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Nicaragua: violencia desplaza a comunidades indígenas y las deja sin tierras en Bosawás

  • Los colonos han estado avanzando hacia las zonas rurales del norte de Nicaragua durante décadas, atraídos por el potencial de la minería del oro y la ganadería no reguladas.
  • El área pertenece legalmente a las comunidades indígenas mayangna y miskito, las cuales han manejado la zona de manera sustentable para su cultivo.
  • Muchas familias han sido expulsadas por las amenazas de violencia de los colonos y por la destrucción de los bosques y fuentes de agua, de los que dependen para su sustento.
  • Sin ningún lugar a donde ir, las comunidades indígenas están experimentando inseguridad alimentaria y desnutrición mientras intentan cultivar en pequeñas parcelas de tierra no reclamada.

En el norte de Nicaragua, muchas comunidades indígenas luchan contra el hambre y contra la desnutrición a medida que las crecientes invasiones de tierras los obligan a abandonar los bosques ancestrales, donde cultivaban de manera sustentable.

Los residentes de la Reserva de la Biosfera Bosawás y sus alrededores, cerca de la costa caribeña, (la mayoría de ellos son parte de comunidades indígenas Mayangna y Miskito) no siempre tienen suficiente para comer después de haber sido desplazados por forasteros que ingresan por la fuerza a la zona para extraer oro, para pastar ganado y para talar los 2,2 millones de hectáreas (5,4 millones de acres) de bosque protegido por la UNESCO.

“Por un lado, están la violencia y las masacres. Por el otro, está la situación lenta, dolorosa y morbosa que se crea cuando se quitan las tierras —plantea Anuradha Mittal, directora del Oakland Institute (con sede en Estados Unidos), que ha investigado temas relacionados con los derechos humanos en Nicaragua—. A medida que llega el momento de sembrar frijoles, mandioca y bananas, estas comunidades son expulsadas o tienen miedo de ir a su granja, lo que termina en hambre y en desnutrición”.

Algunos residentes desplazados se quejan de tener bajo peso y de perder los dientes, síntomas comunes de desnutrición. Las personas mayores han muerto de hambre después de haberse negado a comer alimentos procesados, que chocan con las dietas ancestrales a las que sus cuerpos están acostumbrados, según señalaron los líderes comunitarios a Mongabay. Los alimentos procesados tienen peor valor nutricional y suelen incluir carbohidratos básicos en lugar de plantas naturales y carnes de la zona. “Las familias no están comiendo bien, y la variedad de los alimentos ha disminuido —cuenta María, una activista local en la comunidad—. También la cantidad. Y la frecuencia… Hay personas que comen una vez al día”.

Ataúdes en fila en una comunidad indígena del norte de Nicaragua. (Gentileza de Prilaka Community Foundation).

Las comunidades indígenas de la Reserva de la Biosfera Bosawás y alrededores, así como los defensores internacionales de los derechos humanos, sostienen que la tierra ancestral está siendo robada por colonos, mestizos nicaragüenses que llegan de otras partes del país con la esperanza de beneficiarse de la actividad minera y agrícola no regulada. Esto causa una deforestación que dificulta el acceso de los lugareños a los alimentos tradicionales.

La minería del oro y la ganadería son dos de las industrias más grandes del país, que representan casi mil millones de dólares en exportaciones anuales, a pesar de las críticas internacionales respecto de que contribuyen significativamente a la deforestación y a la pérdida de biodiversidad.

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Entre 1987 y 2010, la Reserva de la Biosfera Bosawás perdió más de 500 000 ha (1,2 millones de acres) de bosque. Perdió otras 92 000 ha (227 000 acres) entre 2013 y 2017. Mongabay ha informado sobre los riesgos que enfrentan, a medida que la deforestación se extiende, los ecosistemas locales, e inclusive más de 200 especies de aves, 85 mamíferos y 200 000 insectos, así como también 400 especies de plantas. Mucha de esa biodiversidad era manejada por las comunidades indígenas de manera sustentable antes de que llegaran los colonos.

La deforestación ha dañado las cuencas hidrográficas locales, a medida que va desapareciendo el follaje cercano, y los ranchos ganaderos van contaminando ríos y arroyos. Las poblaciones de peces han disminuido, lo que significa que las comunidades están perdiendo el acceso a una fuente principal de proteínas, según afirmaron los activistas.

El Ministerio de Medioambiente y Recursos Naturales de Nicaragua no respondió al pedido de comentarios. En declaraciones anteriores, el Gobierno ha afirmado que la violencia en la zona se debe a luchas interétnicas, y no a invasiones de tierras. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos (como el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional) acusan al Estado de ser cómplice en la desaparición de los pueblos indígenas.

