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Guatemala: singular sistema alimentario maya combina técnicas de cultivo

  • En Guatemala, miembros de las comunidades indígenas maya ch’orti’ utilizan un sistema singular de agroforestería y una técnica de cultivo intercalado, considerada uno de los mejores métodos del mundo para maximizar las diferentes intensidades de la luz solar y para complementar la fertilidad de la tierra.
  • El sistema alimentario tradicional de las comunidades también incluye patios jardín en las casas, cercos vivos y zonas forestales comunales (donde se cultivan especies locales de plantas utilizadas en la medicina tradicional, el tejido de artesanías y la producción de colorantes alimentarios).
  • Este sistema alimentario perdurable se ve cada vez más afectado por el cambio climático, la emigración, las industrias extractivas y los impactos económicos de la COVID-19, que aumentan los precios de productos para el hogar que las familias necesitan adquirir.

JOCOTÁN, Guatemala — Baudilio García camina junto a hileras de árboles alternadas con maíz seco, que cubren la ladera. Junto con miembros de su familia, se prepara para sustituir los cultivos que están entre esos árboles.

“Todo lo que cae al suelo (las hojas y las ramas) se utiliza como composta”, explica García, parado junto a la carretera rural, en el extremo de su parcela en Barrio Nuevo, en el municipio de Jocotán, departamento de Chiquimula, en el sudeste de Guatemala.

A menudo, el cultivo en callejones (práctica de plantar los cultivos entre hileras de árboles) es asociado al uso moderno de tractores. Sin embargo, en la región indígena maya ch’orti’ de Guatemala, esta práctica es parte del sistema alimentario tradicional de agroforestería. Los padres y abuelos de García utilizaban el mismo método. “Aquí lo utilizan muchas personas”, le cuenta a Mongabay.

Alley cropping
Cultivo en callejones, cerca de Barrio Nuevo, en Jocotán, Guatemala. Imagen cortesía de Jeff Abbott.

García había cultivado maíz entre las hileras de madre cacao (Gliricidia sepium), que también se utiliza en la región para hacer postes y escobas. Desde entonces, el maíz ha sido cosechado, y García y sus familiares han estado sacando las cañas y cavando pozos para preparar la plantación de los callejones.

“Sembramos café, bananas y otras plantas”, explica García. La familia venderá estos cultivos para generar ingresos. A lo largo de la carretera zigzagueante, hay parcelas combinadas de café y banana, salpicadas con árboles nativos; maíz, frijoles y calabazas en parcelas combinadas.

Los sistemas alimentarios indígenas, como el maya ch’orti’, ofrecen lecciones para sistemas alimentarios mundiales que necesitan desesperadamente una transformación, según el Centro Mundial Sobre Sistemas Alimentarios Indígenas: una red de organizaciones indígenas, centros de investigación y diseñadores de políticas, creado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).

En junio del 2021, la FAO publicó un nuevo informe científico que brinda un recuento detallado y exhaustivo hasta la fecha de los sistemas alimentarios sustentables de los pueblos indígenas de todo el mundo. El sistema alimentario maya ch’orti’ es uno de los ocho analizados en el informe.

“Todos estamos de acuerdo en que los sistemas alimentarios comerciales y mundiales que existen no son sustentables ni resistentes —explica a Mongabay Yon Fernández de Larrinoa, jefe de la Unidad de Pueblos Indígenas de la FAO y cocoordinador del Centro Mundial—. Están ocasionando un efecto terrible en el medioambiente. Son grandes contribuyentes al cambio climático”.

“¿Cómo es posible que los científicos y los diseñadores de políticas no aprendan de los pueblos indígenas para lograr que los sistemas alimentarios sean sustentables y resistentes?”, agrega.

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Una mujer y una niña caminan por un sendero en Chagüitón, Guatemala. Imagen cortesía de Jeff Abbott.

