- La Asociación Yarumo Blanco era el operador de ecoturismo comunitario más exitoso en Colombia. El fin del contrato que tenía con Parques Nacionales lleva a que los expertos piensen que existe una intención por desmontar estos programas en otras áreas protegidas del país para luego dárselos a empresas privadas.
- Jaime Andrés Loaiza, miembro de la Junta Directiva de Yarumo Blanco, habla del impacto para la calidad de vida de las comunidades vulnerables de la zona de influencia del área protegida y de lo que habría detrás de esta decisión que causó bastante malestar en el sector ambiental colombiano.
Hace pocos días, Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNN) anunció el fin del contrato de ecoturismo comunitario con la Asociación Yarumo Blanco en el Santuario de Fauna y Flora Otún Quimbaya, en el municipio de Pereira, departamento de Risaralda.
El asunto causó controversia en el sector ambiental del país pues el modelo de gestión de la asociación ha sido reconocido varias veces a nivel nacional e internacional. Además, hay temor de que ocurra lo mismo con otros procesos comunitarios en los parques nacionales Utría, Los Nevados, Cueva de los Guácharos, Corales del Rosario y San Bernardo, El Cocuy, Chingaza y en el Santuario de Flora y Fauna Iguaque.
Según PNN, Yarumo Blanco no pudo aceptar una nueva prórroga a su contrato porque esto implicaba dos condiciones nuevas: que se mejorara el porcentaje de ingreso que recibe PNN, que va destinado al fondo para fortalecer las áreas protegidas (FONAP), y que se mejorara la infraestructura en el Santuario Otún Quimbaya.
Sin embargo, Jaime Andrés Loaiza asegura que las nuevas condiciones de la entidad ambiental estaban hechas para que ellos desistieran de la operación ecoturística. En entrevista con Mongabay Latam, Loaiza habla de los logros y reconocimientos que la Asociación ha recibido a lo largo de más de 10 años, de cómo se convirtieron en un ejemplo de turismo comunitario a nivel nacional e internacional y de los posibles intereses que hay detrás de su salida del Santuario Otún Quimbaya.

¿Cómo surgió Yarumo Blanco?
Jaime Andrés Loaiza (J.A.L.): Somos un proceso antiguo que empezó entre el año 2000 y 2002, promovido por Parques Nacionales que en su momento tenía otras políticas para el manejo del ecoturismo en las áreas protegidas. Ellos motivaron a que las comunidades nos organizáramos. Los jóvenes nos formamos en la parte de interpretación ambiental y las madres cabeza de familia en la parte de restaurantes. En ese entonces era una relación informal, que dependía más de la voluntad del director del parque de ese momento. Ya en el 2005 nacen las concesiones ecoturísticas y la que operaba en Otún Quimbaya fracasa. Ellos [Parques] crean el programa de ecoturismo comunitario, en el 2009 conformamos como tal la Asociación y firmamos un contrato a 10 años.
Biólogos y ambientalistas colombianos destacan el éxito en la gestión de Yarumo Blanco y han manifestado su molestia por el fin del contrato…
J.A.L.: Nuestro proceso fue exitoso porque muchos de nosotros somos profesionales de Turismo y otros tenemos carrera en Administración del Medioambiente. Todo ese conocimiento lo pusimos en práctica, tuvimos un reconocimiento en el 2014 con el Premio Nacional de Turismo Sostenible; en 2017, 2018 y 2019 estuvimos en el Top 100 Green Destination, implementamos la norma NTS002 [que especifica los requisitos de sostenibilidad ambiental, sociocultural y económica para los establecimientos de alojamiento sostenible en Colombia] e implementamos una norma internacional que se llama TourCert con enfoque comunitario. Todo iba muy bien hasta que llegó la pandemia.
Cuando el contrato finaliza en 2019, empezamos a hacer prórrogas, hasta que entra a la entidad el nuevo director Orlando Molano, que no tiene nada que ver con el tema ambiental. Se empieza a tejer una agenda política que desconocemos pero de la que somos víctimas. El 7 de julio se acaba la última prórroga y se decide desmontar el programa de ecoturismo comunitario.
¿Les hicieron una nueva propuesta?
J.A.L.: Nos hicieron una propuesta financiera que sabían que íbamos a rechazar porque Otún Quimbaya ha sido como uno de los patitos feos de los parques nacionales. No es tan llamativo, nuestro mercado era más enfocado en el sector académico, los colegios y en los observadores de aves porque en una zona del parque es relativamente fácil ver a la pava caucana (Penelope perspicax) [un ave endémica de los bosques nubosos de los departamentos de Cauca, Valle del Cauca, Risaralda y Quindío y catalogada como En Peligro de extinción según la Lista Roja de la UICN]. Cuando nos hacen la propuesta no nos queda otra opción que decir que no. Hicimos contrapropuestas pero ellos no cedieron, desconocieron nuestros argumentos sobre el impacto de la pandemia y los paros en el turismo. Era evidente la intención de hacernos renunciar para no llevarse la mala prensa y decir que nosotros desistimos y decidimos entregar el parque.