Los residentes se reúnen para debatir sobre la invasión de tierras por parte de los colonos. (Gentileza de Prilaka Community Foundation).

“Desde la llegada masiva de los colonos a nuestro territorio, los medios de vida han cambiado radicalmente —cuenta Osmin*, un representante legal indígena—. Tradicionalmente, el sustento de los pueblos indígenas, de las comunidades, proviene del río, el bosque, la tierra. Pero los colonos tienen una dinámica muy diferente a la de las comunidades indígenas, por lo que la gente está alimentándose con diferentes tipos de alimentos”.

Muchos de los colonos utilizan la violencia y la intimidación para expulsar a las familias de sus tierras. Esto incluye a menudo la violación y asesinato de los residentes locales que intentan acceder a las zonas de pesca, caza y recolección de frutas, según un informe del Grupo de Trabajo Internacional para Asuntos Indígenas.

En septiembre de 2021, los colonos quemaron cinco viviendas en la zona agrícola de los sangnilaya, amenazaron a los arroceros y secuestraron a dos personas durante unas ocho horas, según líderes indígenas y defensores de derechos humanos. Los sangnilaya pertenecen a la etnia miskito. Se vieron obligados a retirarse cruzando el río local Wawa y a vivir en una parcela de tierra demasiado pequeña e infértil para producir suficientes alimentos. “Tradicionalmente, sembramos mandioca, maíz, plátano y arroz —explica Adolfo*, un líder comunitario sangnilaya—. Pero ha pasado un año desde que cultivamos algo”.

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Algunos residentes sangnilayas han recurrido al cultivo de pinos, que cortan y convierten en carbón vegetal para vender en la ciudad de Puerta Cabezas, a unos 65 km (40 mi) de distancia. Además de ser una profesión poco saludable (que genera problemas respiratorios y cáncer), la venta de carbón no ha demostrado ser una práctica económica sustentable para muchos de ellos, ya que aún luchan por ganar suficiente dinero para comprar alimentos.

A principios de enero de 2022, 50 residentes sangnilayas se juntaron para visitar un territorio de 2450 ha (6055 acres) con la esperanza de convencer a algunos colonos para que se fueran. Febrero marca el comienzo de la siembra de primavera. Para muchos residentes sangnilayas, ese era el último intento por asegurarse de que tendrían suficiente comida para el resto del año.

“No podemos cruzar el río —comenta Adolfo—. No podemos trabajar en esa zona. Ellos la tomaron. Entonces, reunimos un grupo para que fuera a verlos y averiguase quién los había dejado entrar, quién los había autorizado”.

Al adentrarse más en el terreno, contaron que comenzaron a escuchar disparos desde lo alto: una táctica de intimidación común. Varios colonos armados y camuflados aparecieron detrás de los árboles y les dijeron a los sangnilayas que se fueran. Adolfo dijo que había hablado con el líder del grupo, tratando de explicarle que los colonos estaban ocupando indebidamente el territorio y que todos los arrendamientos y las ventas se estaban realizando de manera ilegal. Según Adolfo, la conversación fue civilizada, pero no necesariamente productiva. Ambas partes se despidieron sin violencia, pero sin un acuerdo.

Luego, los líderes de la comunidad informaron que la policía había visitado la zona al día siguiente. Sin embargo, no hubo arrestos. La policía, a la que no se pudo contactar para que hicieran comentarios para este artículo, prometió a los líderes sangnilayas que tomarían sus quejas en consideración. Sin embargo, es una promesa que los grupos indígenas de la zona han oído durante años. “El Gobierno dice: ‘Vamos a ver, vamos a verificar qué están haciendo [los colonos]’. —explica Adolfo—. Pero eso es todo”.

Mientras tanto, Adolfo aseguró que los sangnilayas y otras comunidades indígenas en la Reserva de la Biosfera Bosawás continuarán haciendo lo que puedan para alimentarse y para llegar a fin de mes. Están resueltos a resolver este problema, y regresar a su tierra ancestral. “Moriremos de hambre aquí, o moriremos como hombres —afirmó respecto de la actitud que tomará la comunidad en adelante—. Debemos resolver el problema”.

*Las identidades de las fuentes locales han sido modificadas para protegerlas..

Imagen del banner: Bosque virgen en la Reserva de la Biosfera Bosawás, cerca de la costa caribeña, donde viven muchas comunidades indígenas mayangna y miskito. (Gentileza de Wikimedia.

Artículo original: https://news.mongabay.com/2022/01/displaced-and-deprived-indigenous-communities-suffer-from-hunger-in-nicaragua/

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