Según Fernández de Larrinoa, el sistema alimentario maya ch’orti’ fue incluido porque aún conservan el sistema ancestral de las milpas: parcelas combinadas de maíz, frijoles y calabazas. Distinto del sistema de cultivo en callejones, es considerado uno de los mejores ejemplos mundiales de cultivo intercalado para maximizar las diferentes intensidades de la luz solar y complementar la fertilidad de la tierra.

“Lo que distingue a la milpa no es solo que mantiene la humedad de la tierra mejor que otros sistemas (en particular, los de monocultivo) —explica—, sino que, desde una perspectiva agronómica y ecosistémica, también combina la fijación del nitrógeno de los frijoles con tres alimentos que brindan proteínas, carbohidratos y micronutrientes”.

Diversas prácticas sustentables en acción

La milpa es clave en el sistema alimentario maya y en muchos otros de Mesoamérica, ya que produce maíz y frijoles, una dieta básica en gran parte de la región. En la región maya ch’orti’ de Guatemala, el informe de la FAO refleja que otras fuentes importantes de alimentos, además de la milpa, son los patios-jardín de las casas, los cercos vivos y las zonas forestales comunales.

El caso práctico de la FAO en Guatemala se concentra en seis comunidades rurales mayas ch’orti’ en los municipios contiguos de Camotán, Jocotán y Olopa. Las comunidades seleccionadas están ubicadas en diversos ecosistemas dentro de la pequeña región, desde la selva tropical hasta los arbustos espinosos, y se extiende por una variedad de altitudes, temperaturas y niveles anuales de precipitación.

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Un campo de frijoles crece donde estaban las cañas de maíz, después de la cosecha en una milpa en Olopa, Chiquimula, Guatemala. Imagen cortesía de Jeff Abbott.

Mercedes Pérez vive con su marido y con otros familiares, incluidos bisnietos, en la comunidad que está a mayor altitud, Agua Blanca. Ubicada en el municipio de Olopa, se encuentra a 1550 metros sobre el nivel del mar y es ideal para el cultivo de café de mayor calidad, que la familia plantó en el patio-jardín que rodea la casa.

Gallinas y patos reposan en el gallinero o merodean en su interior o a su alrededor, detrás de la casa, donde Pérez también plantó aloe vera, verbena y otras plantas que la familia utiliza por sus propiedades medicinales. Los animales, las plantas medicinales y los alimentos silvestres son parte integral del sistema alimentario maya ch’orti’. Las mujeres locales recogen verduras de hoja verde silvestres y plantas medicinales en áreas boscosas.

“Solo florece en la temporada de lluvias —le cuenta Pérez a Mongabay, señalando un epazote (Dysphania ambrodioides) en un extremo del patio, detrás de la cocina—. Es bueno para [la eliminación de] parásitos”.

La comunidad de Chagüitón, ubicada en una región mucho más baja y seca que Agua Blanca, también está incluida en el informe de la FAO. El líder de la comunidad, Alredo Amador, tiene una milpa, pero también ha estado estudiando e incorporando diferentes técnicas y especies en su patio-jardín. Las flores, que brindan una variedad de colores y sirven para atraer polinizadores, bordean el sendero en el parte superior de la propiedad. Los tanques que recogen agua de lluvia proveen a los sistemas de riego de goteo por gravedad, que se encuentran más abajo en el terreno.

Amador, su esposa y sus tres hijos están entre las familias locales que han trabajado con la FAO y con otros organismos internacionales para aumentar, en las prácticas agrícolas, la sustentabilidad, la diversidad, la nutrición y la generación de ingresos.

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Alegre y activo, Amador recita de un tirón los nombres de las plantas, sus usos y varias técnicas, mientras acompaña a los enviados de Mongabay por su propiedad. La familia fabrica harina a partir de distintas especies de plantas locales, incluidas la oreja de elefante (Xanthosoma sagittifolium) y el nopal (Opuntia ficus-indica). Cultiva algunas variedades ancestrales de frijoles, cultivadas durante siglos.

