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“Los bosques templados en México van a sufrir una reducción muy grande”: Daniel Piñero

Ejido Pueblo Nuevo-Durango

Bosques donde se realiza manejo forestal comunitario en Durango. Foto: Ejido Pueblo Nuevo.

  • El científico, que ha investigado la genética de las poblaciones de pinos, advierte de las consecuencias que tendrá el cambio climático en los ecosistemas forestales de México.
  • En entrevista con Mongabay Latam explica los hallazgos de sus estudios, derriba mitos de la ciencia y explica cuáles son las razones de la sobrevivencia de las especies.

El científico mexicano Daniel Piñero se considera un provocador y no es para menos: con sus investigaciones busca derribar algunos mitos de la ciencia. “Cuando era joven lo que me interesaba era estudiar el ADN, aunque en esa época ni siquiera se había descodificado el código genético”, cuenta desde su oficina en el Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Así fue explorando en la bioquímica, la biología, la ecología, hasta llegar a la genética de las poblaciones. Y en ese camino trabajó junto a científicos como José Sarukhán, Gonzalo Halffter, Rodolfo Dirzon y David Gernandt.

El científico Daniel Piñero es un experto en genética de las poblaciones. Imagen: Entrevista Youtube Darwin en San Ildefonso.

Sus estudios en bosques de pinos lo fueron llevando a indagar en la historia de las especies y a plantear nuevas ideas sobre aquellas poblaciones de árboles que podrían perderse: “El criterio más básico es que si hay más variación genética, seguramente la especie va a sobrevivir a largo plazo, pero eso es como un mito, no se ha demostrado que sea así”, asegura.

En esta conversación con Mongabay Latam, además de hacer un recorrido por los estudios de la genética de las poblaciones en México, Piñero habla sobre la extinción de las especies, el cambio climático, la pérdida de los bosques y su visión de futuro de la evolución de las especies.

—¿Cómo empezó sus investigaciones en los bosques de pinos?

—México tiene como 50 especies de pinos diferentes, pero hay variedades y subespecies y hay hibridación. Entonces, en 1999, con un botánico, el doctor David Gernandt, nos embarcamos en resolver la filogenia de la sistemática molecular (relaciones evolutivas) de los pinos.

En esa época todavía no podíamos hacer secuenciación masiva, solo de pocos pares de bases: 4500, que en esa época eran muchísimas, pero no podíamos resolver la sistemática, porque son especies que divergieron hace menos de cinco millones de años y entonces tienen muy pocas diferencias.

En ese momento usamos el cloroplasto y en los últimos siete u ocho años, introdujimos los métodos de secuencias alternativas para hacer la filogenia. Bueno, desde luego lo hizo David que ha seguido en esta línea desde 1999. Y creo que quitamos muchos fantasmas que había entre los forestales sobre cuáles son las especies que hay y cómo se han originado.

Reserva de Biosfera de los Tuxtlas. Foto: CONANP.

—Básicamente esa fue su entrada al campo de los bosques templados. 

—Cuando hice la maestría con el doctor José Sarukhán, trabajé en la selva tropical de Veracruz, en el Golfo de México, y ahí hicimos un trabajo demográfico muy detallado. Miguel Martínez Ramos siguió ese proyecto y tiene datos publicados 39 años después de nuestro inicio. Tiene un artículo muy importante que demuestra que la selva se sigue acabando, no como nosotros pensábamos en los setenta, nosotros creíamos que si la conservábamos se iba a mantener. Pero ahora sabemos que la propia dinámica de las especies convierte a una de ellas en dominante en la selva, en este caso a la palmera Astrocaryum mexicanum. Antes era un estrato de la selva, y ahora son tres estratos diferentes que están dominados por esa palmera, lo cual quiere decir que lo que no parecía perturbado en 1975 ha seguido con una dinámica muy clara de deterioro y disminución en la diversidad de los árboles.

—¿Por qué ocurrió el deterioro?

—Por lo que llamamos el efecto de borde. La Reserva de Biósfera de los Tuxtlas, cuando empezamos, tenía 700 hectáreas conservadas, pero era (una zona) alargada y tenía muchos bordes, por tanto, el efecto de la deforestación alrededor va produciendo más zonas despejadas. A esta palmera le encantan los claros, es decir, crece muy rápido y hace sombra para las plántulas de los demás árboles, entonces, la diversidad de árboles disminuye.

