- Dolores Cabnal, lideresa indígena Maya Qʼeqchiʼ, en Guatemala, sostiene que los proyectos extractivos alcanzan sus objetivos porque el Estado les prioriza por encima de los intereses de los pueblos indígenas, a quienes les traen contaminación, enfermedades y violencia.
Dolores Cabnal nació en la comunidad Maya Qʼeqchiʼ llamada Río Frío, en el municipio de Livingston Izabal, en Guatemala. Sus padres llegaron allí cuando tuvieron que salir forzosamente del municipio de San Miguel Tucurú, en Cobán Alta Verapaz, en la región norte del país, tras perder a sus familias siendo muy jóvenes y ser despojados de sus tierras durante el conflicto armado interno.
“Mi padre creció con una familia diferente, sin conocer y saber de su familia. Hasta cuando ya tenía 25 años encontró a su mamá y a una de sus hermanas cuando él ya tenía 50 años. Es duro”, cuenta Cabnal.
Pero en Río Frío tampoco la pasaron tan bien al inicio. Las tierras que ocuparon fueron tomadas y convertidas en una finca y tuvieron que irse a otra comunidad. “Yo era muy pequeña, solo sé que mis abuelos maternos decían que las tierras tenían dueño y que debíamos salir de ahí. Mis papás no tenían tierras dónde vivir y estuvimos pasando de una a otra hasta encontrar el lugar donde ahora vivimos, en las riberas del Parque Nacional Río Dulce”, explica.
Con el paso de los años, Dolores Cabnal vio que la historia se repetía para muchas otras familias. “Empecé a trabajar con Ak’Tenamit [que significa ‘Pueblo Nuevo’ en la lengua Maya Qʼeqchiʼ y que es una organización indígena dedicada a la formación vocacional, de salud y el desarrollo económico sustentable] hace varios años en las comunidades de Livingston que son marginadas, rurales e indígenas pero, sobre todo, son Maya Qʼeqchiʼ que, por el conflicto armado, han dejado el territorio de Alta Verapaz, que es nuestra descendencia, y se vinieron a ubicar a esta zona”.
Para llegar a su casa, en Ensenada Puntarenas, debe navegar en lancha y luego caminar. En esa comunidad conformada por decenas de casas de madera, a las que llegó la instalación de energía eléctrica hace apenas un año, viven unas 250 familias que se sostienen de la pesca y la agricultura a pequeña escala. Ahí también se tiene a alrededor de 75 niñas y niños en edad escolar y un porcentaje muy pequeño de jóvenes. Cabnal se preocupa por ellos y por eso se esfuerza en romper la cadena del analfabetismo que ha sido un lastre para los pueblos y que ha sido un obstáculo para la defensa de sus derechos.
En esta entrevista con Mongabay Latam, Dolores Cabnal, también conocida como “Doña Lola”, narra tres décadas de trabajo en el proyecto Ak’Tenamit, donde hoy lleva la dirección del área de incidencia en políticas públicas, además de su experiencia como coordinadora de la Mesa Indígena de Cambio Climático, integrada por 42 organizaciones y comunidades indígenas de Guatemala que inciden en temas relacionados con el medio ambiente.
Desde su perspectiva, ¿considera que el Estado le ha dado prioridad a los proyectos extractivos y a su propia economía por encima de los intereses y necesidades de los pueblos indígenas, aún cuando estos se desarrollan en sus territorios?
Hay leyes en Guatemala muy bonitas. Las leyes de Áreas Naturales Protegidas, las leyes ambientales… son muy buenas. Sin embargo, los mismos implementadores siento que violan las leyes porque a las comunidades no se les permite talar árboles en lugares específicos, pero cuando hay un interés económico donde se puedan beneficiar ambos, se permite. Y bien, para las grandes empresas, megaproyectos o monocultivos como la palma africana, todos estos proyectos que de una u otra forma vienen afectando los derechos de los pueblos indígenas y sus territorios, alcanzan sus objetivos porque se les prioriza y no se evidencia, no se hacen consultas. Muchas veces se marcan como desarrollo de las comunidades, como proyectos sostenibles y verdes, pero ¿realmente serán desarrollo? A la larga, estas instituciones vienen a afectar la vida de las poblaciones y de la madre tierra, porque la contaminan, la propagan de enfermedades y otras cosas que quizás se vienen por estas situaciones, como la violencia.
