Los comuneros guiaron al equipo periodístico a las quebradas y suelos de Canaán de Cachiyacu y Nuevo Sucre, en Contamana, Loreto, para mostrar cómo han sido afectados por los diversos derrames atribuidos a la petrolera Maple Gas por más de 25 años.Pobladores shipibos afirman que, por el agua contaminada, aún sufren enfermedades y sus chacras no producen. El contrato establecía que la empresa debía cumplir con leyes de protección al medioambiente, pero Perupetro constató que dejó todo en abandono.Mongabay Latam llegó a las dos comunidades nativas, situadas a orillas del río Ucayali, y recogió las denuncias de sus habitantes sobre el grave impacto ambiental que aseguran ha sido provocado por las operaciones en los lotes 31-B y 31-E. Sobre la rejilla de fierro humeante, seis carachamas están a punto alcanzar su punto de cocción. Hilda Rodríguez mueve la leña y atiza el fuego en cuclillas. A ratos da vuelta a los inguiris —plátano verde de la Amazonía— que también asa al lado de una olla con huevos en hervor. Los seis pescados, de aspecto negruzco y cola delgada, son todo lo que el hermano de Hilda ha podido atrapar durante la mañana en la quebrada Cachiyacu. Este será su almuerzo y el de sus familias. Todos son del pueblo indígena shipibo conibo, y esta calurosa tarde de marzo se han reunido en la comunidad nativa Canaán de Cachiyacu, región Loreto, selva oriental del Perú. —¿Ha probado la carachama asada?— me preguntan. —Sí, claro— contesto. —Antes el olor a petróleo era más fuerte cuando la cocinábamos. Ahora ya no tanto— dice Hilda mientras hace crujir con sus pasos el piso de tablones de la casa de su hermano. Él le da un primer mordisco a su pescado, frunce el ceño y afirma que el sabor a metal tampoco ha desaparecido del todo. Y siente que aún pasa lo mismo con los sábalos, bocachicos y todo lo que preparan con el agua de la quebrada. Siete horas de viaje en deslizador por el río Ucayali separan a la ciudad de Pucallpa (Ucayali) del distrito de Contamana (Loreto). Para llegar a Canaán de Cachiyacu hay que partir del puerto de Contamana y recorrer el mismo río otros 25 minutos en bote a motor. Las casas de unas 150 familias de artesanos, pescadores y agricultores shipibo conibo empiezan desde la orilla del Ucayali y se esparcen sobre una enorme loma boscosa. Son construcciones de madera que tienen luz eléctrica las 24 horas pero no servicio de agua potable. Por eso, los comuneros han recurrido siempre a las aguas de la quebrada Cachiyacu, un afluente del río Ucayali que cruza este pueblo shipibo; y que si bien ha sido su fuente de vida, también lo ha ido minando. A través de la quebrada Cachiyacu, narran los comuneros, llegaba al pueblo el crudo que se desbordaba durante las operaciones de extracción en el lote petrolero 31-B. Los efectos de esta contaminación, aseguran, golpean hasta hoy a más de mil shipibos conibos.