- Después de casi dos décadas en la primera línea de la lucha por la defensa de los derechos de los animales, Andrea Padilla, nacida en Bogotá, consiguió un puesto en el ayuntamiento de la capital de Colombia.
- Padilla consiguió la victoria el pasado octubre gracias a miles de votos de los activistas por los derechos de los animales de Bogotá, muchos de ellos vegetarianos que tienen mascotas.
- En una entrevista con Mongabay, Padilla habló de sus orígenes como activista, el momento en que dejó de comer carne, su llegada al ayuntamiento, qué hacer con los hipopótamos de Pablo Escobar y cómo planea utilizar su poder político.
BOGOTÁ.- Andrea Padilla, de 42 años, es concejala del ayuntamiento de Bogotá. Tiene un doctorado en derecho, dos másteres en criminología y filosofía y la carrera de psicología. Su tesis doctoral defiende que los derechos de los animales en Latinoamérica deberían estar protegidos legalmente.
Padilla habló con Mongabay recientemente desde su casa en Bogotá, que describió como un lugar lleno de animales porque suele rescatar gatos. Además de ser funcionaria electa, Padilla coordina CER Gatos, una organización de voluntarios que apuesta por el rescate de gatos sin hogar en Bogotá. Padilla también es profesora de universidad, vegana y escritora. Su primer libro de no ficción será publicado en un año.
Mongabay: ¿Cómo se describe a sí misma?
Andrea Padilla: Soy una activista por los derechos de los animales que ha dado el salto a la política electoral. Digo política electoral y no política porque mi vida ya era política. Todo lo que alguien hace como parte de una causa o un movimiento es político. Creo que una vez que alguien forja un papel de liderazgo, y tiene un compromiso profundo con un tema, esa persona debería participar en el proceso de toma de decisiones y dejar de delegar ese poder a otros.
Empecé como una de esas personas semidesnudas en las calles, manifestándome, actuando. Organizaba manifestaciones. Los políticos me cerraban la puerta en las narices cuando acudía a ellos en busca de ayuda. Eso fue hace años, cuando se reían de nosotros y no consideraban que tuviéramos ningún grado de seriedad o importancia. Empecé, como muchos, adoptando perros y gatos, siendo voluntaria en un refugio los fines de semana.
Cuéntenos más de esas primeras experiencias formativas.
Que me cerraran todas esas puertas en la cara fue una experiencia formativa. Ver que la mayoría de políticos no luchan por las causas fue formativo. Es fácil sentir indignación con la política en un país como Colombia, con tanta corrupción y clientelismo.
Un día, una gata llegó a mi vida. La llamamos Mayo porque llegó en mayo. Nunca había tenido un gato, siempre había tenido perros. Esta gata cambió mi vida. Esta gata fue una revelación, porque un día estaba cocinando pollo y Mayo estaba a mi lado en la encimera y mientras sostenía el pollo, noté su zarpa. Y pensé para mí misma “la pata de este pollo es igual que el pie de Mayo, los mismos huesos, los mismos músculos, es el mismo animal, el mismo ser”. Ese día me hice vegetariana.
Más tarde empecé a participar en PETA. Me enviaban paquetes por correo con cintas en VHS, panfletos, carteles. Eso fue mucho antes de que internet fuera tan importante, pero recuerdo ver los vídeos y pensar “¡el día que la gente vea esto, habrá un cambio de conciencia!”.
¿Qué imágenes le sorprendieron más?
Los mataderos y los laboratorios en los que prueban cosméticos en los animales.
¿Y ahora es miembro del ayuntamiento de Bogotá?
Correcto. Fui elegida democráticamente en 2020 con 23 749 votos. Y gasté menos de 4000 $ en la campaña. Creo que es una de las campañas más baratas de la historia.
Como defensora de los derechos de los animales convertida en política, ¿quién son sus votantes?
Diría que el 80 % o así son dueños de mascotas y probablemente una cifra parecida, quizás un poco más baja, son vegetarianos. Hace poco vi un estudio que decía que el 70 % de los hogares en Bogotá tienen al menos un animal no humano. Eso es increíble. Otra tendencia importante es que mucha gente joven no quiere tener hijos. Consideran a su pareja y su mascota su familia real. Ahora tenemos familias multiespecie.
¿Cuál cree que es el núcleo del movimiento por los derechos de los animales? ¿Por qué se unió?
Cuando excluimos a los animales y los discriminamos porque son de otra especie y pensamos que está bien someterlos a crueldad y sufrimiento porque no hablan como nosotros, razonan como nosotros, sienten, piensan, se comunican, caminan o viven como nosotros, generamos exclusión y maldad mediante dolor y sufrimiento. Me interesé en esta causa porque creo que es la base de la bondad y la compasión en el mundo.
