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Científicos advierten que vendrán nuevas pandemias si no se detiene la intrusión en la vida silvestre

  • En todo el mundo, numerosas enfermedades infecciosas se transmiten entre la vida silvestre, el ganado y los seres humanos a un ritmo creciente, incluidos brotes de COVID-19, ébola, dengue, VIH y otros, a medida que la amenaza de nuevas enfermedades zoonóticas emergentes aumenta cada vez más.
  • Las actividades humanas, en particular la intrusión en paisajes silvestres, la alimentación y el comercio de animales silvestres, acercan a personas y animales a proximidades antinaturales, exponiéndolos a patógenos para los cuales carecen de inmunidad.

A principios del 2020, cuando un nuevo coronavirus azotó al mundo, una palabra poco conocida entró en las conversaciones diarias. La COVID-19 era “zoonótica”: una enfermedad que se originó en animales, luego evolucionó, rompió la división darwiniana y saltó a los humanos. El 11 de marzo del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró una pandemia mundial. Científicos advierten que vendrán nuevas pandemias si no se detiene la intrusión en la vida silvestre.

Ahora“la guerra ha cambiado”, sostiene un documento interno de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. La nueva variante Delta, altamente contagiosa, ha evolucionado para propagarse con la facilidad de la varicela.

En la actualidad, los contagios se acercan a los 200 millones en todo el mundo, con un número de muertos impactante: más de 4200 millones de vidas perdidas. Los expertos sostienen que los números reales son mucho mayores: un estudio nuevo calcula que las muertes en India son diez veces más que la cifra oficial. La pandemia también ha provocado una recesión mundial, que ha llevado a más de 95 millones de personas a la pobreza extrema. Con esta nueva variante Delta, y la muy probable posibilidad de que aparezcan más variantes, la crisis está lejos de terminar.

A medida que el mundo gira, los expertos levantan una bandera de advertencia de color rojo brillante: este no es un suceso que se produce una vez en un siglo. “Más bien las pandemias están [sucediendo] una vez cada diez años en este momento”, señaló el zoólogo Peter Daszak, presidente de la organización sin fines de lucro EcoHealth Alliance en la ciudad de Nueva York. Mientras tanto, según afirma, hay poca discusión sobre por qué ocurrió la pandemia de la COVID-19 o sobre la acción urgente necesaria para prevenir el próximo brote mundial.

Esta ilustración, creada en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU., revela la morfología ultraestructural que presentan los coronavirus. Nótense los picos que adornan la superficie exterior del virus, que continúa evolucionando para eludir las defensas contra las enfermedades de los portadores humanos. Imagen cortesía del CDC.

Enfermedad zoonótica emergente

Los virus necesitan un organismo huésped para replicarse y luego propagarse a nuevos portadores, por lo que la supervivencia requiere que evolucionen constantemente para evadir el sistema inmunológico de una especie. Esa evolución ha permitido que los virus se muevan entre animales y humanos desde hace milenios.

Hoy en día, hasta el 75 % de todas las nuevas enfermedades humanas contagiosas son zoonóticas y la mayoría se originan en los trópicos.

Hay una gran cantidad de virus desconocidos, según sostiene Daszak; posiblemente, más de 1600 millones. De estos, entre 600 000 y 800 000 podrían infectar a los humanos. “La mayoría de los virus peligrosos que vemos provienen de mamíferos; unos pocos provienen de las aves”, agregó.

Algunos son transportados por huéspedes intermediarios o por parásitos, en particular mosquitos y garrapatas. Muchos son mortales. Por lo general, no tienen cura.

El ciclo de vida de las garrapatas del ciervo (Ixodes scapularis), que propagan la enfermedad de Lyme. Imagen cortesía del CDC.

