- Un estudio con cámaras trampa, recientemente publicado, rastreó 21 especies de mamíferos grandes en el bioma de sabana del Cerrado, en Brasil, entre el 2012 y el 2017. Las cámaras fueron colocadas tanto en parques estatales y federales completamente protegidos como en áreas de uso mixto, menos protegidas, conocidas como APA (Área de Protección Ambiental), donde las personas viven, cultivan y tienen ganado.
- La probabilidad de encontrar especies grandes y amenazadas en verdaderas reservas fue entre 5 y 10 veces mayor que en las APA, respecto de pumas, tapires, osos hormigueros gigantes, aguará guazúes, pecaríes barbiblancos y pecaríes de collar, y otros mamíferos neotropicales.
Cada abril, desde hace seis años, Guilherme Braga Ferreira y otros tres investigadores emprenden un viaje de medio año para instalar, metódicamente, cámaras trampa remotas a lo largo de 948 km2 de la sabana del Cerrado brasileño. Su objetivo es fotografiar lobos de crin, osos hormigueros gigantes, pumas, tapires y otros mamíferos neotropicales, que habitan las praderas más biodiversas del mundo. Los datos mostrarán dónde viven esos animales y revelarán cómo sobreviven cerca de los humanos.
Ferreira y su equipo —ecologistas del Instituto Biotrópicos, un organismo brasileño de conservación sin fines de lucro—ubicaron 70 cámaras, cuidadosamente posicionadas, concentradas en nueve lugares del sudeste del Cerrado. Los investigadores dividieron la vigilancia entre parques estatales y federales completamente protegidos y áreas de “uso mixto” menos protegidas, donde las personas viven, cultivan y tienen ganado. Luego, contaron la cantidad de mamíferos que vivían en cada zona y volcaron los datos en un modelo de simulación por computadora.
Los investigadores se concentraron en 21 especies de mamíferos , aunque el Cerrado cuenta con más de 250, de los cuales 12 serían endémicos. Tuvieron en cuenta a aquellos que fueran lo suficientemente grandes para quedar registrados en las cámaras trampa. Tenían un peso de al menos 33 libras, del tamaño de un pequeño perro spaniel. Las cámaras documentaron a estos mamíferos más grandes durante un promedio de 50 días por año, desde el 2012 hasta el 2017, en la temporada seca que va desde abril hasta octubre.
Las imágenes brindaron los primeros datos sobre cómo les va a los animales en parques protegidos estrictamente en comparación con las Áreas de Protección Ambiental (APA) que, por ley, deben conservar al menos un 20 % de tierra intacto, mientras que el resto puede utilizarse para una variedad de actividades para sustento. Los investigadores de campo trabajaron con expertos en conservación, ecología y análisis medioambiental para procesar los datos. Los resultados se publicaron recientemente en Biological Conservation.
Su descubrimiento más importante fue que los depredadores y los mamíferos más grandes y raros estaban particularmente ausentes en las APA: pumas (Puma concolor), tapires (Tapirus terrestris), osos hormigueros gigantes (Myrmecophaga tridactyla), lobos de crin (Chrysocyon brachyurus) y tanto el pecarí barbiblanco como el pecarí de collar (Tayassu pecari y Pecari tajacu) no estaban presentes en las áreas de uso mixto. Si bien las APA cuentan con mucha vegetación natural y relativamente pocas personas, “la probabilidad de encontrar estas especies grandes y amenazadas en verdaderas reservas fue entre 5 y 10 veces mayor que en las APA”, afirma Ferreira, autor principal del estudio.
Solo una especie catalogada como Vulnerable, el zorro Hoary (Lycalopex vetulus), estaba más presente en áreas ocupadas por seres humanos. Con excepción de la corzuela parda (Mazama gouazoubira), las 12 especies que vivían tanto en los parques como en las APA eran animales pequeños. Algunos, como mofetas y zorros, son oportunistas que se desarrollan entre los humanos en muchas partes del mundo. A los depredadores pequeños, como el zorro, el ocelote (Leopardus pardalis) y el yaguarundí (Herpailurus yagouaroundi), les fue bien en las APA por una razón diferente: pudieron ocupar lugares pertenecientes a competidores más grandes, como los lobos de crin y los pumas.
En general, según afirma Ferreira, las especies grandes amenazadas se beneficiaron más de la protección estricta que las especies más pequeñas y no amenazadas. Los parques estatales y nacionales también contaban con una variedad más amplia de mamíferos y con mayor cantidad de ejemplares.
