- Primero llega el fuego, después se levantan edificios. Así es como en los últimos 16 años se han perdido alrededor de 500 hectáreas forestales, alrededor del Área de Protección Hidrológica Municipal Bosque El Nixticuil-San Estebán-El Diente, al occidente de México.
- Para evitar que este bosque sea devorado por los proyectos urbanos, un colectivo de biólogos, abogados y vecinos del área defienden, estudian y difunden la diversidad de flora y fauna que aún se encuentra en la zona.
Una columna de humo negro a la mitad del bosque. Eso fue lo primero que vieron Alejandro Pérez y Miriam Guadarrama cuando entraron al terreno que estaba en llamas entre las viviendas La Cima y Cañadas San Lorenzo, en Zapopan, Jalisco. El Nixticuil, un bosque de robles, pinos y encinos, se incendiaba ese 5 de febrero. No era la primera vez que el fuego dañaba a esta zona forestal localizada a 40 minutos, en automóvil, del centro de la ciudad de Guadalajara, en el occidente de México.
Alejandro y Miriam rociaron agua con sus mochilas especiales para combatir incendios, hicieron brechas para contener las llamas, sofocaron con telas y colaboraron con los bomberos de Zapopan. El incendio seguía. La hojarasca que quedaba lo reiniciaba. Así estuvieron durante ocho horas, junto con otros integrantes del Comité en defensa del bosque El Nixticuil, colectivo que desde hace 16 años protege esta zona natural que, pese a todo, aún alberga una diversidad de especies de fauna y flora.
Alejandro Pérez recuerda que, después del incendio, todo el paraje se veía en diferentes tonos de gris: los árboles que se mantuvieron en pie, la vegetación en cenizas y las ramas carbonizadas. Un tapacaminos tucuchillo (Antrostomus ridgwayi), pájaro pequeño que se camufla en la tierra para cazar insectos, huía de su hogar. Diez hectáreas resultaron devastadas, de acuerdo con los datos recopilados por integrantes del comité.
El predio afectado es vecino del Área de Protección Hidrológica Municipal Bosque El Nixticuil-San Estebán-El Diente (Bensedi), 1591 hectáreas protegidas por el gobierno municipal de Zapopan en un decreto de 2008.
Los miembros del Comité y vecinos de las colonias cercanas al bosque aseguran que el uso del fuego es una práctica recurrente en la zona: se incendia un predio boscoso, ubicado en los alrededores del área protegida; semanas después se colocan cercas de alambre en el lugar, se hace el cambio de uso de suelo y comienza la construcción de viviendas.
Quienes buscan defender este bosque han documentado que este patrón se ha utilizado para destruir 500 hectáreas de bosque en 16 años. En ese mismo tiempo, han registrado la construcción de, por lo menos, 24 proyectos de urbanización.
Pese a que el bosque El Nixticuil está bajo el acecho del crecimiento de la ciudad, se trata de una zona natural que alberga a 538 especies de flora; 81 especies de aves, como el halcón cola roja (Buteo jamaicensis); 15 mamíferos, entre ellos el zorro gris (Urocyon cinereoargenteus), además de siete anfibios y nueve reptiles.
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Proteger solo una parte del bosque
El decreto con el que se creó el Área de Protección Hidrológica Municipal Bosque El Nixticuil-San Estebán-El Diente (Bensedi) señala que esta zona es importante para la preservación del suelo, los recursos naturales, forestales y sus cuencas hidrográficas, “por los servicios ambientales que presenta no solo al municipio de Zapopan, sino a toda la zona metropolitana de Guadalajara”, una de las más pobladas en México.
El predio de diez hectáreas en donde ocurrió el incendio de febrero y, por lo menos, 269 hectáreas más también forman parte del bosque El Nixticuil, pero estos terrenos no se consideraron en el decreto de creación del área protegida y, por lo tanto, están fuera del paraguas de resguardo que puede dar el ser parte de una zona protegida.
Ana Cabral, integrante del comité y abogada especializada en derechos humanos, asegura que después de creada el área natural, y de que no se consideró la extensión completa del bosque, las autoridades municipales de Zapopan facilitaron a las empresas inmobiliarias los cambios de uso de suelo en predios forestales.