Los ejemplos modernos son numerosos: la crisis del SIDA, causada por el virus de la inmunodeficiencia humana, o VIH, se originó en África Central, donde saltó de los primates a las personas, posiblemente, a fines del siglo XIX, y es probable que se contrajera cuando una persona consumió carne de chimpancé infectada. La fiebre hemorrágica del Ébola (una de las más letales) apareció, por primera vez, en 1976 cerca del río Ébola en lo que, en la actualidad, es la República Democrática del Congo. Mata a alrededor de la mitad de sus víctimas. Se cree que también se transmite a través de la matanza e ingestión de chimpancés infectados y, posiblemente, de murciélagos frugívoros y de antílopes forestales infectados. En 1998, el virus Nipah pasó de los murciélagos frugívoros a los cerdos y de estos a los humanos en una granja de Malasia ubicada en la selva tropical. En el 2009, apareció en México la gripe porcina H1N1, un híbrido de virus de aves y cerdos.

Pocas personas en todo el mundo que contraen el virus del Nilo Occidental a través de la picadura de un mosquito lo relacionan con las aves que viven cerca del nacimiento del río Nilo en Uganda. Los mosquitos transmiten múltiples enfermedades, como la fiebre amarilla, el virus del Zika y el dengue. Las garrapatas transmiten la enfermedad de Lyme y otras enfermedades bacterianas y virales. Y la lista continúa.

Propagación

La tasa de propagación ha aumentado junto con el rápido incremento de los impactos humanos en el planeta. La COVID-19 es tan solo una de las aproximadamente 500 nuevas enfermedades zoonóticas detectadas desde la década de 1950.

Durante décadas, epidemiólogos, conservacionistas, veterinarios y expertos en salud pública han difundido advertencias graves con respecto a la propagación: la invasión agresiva de ecosistemas intactos y la alteración de los sistemas naturales del planeta están creando riesgos para la salud.

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Estas incursiones pusieron a las personas, sus animales domésticos y la vida silvestre en una proximidad antinatural. En contacto estrecho, todos intercambian gérmenes, patógenos que luego pueden mutar y saltar a nuevos huéspedes vulnerables que carecen de inmunidad. Las enfermedades pueden transmitirse en cualquier dirección entre la vida silvestre, el ganado y las personas, y viceversa.

Cajas de distintas especies animales apiladas en un mercado de Hanoi, Vietnam. Esto permite que los animales defequen y orinen desde arriba, lo que facilita la propagación de enfermedades. Imagen © E. Bennett/WCS.

Los científicos todavía están debatiendo la fuente de la COVID-19, ya sea si provino de la vida silvestre vendida como alimento en el mercado mayorista de mariscos de Huanan en Wuhan, China; si se transmitió de alguna manera a través de los murciélagos de herradura, una especie reservorio; o si escapó accidentalmente del laboratorio de biotecnología del Instituto de Virología de Wuhan, que estudia los coronavirus. La mayoría de los científicos se inclina por la propagación a través de la vida silvestre, pero independientemente de su origen, esta pandemia fue causada por el ser humano.

“Era evitable; no fue una sorpresa y se predijo”, afirmó Steve Osofsky, director del Cornell Wildlife Health Center en Ithaca, Nueva York.

Dos brotes de coronavirus precedieron a la COVID-19: el SARS del 2003 (síndrome respiratorio agudo grave) que, probablemente, pasó de los murciélagos a las personas a través de civetas vendidas en los mercados de vida silvestre chinos, y el MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio), que apareció en Arabia Saudita en el 2012, transmitido por dromedarios. Existen siete coronavirus conocidos que infectan a las personas.

El veterinario Hasan Alkaf toma muestras de un camello durante el primer caso informado de coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) en Haramout, Yemen en abril del 2014. La investigación fue dirigida por residentes médicos del programa FETP de Yemen. Imagen cortesía de Awadh Mohammed Ba Saleh/CDC.

Una crisis creada por los humanos

Según Osofsky, hay pocas maneras en las que invitamos a los patógenos a la sala de estar de la humanidad: comiendo partes del cuerpo de animales silvestres; capturando y mezclando especies silvestres en los mercados; y arrasando los bosques tropicales y destruyendo lo que queda de la naturaleza silvestre, algo que estamos haciendo “a un ritmo vertiginoso”, dice.

La biodiversidad es considerada el sistema inmunológico del planeta y su devastación nos pone en gran riesgo. Una creciente investigación muestra que cuando perturbamos los sistemas naturales, las amenazas de enfermedades zoonóticas aumentan exponencialmente. Mientras que algunas especies desaparecen otras proliferan sin control, incluidos los roedores y muchas especies conocidas por portar patógenos que infectan a los humanos.