Un paisaje natural que desaparece
Muchas especies de vida silvestre están disminuyendo en el Cerrado, la sabana más diversa del mundo, contada entre los 35 puntos calientes de biodiversidad del planeta. El bioma es gigantesco: cubre la cuarta parte de Brasil, y se extiende al este y al sur de la Amazonía. Cuenta con una imponente matriz de hábitats, entre ellos, praderas, paisajes fluviales cubiertos de palmeras, bosques de matas espinosas, frondosos, bajos, y estacionalmente secos. Su vegetación nativa —con más de 10 000 especies de plantas— solía cubrir dos millones de kilómetros cuadrados); el mismo tamaño de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y España juntos. En la actualidad, la mayoría es propiedad privada.
Durante los últimos 40 años, la mitad del Cerrado ha sido arrasada y convertida en ranchos ganaderos y en grandes plantaciones de soya, maíz, algodón y otros, en su mayoría, destinados a la exportación. En la década del 80, comenzó una enorme actividad agroindustrial en el sur de la región y la actividad fue corriéndose hacia el norte, invadiendo comunidades tradicionales y tierra virgen.
“Primero talaron árboles valiosos, y luego quemaron el resto para despejar el terreno —explica Mercedes M.C. Bustamante, una experta en la región, que da clases en la Universidad de Brasilia—. Era para ganado, luego para soya y caña de azúcar, y ahora hay una conversión directa a los porotos de soya, que requieren un uso más intenso de la tierra”. Los cultivadores de soya utilizan grandes cantidades de pesticidas, mientras que la irrigación de las plantaciones está secando los acuíferos en un paisaje seco.
El auge en la agricultura del Cerrado convirtió a Brasil en un destacado productor y exportador de soya y algodón, así como también de carne de ganado, que se cría en pasturas con plantaciones de pasto no nativo. Entre 1994 y el 2002, una zona de sabana del tamaño de Bélgica perdió su vegetación nativa, seguida de una mayor destrucción del hábitat desde entonces. Se calcula que el cultivo de soya brasileña se expandirá unas 12 millones de hectáreas durante los próximos 30 años, en su mayoría en el Cerrado. Según Bustamante, el miedo es que la sabana se convierta en una enorme zona de pastura y de plantaciones.
Un desarrollo de semejante escala ha convertido la pérdida de hábitat en la mayor amenaza que enfrenta la vida silvestre del Cerrado. Lo que queda en la actualidad es un mosaico de terrenos cada vez más desconectados. La fragmentación amenaza de manera desproporcionada a las especies más grandes, como aquellas documentadas en el estudio, que necesitan un espacio amplio para deambular.
También existen otras amenazas. La deforestación, por ejemplo, causa que desaparezcan los pecaríes. No se encontró ni un solo pecarí en las cámaras trampa de las APA. Estos animales peludos, similares a cerdos, también son el objetivo de cazadores y de cazadores furtivos por su carne, así como también lo son los armadillos, los agutíes y otros mamíferos.
“Sabemos que hay caza furtiva —afirma Ferreira—. Nos hemos encontrado con cazadores furtivos mientras hacíamos nuestro trabajo de campo pero, como no existen datos, nadie sabe el alcance de la operación”.
Los depredadores rara vez sobreviven bien cerca de los asentamientos humanos y el Cerrado no es una excepción. Ferreira sostiene que los ganaderos y los agricultores a menudo disparan contra los depredadores —incluidos pumas y lobos— para evitar que estos maten a su ganado.
El reciente estudio con cámaras trampa se llevó a cabo en una parte menos desarrollada del Cerrado, el mosaico Sertão Veredas-Peruaçu, que ofrece algunas áreas protegidas dispersas a lo lago de 18 000 km2 en el estado de Minas Gerais. La región está aislada, con pocas carreteras importantes y baja densidad de población.
Las APA de uso mixto permiten que haya asentamiento de personas y zonas despejadas, pero exigen que al menos el 20 % del terreno mantenga la vegetación nativa. Las áreas documentadas específicamente en este estudio tenían alrededor del 60 % de su bosque virgen, por lo que había mayor posibilidad de encontrar animales allí que en otras zonas de uso mixto con menor cantidad de tierra prístina. A los dueños de propiedades dentro de las APA la ley no les exige garantizar la conservación de plantas ni de animales.
Si bien no toda la zona de estudio era una sabana virgen, parte de su hábitat permanece conectada en un tejido de 25 áreas protegidas dentro del mosaico Sertão Veredas-Peraçu. En otras partes del Cerrado que fueron ocupadas por plantaciones extensas de soya y de algodón, se puede conducir durante dos o tres horas sin ver un árbol, según comenta Bustamante. Como estas áreas de agroindustria están cercadas, es casi imposible que la vida silvestre pueda atravesarlas, por lo que se pierde la conectividad, destaca la investigadora.
