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“El peligro que desaparezca la rana gigante del Titicaca es muy grande”: Jhazel Quispe | Entrevista

  • El investigador peruano está al frente de Natural Way, una organización dedicada a la conservación de esta especie en peligro de extinción.
  • También trabaja con comunidades originarias establecidas alrededor del lago para involucrarlas en la protección de esta especie.

Jhazel Quispe creció prácticamente junto al Lago Titicaca. De niño acostumbraba jugar, junto con sus primos, en las orillas del inmenso lago ubicado en Puno, Perú, para explorar entre las plantas y buscar a los animales que lo habitaban.

Fueron estas experiencias —cuenta Quipse— las que lo llevaron a convertirse en biólogo. Ahora, lidera la organización Natural Way, en Puno, que tiene como eje central la conservación de especies en Peligro Crítico de extinción y, especialmente, la rana gigante del Titicaca (Telmatobius culeus).

Jhazel Quispe en pleno trabajo de campo en la selva de Madre de Dios. Foto: Archivo personal / Fauna Forever.

Su trabajo para conservar a esta especie involucra, además, a las comunidades originarias que viven en las orillas del Titicaca, para tratar juntos de evitar que las poblaciones de la rana gigante del Titicaca sigan disminuyendo.

En esta entrevista con Mongabay Latam, Quispe cuenta cómo terminó estudiando a esta rana, qué trabajos realiza con las comunidades y qué otras especies buscan salvar.

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Cuéntenos, ¿cómo se inició en el mundo de la ciencia?

La verdad, creo que ya estaba dentro de mi formación. Cuando era niño vivía muy cerca del Lago Titicaca, en la penúltima calle de la orilla del lago, de lo que era antes Puno. De niño, con mis primos, nos íbamos a jugar a la orilla del lago donde había pasto, totora y animales, que ahora ya no hay porque todo se ha urbanizado. Nos íbamos a buscar renacuajos, libélulas y peces. Me gustaba estar ahí, en contacto con la naturaleza. Hasta que descubrí la carrera de biología y la especialidad de ecología.

Reunión de capacitación en la comunidad de Perka Norte, a orillas del Lago Titicaca. Foto: Natural Way.

Entonces decidió estudiar biología

Estudié biología en la Universidad del Altiplano y me especialicé en ecología. Luego fui a trabajar a Puerto Maldonado, como voluntario en la Reserva Nacional de Tambopata. Lo hice porque como siempre viví en Puno, quería conocer la Amazonía y me impresionó bastante ver tanta vegetación. Cuando acabé la carrera ya tenía algo fijo, que tenía que irme a la Amazonía. Y eso hice, me fui a la selva para hacer una investigación con anfibios. Luego gané una beca con una organización inglesa que se llama TReeS (Tambopata Reserve Society) para hacer una investigación sobre cómo influye el clima en la abundancia y diversidad de los anuros. Terminada esta investigación me quedé como coordinador del área de herpetología en la organización Fauna Forever. Así descubrí más del mundo de la herpetología, que me gustaba mucho. Después de esta experiencia viajé a Costa Rica porque gané una beca para una pasantía en conservación de la tortuga marina.

De la selva se va al mar del Caribe

Si, me voy a Costa Rica, al Caribe, a trabajar con Ecology Project International con tortugas marinas, porque quería saber más sobre la conservación. En Fauna Forever nos enfocábamos más en investigación y a mí me interesaba saber cómo se se trabajaba en conservación con cuestiones sociales, con comunidades.

¿Eso existía en Costa Rica?

Sí, porque Ecology Project International trabajaba con tortugas marinas de cerca con las comunidades.

El proyecto Yanapamawa Kayra tiene como objetivo la elaboración de artesanía basada en la rana gigante del Titicaca. Foto: Natural Way.

 ¿Por eso decidió dejar los anfibios y viajar a Costa Rica?

Quería ver el lado de la conservación, cómo se trabaja con las comunidades, y cómo eran estos casos de éxito en conservación.

¿Pero había decidido ser herpetólogo?

Sí, cuando acabo la pasantía en Costa Rica me enfoco más en el desarrollo sostenible y la conservación, que es a lo que me dedico ahora, lo que se denomina conservacionista de carrera temprana, es decir, cuando recién empiezas a trabajar con especies en peligro de extinción. Por ejemplo, yo ahora trabajo con la rana gigante del Titicaca y con el zambullidor del Titicaca.

