengo muchísimos buenos recuerdos y también aprendizajes de esa época. No pasas más de una década en un lugar como Puerto Rico sin que la isla te marque.

¿También realizaste un proyecto con tortugas en El Ñuro, Perú?

En 1999, justo antes de terminar el bachillerato en Biología, realicé una pasantía de investigación en Costa Rica, en Tortuguero, para apoyar los estudios sobre una población de tortugas “laud” que anidan en esa zona. Diez años después trabajé en El Ñuro, para entender la dinámica de la agregación de tortugas verdes (Chelonia mydas) en una zona adyacente al Desembarcadero Pesquero Artesanal. Ese proyecto, que se implementó desde la organización no gubernamental Ecoceanica, era una versión adaptada de la experiencia que adquirí investigando tortugas en Puerto Rico. Tiempo después salí del proyecto, porque ya no tenía el tiempo para viajar a Perú para hacer el trabajo de campo.

Equipo del proyecto con tortugas verdes en El Ñuro. Foto: Ximena Vélez

Independientemente de ese proyecto, sigo estudiando las tortugas marinas, pero más como colaboradora que como investigadora principal. El año pasado fui parte de un trabajo muy interesante sobre genética de poblaciones de tortuga verde en el Caribe y, en el 2017, fui editora principal (y autora) de un número especial sobre investigación y conservación de tortugas marinas en Latinoamérica.

Tu postdoctorado lo hiciste con el pez león invasivo. ¿Con qué preguntas llegaste a hacer tu investigación y qué fue lo que pudiste concluir?

Durante los dos últimos años del doctorado empecé a colaborar en un “side project”. Unos amigos ecólogos marinos estaban estudiando al pez león y sugerí hacer un estudio genético. Yo ya pasaba todo mi tiempo en el laboratorio y unas muestras más para analizar no serían mucho trabajo. Ese pequeño proyecto lo publicamos y fue el pilar para mi proyecto postdoctoral.

El objetivo principal era entender cómo se había desencadenado la invasión del pez león en el Atlántico y el Caribe. Saber la ruta de la invasión y si en el proceso habían ocurrido cambios en la arquitectura genética de esta especie que le confería ventajas para adaptarse a un nuevo ambiente.

El estudio no está publicado, pero encontramos que las poblaciones eran similares genéticamente, que la diversidad genética era muy alta, cosa sorprendente para una invasión que empezó técnicamente con poquitos individuos, e indicios de selección para algunas regiones del genoma.

Ximena Vélez junto a una tortuga carey durante su tesis de Maestría. Foto: Ximena Vélez

Hay muchas lecciones de este estudio. La más importante, diría, es que todo estudio debe publicarse. Yo, como líder, no debí haberlo hecho a un lado. Es una de esas “mochilas” que llevamos por la vida.

¿Cómo emigraste de la ecología a la genética?

Nunca emigré realmente. Me quedé al medio de ambas disciplinas. Mi formación en el bachillerato fue en ecología. Mi tesis fue en genética aplicada a la ecología del movimiento y eso ha sido lo más grato que me pasó. No fui consciente de eso hasta ya bien avanzada la tesis de maestría y me di cuenta que estaba logrando integrar ambos temas. Lo que hice fue aprender sobre teoría en genética de poblaciones, filogeografía, herramientas moleculares y lo usé para contestar preguntas en ecología; algo que de otro modo no hubiese logrado.

¿Por qué es importante entender la genética de las especies para conservarlas? 

Hay muchas razones. Diría que un aspecto importante es entender cómo la reducción de la diversidad genética en una especie o población particular de una especie afecta su capacidad para adaptarse a cambios, para reproducirse con éxito, la viabilidad de su progenie y, por ende, cómo afecta su supervivencia en el largo plazo.

¿Qué significa ser ecóloga molecular?

Significa que investigas y buscas responder preguntas sobre cómo interactúan las especies, poblaciones y comunidades, entre ellas y con su medio, utilizando herramientas que la genética provee. Hay preguntas que son imposibles de contestar por medio de la observación directa. Por ejemplo, ¿cómo sabes si la camada de huevos de una tortuga ha sido fertilizada por más de un padre? No hay forma de saberlo. No solo porque no puedes seguir a una hembra en el mar para ver con cuál macho se aparea, sino porque no tienes cómo saber si la hembra utiliza el esperma o no para fertilizar sus huevos. Ante esto, los marcadores moleculares llamados “microsatélites” son la llave para abrir la puerta y develar el secreto.

