- Una investigación científica logró demostrar que los murciélagos tienen un importante rol en la agricultura ya que son controladores biológicos de plagas.
- A partir del hallazgo, científicos decidieron instalar bativillas, refugios donde los murciélagos puedan habitar sin ser agredidos, para que su presencia pueda contribuir a disminuir el uso de pesticidas en la agricultura.
A primera vista, nos puede parecer extraño que los científicos se esfuercen en realizar estudios sobre murciélagos para, a partir de ello, conservar la biodiversidad de las montañas. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Resulta que estudiar la biología y patrones de vida de los murciélagos que habitan en esas áreas es vital para mantener los ecosistemas en equilibrio, debido a que cumplen un rol clave mediante la polinización, dispersión de las semillas y también, según demostró un estudio reciente, como controladores de plagas de insectos dañinos para la agricultura.
A pesar de este rol de enorme importancia, los quirópteros, conocidos comúnmente como murciélagos, son un grupo poco apreciado y por lo mismo sufren la pérdida o degradación de su hábitat. Según el departamento de Vida Silvestre del Servicio Agrícola Ganadero (SAG) de Chile, la declinación en la población de estos animales se debe principalmente a que las personas los matan “debido al desconocimiento y al miedo basado en mitos que los consideran animales nocturnos siniestros”.
Por esto, los investigadores en quirópteros advierten la urgencia de desarrollar estudios de la especie con el objetivo de protegerla y desmitificar su imagen. Eso es justamente lo que la Global Environment Facility (GEF) Montaña, iniciativa de conservación de la biodiversidad que busca proteger las montañas de la región Metropolitana y parte de la región de Valparaíso, en Chile, viene realizando desde el 2015 hasta la actualidad de la mano de especialistas.
Controladores de plagas
Annia Rodríguez, Doctora en Ecología y Biología Evolutiva y directora general de Bioecos —una consultora especializada en estudios de ecología, bioacústica y conservación de murciélagos— recuerda que mientras cursaba su segundo año de carrera en Cuba, su país natal, visitó unas cuevas que estaban llenas de murciélagos. “Fue algo fascinante”, dice.
Desde el principio lo que más le asombró a Rodríguez fue que son los únicos mamíferos voladores que se orientan en la oscuridad de la noche por ecolocación, —un sistema de orientación espacial mediante ondas de sonido emitidas por su nariz y boca. Pero lo que más le llamó la atención es el desconocimiento generalizado de la población sobre este animal. En 2002, la científica aterrizó en Chile y comprobó que allí esto no era una excepción y desde entonces ha sido pionera en el país en describir las vocalizaciones de los murciélagos y utilizar la bioacústica para el estudio de este grupo de mamíferos a nivel nacional.
Mientras realizaba sus estudios postdoctorales en la Universidad de Chile, junto a la profesora Audrey Grez, nació la idea de investigar cuál era la contribución de los murciélagos a la agricultura y posteriormente a esa misma investigación se sumó el equipo del GEF Montaña. El objetivo era comprobar que estos animales eran controladores biológicos de plagas y que su presencia podía ayudar a disminuir el uso de pesticidas.
Lo primero que hicieron los investigadores fue identificar qué especies de murciélagos habitan en los viñedos orgánicos rodeados de vegetación nativa, ubicados en las comunas de Paine, Buin y Melipilla, en la región Metropolitana.
Durante 24 noches grabaron más de 240 horas de sonidos de ecolocalización. Los especialistas lograron registrar a cinco especies de murciélagos: murciélago orejón menor (Histiotus montanus), murciélago gris o ceniciento (Lasiurus cinereus), murciélago colorado (Lasiurus varius), murciélago oreja de ratón (Myotis chiloensis) y murciélago cola de ratón o de cola libre (Tadarida brasiliensis).
Posteriormente, los investigadores atraparon varios murciélagos con la ayuda de redes de niebla, para estudiar su dieta. Esta parte del estudio fue todo un reto ya que es tanto lo que el animal tritura el alimento al consumirlo que muchas veces “se convierte en un polvillo difícil de descifrar”, cuenta Rodríguez. Aun así, los científicos lograron analizar las heces de las especies e identificaron que son consumidores de la plaga Proeulia auraria, una polilla nativa de Chile que causa daños en uvas, arándanos, manzanos y perales, entre otros.
En forma paralela se aplicó una metodología de exclusión nocturna que consistió en cerrar un sector de un viñedo con una malla agrícola para comparar qué sucedía en las zonas donde los murciélagos no estaban presentes, con aquellos lugares donde los animales transitaban libremente atacando a las polillas que se comen las uvas.
Los resultados más interesantes y valiosos de esa investigación revelaron que cuando están presentes los murciélagos, la producción de los viñedos aumenta en un 7 %. Esta cifra es posible gracias a la dieta insectívora del animal, que en el caso del Tadarida brasiliensis —el murciélago común—, llega a ser de 600 insectos por hora. Además, producto de la reducción de frutos dañados a causa de los insectos, se cuantificó que el agricultor promedio ahorra cerca de US$85 ($150 mil pesos chilenos), “lo que disminuye el uso de pesticidas”, afirma la directora de Bioecos. La experta señala que está empeñada en difundir el enorme beneficio que constituye para la naturaleza la presencia de quirópteros.
La viña orgánica Antiyal, ubicada en Huelquén, poblado rural de la comuna de Paine, fue parte del estudio realizado por Bioecos junto al GEF Montaña. En este lugar, tras los positivos resultados que arrojó la investigación, se instaló una caseta para dar refugio a los murciélagos de esa zona. Marina Ashton, propietaria de esa viña es testigo de los beneficios positivos que brindan las colonias de murciélagos en sus viñedos como controladores de plagas y asegura que si los agricultores de viñedos convencionales (que usan pesticidas) insertan en sus campos de cultivos colonias de murciélagos, “poco a poco dejarán de usar agroquímicos”.