Cuando estudiamos el lugar, ahí había unas 350 especies de árboles por hectárea y ahora ha disminuido a más o menos 260. La dinámica de la selva consiste en que hay plántulas que están en latencia y cuando se abre una luz, aquellas especies pioneras crecen muy rápido y cierran el dosel. Eso ya no está pasando y está disminuyendo la diversidad.

—¿Y qué ha sucedido con la diversidad de fauna en la Reserva de los Tuxtlas?

—Ya en la década del ochenta, Rodolfo Dirzo demostró que lo que producía la perturbación era lo que llamó la defaunación. Él estudió los mamíferos y encontró que  cuando disminuía la biodiversidad ya no se encontraban cerdos silvestres y otros mamíferos medianos en estas selvas, sino lo que abundaban eran los ratones y, en consecuencia, también las serpientes.

Por tanto, toda la dinámica cambiaba. Cuando nosotros íbamos, veíamos un bosque muy estable, hasta que Rodolfo se dio cuenta de que ya no habían mamíferos medianos, de vez en cuando pasaba un jabalí. El efecto de borde acabó con esta diversidad en la Reserva de los Tuxtlas, en el estado de Veracruz casi en el límite con Tabasco. (A la Reserva) la han ampliado, pero en realidad la hicieron más grande con un tipo de vegetación que ya no era selva alta, sino que es selva mediana; entonces, ya no es igual y no se ha podido reconstruir. Además, la población sigue creciendo y hay una presión demográfica alrededor.

El científico Daniel Piñero en pleno trabajo de campo. Foto: Cortesía Daniel Piñero.

—Usted se ha especializado en genética de las poblaciones ¿Qué ha encontrado con sus investigaciones?

—He encontrado que, por ejemplo, si uno va a cualquier lugar en la selva o a un bosque y estudia la diversidad genética, que es una de las tres patas de la biodiversidad, van a ocurrir varias cosas. Primero, si una especie tiene mucha diversidad genética se pensará que esa especie está bien, es el criterio más básico: si hay más variación genética, seguramente la especie va a sobrevivir a largo plazo, pero eso es como un mito, no se ha demostrado que sea así. La diversidad genética no es la forma de mantener a las poblaciones directamente. Para mí, los cambios ambientales que producen variaciones en el tamaño de las poblaciones son los que causan las extinciones, no es la variación genética.

—¿Podría darnos un ejemplo?

—En la parte genética hicimos esta inferencia: si estudiamos una población de un pino muy raro que está en peligro de extinción y también estudiamos a sus hermanos que son muy abundantes, seguramente vamos a demostrar que los raros van a tener poca variación genética y los abundantes van a tener mucha variación genética, pero fue justo lo opuesto a lo que pensábamos. Los que eran raros, Pinus maximartinezii y pinus rendon, tenían mucha variación genética, mientras que el piñonero más famoso, el Pinus cembroides, tenía una menor variación genética.

—¿Y estos descubrimientos como ayudan en la conservación?

—La conservación se puede hacer aún cuando haya una dinámica muy fuerte en los ecosistemas, con muchísima deforestación, mientras queden reductos y se mantengan cierto número de individuos.

El ejemplo más impresionante de todos salió hace un mes en Science con la vaquita marina, en el Golfo de California. Lo que se publicó es que la variación que tienen las vaquitas que todavía existen es muy alta, mucho más alta de lo que pensábamos. De tal manera que la historia de esta especie demuestra que se ha conservado mucho más de lo que pensábamos y que restaurar la población es un problema de manejo y de la demografía, que tiene que ver con recuperar a las poblaciones. Tenemos muchos casos así. Pero en realidad, lo que demuestra es que la variación genética no parece ser un criterio, como yo lo pensaba hace 40 años, muy importante para la conservación, sino más bien la dinámica de los ecosistemas y la dinámica de las poblaciones es lo que tenemos que ver. 

Daniel Piñero realizó sus investigaciones con pinos en la Reserva de Biosfera de los Tuxtlas. Foto: CONANP.

—Entonces la variabilidad genética no es determinante.

—Nosotros estimamos el tamaño genético de las poblaciones, para poner un ejemplo, el tamaño genético de la población humana es de 10 000 individuos, o sea, la variación que hay en los 7500 millones de individuos en realidad se mantiene porque 10 000 individuos tienen la variación suficiente. Eso se debe al crecimiento exponencial de la población, entonces hay mucha redundancia genética entre nosotros.