“Cuando erosionamos la biodiversidad, favorecemos las especies con mayor probabilidad de ser portadores zoonóticos —explicó Rick Ostfeld, ecologista de enfermedades del Cary Institute of Ecosystem Studies en Millbrook, Nueva York—. Es mucho más probable que la próxima pandemia provenga de una rata que de un rinoceronte. Sin darnos cuenta, les facilitamos la vida a las ratas del mundo al reemplazar el hábitat nativo con centros comerciales, megarrepresas y campos de soya”.

Osofsky agregó esta advertencia: “Es importante no permitir que el miedo a las enfermedades genere una reacción violenta contra las criaturas silvestres. Necesitamos la vida silvestre y los lugares silvestres”. Los ecosistemas saludables nos protegen de la próxima pandemia.

Un pangolín mira desde la jaula en la que fue encerrado por traficantes ilegales mientras un oficial de la ley indonesio observa. El pangolín es el mamífero más comercializado en el comercio ilegal de vida silvestre. Puede haber sido parte de la vía por la cual la COVID-19 logró propagarse. Imagen: Paul Hilton para WCS.
Un puercoespín malasio en una granja de vida silvestre en la provincia de Dong Nai, Vietnam. El vasto comercio legal e ilegal de vida silvestre en todo el mundo hace que sea muy difícil determinar dónde puede originarse la próxima pandemia. Imagen cortesía de WCS Vietnam.

Fuente de enfermedad zoonótica: paisajes alterados

Numerosos estudios muestran que los paisajes alterados por los seres humanos son zonas de alto riesgo zoonótico. La deforestación aumenta los brotes de enfermedades. Esto ocurre con mayor frecuencia en países tropicales donde el bosque primario se abre para plantaciones y ranchos, a menudo para producir productos básicos a escala industrial: carne, soya y aceite de palma. La minería, la tala y la expansión urbana también despejan grandes extensiones de tierra. Si bien los brotes pueden ocurrir en cualquier lugar, la incursión humana en los ecosistemas silvestres afecta a todos los seres vivos y eso altera los sistemas naturales que han evolucionado en sincronía durante millones de años.

La incursión en los bosques vírgenes de África Occidental ofrece un ejemplo claro del efecto dominó de la pandemia. Primero, las carreteras para tala abrieron los bosques a los cazadores de carne de animales silvestres. Luego, aparecieron las aldeas y, con estas, se hicieron más carreteras, con más bosque talado para las granjas. Eso llevó a que miles de personas estuvieran en contacto cercano con murciélagos y otros animales de los que se cree que son portadores del virus del ébola. Hubo unos 32 brotes de ébola desde 1976.

“Esos sectores nunca consideraron las consecuencias para la salud ”, señaló Christian Walzer, veterinario y director ejecutivo de salud de la Wildlife Conservation Society.

El doctor Alain Ondzie lidera la divulgación educativa sobre el ébola en una aldea en el norte de la República del Congo. La educación es vital para prevenir la propagación. Imagen cortesía de Sarah Olson/WCS.
El Laboratorio Nacional de Salud Pública en Brazzaville, República del Congo, analiza muestras de cadáveres para detectar la presencia del virus del Ébola. Imagen cortesía de Eeva Kuisma/WCS.

El ganado y otros animales domésticos que viven muy cerca de la vida silvestre también sirve como huésped intermediario para la propagación hacia los seres humanos. Por ejemplo, en Malasia, las granjas ubicadas en el bosque llevaron murciélagos frugívoros a las aldeas, atraídos por los árboles de mango que había plantados. Una vez allí, el virus Nipah pasó de los murciélagos a los cerdos y de estos a las personas.

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Vía de las enfermedades zoonóticas: comercio de vida silvestre

El comercio mundial masivo de animales silvestres ha provocado numerosos brotes de enfermedades. Cada año, cientos de millones de animales se envían a todo el mundo, legal e ilegalmente, vivos, muertos y en partes. Es un negocio extremadamente lucrativo, impulsado por la demanda de los consumidores de medicinas tradicionales, carne de animales silvestres, trofeos, mascotas exóticas, comida, ropa y decoración del hogar.