Recientemente se ha reconocido que los pueblos indígenas son los mejores guardianes del medio ambiente, sin embargo, los liderazgos indígenas señalan que los recursos económicos no llegan nunca a los territorios, ¿cómo asegurar que el fondo de 1700 mdd que se han prometido en la COP26 no vuelva a fugarse y que los pueblos tengan acceso a una administración directa, sin intermediarios?
De América Latina somos siete regiones de pueblos indígenas que hemos ido a la COP y cuando tenemos que negociar estas propuestas globales, las negociamos de manera colectiva. Lo que queremos y estamos haciendo es asegurar que los representantes indígenas tengamos la oportunidad de presentar propuestas grandes y luego trabajar en cada uno de los países de la región. Es lo que hemos hecho con anterioridad y con los poquitos fondos que a veces salen. En Guatemala también la Mesa Indígena de Cambio Climático estará trabajando y todavía estamos en proceso de ver cómo se realiza, pero sí estamos visibilizando que ese fondo se debe trabajar en conjunto.
Necesitamos que las autoridades tomadoras de decisiones se toquen el corazón y la mente para poder asegurar y decir que los pueblos indígenas somos quienes protegemos a la naturaleza. Aunque se dijo en la COP, a veces esas cosas se olvidan cuando cada uno llega a su tierra, a su país. Necesitamos que nuestros países latinoamericanos lo consideren de alguna forma, porque hemos dicho que sin los pueblos indígenas no se puede solucionar nada en relación a recursos naturales, territorios o medio ambiente.
¿De qué formas se han hecho visibles los efectos del cambio climático en los pueblos indígenas guatemaltecos?
Con las inundaciones, con las sequías, con el brote de enfermedades. También la baja producción agrícola ha afectado la soberanía alimentaria de las personas o el desborde de tierras que provoca pérdidas de bienes. De todo un poco, pero son efectos grandes que afectan mucho a las diferentes comunidades y familias. Sumando la pandemia de COVID-19, la situación de las comunidades ha sido bastante difícil con los impactos del cambio climático, realmente están en condiciones vulnerables, especialmente las comunidades que estamos en zonas que no son resilientes, zonas donde se inunda o donde puede haber deslaves grandes.
¿Cuáles son las principales problemáticas que han detectado en sus territorios y de qué forma han afectado a las comunidades?
Mencioné los proyectos extractivos, pero también afecta el tema del recurso hídrico con la contaminación del agua, con las enfermedades que brotan, con la contaminación de la madre tierra. En mi comunidad tenemos cerca una plantación de palma africana y una finca. Antes se daba mucho maíz y ahora no, antes el agua se tomaba limpia y ahora tampoco, eso afecta la salud de las personas y son situaciones que no se deben de dar. En la cuestión del narco no me meto mucho, porque son cosas bastante complicadas. Guatemala suele ser un país donde se trafican muchas cosas, es bastante difícil mencionar qué tanto nos afecta —que sí lo hace— porque está llegando a las comunidades y uno nunca sabe con quién está hablando, a quiénes tienes cerca o nuestros jóvenes con quiénes se involucran. Este proceso que se ve, la inseguridad, es bastante complicado porque en nuestra región es amenazante y por eso mismo hay diversidad de problemas. Todo eso aunado a los impactos del cambio climático, las amenazas, que hay que ser resilientes en los territorios.
Ahorita, con el tema de la inmigración, hay muchos hombres abandonando a sus familias para ir a otros lugares por la escasez de producción. Todo se está juntando. Las familias se separan y luego las mujeres quedan con una responsabilidad mayor. Todo esto muchas veces genera violencia y pobreza, hay una diversidad de cosas que son preocupantes y difíciles de ver. Hay muchas empresas, por ejemplo la hidroeléctrica en Alta Verapaz, en la comunidad el año pasado decían: ‘Antes, nosotros éramos dueños de este río, aquí sacábamos nuestras aguas, aquí nos abastecíamos, veníamos a lavar ropa y nosotros de manera colectiva lo cuidábamos. Pero ahora que empezó el proyecto hidrológico, la empresa no nos da permiso, ni siquiera de sacar una tinaja de agua’. Eso es en más de una comunidad que hacía uso de ese río. Es una situación difícil no solo en Alta Verapaz, sino en otras comunidades que son amenazadas por vivir en territorios donde hay empresas que quieren trabajar y por eso hay desalojos, hay de todo, lo vemos en las noticias. Es bastante complicado y es en Guatemala y en otras regiones con sus diferentes formas de violentar los derechos de los pueblos.
