- La población chileno-peruana de esta especie se encuentra en Peligro Crítico de extinción. Sin embargo, científicos creen que esto puede deberse a que el lugar donde las ballenas se congregan no ha sido aún descubierto.
- Una reciente expedición a la bahía de San Quintín, en el Golfo de Penas, confirmó la presencia de ballenas franca austral con crías.
- Mongabay Latam conversó con los científicos sobre la información que han logrado reunir en los últimos años y el desafío de explorar una de las zonas más aisladas del país donde las duras condiciones climáticas han mantenido al ser humano alejado.
Salieron desde Puerto Tranquilo a las siete de la mañana. Durante dos horas y media recorrieron una carretera de tierra dejando atrás esa pequeña localidad de la Patagonia chilena, el último asentamiento humano que verían durante la expedición. Bahía Exploradores los recibió con nieve y nubes bajas. Allí se embarcaron y navegaron durante tres horas hasta llegar a la laguna San Rafael, que es parte del parque nacional del mismo nombre y que abarca los 4200 kilómetros cuadrados de glaciares que conforman el campo de Hielo Norte. Al medio día, cargados con mochilas y equipos, comenzaron una caminata de dos horas más enterrando las piernas en los humedales del Istmo Ofqui hasta llegar al río San Tadeo donde se embarcaron nuevamente. Finalmente, después de dos horas más, llegaron hasta una playa de la bahía de San Quintín, en el Golfo de Penas.
Así fue como, tras 11 horas de viaje, los siete investigadores del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) y de la Fundación Aysén Mira al Mar, más cuatro guías especializados de la empresa Destino Patagonia, instalaron el campamento en uno de los lugares más remotos de la resquebrajada geografía de la región de Aysén. Allí donde nadie vive. El clima es tan duro que ni siquiera los más aguerridos colonos de estos australes confines del mundo han logrado dominar la zona. Tampoco lo han hecho los pescadores. El mar es bravo y nadie se aventura por esos lados.
Durante cinco días, aguantando lluvia, frío e incluso nieve, algunos de los investigadores se dedicaron a estudiar zonas arqueológicas, otros capturaron con un dron imágenes del bosque. Ana Anson, geógrafa de la Fundación Aysén Mira al Mar, y Tania Ponce de CIEP, se dedicaron a observar ballenas Franca Austral (Eubalaena australis).
Anson fue en representación de Carlos Olavarría, biólogo marino del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA), quien lleva años estudiando a estas ballenas y observando la posibilidad de que la bahía de San Quintín, en el Golfo de Penas, sea un importante lugar de crianza para estos animales.
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El primer hallazgo
El día más importante de la expedición fue el primero, asegura Anson. Desde la larga playa “nos pareció que habíamos visto algo hacia el este y decidimos ir hacia allá”, cuenta la investigadora. La decisión fue acertada porque no tardaron en ver a seis ballenas nadando hacia el oeste y “gracias a que estaban yendo en dirección contraria a nosotras, pudimos discernir claramente que eran individuos diferentes”, dice Anson. Contrario a las ballenas jorobadas, que pueden distinguirse unas de otras por las marcas en sus colas, las ballenas franca austral se diferencian por las callosidades que crecen en sus cabezas. Fue así que contaron cuatro adultos y dos crías.
Durante los cinco días que duró la expedición, las investigadoras lograron 11 avistamientos de ballenas jorobadas, pero debido a las difíciles condiciones climáticas no pudieron discernir con certeza si se trató cada vez de animales diferentes o de los mismos seis que vieron el primer día desde la playa.
La primera evidencia sobre la presencia de ballenas franca con crías en la bahía de San Quintín es del 2017. El hallazgo fue del operador turístico Daniel Torres, de Destino Patagonia, y fue él quien le envió las primeras fotografías a Carlos Olavarría. “Me mandó las fotos y me dijo mira lo que encontramos”, cuenta el investigador del Ceaza. “Eran más o menos 10 animales y al menos tres crías”, precisa.
La información emocionó a los científicos quienes, hasta hoy, saben muy poco sobre esta especie. ¿Cuántas hay realmente? ¿dónde se alimentan? ¿dónde se reproducen? Son interrogantes que se mantienen sin respuesta. El hallazgo de Torres arrojaba, por primera vez, evidencias para responder a la última interrogante. “Fue ahí que dijimos acá está el asunto, tenemos la primera evidencia”, cuenta Olavarría.
¿Estamos mirando en el lugar correcto?
Las ballenas franca austral que habitan en Chile y Perú corresponden a una población única de esta especie, es decir, tienen diferencias genéticas que las diferencian de aquellas que surcan los mares de Argentina, Brasil, Sudáfrica, Nueva Zelanda o Australia. La mala noticia es que se estima que solo quedan 50 individuos de esta población y, por lo mismo, se encuentra en Peligro Crítico de extinción según la Unión internacional para Conservación de la Naturaleza (UICN).