Eso lo hicieron, explica, clasificando las zonas boscosas excluidas del decreto, como áreas receptoras de transferencia de derechos de desarrollo o reservas urbanas en los Planes Parciales de Desarrollo Urbano de Zapopan, documentos que establecen los criterios técnicos aplicables al uso de suelo y que no se actualizan desde 2012. Es decir, identificaron partes del bosque como terrenos susceptibles para la edificación de vivienda.
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Usar el fuego para urbanizar
El mapa de incendios forestales de la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial (Semadet) de Jalisco reporta que, entre el 1 de enero al 21 de junio, ocurrieron nueve incendios dentro del área protegida y nueve más en sus colindancias. Los integrantes del comité aseguran que, antes del 2005, estos siniestros eran nulos o muy pocos.
“Muchas áreas boscosas quedaron como reserva urbana (fuera del área protegida); legalmente puede construirse ahí, aunque si tú vas y te paras en una propiedad, evidentemente está cubierta de vegetación nativa del bosque, entonces allá se usa el fuego para arrasar la vegetación y reforzar lo que los planes parciales señalan”, explica la abogada.
Los integrantes del comité temen que eso suceda con las diez hectáreas incendiadas en febrero. Sus sospechas tienen fundamento. En septiembre, los vecinos documentaron que en el predio se colocaba una cerca de alambre y que había personas realizando mediciones topográficas.
Un mes antes, funcionarios de la Semadet informaron que se ingresaría el dictamen del incendio a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para tramitar una veda y evitar el cambio de uso de suelo por 20 años en el terreno afectado, pero la prohibición nunca se publicó en el Diario Oficial de la Federación.
La Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable señala, en su artículo 97, que no se puede autorizar un cambio de uso del suelo en terrenos donde la pérdida de cubierta forestal fue ocasionada por un incendio. Para que se pueda dar esa autorización, deben haber pasado 20 años desde que el terreno fue afectado por el fuego. No obstante, el artículo 124 de la misma norma señala que la veda se da después de un trámite que incluye estudios técnicos para justificar la acción y se debe respetar la garantía de audiencia de propietarios y legítimos poseedores de los terrenos afectados.
Así que una inmobiliaria, por ejemplo, puede comprar terrenos forestales que están alrededor del área protegida y si ahí se registra un incendio, los representantes de la empresa pueden intervenir en la audiencia para que no se declare una veda.
El colectivo ciudadano que defiende el bosque El Nixticuil ha documentado que en 16 años se han perdido 500 hectáreas de la zona forestal y, en su lugar, se han realizado avenidas, escuelas, supermercados y condominios que, como si fuera una paradoja, llevan nombres como Bosque Encantado o Reserva Esmeralda.
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Sin bosque y con inundaciones
Uno de los proyectos de vivienda que se busca realizar cerca del área natural protegida lleva por nombre Capital Norte, un desarrollo de las inmobiliarias GIG y TyA que incluye 800 hectáreas, donde se plantea la construcción de plazas comerciales, parques, una escuela y un hospital.
En junio pasado, los miembros del comité registraron que, en tres días, se talaron 900 árboles en terrenos que pertenecen a Capital Norte. El Ayuntamiento de Zapopan confirmó la tala y aseguró que la empresa tenía los permisos, pero no especificó cuántos ejemplares se autorizaron cortar. En cambio, aseguró que serían sembrados 600 árboles.
La bióloga Andrea Herrera, integrante del comité y estudiante en la maestría de ciencias de la salud ambiental de la Universidad de Guadalajara, explica que la construcción de viviendas en la zona fragmenta los bosques que hay en el área, como el tropical caducifolio o el encinar; eso provoca que las especies de flora ya no se conecten en forma correcta.
Además, detalla Herrera, se interrumpe la sucesión de las plantas, un proceso natural que consiste en que primero crecen especies con más capacidades de adaptación —como las herbáceas, las cuales crean materia orgánica en el suelo— y luego son reemplazadas por arbustos y árboles. El resultado es la despoblación vegetal en algunas zonas del bosque.
Al disminuir las áreas forestales se pierden, también, las barreras naturales que controlan el escurrimiento del agua. En el mismo dictamen de creación del área protegida se señala que el bosque funciona como retenedor natural de los escurrimientos de ríos y arroyos. A eso se suma la desviación de las corrientes que provocan las nuevas construcciones. Herrera asegura que la mezcla de estas dos situaciones ocasiona que el agua se desvíe hacia colonias que no tienen la infraestructura adecuada y se inunden. Esto sucedió este verano.