Pero, ¿en qué consistía la propuesta?, ¿por qué tuvieron que rechazarla?
J.A.L.: Los excedentes que podíamos darle a Parques Nacionales nunca fueron representativos para ellos. El mejor año que tuvimos fue el 2017, cuando pudimos darle a la entidad el 1 % de las ventas brutas y dejamos un 3 % para la Asociación [el 96 % restante se destinaba al pago de sueldos, costos y gastos de la operación ecoturística]. Eso sin contar con las entradas al Santuario que siempre han sido ingresos que recibe Parques Nacionales. La propuesta de ellos era que les diéramos el 10 % de las ventas brutas, algo imposible para nosotros. Nuestra contrapropuesta era darles máximo el 5 % y eso que con un alto riesgo para Yarumo Blanco porque en temporada baja siempre se pierde y lo que hacemos es tratar de mantener una reserva luego de que pasa la temporada alta. Finalmente, ellos no aceptaron.
Parques nos dijo que las áreas protegidas necesitan autofinanciar sus programas de conservación, lo cual es válido pero absurdo en términos financieros para una organización como nosotros. Nos pusieron a conversar con abogados y financieros que no tienen idea de turismo y a los que no les importó la pandemia ni los paros. Cuando vimos que la intención era que nos fuéramos, decidimos desistir.
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El jefe de la oficina jurídica de Parques Nacionales le dijo al diario El Espectador que, en el transcurso de 10 años, iniciativas como Yarumo Blanco dejan de ser comunitarias y se convierten en verdaderas empresas…
J.A.L.: En el 2009 nosotros arrancamos con ventas de 150 millones de pesos [aproximadamente 39 000 dólares al año] y en el 2019 cerramos con 1000 millones de pesos en ventas [cerca de 259 000 dólares]. Fueron casi 10 años para alcanzar sostenibilidad financiera, para que fuera un negocio próspero. Lo que hacíamos cada año era tratar de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores con las ganancias que obteníamos. Muchos de nosotros arrancamos sin contrato, luego pasamos a contrato de prestación de servicios y después de mucho tiempo lo que pudimos hacer fue contratos laborales más estables para las señoras de la cocina y los guías. Yarumo Blanco estaba conformada por unas 50 familias de la zona de influencia del Santuario Otún Quimbaya, pero después de la pandemia quedamos 30.

¿Ya entregaron el parque?
J.A.L.: El mismo 7 de julio se entregó el parque, estamos en la fase de liquidación y debemos devolver unos inventarios. Por ahora hay una medida transitoria, si llega un turista que quiere hacer recorridos, los contratistas de Parques Nacionales lo reciben de pasadía y solo paga la tarifa de entrada al parque. Por ahora no hay servicio de alojamiento ni de restaurante.
¿Entonces Yarumo Blanco desaparecerá?
J.A.L.: La asociación continúa. Logramos establecer un convenio con Aguas y Aguas de Pereira [empresa de acueducto de la ciudad] que tiene predios en conservación y con la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (Carder) que también tiene áreas en conservación y unos programas de monitoreo comunitario, prevención, vigilancia, control y educación ambiental. Seguimos presentes en la cuenca. Con Aguas y Aguas estamos administrando el atractivo de la cascada Los Frailes, pero ahí solo se generan 10 puestos de trabajo y opera únicamente los fines de semana. Con la Carder estamos los de la junta directiva, es un contrato con actividades técnicas de tipo administrativo y manejo del parque regional Ucumarí. Pero el Santuario Otún Quimbaya era el eje central debido al hotel, eso nos ayudaba a generar flujo de caja para sostener la nómina.
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¿Qué le puede esperar a otras concesiones?
J.A.L.: Lo que pueda pasar todavía es especulación, pero otros pares de nosotros como Corpochingaza, Cueva de los Guácharos o la Unión Temporal Los Nevados, están completamente desconcertados. La conclusión es que si desmontaron el proceso más exitoso de ecoturismo comunitario de Parques Nacionales, que era Yarumo Blanco, ¿qué se puede esperar de los demás, sobre todo de aquellos que apenas están empezando? Es una amenaza que se le suma a la pandemia y a los paros, que no han permitido que el turismo levante cabeza.

¿Ustedes sienten que estaban haciendo las cosas bien?
J.A.L.: El parque lo manteníamos ‘full’ de infraestructura, zonas verdes con la implementación de la norma de sostenibilidad y teníamos procesos responsables de generación de residuos. Nos esforzamos mucho porque somos unos convencidos de que las comunidades pueden crear empresa y generar desarrollo. Los reconocimientos que nos han dado eran prueba de ello y una muestra de que es un modelo muy pertinente para la administración de las áreas protegidas. En ningún momento el parque se volvió masivo ni se implementaron actividades en contra de los recursos naturales, las especies o los procesos de conservación. Sería muy preocupante si el objetivo es un modelo de concesión privada donde se busque la masividad, implementar actividades que menoscaben los recursos naturales o la dignidad de nuestras comunidades.
¿Qué piensan las comunidades sobre el fin del contrato con Parques Nacionales?
J.A.L.: Hemos visto una gran preocupación en toda la comunidad del corregimiento La Florida. Lo sienten como una derrota al proceso comunitario, como una desarticulación al proceso tan ejemplar que se llevaba en la cuenca del río Otún y que se había convertido en un modelo que inspiró a otras iniciativas a nivel nacional.
Más allá de que se haya acabado el trabajo, es un golpe a lo que representaba que una comunidad fuera dueña de su propio destino. Arrebataron el sueño que tenía una comunidad de poderse desarrollar y proyectarse desde sus propios líderes. No es igual ser empleado de empresa privada a ser el que administre y gerencie su propio patrimonio natural. Duele que 10 años de nuestro trabajo se hayan tirado a la basura.
*Imagen principal: Integrantes de Yarumo Blanco reciben por cuarta vez la certificación del Santuario de Fauna y Flora de Otún Quimbaya como uno de los Top 100 Green Destinations en 2018. Foto: cortesía Yarumo Blanco.
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