Pero bueno, después de todo este aprendizaje en Costa Rica regreso a Puno y con unos amigos formo la organización Natural Way para enfocarnos en la conservación de especies.

¿Así empezó a trabajar con la rana gigante del Titicaca?

Regresé a mi tierra con toda esa energía, y me invitaron a un taller regional sobre la conservación de la rana del Titicaca. Es ahí donde me doy cuenta de toda la problemática. Fue en ese taller que conocí al Denver Zoo, que ahora es uno de nuestros aliados. Después de ese taller decidimos, con unos amigos, formar Natural Way. Al mismo tiempo me convocaron para otro trabajo en Panamá con tortugas marinas, y me di cuenta que las amenazas de las especies allá no es muy diferente a las que tienen aquí: está el tráfico ilegal, el consumo humano, la falta de educación ambiental. Por lo tanto, los proyectos son una lección tanto para las especies que tenemos acá como las que hay en otros lugares. Por ejemplo, las personas que viven aquí no conocen esta especie. Hay un desconocimiento muy fuerte de la rana del Titicaca y también de otras especies como el zambullidor del Titicaca.

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En busca de la Telmatobius culeus

Hablemos de las investigaciones sobre la rana gigante del Titicaca. ¿Qué descubrió en esos estudios?

Cuando conozco a Denver Zoo, me invitan a formar parte de una investigación, una evaluación poblacional de la rana, un esfuerzo después de más de 15 años que no se había hecho investigaciones en el Lago Titicaca. Lo que hicimos fue recorrer 17 puntos en el lago y tratamos de estandarizar metodologías. Las últimas investigaciones que se habían hecho para esta rana no tenían una metodología muy bien definida. Y tampoco del lado boliviano, aunque hay más investigaciones no había una metodología estandarizada.

RanaNoel en el taller de educación en la comunidad de Karana. Foto: Natural Way.

Por lo tanto, no podíamos comparar ni saber cómo estaba la especie en cuestiones poblacionales. Lo que hicimos fue tratar de estandarizar la metodología de transectos lineales acuáticos. Un transecto es una unidad de muestreo: cien metros de extensión por dos metros de ancho de banda en un área, bajo el agua, en el sustrato, porque las ranas siempre las encontramos en el sustrato, no están en la superficie.

¿Y que descubrieron con esta investigación?

Esta primera experiencia con Denver Zoo que fue en 17 puntos alrededor del lago Titicaca, en la zona peruana, nos permitió conocer  la abundancia relativa de la especie en esos sitios. También logramos identificar que en cada lugar varía mucho la especie con respecto a otro sitio. No se podría evaluar una zona del lago y extrapolarlo a todo el lago. Vimos que en algunos puntos había ranas y en otros no había nada.

¿Continuaron otras investigaciones?

Esta primera investigación fue una base porque los lugares que evaluamos fueron sitios históricos de hace 15 años para saber si aún había presencia de la especie y nos dimos cuenta de que en la mayoría de puntos ya no había, no se registraban ranas.

¿Se habían extinguido?

Esa fue la base para determinar, por ejemplo, que un punto donde trabajamos ahora, que es Perka Norte, tenía una gran cantidad de ranas. Había lugares donde hacíamos transectos de cien metros y encontrábamos una o dos, hasta cuatro ranas como máximo. Pero en esta localidad llegaban hasta 15 o 16 en un solo transecto de cien metros. Encontrar este punto fue una alegría grande para nosotros, porque todavía hay esperanza para la especie. Y nos enfocamos en esa comunidad, en Perka Norte. Ahí iniciamos el esfuerzo de conservación desde el 2017. En ese mismo lugar iniciamos otra investigación para tratar de estimar la población que había en esa área.

Liberación del zambullidor del Titicaca. Foto: Natural Way.

Mejoramos la metodología que habíamos utilizado y lo que hicimos fue hundir los transectos como se hace en los arrecifes en el mar. Se hunden, se fijan en el sustrato, en el fondo del agua y eso se queda todo el año para hacer monitoreo y repeticiones del mismo transecto. Instalamos dos transectos en Perka Norte, pero al mismo tiempo buscábamos involucrar a la comunidad. Entonces empezamos capacitándolos para que puedan asistirnos en la investigación de densidad poblacional de esa área. Los capacitamos en primeros auxilios, porque hacíamos buceo a pulmón y necesitábamos personas que nos asistan. La comunidad se ofreció y estaba muy alegre, muy entusiasmada, pues nunca había ido a visitar esa zona. Nos ayudaron a tomar algunos datos y se involucraron completamente.