Olavarría, sin embargo, lleva años preguntándose si esa estimación será efectivamente correcta o si es que aquella cifra tan baja se debe a que, en realidad, los científicos no han encontrado el lugar donde estos animales se congregan. “¿Por qué en Chile hay tan pocas ballenas franca austral mientras que en Argentina, específicamente en Península Valdés, está lleno y hay toda una industria turística en torno a ellas? Es muy extraño ese contraste”, dice el experto.
Si bien es cierto que en Chile esta especie fue blanco de la caza en la época ballenera y que es posible que producto de ello aún no logre recuperarse, Olavarría no descarta que la ciencia haya estado mirando en el lugar equivocado. “¿Qué pasaría si no supiéramos nada de Península Valdés?”, se pregunta el biólogo marino, “voy a pensar que hay muy pocos animales, pero resulta que me estoy perdiendo de 3000 ballenas”, explica el experto.
Olavarría y el equipo de científicos del Ceaza se pusieron entonces a la tarea de analizar lo que ya se sabe sobre la reproducción de la ballena franca austral y a partir de ahí plantearon hipótesis.
Una de las características de las áreas de reproducción en otras poblaciones de esta especie es que están al sur, muy cerca de la costa y en bahías protegidas. A partir de ahí “deberíamos esperar que haya un área de reproducción al sur de Chile”, dice Olavarría, pero ¿dónde exactamente?
Los científicos descartaron que aquel lugar se encuentre en los canales y fiordos del sur del país donde se concentra la acuicultura “porque ya hubieran visto a las ballenas”, dice el biólogo. “Pero hay un solo lugar que aparece como una gran incógnita”, agrega. Ese lugar es el Golfo de Penas. “Ahí no hay asentamientos humanos, los barcos que pasan lo hacen de noche porque todos se marean y además pasan por el medio, nadie anda mirando por la costa”, dice el científico.
Además, el Golfo de Penas ha sido escenario de eventos extraordinarios que bien podrían haber pasado desapercibidos, pero que solo se ha sabido de ellos por casualidad. Es el caso del varamiento de 337 ballenas sei en 2015 que fue descubierto por Vreni Häussermann mientras se dirigía a bucear a los fiordos de la Península de Taitao, en el Golfo de Tres Montes.
Con todos esos antecedentes, Olavarría supuso que si había algún lugar donde podrían estar las ballena franca austral, ese lugar era el Golfo de Penas.
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Las pruebas reunidas
Entre los últimos días de agosto y comienzos de septiembre de 2018, un año después del descubrimiento de Daniel Torres, los científicos regresaron a la Bahía de San Quintín para corroborar la presencia de ballenas franca austral, pero no vieron ninguna y tampoco en 2019. No fue hasta el 2020 cuando nuevamente Torres encontró hembras con crías, en el mismo lugar donde las había visto la primera vez.
Este año, aprovechando la expedición que CIEP haría en la zona, Ceaza se alió con Fundación Aysén Mira al Mar para que fueran ellos, en su representación, a buscar más ballenas. El avistamiento que hizo Ana Anson resultó crucial: “lo que está apareciendo es que este lugar es el único en Chile donde uno podría ir y tener una buena probabilidad de encontrar, entre junio y julio, hembras de ballena franca con crías”, asegura Olavarría.
Además, “si uno aplica un poco lo que se sabe de otras áreas, probablemente la reproducción también ocurre ahí”, señala el experto quien trabajó en Nueva Zelanda con ballenas franca y pudo observar que estos animales se ubican “muy adentro de la bahía”, dice. “Allá, a un kilómetro de las islas subantárticas, Auckland y Campbell, todavía no ves ni una ballena. Tienes que entrar en una bahía para recién verlas. Entonces acá podrían estar en estos lugares, en las bahías del Golfo de Penas, pero nadie la va a ver porque nadie anda por ahí caminando, ni tampoco por el mar, menos en invierno que es cuando se reproducen”, explica el científico.
Pero para poder asegurar que el Golfo de Penas es un lugar de reproducción y crianza para la población chileno-peruana de la ballena franca austral, falta todavía un largo camino. “Lo que tenemos que hacer ahora es recorrer en invierno todas las bahías del Golfo de Penas”, señala Olavarría. Una tarea “titánica”, asegura, “porque no va a ser ni fácil ni barato”, agrega.
El trabajo pendiente requerirá por lo menos de unos tres años más de investigación, de alianzas con otros investigadores y de financiamientos contundentes que los científicos esperan poder obtener de diferentes ONG así como de la Comisión Ballenera Internacional.
Por lo pronto, que el único lugar donde se han visto ballenas franca austral con crías sea una zona tan aislada como el Golfo de Penas, es también una buena noticia porque la tramitación de un área protegida podría ser relativamente expedita, asegura el experto. “Por suerte están utilizando el lugar más remoto que hay en toda la costa de Chile”, dice. “No hay intereses de acuicultura, comparado con el archipiélago de Humboldt no hay una minera que quiera instalarse, no hay puerto, no hay pesquerías, no hay asentamientos humanos entonces tampoco hay contaminación”, precisa el científico quien, además, aseguró que la información está siendo sistematizada para proponer a las autoridades la protección del sector.
Imagen principal: Ballena franca austral que llega a reproducirse a partir de septiembre u octubre al mar austral. Foto: Greenpeace.
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