Recibe críticas de prácticamente todo el mundo. Los activistas por los derechos de los animales la critican por no ser suficientemente radical. Muchos ambientalistas o conservacionistas tradicionales la critican por preocuparse demasiado por los animales domésticos y mascotas y no lo suficiente por la vida silvestre nativa. Por ejemplo, ¿qué vamos a hacer con el dato de que los gatos salvajes y domésticos matan a miles de millones de aves silvestres cada año?
Dentro del movimiento se me critica porque no soy lo suficientemente radical. Y reconozco que a veces soy pragmática, pragmática de forma calculadora, terriblemente pragmática. Pero la vida es corta, los recursos son escasos y los problemas numerosos. Por ejemplo, la tauromaquia en Bogotá. La gente se enfadó porque la tauromaquia no se prohibió por completo. No tenemos la autoridad para prohibirla, pero podemos regularla. Acortamos la temporada de ocho fechas a tres. Aumentamos los impuestos. Prohibimos algunas de las prácticas crueles que se utilizan para pinchar y picar a los animales. Prohibimos que se matara a los toros en la plaza. Y pedimos a los organizadores que incluyeran información sobre el sufrimiento animal cuando publicitaran los eventos. Para mí eso es una victoria. Hemos hecho que el espectáculo sea más caro, menos atractivo y, en cuestión de pragmatismo, casi lo hemos eliminado.
Muchos ambientalistas me critican por solo preocuparme por animales individuales y no por las especies, las poblaciones o los ecosistemas. Eso también es falso. Me preocupan los ecosistemas y proteger a las especies y poblaciones nativas y salvajes. En el caso de los gatos domésticos que matan pájaros, lo cual creo que es un gran problema, tenemos que garantizar que nuestros gatos son casi por completo animales de interior. Todos tenemos que hacer sacrificios y ese es uno que podemos hacer. Los gatos tienen que vivir principalmente dentro. Si están fuera, tendría que ser en un entorno gestionado y con supervisión estrecha. En el caso de los gatos y los perros que viven en humedales, como sucede en Bogotá, deben ser retirados.
También hay una solución para los gatos salvajes. En Barcelona y en otros sitios, las poblaciones salvajes son esterilizadas y después liberadas en recintos con enriquecimiento. Los espacios son gestionados por las autoridades municipales en colaboración con organizaciones no lucrativas y otras entidades.
Otro asunto polémico que está recibiendo mucha atención en Colombia y en todo el mundo es el tema de los hipopótamos de Pablo Escobar y su impacto en la biodiversidad nativa de Colombia. ¿Cómo llegamos hasta ahí y por qué discuten los activistas por los derechos de los animales y los ambientalistas?
La situación es que durante los 80, el narcotraficante Pablo Escobar trajo hipopótamos a Colombia, obviamente con toda la complicidad del estado que se pueda imaginar, porque si no, ¿cómo traes cuatro hipopótamos a Colombia? Si las autoridades hubieran sabido lo que hacían desde el principio, podrían haber castrado al macho y los hipopótamos nunca se habrían reproducido. Pero como se durmieron en los laureles, como siempre hacen, para mediados de los 90 había unos 16 animales y creo que tres escaparon. Se calcula que hoy hay 80 ejemplares, probablemente más, porque es posible que la gente esté criando hipopótamos en sus granjas en cautiverio.
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Una de las cosas que pasó como parte de esta saga es que en 2009, el Ministerio de Ambiente y la autoridad ambiental regional Cornare (Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare) concedieron permisos a cazadores de una fundación local para “capturar” a los hipopótamos que se escaparon, lo que por supuesto significaba que estos tipos iban a salir y empezar a dispararles.
Así que salen y matan a un hipopótamo enorme que se llama Pepe. Después de matarlo, se les ocurre hacerse una foto posando con Pepe para mostrar su proeza heroica. Esto generó indignación pública. Y me hizo darme cuenta de que quizás en Colombia hay más empatía de la que pensaba. Por lo menos hay un cierto rechazo a esta actitud vergonzosa que dice que está bien posar con un animal muerto como trofeo. La indignación llevó a la decisión jurídica de detener lo que habría sido la exterminación masiva de los animales.
Comprendo y comparto las preocupaciones de la gente sobre la importancia de los ecosistemas y las especies nativas. La conservación de la naturaleza merece la máxima atención de todos. Lo que me parece moralmente inaceptable es que no iba siquiera a haber un debate. Una de las cosas buenas sobre el alboroto en nombre de los derechos de los animales es que ha hecho que los ambientalistas —los que gritaban “¡maten a los hipopótamos!”— moderen sus gritos de guerra y se sienten a debatir. Eso es una victoria. No vamos a tener una matanza masiva, vamos a tener un debate con una solución mixta.
¿Cuál es la solución mixta?
Estamos hablando de tres opciones, una combinación que creo que funcionará. Primero, la esterilización. Tanto quirúrgica como química. Como la opción química se tiene que readministrar, la solución quirúrgica es mejor a largo plazo. Segundo, algún tipo de espacio natural cerrado.
¿Un parque de hipopótamos?