El 24 y 25 de julio pasado, la lluvia y el granizo provocaron el desbordamiento de los arroyos El Seco y Teisquinque, y con ello la inundación de 19 colonias de Zapopan y la afectación de 275 viviendas.
Las colonias donde se registraron los daños no se encuentran tan cerca de El Nixticuil, sin embargo, el dictamen menciona que el área protegida forma parte de las microcuencas de uno de los arroyos desbordados: El Seco.
Movilización por un bosque
Desde hace 16 años, un grupo de ciudadanos comenzó a organizarse para defender el bosque y evitar que termine devorado por la mancha urbana.
Fue durante una noche de 2005, cuando vecinas de la colonia El Tigre II escucharon el sonido de máquinas en la zona boscosa. A la mañana siguiente, acudieron al lugar y encontraron 300 árboles talados. Para evitar que continuara la destrucción del bosque, las mujeres se colocaron frente de las máquinas. El 18 de mayo de ese año lograron detener los trabajos y decidieron crear el Comité en defensa del bosque El Nixticuil.
El colectivo poco a poco se fue conformando por vecinos del bosque, en especial mujeres. Entre sus logros está impulsar la declaratoria de área natural protegida. Ahora es una agrupación integrada por familias y amigos que viven cerca de la zona forestal o ciudadanos que se han sumado a su defensa. Es una organización autónoma y todas las decisiones se toman en asambleas.
Dieciséis años después de su creación, continúan con la defensa del bosque. Para ello, usan diferentes herramientas, entre ellas los recursos legales para preservar las hectáreas que quedaron fuera del área protegida.
Ana Cabral, integrante del comité y abogada, explica que en marzo de 2020 presentaron una queja, ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco, contra el municipio de Zapopan, por la aprobación de licencias para construir seis condominios cerca del área protegida; desarrollos que suman la posible construcción de 2738 viviendas en 38.33 hectáreas.
“No es un proyecto aislado, es una serie de seis proyectos que de forma conjunta están aumentando la presión inmobiliaria a un nivel fuertísimo y ponen en riesgo la conservación del área natural protegida, porque al mirar al ecosistema como un entorno más amplio toda estas transformaciones del equilibrio ecológico impactan fuertemente en el área”, resalta la abogada.
La queja sigue en trámite en la Comisión. La última noticia que recibió Cabral es que se encuentra en fase de presentación de pruebas y aún debe esperar para recibir una resolución.
Además, quieren que el polígono del área protegida se amplíe y su protección sea a nivel estatal o federal, no solo municipal. Cabral argumenta que las áreas de protección municipal son más vulnerables porque los gobiernos locales tienen la responsabilidad de preservarlas, pero también tienen la facultad legal de regular el uso de suelo a partir de instrumentos como los planes parciales y el Ordenamiento Ecológico Territorial, es decir, pueden elegir en qué zonas se puede construir cerca del área protegida y favorecer a las inmobiliarias.
“Hay un conflicto de interés en el municipio que en teoría debería proteger el bosque, pero finalmente es quien aprueba los desarrollos inmobiliarios. Eso sucede en todo México desde las reformas en materia ambiental en 1996”, comenta la abogada.
Cabral se refiere a las modificaciones a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente que entraron en vigor en 1996 para, entre otros objetivos, transferir más responsabilidades ambientales a estados y municipios.
La abogada explica que tanto la dependencia federal —la Semarnat— como la secretaría estatal —la Semadet— usan como argumento que no pueden intervenir en temas relacionados con el bosque, porque es un área natural municipal y corresponde a las autoridades de Zapopan protegerla.
En entrevista para Mongabay Latam, Miguel Arturo Vázquez Aguilar, director de Medio Ambiente en el municipio de Zapopan, comenta que los desarrollos en la zona colindante al área natural protegida ya tienen derechos adquiridos que su dependencia no puede violentar, no obstante, dice que ya se trabaja en la posibilidad de ampliar el polígono resguardado.
“Vamos a añadir superficies al decreto y estaremos trabajando también en la actualización del Plan de Manejo (del Área Natural Protegida)”, asegura Vázquez.
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Conocer y proteger un área natural
El trabajo del colectivo ciudadano no termina en los recursos legales y el combate de incendios. Cuando el suelo queda negro por el fuego o algunas zonas pierden vegetación, ellos plantan árboles dentro y fuera del área natural protegida. Su intención es reverdecer los predios antes de que lleguen las inmobiliarias.