Hojas, juncos y fibras de varias plantas locales son utilizadas por artesanos para fabricar tapetes, soga y bolsos. Los restos de una palmera recién caída pueden comerse unos meses más tarde. Unas paredes bajas de roca evitan la erosión en una sección particularmente empinada del terreno y protegen plantas medicinales y comestibles.

“Este es otro sistema completamente nuevo. Es para la cosecha —cuenta Amador, señalando los camotes (Ipomoea batatas) que crecen en una hilera de sacos llenos con un poco de tierra y con un sistema de riego por goteo—. Lo que ayuda es que es más suave para que crezca el tubérculo”.

Amador toma un puñado de gránulos y lo arroja a un estanque de acuicultura cercano para que se alimenten las tilapias (Oreochromis niloticus), que pronto se arremolinan en la superficie. Los peces también se alimentan de hojas de camote, yuca (Manihot esculenta) y chaya (Cnidoscolus aconitifoliostree).

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Alredo Amador parado junto a su estanque de tilapias. Imagen cortesía de Jeff Abbott.

Conocido localmente como chatate, tiene otros nombres: chaya, espinaca maya o chicasquil. Es una planta resistente, nativa de Guatemala y de México, que suele crecer y consumirse en esa zona. Estudios han mostrado que sus hojas grandes, cocidas para eliminar toxinas, tienen un contenido particularmente alto de proteínas, calcio y hierro, y contienen al menos el doble de nutrientes que otras verduras de hoja.

La familia de Amador plantó una gran parcela de estas plantas para comerla, venderla y fabricar harina con sus hojas, que también pueden utilizarse como un colorante verde brillante para las bebidas. Las ventas han sido escasas durante la pandemia de la COVID-19, lo que llevó a una crisis económica, pero una empresa de bebidas le compró a la familia un lote para probarlo como colorante alimentario.

El sistema alimentario sustentable enfrenta desafíos

Parte de lo que convierte los sistemas alimentarios indígenas en perdurables es que no son estáticos. Los elementos tradicionales del sistema alimentario maya ch’orti’ perduran, junto con otras prácticas sustentables dirigidas a una producción para los centros urbanos. Sin embargo, el informe de la FAO muestra que algunas prácticas, que una vez estuvieron extendidas (como la caza, la pesca y la recolección) han ido desapareciendo progresivamente. Prácticamente, la caza tradicional con cerbatana y con venenos naturales no existe.

Amador recuerda la existencia de mucha más vida silvestre unas décadas atrás, y cree que ha sido desplazada por el crecimiento de la comunidad. “Había mucha diversidad de plantas y animales, pero ha ido disminuyendo”, relata, aunque las aves son algo constante en el patio-jardín y aún ve en su propiedad, en ocasiones, zarigüeyas (Didelphis marsupialis) y otros animales.

Indigenous woman gathers firewood
Valentina García, de 37 años, oriunda de Jocotán, Chiquimula, recoge leña en un campo en el municipio de Jocotán, Chiquimula, Guatemala. Imagen cortesía de Jeff Abbott.

Según el informe de la FAO, en los últimos años, ha habido muchos cambios más repentinos y drásticos en el sistema alimentario maya ch’orti’. Durante los últimos veinte años, las comunidades han experimentado los efectos del cambio climático, con modificaciones en los patrones de precipitación, incluido un aumento en los casos de sequía y de tormentas sustanciales fuera de la temporada normal de lluvias. En varios años, desde el 2010, los cambios en las condiciones climáticas acabaron en pérdidas parciales (y a veces totales) de cultivos de maíz y frijól en la región.

Además de los efectos del cambio climático, la explotación de recursos naturales también amenaza las tierras y el sistema alimentario maya ch’orti’. Aproximadamente una década atrás, el Gobierno le concedió, a la empresa Cantera Los Manantiales, una licencia de explotación de una mina de antimonio en Olopa sin haber consultado con la población indígena local, según lo requerido por ley. Las comunidades mayas ch’orti’, la organización local Nuevo Día y las autoridades ancestrales del sistema tradicional de Gobierno comenzaron a protestar contra la mina.

