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BlackRock debe comprometerse con los derechos indígenas, no solo el cambio climático (opinión)

  • BlackRock es una firma de gestión de inversiones de la que se supone que tiene activos por valor de 8 billones de dólares. También es conocida por financiar la minería a gran escala, la producción de combustibles fósiles y los proyectos de la agroindustria en América Latina, lo cual ha dañado a las comunidades indígenas en Colombia, Ecuador, Guatemala, Brasil y otros países.
  • Recientemente, la empresa ha sido más abierta sobre su posición para combatir el cambio climático enérgicamente. Aunque las Naciones Unidas reconocen a los pueblos indígenas como los mejores guardianes del medio ambiente, de sus territorios y defensores contra el cambio climático, BlackRock sigue prácticamente en silencio sobre los asuntos indígenas.
  • Si BlackRock quiere que el mundo se tome en serio su compromiso contra el cambio climático, debe dar un paso adelante ahora y adoptar una política explícita de “bosques y derechos indígenas”.
  • Esta publicación es un artículo de opinión. Las ideas expresadas son las del autor y no necesariamente las de Mongabay.

He perdido la cuenta de las veces que, trabajando como periodista en Latinoamérica, me he reunido, he hablado o he sabido de indígenas y otras comunidades locales que tienen algún tipo de problema con alguna empresa en la que invierte la mayor gestora de activos del mundo, BlackRock. Los secoya, kichwa y matsés en Perú; los siona y los u’wa en Colombia; los cofán y los waorani en Ecuador, y los maya mams y maya sipacapenses en las tierras altas del oeste de Guatemala. Casi siempre es lo mismo: o intentan desesperadamente que alguna empresa de petróleo, gas o minería de oro no entre en su territorio, o se ven obligados a lidiar con las terribles consecuencias de las operaciones en marcha o incluso las que terminaron hace tiempo.

Ninguno de esos pueblos indígenas parecía ser consciente de que BlackRok, con sede en Nueva York, estuviera conectada de ninguna manera con los problemas a los que se enfrentaban. Hace unos años, cuando intenté explicar lo que era la gestora de activos a un hombre machiguenga cuyo pequeño pueblo en una parte remota del sureste de la Amazonía peruana estaba inmerso en un gran proyecto de gas conocido como “Proyecto Camisea”, dijo: “¿quieres decir que es como un banco?”.

Por alguna razón, traduje el nombre de BlackRock al español, como si eso fuera hacer más comprensible lo que estaba intentando expresar. “Es algo así como ‘piedra negra’”, dije. El hombre machiguenga me miró perplejo. Dicho así, la gestora de activos sonaba aún más irresponsable, misteriosa e inquietantemente poderosa.

Emergildo Criollo, hombre kofán de la Amazonía ecuatoriana. Foto de Ceibo Alliance.

En enero pasó algo inusual, aunque no sin precedentes: en lugar de presionar directamente a las empresas que operaban en su territorio, algunos pueblos indígenas de un país latinoamericano apelaron a BlackRock. La Articulacao dos Povos Indígenas do Brasil (APIB), una federación brasileña que representa a ocho organizaciones, le escribió al director ejecutivo Larry Fink y acusó a BlackRock de invertir en empresas involucradas en “deforestación ilegal y violaciones de los derechos humanos, acaparamiento de tierras y el aumento de las emisiones de carbono de los incendios”, y le urgió a adoptar una política de “Bosques y Derechos Indígenas” que respete los derechos indígenas a la tierra, la autodeterminación y el consentimiento libre, previo e informado.

En referencia a un informe que copublicó con la ONG estadounidense Amazon Watch el año pasado, APIB le dijo a Fink que ya había “mostrado que Black Rock está capacitando económicamente al menos a nueve empresas implicadas directa o indirectamente en el acaparamiento de tierras y otros abusos de los derechos territoriales de los pueblos indígenas en la Amazonía”. Entre esas empresas se encuentran Cargill, una empresa de la agroindustria con sede en Estados Unidos, y Anglo-American, una firma minera multinacional con sede en el Reino Unido.

“En Brasil, las operaciones de corporaciones como las que mencionamos arriba, a las que BlackRock dirige inversiones considerables en nombre de sus clientes, tienen impactos negativos profundos en nuestras comunidades, nuestros bosques y el clima”, escribió APIB. “Por lo tanto tienen responsabilidad en nuestro futuro y si la Amazonía se destruye, el futuro de todo el planeta está en peligro”.

Después de mucho tiempo intentándolo, los brasileños tuvieron una reunión con BlackRock hace poco. “Siguen siendo uno de los fundadores más grandes de la destrucción Amazónica”, me cuenta Luiz Eloy Terena. “Creemos que tienen una complicidad desproporcionada en la destrucción y son muy conscientes de la destrucción y las violaciones de los derechos indígenas de las que son cómplices”.