Durante otoño e invierno, cuando se comienzan a ver flores amarillas en los cerros, integrantes del comité quitan plagas, podan ramas para evitar incendios, trituran material orgánico para hacer composta y abren brechas para detener el fuego.
A unos metros del bosque, mantienen un vivero donde cultivan árboles como guajes (Leucaena diversifolia), guamuchiles (Pithecellobium dulce), pino michoacano (Pinus devoniana), palo dulce (Eysenhardtia polystachya), entre otros.
“No hemos logrado frenar todo, no todo lo que hubiésemos querido, pero creo que hemos logrado hacer mucho trabajo de restauración y conservación de zonas que estaban devastadas y dispuestas para las inmobiliarias”, explica Sofía Herrera, integrante del comité.
Dante Figueroa, biólogo e investigador en el posgrado en Ciencias Biológicas del Instituto de Biología de la UNAM, coloca un mirasol amarillo en medio de dos hojas de periodico. Anota en una libreta pequeña el nombre científico del ejemplar (Cosmos landii var. landii), el lugar donde lo encontró (sierra de San Esteban) y al lado crea una etiqueta o número clave para identificarlo.
Algo similar hizo el botánico estadounidense Edward Palmer en 1886 cuando se convirtió en la primera persona que colectó un ejemplar de la flor amarilla en esa misma sierra. San Esteban es una región donde botánicos descubrieron flores desde hace 135 años. Por eso es que Figueroa comenta que perder este fragmento de bosque no solo implica la desaparición de especies endémicas, sino una parte importante de la historia de la botánica.
Desde hace tres años, Figueroa junto con el ingeniero agrónomo Alejandro Zabalgoitia y el biólogo Jesús Padilla, coordinan un proyecto para hacer el inventario florístico de la sierra de San Esteban. Hasta ahora, su conteo inicial es de 350 especies. Ellos deshidratan, identifican y resguardan los especímenes en el herbario de la Universidad de Guadalajara.
“Es lo primero que se debe hacer: conocer lo que hay para poder conservar. Si no se sabe lo que hay en un sitio, las estrategias de conservación van a estar mal guiadas. Si quieren restaurar, van a empezar a meter plantas que no son de aquí, plantas que pueden desplazar especies nativas”, explica Figueroa.
En estos años de colectas, Figueroa y sus colegas encontraron especies de plantas que son microendemismos, es decir, especies que solo crecen en la sierra de San Esteban como la Aristolochia palmeri y otras que se encuentran en San Esteban y otras sierras al occidente y noroeste de Guadalajara como la Salvia guadalajarensis.
Este equipo de biólogos también se topó con una ausencia. Hasta ahora no localizan un ejemplar de Habenaria guadalajarana. En 1887 se colectaron cuatro y no se ha vuelto a observar. Figueroa cree que posiblemente esté extinto.
“Es un reservorio de la diversidad local. Es una islita en medio de la ciudad que conserva la diversidad local y ya no hay tantas así. La ciudad sigue creciendo y cada vez son menos estos lugares”, comenta Figueroa.
Después de realizar el inventario, el equipo comparará las colectas de hace más de 100 años con las actuales para identificar si se perdieron especies. También quieren hacer una guía para que se conozca la diversidad de flores que hay en San Esteban.
Otra de las personas que defiende el área natural protegida es Jesús Moreno, ingeniero agrónomo que se dedica a la educación ambiental, la fotografía de la naturaleza y la ciencia ciudadana.
En 2019, Moreno enseñó a integrantes del comité a fotografiar y registrar especies de aves y otros animales de la zona. En un año, documentaron 65 especies de aves. En sus recorridos también fotografiaron plantas, insectos y otros animales. En Naturalista, plataforma mexicana de registro de flora y fauna, publicaron imágenes de todas las especies que vieron durante sus recorridos. El proyecto Biodiversidad del Bosque Nixticuil incluye 497 especies.
“Estamos haciendo que desaparezca un lugar que ni siquiera conocemos bien”, se lamenta Jesús Moreno. Y reclama: “¿Desaparecer un bosque a costa de desarrollo de este tipo?”.
* Imagen principal: Los miembros del Comité y vecinos de las colonias cercanas al bosque aseguran que el uso del fuego es recurrente en la zona para cambiar el uso de suelo. Foto: Comité en defensa del bosque El Nixticuil
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