En un curso de ecología pesquera en Islandia. Foto: Ximena Vélez

Un ejemplo bonito, aplicado a animales marinos, es a nivel de poblaciones. Por ejemplo, las tortugas marinas hembras nacidas en las playas de Isla de Mona volverán a esa misma playa cuando sean adultas y listas para poner sus huevos. Eso se denomina filopatría natal. Este sencillo acto de regresar a la misma playa hace que, genéticamente, las playas del Caribe tengan su propia “firma” genética.

¿Qué pasa si extirpas una población completa de hembras anidando en una playa? Teóricamente estás borrando información genética única de la especie. Ante esto, se proponen Unidades de Manejo, basado en la genética, que permite identificar poblaciones o grupos de poblaciones a conservar. Es un uso poderoso de la genética para la conservación. Mi trabajo de tesis de maestría hizo una contribución para identificar Unidades de Manejo para una especie de tortuga marina.

¿De qué manera esta área de la ciencia puede contribuir a proteger los océanos?

Las decisiones que se toman para contribuir a la protección del mar están o deben estar basadas en evidencia científica, en hechos. Sin investigación científica no hay base para establecer qué o qué no hacer. Ahora, las decisiones las toman las personas y aquí estoy casi parafraseando a una investigadora que lo dijo antes y con quien estoy de acuerdo: la ciencia no dice qué hacer o a cuál especie proteger. Son las personas las que toman las decisiones. Pero la ciencia es la base para fundamentar cómo tomamos decisiones de manejo, cómo priorizamos áreas, especies, actividades.

¿Qué proyecto te encuentras realizando actualmente?

Desde el 2015 estoy asociada al Center for Conservation and Sustainability (CCS), del Smithsonian Conservation Biology Institute y estoy basada en Perú. Mi trabajo es investigar el ambiente y comunidades marinas alrededor de gran infraestructura para identificar buenas prácticas ambientales y estrategias para la conservación del mar.

A lo largo de la costa del Perú hay mucha infraestructura marina, como puertos. Esta infraestructura cumple un rol protagónico en la sociedad. Nosotros buscamos que durante su existencia, también sea protagonista en la conservación de especies marinas. Hay evidencia de que esto es posible.

Además, junto al equipo del CCS, comparto mi experiencia y conocimiento a jóvenes científicos y profesionales trabajando en conservación. Con este trabajo estoy integrando y aplicando todo lo que aprendí en mis años en Puerto Rico.

Contando cuentos de tiburones en Lima. Foto: Ximena Vélez

¿Cuáles han sido tus mayores satisfacciones profesionales del trabajo que realizas actualmente?

Una de las cosas más desafiantes de mi posición actual es que pasé de especies a preguntas. Siempre digo que hay investigadores que se especializan en ciertos grupos taxonómicos y todas sus preguntas giran alrededor de ellas. Otros están enfocados en preguntas y eligen al grupo taxonómico que mejor funcione para contestarlas.

Antes estuve enfocada en una especie o en grupos particulares, pero ahora estoy enfocada en preguntas. Así es que si hay tortugas trabajo con tortugas. Si hay tiburones, trabajo con ellos. Si no, trabajo con aves, mamíferos o invertebrados. No tengo límites para las especies.

¿Trabajas más en laboratorio o en terreno? 

¡No he pisado un laboratorio en años! Y lo extraño mucho. Hago más campo que antes, aunque no he buceado recientemente.

El laboratorio te enseña a ser sistemática, ordenada, y un poquito obsesiva, no lo voy a negar. Para no extrañar tanto, suelo colaborar en proyectos de genética. Luego de tantos años es lo que sé hacer casi naturalmente, pero no como antes. Un tema con la genética (y genómica) es que es una disciplina que evoluciona rápidamente en términos de herramientas y análisis.

Hoy estás al día con las últimas técnicas y ya mañana te estás quedando atrás. Por suerte, aún tengo mi bolsa de herramientas que no fallan. A veces, para contestar una pregunta no se necesitan técnicas muy avanzadas ni gran presupuesto. Allí reside la elegancia. Un estudio que responde a una pregunta potente de manera sencilla.

*Imagen principal: Buceando en Puerto Rico. Foto: Ximena Vélez

———-

Videos  | La situación ambiental en Perú

Si quieres conocer más sobre la situación ambiental en Perú, puedes revisar nuestra colección de artículos.

Facebook  | concesiones petroleras en el mar

Si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam, puedes suscribirte al boletín aquí o seguirnos en FacebookTwitterInstagram y YouTube.

 

Salir de la versión móvil