Hombres y mujeres siona en la Amazonía Colombiana. Foto de Amazon Frontlines.

Algunas personas —quizás incluso empleados de BlackRock o sus clientes, hasta ahora desconectados de la angustia y el horror diario al que contribuyen sus inversiones— se preguntarán por qué una gestora de activos de Nueva York necesita una política de derechos indígenas. Hay muchos argumentos. Además de los propios resultados y el riesgo a la reputación de BlackRock y del ejemplo que representa para otros, hay una necesidad de que las instituciones económicas asuman mucha más responsabilidad por sus inversiones a causa de la forma en que los gobiernos y las empresas violan los derechos indígenas de forma rutinaria.

También hay que considerar la lucha contra el cambio climático, en la que BlackRock se está posicionando como líder económico global. Una carta de Fink a los directores ejecutivos de las empresas en enero trataba ese tema más que ningún otro, pero no van a llegar muy lejos en ese aspecto si, entre otras cosas, no respetan los derechos indígenas. No puedes hacer una cosa sin la otra. El motivo es la contribución crucial reconocida ampliamente que los pueblos indígenas hacen a la gestión territorial sostenible, la preservación de la biodiversidad y la reducción de la deforestación, que en un informe fundamental en 2019 llevó a que la ONU identificara a los pueblos indígenas de mundo como “agente clave” para combatir el cambio climático, junto con gobiernos, científicos, el sector privado y varios otros.

Como me dijo sucintamente la entonces Relatora Especial sobre los derechos de los pueblos indígenas, Victoria Tauli-Corpuz en una entrevista con The Guardian hace cuatro años, los pueblos indígenas son “los mejores guardianes de los bosques y la biodiversidad mundial. Los estudios muestran que donde los pueblos indígenas tienen derecho a sus territorios, el almacenamiento de carbono es más alto y la deforestación es más baja”.

Gaurav Madan, de Friends of the Earth-U.S., es otra persona que enfatiza que BlackRock, que supuestamente controla más de 8 billones de dólares en activos, debería adoptar una política de derechos indígenas por razones relacionadas con el cambio climático.

“BlackRock es el mayor inversor en las industrias que causan la crisis climática y a menudo se ha autodefinido como la conciencia de Wall Street”, dice. “Ya se está presentando como la luz guía en el cambio climático y, aunque la retórica ha sido prometedora, la realidad ha sido decepcionante. No creo que entiendan todas sus responsabilidades ni su impacto en cuanto al respeto de los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales”.

Un hombre matsés en la Amazonía peruana. Foto de David Hill.

¿Hay alguien en BlackRock que entienda la importancia de respetar los derechos indígenas en la batalla contra el cambio climático? No da esa impresión. Ni la carta de Fink a los directores ejecutivos ni una carta más reciente de su Comité Ejecutivo Global a los clientes, ni un informe sobre “riesgo climático” publicado a finales del mes pasado, ni las directrices actualizadas sobre “administración de las inversiones” publicadas el 18 de marzo mencionaban ni una sola vez la palabra “indígena”, mientras que unas declaraciones a principio del año pasado sobre la agroindustria simplemente aglutinaban “pueblos indígenas” con otros “factores sociales” como la “trazabilidad de producto” y “los antibióticos en la cría de animales”.

En una crónica publicada el 18 de marzo sobre “capital natural”, BlackRock al menos dijo que es “importante que las empresas obtengan el consentimiento libre, previo e informado de los pueblos indígenas para iniciativas que afecten sus derechos”, además de mencionar de paso los “lugares donde la diversidad biológica es mayor” y tiende “a ser habitada por pueblos indígenas y tradicionales”. Sin embargo, citó un informe de hace más de 20 años como fuente para esa última afirmación. Todo eso queda muy, muy lejos de ver a los pueblos indígenas, como hace la ONU, como un “agente clave”.

Cuando planteé esa pregunta sobre la protección ambiental de los indígenas y el cambio climático a BlackRock, no recibí una respuesta directa, y cuando pregunté si iban a atender la petición de APIB de crear una política de derechos indígenas, no recibí ninguna respuesta. Lo único que me dijo un portavoz fue: “Reconocemos la importancia de que las empresas respeten los derechos de los pueblos indígenas desde diferentes perspectivas. El cambio climático y cómo las empresas monitorean y gestionan sus impactos en las personas, entre ellas los pueblos indígenas, son temas en los que participamos activamente y sobre los que votamos en nuestro papel como administradores del capital de nuestros clientes”.

Imagen principal: hombres u’wa en el noreste de Colombia. Foto de: Sebastián Coronado.

David Hill es periodista independiente británico con una página web en www.hilldavid.com y ha escrito artículos para Mongabay. Vivió en Perú unos años.

Artículo original: https://news.mongabay.com/2021/03/blackrock-must-commit-to-indigenous-rights-not-just-climate-change-commentary/

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