¿Cuáles fueron los resultados de esa investigación?

Obtuvimos datos más reales de lo que significaba el número poblacional de ranas en esta área. Eso es lo que presentamos el año pasado en el Congreso de Conservación Biológica de Denver en Estados Unidos. Uno de los resultados más importantes es que tenemos un aproximado de 44 633 ranas en 39.27 hectáreas, casi 45 mil ranas en 40 hectáreas en esta zona del litoral de directa influencia de la comunidad de Perka Norte.

¿Hacen un monitoreo constante?

Se hizo en el 2017 y el 2018. En el 2020 no pudimos hacer nada por la pandemia, porque no podíamos entrar a la comunidad. Para el 2022 vamos a retomar y hemos buscado nuevos fondos para para poder continuar con esta investigación. Gracias a esta logramos tratar otros temas como educación y desarrollo sostenible.

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En encuentro con la comunidad de Perka Norte

¿Cuál es el trabajo de Natural Way con la comunidad?

Lo primero que hicimos fue involucrar a la comunidad porque no sabían realmente qué significaba esta especie. Cuando ya estaban más involucrados empezamos con talleres de educación para los niños. Por ejemplo, hay un tema muy grande en el Altiplano y es que a esta rana se le considera fea o de aspecto desagradable.

La comunidad de Perka Norte trabaja para la conservación de la rana gigante del la ribera del Lago Titicaca. Foto: Natural Way.

Los niños no querían a esa rana y era porque los adultos les inculcaban miedo. Por ejemplo, les decían que si no comían se iban a convertir en la rana. Entonces pensábamos que cuando los niños crezcan a la primera oportunidad que tengan van a vender las ranas. Porque uno de los problemas más grandes que tiene la especie es el tráfico ilegal. Entonces lo que hicimos fue ver el aspecto social, porque en la zona del Altiplano, la mayoría de comunidades alrededor del lago Titicaca están en pobreza o pobreza extrema. Entonces combinamos una festividad como la Navidad con los niños y con la rana a través de un personaje que se llama Rananoel. Creamos un programa de educación con una figura que representa a la rana y le pusimos el traje de Papá Noel. El programa trata en esa época navideña de poder abrir su mente.

Buscaban que dejen de tenerle miedo a la rana

Sí, crear una conexión con ellas. Desde el 2017 estamos haciendo esto y es genial, porque los niños que viven en condiciones de pobreza no conocían la Navidad. La primera vez que llegamos lo hicimos como un día de juegos basado en la rana gigante y cómo escapa de la trucha. Tratamos de que los niños jueguen con Rananoel, y compartir una chocolatada y panetón. El programa se llama Rananoel creando pequeños guardianes de la rana. El 2019 y 2020 hemos llegado a otras tres comunidades que también tienen influencia de esta especie. Y hemos logrado recoger opiniones de los padres que nos comentan que sus hijos estaban tan felices que les decían “ya quiero que sea mañana para ver a la rana”.

Entonces los niños se están involucrando con la rana ¿Y tienen otros proyectos que vayan en este camino?

Sí. Otro de los proyectos de educación lo hicimos con una productora de vídeos medioambientales. El documental se llama Nobody loves me y gracias a ese video llegamos a universidades, instituciones, o hacemos eventos en las plazas para presentar el video de la rana gigante, a la que prácticamente nadie la ama como dice el título. Grabamos en Perka Norte y con el video se aprendió mucho porque se creía que la extracción de rana o el consumo de la rana en jugos era algo cultural, pero no es así, porque cuando llegamos a las comunidades que viven en la orilla del lago donde hay presencia de ranas, lo primero que ellos dicen es que no la consumen y tampoco la consumirían en jugo porque ellos no tienen licuadora. Las comunidades se ríen de esa creencia y no saben de dónde salió.

La ceremonia de la lluvia registrada en el documental Nobody loves me. Foto: Natural Way.

Entonces esta práctica de elaborar licuados con ranas no surge en las comunidades.

No, pero si hay un ritual que hacen con la rana que es el ‘llamado de lluvia’. La comunidad de Perka Norte aún hace este ritual una vez al año, antes de la siembra porque quieren asegurar de que la lluvia llegue cuando ellos siembran. En el video vimos que la comunidad sacaba la rana del lago y sabían que solo vivía bajo el agua y podía llamar al agua. Sacan dos o tres individuos de esta especie en una bandeja de agua y las llevan a un apu, un cerro sagrado, y hacen esta ceremonia de llamar a la lluvia antes de su siembra.