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‘Bativillas’: la apuesta que busca rendir frutos para la agricultura en Chile
El primer contacto que tuvo Ignacio Fernández con un murciélago fue en el año 1985 cuando Chile sucumbió ante un terremoto que dejó varias casas derrumbadas a lo largo del país. En ese entonces, Fernández, con cinco años de edad, vio muchas imágenes a través de la televisión que mostraban a un bicho raro escapando de las casas en ruinas, azotadas por el movimiento telúrico. Le pareció curioso que ese animal tan oscuro y diminuto pudiese volar, y no entendía dónde estaba su cola, sus alas y si tenía o no patas.
Actualmente Fernández es director de Myotis Chile, consultora que trabaja en el estudio y conservación de quirópteros, y es quien lidera desde el año 2021 la instalación de las ‘bativillas’ que son casetas para que los murciélagos puedan refugiarse, una idea que importó desde Europa.
Sofía Flores, integrante del equipo del GEF Montaña, dice que debido al éxito del estudio realizado con Bioecos en los viñedos orgánicos, se procedió a realizar estudios pilotos en zonas agrícolas para implementar medidas de manejo para proteger y conservar las colonias de murciélagos.
El primero de los estudios piloto se desarrolló en la localidad de María Pinto, ubicada a 46 kilómetros de la capital, Santiago. En esta comuna se realizó una erradicación pasiva de una colonia de más de 400 murciélagos de un estacionamiento que era utilizado por los vecinos del lugar.
Fernández cuenta que los vecinos de María Pinto sentían miedo de ir a estacionar sus autos porque “los murciélagos salían de los techos conformando una gran nube gris arriba de sus cabezas”, cuestión que “era bastante incómoda para ellos”, dice.
Para otros, en cambio, presenciar una gran nube gris de murciélagos puede constituir toda una atracción. Eso es lo que sucede en la ciudad de Texas, Estados Unidos, donde la colonia de murciélagos urbana más grande del mundo vive en las vigas bajo un puente. Año tras año, emergen en verdaderas nubes vivientes en eventos que reúnen a decenas de curiosos turistas.
En María Pinto, así como en casi todo Chile, “aún estamos lejos de disfrutar de ello”, afirma Flores, quien es ingeniera en recursos naturales renovables de la Universidad de Chile. La solución pasó por instalar cuatro casetas, cada una con capacidad para 200 individuos, en un espacio dentro del mismo estacionamiento, pero alejado del tránsito diario de las personas.
La intención no fue sacarlos completamente del lugar ya que por muy incómoda que resulte la presencia de estos animales, ya quedó demostrado que los murciélagos son muy beneficiosos para los campos de cultivos y el municipio de María Pinto, dice Flores, “estaba muy consciente del positivo servicio que entrega la especie”.
Además, la ingeniera explica que los murciélagos utilizan un radio de un kilómetro para desplazarse en busca de alimento, por lo que trasladarlos a un sitio cercano donde no volaran por encima de las cabezas de las personas no iba a ser perjudicial ni para ellos, ni para el ecosistema que se beneficia de su presencia.
El plan consistió en sellar las grietas del estacionamiento mientras los murciélagos estuvieran fueran de él para que, cuando regresaran, se encontrarán con que “se les había cerrado la puerta de su vieja casa y adoptarán las bativillas como su nuevo refugio”, explica Fernández.
Las buenas noticias no tardaron en llegar. Poco a poco las casetas se fueron colonizando y en noviembre del año 2021 se registró la primera ocupación de una, con alrededor de 30 individuos, “un número nada despreciable”, dice Fernández. El experto asegura que muchas veces este proceso de colonización puede demorar un par de años. Posteriormente, y a medida que avanzó la primavera y luego el verano, “todas las casetas comenzaron a ser colonizadas”, dice emocionado el Ignacio Fernández.
El segundo piloto se realizó en la localidad de Isla de Maipo, situada a 50 kilómetros al suroeste de Santiago. Allí, una colonia de murciélagos vivía en un colegio en desuso y la medida de manejo consistió en trasladarla a otro lugar, ya que al ser estos animales portadores naturales del virus de la rabia, por instrucción del Instituto de Salud Pública, no pueden habitar en recintos como esos, además de hospitales y jardines infantiles.
Tras un trabajo en terreno, los investigadores dieron con el lugar más idóneo para instalar las casetas: un sector bajo un puente, con un río, lleno de vegetación nativa, cercano a cultivos agrícolas y, lo más importante, repleto de insectos.
Allí se instalaron dos casetas, una con capacidad para 70 individuos y otra para albergar a más de 400 quirópteros. Esta vez, los investigadores optaron por introducir individuos en las casetas, lo que tuvo un efecto positivo a corto plazo ya que tras varios monitoreos realizados en distintas épocas del año 2021, se comprobó que rápidamente las bativillas comenzaron a poblarse. Según Fernández, en el último monitoreo se registraron “más de 300 murciélagos”.
Tanto Flores como Fernández coinciden en que quienes conocen el verdadero rol de estos mamíferos voladores hacen caso omiso de su mala fama, la que producto del COVID-19 “lamentablemente ha ido en aumento”, dicen. Pero las bativillas han llegado para quedarse, aseguran los expertos, quienes esperan que los beneficios de esta especie comiencen a difundirse por todos los campos del país contribuyendo así a disminuir la contaminación por uso de pesticidas.
Imagen principal: Colonia de Myotis chiloensis.
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