El tráfico y los mercados de vida silvestre son “criaderos peligrosos para la próxima pandemia”, según afirmó Chris Shepherd, director ejecutivo de Monitor, una organización sin fines de lucro que se enfoca en el comercio de vida silvestre.

En los mercados de África, América del Sur y Asia, las especies silvestres están apiñadas, hacinadas, en jaulas sucias y estrechas, donde se mezclan las heces, la orina y la sangre, y donde los humanos hacen las compras. A menudo, la vida silvestre se coloca junto a los animales domésticos. Muchos de estos animales están débiles, en mal estado de salud después de una captura y transporte traumáticos, y todos están expuestos a una diversidad de patógenos nuevos.

Un mercado de animales vivos fue la fuente probable del brote de gripe aviar H5N1 en Asia, lo que permitió la propagación de la gripe aviar de las aves silvestres a los pollos y a los pavos y de estos a las personas.

A pesar de la pandemia actual y su probable origen zoonótico, el comercio de animales silvestres no se ha desacelerado significativamente, ni siquiera se ha abordado, según sostuvo Shepherd.

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La COVID-19, el SARS y otros brotes se originaron en China, el mayor consumidor mundial de vida silvestre tanto importada legalmente como traficada ilegalmente.

Durante décadas, China también ha criado animales silvestres para el consumo. En el 2020, el gobierno cerró mercados de vida silvestre e instalaciones que criaban especies silvestres para consumo, pero permitió un resquicio para animales criados para “uso ornamental”, incluyendo pieles, o ingredientes de la medicina tradicional china; resquicios que permiten la transmisión de enfermedades.

Vía de la enfermedad zoonótica: carne de animales silvestres

La carne de animales silvestres es otra ruta clave de infección, según informó Walzer. El contagio a los humanos a menudo ocurre a través de la caza, matanza, consumo y transporte de carne silvestre que ofrece conductos ideales para la propagación de patógenos.

Actualmente, la mayor parte de la carne de animales silvestres proviene de África Occidental y Central. La ONU estima que al menos 5 millones de toneladas de carne de animales silvestres se cazan solo en la cuenca del Congo cada año, incluidos simios, monos, ratas, murciélagos y otros posibles portadores de enfermedades. Pero la carne de animales silvestres también proviene de los bosques de África, Asia y América Latina. Las industrias maderera y petrolera han facilitado enormemente el comercio de carne de animales silvestres al construir carreteras que permiten a los cazadores entrar en áreas previamente inaccesibles. La gente local también usa estos caminos y cazan para ganar dinero.

Los mercados de los pueblos pequeños y los de las grandes ciudades venden carne de animales silvestres a una clientela muy diferente. Millones de pueblos indígenas y comunidades rurales dependen de la carne de animales silvestres para sobrevivir, pero la mayor parte de la demanda proviene de los habitantes de las ciudades. En las ciudades, la carne silvestre es un artículo de lujo y costoso que a menudo se compra como una forma de conectarse con las tradiciones ancestrales o para hacer alarde de la riqueza. Los consumidores se extienden por todo el mundo y cada año se introducen de contrabando en Europa miles de toneladas. Toda esa carne representa posibles vectores de enfermedades.

Muestras del cadáver de un gran simio. Imagen cortesía de WCS/Congo.

Conocemos al enemigo y somos nosotros

En los Estados Unidos, la pandemia de COVID-19 desató el racismo contra los asiáticos y hubo ataques contra chinoamericanos. Pero Daszak dijo: “Tenemos que dejar de intentar culpar a un país, un comportamiento o un grupo específico de personas. Tenemos que reconocer que todos tenemos un papel en esto y hasta que lo hagamos seguiremos sufriendo en la ‘era de las pandemias’”.

Todos los países de la Tierra comercian con animales silvestres y con productos de la vida silvestre (legal e ilegalmente), compran soya, aceite de palma, carne de res, madera u otros productos importados que destruyen los bosques. Pocas personas se dan cuenta, por ejemplo, de que Estados Unidos es el segundo mayor consumidor de vida silvestre ilegal.