Un estudio sobre los impactos de las minas en otra región de Guatemala reveló la existencia de niveles altos de metales pesados en el agua de río en la cercanía y río abajo, así como también citó el impacto potencial en los alimentos cultivados en la zona. Las comunidades ch’orti’ están particularmente preocupadas por la contaminación del río Jupilingo, ya que las corrientes que lo alimentan atraviesan la zona de la mina.

“Luchamos para que las tierras sean protegidas —comenta Carmelita Pérez, una autoridad tradicional ch’orti’ en el pueblo de El Amatillo, en Olopa—. Fuimos [a Ciudad de Guatemala] para denunciar la mina en los Tribunales”.

En noviembre del 2019, la Corte Suprema de Guatemala ordenó la suspensión de la licencia de explotación y toda actividad minera relacionada, hasta que fuera realizada una consulta con las comunidades indígenas afectadas. La Corte de Constitucionalidad del país ha emitido fallos similares en años recientes, lo que suspendió temporalmente toda actividad en las minas más importantes de plata y de níquel. Sin embargo, el proceso de consulta llevado a cabo por el Gobierno consiste en información y diálogo, sin la posibilidad de respetar la negativa potencial de la comunidad a aceptar la minería.

Banana trees
Unos bananeros sobresalen entre la arboleda en el pueblo de Agua Blanca, en el municipio de Olopa, Guatemala. Imagen cortesía de Jeff Abbott.

“Ya no queremos esa mesa redonda de diálogo”, afirma Pérez a Mongabay. Explica que la mina ya tuvo suficiente impacto en las tierras y en las comunidades.

Más de veinte líderes y residentes locales de la comunidad maya ch’orti’ enfrentaron cargos relacionados con sus actividades de protesta. Medardo Alonzo Lucero, autoridad tradicional del pueblo y prominente opositor a la mina, fue asesinado en el 2020 mientras que, dos años antes, otro líder de la comunidad y declarado opositor de la mina había sido encontrado muerto en su casa en circunstancias sospechosas.

Mientras las comunidades de Olopa continúan organizándose contra la minería, los patrones cambiantes de precipitación, la pandemia y los aumentos de precio están afectando a las comunidades mayas ch’orti’ y su sistema alimentario, según explica Pérez. Los impactos económicos de la pandemia significan que la gente no puede costear los canastos, sombreros y bolsos que las mujeres ch’orti’ fabrican con materiales naturales. Al mismo tiempo, aumentaron los precios de los suministros básicos que necesita una familia en su casa.

Las familias en la región maya ch’orti’, en Guatemala, deben comprar casi la mitad de lo que consumen en la casa, según el informe de la FAO. La tasa de pobreza en la región es la más alta del departamento de Chiquimula. Jocotán y Olopa están entre los veinte municipios del país con la tasa de desnutrición crónica más alta, que afecta a cerca de dos tercios de los niños, y hay una significativa emigración en la zona.

Sin embargo, a pesar de los desafíos complejos que enfrentan las comunidades mayas ch’orti’, el sistema alimentario perdura.

“Lo que está claro es que, si revisamos la historia de la agricultura, si regresamos lejos en el tiempo, veremos que algunos de los sistemas alimentarios que los indígenas aún utilizan en la actualidad ya los utilizaban en ese entonces —plantea Fernández de Larrinoa—. Lo importante de los sistemas alimentarios de los indígenas es que nos recuerdan muchas cosas que hemos olvidado”.

Indigenous crop bean
Alredo Amador muestra una variedad local de “frijol ancestral”, que cultiva en su terreno. Imagen cortesía de Jeff Abbott.

* Imagen principal: Alredo Amador parado entre las plantas, cerca de su hogar en Chagüitón, Jocotán, Chiquimula, Guatemala. Imagen cortesía de Jeff Abbott.

Artículo original: https://news.mongabay.com/2021/12/unique-indigenous-maya-food-system-blends-cropping-techniques-in-guatemala/

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