Existen numerosos casos de defensores de la tierra asesinados y comunidades indígenas desplazadas por las violencias y proyectos extractivos en Latinoamérica, ¿cómo estos hechos de persecución, desaparición y muerte han afectado a su territorio y a la gente?
Afecta a las familias porque no se tiene seguridad, no hay un sistema que proteja el derecho de vida de las familias. Mucha gente no quiere hablar de esto porque no se siente segura, porque quizás alguien ve la información y después no va a vivir. Esa es la situación de las amenazas. También, cuando las personas son desalojadas forzosamente, preocupa más porque entre estas cosas también está la vida no solo de grandes, sino de niños. Los defensores de derechos se desplazan. ¿Cómo cambiar el sistema? Es bastante difícil. Hace tiempo ganó la alcaldía un compañero de Livingston y, a los pocos de meses, ni llegó a posicionarse porque lo asesinaron. Todo es porque no se quiere ver el desarrollo para nuestras comunidades.
Vivir esta situación es vivir atemorizado y, como es colectivo, no es que yo soy una mujer que defiende derechos y que soy amenazada o me andan buscando; no solamente corre riesgos mi familia, mis hijos, sino también la comunidad, porque los pueblos indígenas todo lo hacemos en colectivo y los efectos son colectivos. Es vivir diciendo: ‘bueno, salgo, pero quizás no puedo regresar’. Tener esa mente de que, de un momento a otro, te alcanza algo o te toca. Yo le decía a alguien una vez: es como vivir muerta en vida. El mismo miedo te hace sentir esas cosas, porque uno nunca sabe lo que pueda pasar.
¿Qué significa la palabra “justicia” cuando hablamos de personas defensoras del territorio y el medio ambiente?
Nosotros hemos hablado mucho sobre el tema de la equidad, no solo en la participación de mujer y hombre, sino cuando hablamos de justicia con equidad, nosotros hemos dicho que debemos tenerla no solo en esas formas delicadas, sino también en tener oportunidad de acceder a la educación, en tener salud, en tener todo y no que unos sí y otros no. Ahora se politizan muchas cosas. Cuando hay una situación como lo que pasa con el Covid o los impactos del cambio climático, como las inundaciones, vienen las autoridades y dicen: ‘Esa es la comunidad que me apoyó para la candidatura y a esa le doy’. Eso no es justicia, es una forma de politizar y de pagar favores. Para nosotros justicia es que exista igualdad de oportunidades, es darle la razón a esos procesos pero de una forma equitativa, participativa, que garantice visibilidad a los aspectos importantes. Es hacer cosas sin interés de politizar, sin esperar nada a cambio, sino con voluntad y como un derecho que las personas tienen. Es lo que hemos manifestado, que a veces las autoridades, las tomadoras de decisiones, las personas en alto nivel, negociando, no logran interpretar lo que queremos.
¿Qué significa ser una lideresa indígena en medio de este contexto?
Hace poco hablaba con las compañeras mujeres que no es tan fácil alcanzar metas y no es tan fácil ser una mujer lideresa, en todo el sentido de la palabra, porque hay muchos desafíos y retos que hay que saltar. Para mí, ser líder no es que uno crezca o nazca siéndolo, sino que, en el camino, vas heredando cosas y viendo cosas que la empujan a una a hacerlo para el bien de una comunidad, para el bien de la población. Se hace porque una va viendo la situación y quiere resolver o tratar de encontrar las soluciones. No es fácil, pero se logra poco a poco. Y bueno, también estar frente a una red o un espacio es complicado, porque por ser parte de los procesos he estado en espacios internacionales donde me he enfrentado con desafíos del idioma. También son retos que una ve que tiene que alcanzar para lograr objetivos.
