El Gran Chaco Sudamericano —que se extiende por más de 100 millones de hectáreas en Bolivia, Paraguay, Brasil y Argentina— es el hábitat de emblemáticas especies de mamíferos como el jaguar (Panthera onca), el tapir (Tapirus) y la capibara (Hydrochoerus hydrochaeris).
Este bosque seco tropical se encuentra bajo constante presión y se convirtió en uno de los ecosistemas más deforestados del mundo, con grandes extensiones arrasadas, principalmente, para ganadería y plantaciones de soya.
Una investigación reciente, publicada en la revista Global Change Biology, evaluó la diversidad de mamíferos grandes en todo el territorio de este ecosistema —en un periodo que abarcó de 1985 a 2015— y concluyó que estas amenazas están impactando la diversidad de los mamíferos en tres factores: número de especies, diversidad evolutiva, y elrango de roles ecológicos.
¿Por qué los expertos aseguran que, para conservar a los mamíferos, se debe mantener el 23 % del Chaco bajo algún sistema de protección? Estas son tres claves para comprenderlo.
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Un mejor conocimiento del ecosistema
La investigación realizada en Bolivia, Paraguay y Argentina, evaluó tres décadas de cambios en cuanto a número de especies, diversidad evolutiva, y el rango de roles ecológicos de los mamíferos, principalmente, sobre aquellos que son dispersores de semillas o depredadores. Sus resultados señalan que, en más de la mitad del área evaluada, las tres variables de la biodiversidad se redujeron drásticamente.
Esta publicación —titulada Destrucción del hábitat y sobreexplotación conducen a declives generalizados en todas las facetas de la diversidad de mamíferos en el Gran Chaco, realizada por científicos de Bolivia, España y Alemania— brinda una visión amplia de lo que está sucediendo en el Gran Chaco sudamericano, pues no solo evaluó la reducción de la población de las especies, sino también la historia evolutiva de los mamíferos más grandes, así como la función que tiene cada uno de ellos en el ecosistema.
Para la investigación, los expertos dividieron el territorio consistente en 110 millones de hectáreas en cuatro países de Sudamérica, en espacios de 5 por 5 kilómetros cuadrados —equivalentes a 2500 hectáreas cada uno— y en ellos se indagaron los cambios en la biodiversidad durante 30 años.
Los efectos de las amenazas
La investigación afirma que la destrucción del hábitat es la principal causa de disminución de los tres aspectos de la biodiversidad. Respecto a la caza, señala que ha sido más importante en el aspecto taxonómico o numérico y en el filogenético [la historia evolutiva que comparten las diferentes poblaciones de cada especie y que tienen que ver con millones de años de transformación], principalmente porque esta actividad se expandió en las áreas más remotas.
El artículo académico apunta que «el declive en las tres variables de la biodiversidad, desde 1985, revela un empobrecimiento generalizado del número de especies, historia evolutiva y roles ecológicos. Esta pérdida incluye la disminución de especies endémicas como el pecarí del Chaco (Catagonus wagneri) y el armadillo de cola desnuda (Cabassous Chacoensis)».
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También mencionan que existe un declive en especies de mamíferos con roles ecológicos clave: el lobo de crin (Chrysocyon brachyurus) y el tapir (Tapirus terrestris), que actúan como dispersores de semillas, o los principales depredadores, como el jaguar (Panthera onca) y el puma (Puma concolor). Además, el artículo explica que la disminución de la diversidad funcional puede tener implicaciones importantes para el funcionamiento del ecosistema, por ejemplo, impactos negativos en la regeneración forestal.
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La utilidad de los mapas
Los resultados del estudio indican que, para proteger la biodiversidad de El Chaco, se debe conservar por lo menos el 23 % de este gran ecosistema. Sin embargo, para el periodo que contempla el estudio, entre 1985 y 2015, solo el 5 % estaba protegido.
Por ello, los especialistas consideran que los mapas que elaboraron durante la investigación pueden ser útiles para planificar los espacios a conservar y proteger.
«Aunque este mapa no es determinante sobre dónde deberían estar las áreas naturales protegidas, creo que puede contribuir significativamente a delinearlas», concluye Alfredo Romero-Muñoz, investigador del departamento de Geografía de la Universidad de Humboldt de Berlín y autor principal del estudio.
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Imagen principal: Jaguar en el Parque Nacional Kaa Iya. Foto: Nick McPhee / Sernap.
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