Mientras tanto, a medida que el cambio climático calienta el planeta, el dengue, el zika, la fiebre amarilla y otras enfermedades transmitidas por vectores se están extendiendo a nuevos territorios. Se transmiten por mosquitos, garrapatas, pulgas, caracoles de agua dulce y otros vectores. El mosquito tigre es particularmente eficaz y transmite enfermedades debilitantes a seres humanos y a animales domésticos, incluidos caballos y perros.

Un Aedes albopictus, o mosquito tigre, obtiene su alimento de sangre a través de la piel de su anfitrión. Se sabe que transmite los virus del dengue y del chikunguña. Imagen cortesía de Pablo Cabrera/CDC.

La OMS califica el aumento global de casos de dengue como “alarmante”. En 1970, el virus estaba presente en solo nueve países pero, en la actualidad, está presente en unas 100 naciones. Del 2000 al 2019, los casos se dispararon de 505 000 a 5,2 millones. En pocas palabras, un mundo más cálido alberga más mosquitos y otros insectos que buscan a alguien a quien picar; son portadores de virus en busca de nuevos huéspedes.

Una vez que comienza un brote es muy difícil de contener. La pandemia actual ha demostrado lo rápido que podemos propagar un nuevo virus. En nuestro mundo globalizado, los viajes y el comercio internacionales pueden infectar rincones remotos del planeta incluso antes de que los portadores muestren síntomas. Desde que surgió en diciembre del 2019, la COVID-19 se ha reportado en 222 países y territorios.

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El costo: tanto humano como silvestre

En un año “normal”, sin una pandemia mundial, hay más de 1000 millones de casos de enfermedades zoonóticas, que matan aproximadamente a un millón de personas. El brote de Nipah en 1998 costó 500 millones de dólares; el brote de SARS del 2003 costó unos 40 000 millones de dólares. La producción económica global perdida, causada por la COVID-19, es un orden de magnitud mayor: un informe del Congreso de los EE. UU. proyecta el costo en 28 billones de dólares.

La prevención no solo salvará vidas; ahorrará dinero. Con una inversión comparativamente pequeña —alrededor de 140 millones de dólares por año durante 10 años—, los investigadores podrían identificar el 85 % de los virus del mundo, según un informe conjunto de la ONU y la OMS. Poner las secuencias genéticas de esos virus en manos de los fabricantes de vacunas podría ayudar a proteger contra futuras pandemias.

Si bien la vigilancia, preparación, la implementación de mejores sistemas de salud y de mejores vacunas es crucial,  ignorar la prevención (no abordar el desarrollo y el comportamiento humano de alto riesgo, que permiten la transmisión de enfermedades) tiene un precio muy alto, asegura Ostfeld. “No estamos incorporando el enorme costo para la salud humana en nuestros análisis de costo-beneficio de los proyectos de desarrollo. Se ignora por completo”. Lo que se necesita, según sostuvo, es incorporar el riesgo de enfermedades en las políticas gubernamentales y de salud desde el principio.

Osofsky llama a esto una coyuntura crítica en la historia de la civilización humana. “Ya sea que se trate de cambio climático, pérdida de biodiversidad o enfermedades emergentes —planteó—, todos son síntomas de la falta de consideración de la humanidad por la naturaleza”.

La prevención de la próxima pandemia requerirá la cooperación mundial, según concluye Osofsky. Requiere reunir a expertos de todo el espectro social (ministros de finanzas; organizaciones comerciales; médicos; veterinarios; epidemiólogos; zoólogos; profesionales de la salud pública, la agricultura y el medio ambiente; así como líderes empresariales, pueblos indígenas y otros) para identificar y mitigar actividades de alto riesgo en áreas de alto riesgo.

“Es hora de redefinir nuestras relaciones con la naturaleza salvaje y con las demás especies”, señaló Osofsky.

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Imagen principal: El método de muestreo de cadáveres utiliza el conocimiento y experiencia obtenidos de brotes de enfermedades anteriores. Los recogedores de muestras trabajan en parejas y usan equipo de protección personal. Imagen cortesía de Sebastien Assoignons/WCS.

Artículo original: https://news.mongabay.com/2021/08/address-risky-human-activities-now-or-face-new-pandemics-scientists-warn/

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