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Una especie en peligro de extinción

¿Cuáles son las mayores amenazas para la rana del Titicaca?

Hay dos amenazas: la contaminación y la extracción de la rana para venta en jugos. También está la introducción de especies exóticas. Por ejemplo, en el lago se ha introducido la trucha y el pejerrey, especies netamente carnívoras y que compiten y desplazan a la rana. Hay investigaciones que indican que estos peces comen ranas, las más pequeñas. Pero para las más grandes son la contaminación y la extracción.

El documental se grabó en la comunidad de Perka Norte. Foto: Natural Way.

¿Están en Peligro Crítico?

En la UICN [Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza] la categorizan En Peligro. Estuvo en Peligro Crítico, pero el año pasado la bajaron de categoría porque no había muchas evidencias de cuánto había disminuido las poblaciones. Sin embrago, en Perú está en Peligro Crítico, que creo es la correcta clasificación porque las amenazas son muy grandes. Se extraen miles de ranas y la contaminación en el lago Titicaca, que es su único hogar, está creciendo. El peligro que desaparezca la rana gigante del Titicaca es muy grande y se puede dar en el corto plazo.

Y la comunidad es esencial para su protección…

También tratamos de ver el lado social. La comunidad está en condiciones de pobreza y tratamos de darles oportunidades para que se beneficien. Por eso hemos implementado dos proyectos, uno de ellos es un emprendimiento con las mujeres del lago, las mujeres de esa comunidad que hacen artesanías inspiradas en la rana y nosotros tratamos de conectarlas con proveedores para que compren. También tenemos un programa que se llama VAC, ‘Vive, aprende y conserva’, enfocado en universidades. En este proyecto, los estudiantes de universidades viajan a la comunidad que ofrece servicios de alojamiento y de alimentación. También tenemos un plan de vigilancia en el área y cuando ven un bote desconocido que creen que están extrayendo rana, nos avisan. Hemos tenido avisos y la misma comunidad está implementando sus reglas.

Cuéntenme un poco del zambullidor del Titicaca

La iniciativa del zambullidor del Titicaca (Rollandia microptera) la empezamos en el 2019. La amenaza más grande para esta especie, que también es endémica y única, es la pesca artesanal. Por ejemplo, cuando los pobladores ponen sus mallas, los zambullidores se sumergen, se enredan y mueren. Hemos empezado un proyecto de investigación con la comunidad de Karana, sobre todo a los pescadores artesanales. Y bueno, por ejemplo, la primera sorpresa que nos dieron los pescadores  es que ellos no querían a esta especie. Dicen que cuando veían a un zambullidor en su red esta se malograba o no había pesca, por lo tanto, no había comida. Tenían rencor a esa especie y si la veían muriendo, la dejaban, no querían involucrarse con la especie. Hicimos muchas capacitaciones y algunos de los pescadores se llegaron a involucrar.

Jhazel Quispe durante la primera exploración subacuática en la comunidad de Perka Norte. Foto: Natural Way.

La iniciativa es saber cómo está la población y cuál es el impacto que tienen los pescadores en la especie y tratar de dar una alternativa sostenible. Una de ellas es, por ejemplo, el ecoturismo o el avistamiento de aves, pues esta área no está contaminada y tiene otras especies de aves. Creemos que el programa está funcionando porque el año pasado, en enero de 2020, uno de los pescadores rescató un zambullidor que cayó en sus redes y lo protegió hasta que llegamos. Creo que es la primera experiencia en la que un pescador libera un zambullidor. Fuimos al lago y el pescador fue quien lo liberó.

¿Cuáles son los planes a futuro?

Hay muchas cosas. Por ejemplo, la metodología que usamos se utilizará en un proyecto del PNUD [Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo] para conocer el estado poblacional de la rana del Titicaca. Se hará un estudio poblacional de todo el lago y un estudio genético. Es un estudio entre Perú y Bolivia en el que participan varias organizaciones: la Fundación de Ciencias de Bolivia, el Centro K’ayra, Natural Way, Denver Zoo y la Universidad Peruana Cayetano Heredia. También queremos replicar la experiencia de la comunidad Perka Norte en otras comunidades que tienen una cantidad grande de ranas. Queremos que las comunidades se involucren tanto con el lago como con la rana. Si no hay lago no hay ranas.

Imagen principal: Jhazel Quispe en el Lago Titicaca. Foto: Natural Way.

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