Me siento feliz. Hablaba con una compañera de trabajo que me preguntaba desde cuándo empecé a trabajar y cuál es mi satisfacción a la fecha: yo empecé a trabajar con esta institución todavía con la construcción de un lugar para poder trabajar. No es fácil, pero lo hicimos y aquí estamos. Pero mi satisfacción es ver que dentro de Ak’Tenamit ya no son cuatro niñas, sino 200 o 300 niñas y jóvenes que están esperando educación en este lugar, y que cada año se gradúan de peritos muchas mujeres y muchas se insertan en el mercado laboral. A ellas, otras niñas las miran de ejemplo para seguir estudiando. Mi satisfacción es también que, en las comunidades donde yo caminé un día y que no tenían nada, ahora tienen jóvenes que, si no desarrollan un proyecto en su comunidad, están buscando la forma de que salga adelante. Una como lideresa puede sentirse satisfecha con lo que hace. En Guatemala y con las organizaciones internacionales, mi posición es reconocida para poder trabajar en conjunto y poder hacer algo por el bien del país, porque ese también es el bien de las comunidades y sus derechos.
¿Qué tanto es el avance o la ausencia de voluntad del Estado para reconocer los territorios de los pueblos indígenas en Guatemala?
Los pueblos indígenas habitan un buen porcentaje del territorio nacional de Guatemala. Es un hecho que los territorios donde tenemos más bosque, más verde, son territorios ocupados por los pueblos indígenas, estamos en reservas. Pero la legalidad de las tierras tiene un vacío, no se da, es un proceso lento. Por eso es que no se reconoce la gobernanza o la administración que hacen los pueblos indígenas en sus territorios, no hay una legalidad que permita decir que somos propietarios. Son muchas las comunidades que están en áreas naturales protegidas, parques nacionales o reservas y esas jamás pueden tener su título de propiedad ni su reconocimiento porque están en un área que no les permite acceder según la ley. Son pocos los registros que existen, porque otra cosa son las tierras comunales que suelen estar en un área departamental, urbana o rural, y muchas veces estos territorios no se reconocen como tierras comunales para los pueblos indígenas porque en estas tierras también hay variedad de habitantes, no solo indígenas.
¿Qué relación tienen con el Estado actualmente? ¿En qué grado son escuchados y atendidos por el gobierno de su país?
Este gobierno tiene varias deficiencias, dificultades o se aísla en relación al tema de pueblos indígenas, en dos años de gobierno es muy poca la oportunidad que ha permitido para ahondar con las poblaciones indígenas. Sin embargo, con las entidades como el Ministerio del Ambiente, el Consejo Nacional de Áreas Naturales Protegidas y otras entidades de gobierno como la Defensoría de la Mujer Indígena y otras que tienen la voluntad de poder hacer coordinaciones con la Mesa Indígena sí lo hacemos, no es constante y es poco, pero sí estamos haciéndolo. Por ejemplo, la Mesa Indígena, como parte del Consejo Nacional de Cambio Climático en Guatemala, solicitamos espacio para la acreditación de personas para ir a la COP26 y se logró. Estuvimos un poco aislados de las reuniones, sí, porque no significa que nosotros como pueblos indígenas tenemos que estar directamente, sino que solicitamos ir también y poder participar en los espacios políticos de alto nivel y de negociaciones.
En primer lugar, creo que si tuviéramos autoridades que sean sensibles a los temas de los pueblos indígenas y que reconozcan la existencia de estos pueblos, sus derechos y sea accesible a promover la participación de los pueblos indígenas, se podría lograr mucho. Y que no se haga solo por intereses políticos porque, cuando ya están en sus mandatos, después se olvidan de que existen los pueblos indígenas. Lamentablemente, en Guatemala, a pesar de que hay indígenas en las instancias gubernamentales —quizás están en posiciones diferentes— sin embargo, desde mi punto de vista, no tienen la visión de decir: ‘Bueno, este es mi pueblo y voy a empujar con certeza, a apoyar para que esto se dé’. No es así. Respeto mucho a las personas en los espacios de las diferentes entidades y gobierno que son indígenas, pero muchos están únicamente por cumplir un compromiso gubernamental que no es de ellos.
* Imagen principal: Dolores Cabnal en el Parque Nacional Río Dulce. Foto: Cortesía Dolores Cabnal.
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