Podría ser una especie de parque de hipopótamos, sí. Y, tercero, tendríamos que sacrificar algunos. Esta solución mixta nos permite controlar su reproducción e índice de natalidad, controlar su distribución geográfica y reducir el sufrimiento para los animales y los humanos, porque no olvidemos que hay una población humana que se beneficia de estos animales mediante el turismo. Pero sí, habrá que matar algunos. Con suerte, los menos posibles, y después de que todas las otras opciones viables se hayan agotado, pero en algunos casos, tiene que hacerse. Todos tenemos que hacer concesiones.
Aunque usted despierta la ira de muchos ambientalistas, sus victorias legislativas y propuestas están reduciendo el comercio de vida silvestre y abordando el cambio climático, ¿correcto?
Sí. En enero de este año aprobamos una medida que prohíbe la venta de animales vivos, lo cual incluye aves en jaulas, en cualquiera de los cinco mercados públicos de la ciudad. Durante años, las condiciones horrendas de estos mercados me atormentaron por los riesgos que generan para la salud humana y el bienestar animal.
También hay que destacar que en un año, la venta de aves enjauladas en Bogotá estará prohibida en cualquier parte de la ciudad. Y que también hemos aumentado la financiación y mejorado las instalaciones para la rehabilitación de vida silvestre en Bogotá.
En cuanto al clima, a finales de este último año, aprobamos un proyecto para declarar la emergencia climática en Bogotá. Además de mejorar la flota del Transmilenio con vehículos eléctricos y dar otros pasos, dijimos: “¿qué pasa con el consumo de carne?”. Eso recibió oposición. Y antes de darnos cuenta, estábamos hablando de soluciones como: utilizar pajitas de papel; darse duchas más cortas; no ir en coche tan a menudo, etc, etc. Todas estas cosas están muy bien, pero venga ya. La agricultura animal y el consumo de carne son los principales impulsores del cambio climático y la deforestación. Como capital con millones de personas que toman millones de decisiones cada día, podemos hacer algo.
Así que insertamos dos artículos en el acuerdo climático. El primero es para el desarrollo de un programa de menúes ético, sano y sostenible para todas las entidades públicas. El programa reduce el consumo de carne con la oferta de alternativas vegetarianas y veganas en todas las funciones y entidades públicas (como escuelas y centros penitenciarios) en el distrito. También introduce un plan de estudios en las escuelas para que los niños aprendan sobre las emisiones de carbono y los impactos ambientales de criar animales para consumo humano. Y que, sí, en el proceso de cría, transporte y matanza esos animales sufren.
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El segundo es un programa que se llama “Lunes sin carne”. La idea es que el distrito genere campañas para que la gente sea más consciente de estos asuntos, que comer animales impulsa el cambio climático, impulsa la deforestación, la pérdida de biodiversidad, y causa sufrimiento.
¿Y es una decisión voluntaria para la gente si quieren comer carne los lunes o enviarán a gente a la cárcel si lo hacen?
Cien por cien voluntaria. No vamos a prohibir el consumo de carne los lunes ni enviar a nadie a la cárcel. Estamos educando a la gente sobre los beneficios de dejar la carne un día a la semana, y si quieren hacerlo, es su decisión.
Usted y los activistas por los derechos humanos en Colombia son una fuerza política reconocida. ¿Cómo utilizará esa fuerza en las próximas elecciones presidenciales y más adelante?
Ahora estamos esperando una decisión legal sobre el desarrollo de protección animal a nivel nacional. Esto es algo que está establecido en el Plan de Desarrollo Nacional del Presidente Iván Duque. Pero como estos tipos han estado dándole vueltas a esto dos años, no ha pasado nada. Así que tuvimos que presentar una queja contra ellos y esperamos su respuesta.
En cuanto a las elecciones, pertenezco a Alianza Verde. Creo que es mi papel desarrollar el plan de derechos animales del partido.
¿La Alianza Verde tendrá un plan de derechos animales?
Debemos tenerla. ¿Cómo podemos ser la Alianza Verde sin una estrategia de derechos de los animales? Hasta ahora, la discusión a nivel nacional ha sido muy floja. Es mi obligación cambiarlo. Los derechos de los animales serán parte de nuestro ADN. Los derechos de los animales son importantes para los votantes, los medios están prestando atención y nuestra relevancia política aumenta a diario.
Gracias por su tiempo. ¿Algo más que quiera añadir?
Solo darte las gracias y que todo esto va de entender que todos tenemos un lugar en este mundo. Que todos queremos muchas de las mismas cosas: tener comida, agua, aire, sol, un sitio donde vivir, estar con los seres queridos, nuestras familias, estar a salvo. Saber que nuestra vida importa.
Imagen principal: Andrea Padilla en la Plaza de Toros de Bogotá. Imagen cortesía de Andrea Padilla.
Artículo original: https://news-mongabay-com.mongabay.com/2021/07/animal-rights-will-be-part-of-our-dna-qa-with-bogota-councilor-andrea-padilla/
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