Proteger lo que queda
Se suponía que el 17 % del área terrestre del planeta debía estar conservado para el 2020, según lo acordado en el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB), un tratado internacional ratificado por 195 países, que rige la conservación y el uso sustentable de la biodiversidad. Si bien Brasil ha cumplido con ese objetivo, la mayoría de la tierra protegida pertenece a la pluviselva amazónica.
El rico ecosistema de sabana también figura como una región prioritaria, pero solo el 3 % está bajo protección estricta y otro 5 % corresponde a zonas de uso mixto. Según el acuerdo internacional, al Cerrado le faltan unos 4,5 millones de hectáreas de sabana protegida. Pero con gran parte de la región bajo propiedad privada, crear nuevas áreas protegidas requerirá voluntad política, según comenta Bustamante.
Esto es poco probable en la actual presidencia de Jair Bolsonaro. Su Gobierno recortó los presupuestos de los organismos medioambientales del país. Entretanto, los grandes ranchos ganaderos y las agroindustrias están ejerciendo presión para degradar, reducir, o desregular por completo las áreas protegidas.
Aun así, la nueva investigación sobre mamíferos tiene fuertes consecuencias en la política nacional, según afirma Marcus Rowcliffe, un científico conservacionista de la Sociedad Zoológica de Londres y coautor del estudio. “[El estudio] apoya el caso de las áreas protegidas”.
Guilherme Braga Ferreira describió los distintos argumentos para proteger a los mamíferos grandes. Sostiene que, como necesitan un amplio espacio para sobrevivir, protegerlos conserva toda la red de vida en la región.
Según dice, la pérdida de esas especies ya comienza a deshilachar el tejido ecológico del bioma. Sin agutíes ni otras especies que dispersen semillas, por ejemplo, la vegetación nativa seguirá cambiando. Sin lobos de crin no hay control sobre los roedores, mientras que la disminución de pecaríes, que cavan y remueven la tierra, provoca la pérdida de compostadores permanentes de la naturaleza.
Estos cambios tienen importancia más allá de la biodiversidad. La sabana almacena gran cantidad de carbono, según señala Ferreira. Él la llama “el bosque invertido” porque las raíces antiguas y profundas son al menos el triple de grandes que los arbustos y árboles en la superficie. Esas raíces captan grandes cantidades de carbono al tiempo que ayudan a reponer y retener el agua subterránea. El Cerrado es conocido como “el lugar de nacimiento de las aguas”: sus ríos y acuíferos proveen agua dulce limpia a gran parte del país.
Tanto los parques protegidos como las APA de uso mixto están ayudando a proteger lo que queda poniendo un freno a la deforestación ilegal y experimentando algún grado de manejo del fuego. Sin embargo, se necesitará mayor atención en el futuro para protegerse del creciente número de incendios: históricamente, el Cerrado es un bioma propenso al fuego, pero el cambio climático ha elevado la frecuencia e intensidad de las sequías. El enorme problema es que los incendios anuales liberan grandes cargas de carbono y dejan ecosistemas empobrecidos.
Salvar a los mamíferos y a otras especies del Cerrado requerirá de un conjunto de herramientas, según Ferreira, incluido el control poblacional y la supervisión de la salud genética. Entre las estrategias de conservación se incluyen la creación de más parques completamente protegidos, en especial, en la zona forestada del norte, donde están nivelando el terreno rápidamente para colocar plantaciones de soya en una región dominada por la agroindustria, conocida como MATOPIBA, abreviatura de los estados Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía. Ferreira sostiene que también debe haber conservación fuera de las zonas vírgenes, donde científicos y productores agrícolas deben colaborar para diseñar áreas de uso mixto más efectivas que conecten áreas naturales y que protejan mejor a los animales.
Mercedes M.C. Bustamante subrayó la urgencia: “no podemos esperar entre 10 y 20 años. Si continuamos así, solo tendremos pequeñas islas en estado silvestre y grandes monocultivos. El Cerrado desaparecerá”.
Referencia:
Ferreira, G.B., Collen, B., Newbold, T., Oliveira, M.J.R., Pinheiro, M.S., de Pinho, F.F., Rowcliffe, M., Carbone, C. (2020) Strict protected areas are essential for the conservation of larger and threatened mammals in a priority region of the Brazilian Cerrado. Biological ConservationVolume 251, November 2020, Article number 108762
Imagen del banner: Puma del norte de América del Sur (Puma concolor concolor) Imagen cortesía de Guilherme Ferreira/Instituto Biotrópicos.
Videos en orden de aparición en esta historia:: oso hormiguero gigante, tapir, lobo de crin y coatí. Todos son cortesía de Guilherme Ferreira/Instituto Biotrópicos.
Artículo original: https://news-mongabay-com.mongabay.com/2020/10/at-risk-cerrado-mammals-need-fully-protected-parks-to-survive-researchers/
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