Tenemos una forma de medir el tamaño histórico de las poblaciones de las especies, en los pinos, en el frijol, en el maíz y en otras plantas que hemos estudiado. Por ejemplo, el maíz silvestre —el teocintle—, la variación que tienen las poblaciones es de 150 000 individuos, 15 veces mayor que la variación genética de los humanos. Eso ocurre en todas las especies.

El tamaño efectivo en todas las especies de plantas, de pinos, son decenas de miles y a veces centenares de miles, por tanto tampoco es grave si disminuye mucho la población porque para deshacerse de toda esa variación hay que dejar prácticamente solo dos individuos.

Pero si se piensa en los grandes mamíferos, como osos y elefantes, ahí sí, los tamaños efectivos poblacionales son algunos centenares a lo mucho mil, esto sí está en un límite de variación, un poco como la vaquita (marina).

En las plantas no es el caso. Yo no vería grandes problemas, no solamente porque la variación es menos importante que la demografía, también porque la variación que mantienen es bastante alta.

 

El científico Daniel Piñero también habla de los riesgos del cambio climático. Foto: Cortesía Daniel Piñero.

Este es el momento de la historia de la vida en la Tierra que hay más especies en el mundo. Aparentemente ha habido una especie de acumulación de biodiversidad porque se han explorado muchos nichos y, entonces, en esta época es el momento que tiene más diversidad. Bueno, el 99 % que ha existido ya se extinguió, o sea, ese 1 % que tenemos ahorita es lo que más ha habido en la historia, pero 99 veces más de lo que hay ahora ha existido en la historia de la Tierra.

Una vez me dijeron: “Bueno, entonces, qué te preocupa de la extinción si realmente seguirá la especiación”. Y sí, efectivamente, sabemos que la especiación depende del tamaño de los grupos taxonómicos, como explicaba en los pinos; pero una vez hice esa cuenta y demostré que cada especie de mamífero más o menos se produce en un promedio de 500 mil o un millón de años. Si nosotros ahorita nos vamos de la Tierra, en medio millón de años seguramente se va a duplicar el número de mamíferos, pero para esto nos tenemos que ir y dejar todo los nichos para que realmente exploren otras posibilidades.

—¿Cómo sabemos eso?

—Porque en algunos lugares como en las islas Galápagos o en las islas de Hawái se sabe cuándo empezaron las reducciones. Más o menos en los dos casos empezaron hace como cuatro millones de años. En Hawái, por ejemplo, se produjeron 600 o 700 especies de moscas en 4 millones de años. Es muchísimo, es una tasa de especialización enorme. Y los pinzones de las Galápagos, las 20 especies que hay descritas, se produjeron también en esos cuatro millones de años.

—¿Entonces por qué nos tiene que preocupar la extinción de las especies?

—Yo tenía un maestro que era un ecólogo, un evolucionista, que trabajaba con insectos, con escarabajos. Él falleció hace unos meses, a los 89 años, se llamaba Gonzalo Halffter, y decía que no había conocido durante su vida ninguna especie que se hubiera extinguido. Claro, era un provocador, como yo. Pero la verdad es que sí, la tasa de extinción es muy alta, hay estimados altísimos en aves, en mamíferos y creo que ya no es reversible.

Creo que sí vamos a disminuir la biodiversidad, no veo cómo parar, pero tampoco considero que sea terriblemente grave. Primero, sucederá algo con el cambio climático. Por ejemplo, sorprende lo que sucede con los arrecifes de coral que sí van a desaparecer, porque lo que está pasando con el calentamiento de los océanos es una cosa impresionante, eso me parece muchísimo más grave a que se extingan algunas especies de pinos en México.

Pinus maximartinezii un especie en riesgo de extinción en México. Foto: Gobierno de México.

—¿El cambio climático es lo que más nos debe preocupar?

—Creo que sí, porque el cambio climático nos pone frente a una realidad que no habíamos enfrentado: nos pone en riesgo a nosotros como especie. A lo mejor no a todos, pero sin duda la gente que vive en Florida o en el Caribe o en lugares bajos, pues va a subir el nivel del mar.

A mí me gusta mucho el ejemplo de Yucatán, porque hay unas cavernas, pero antes cuando el nivel del mar era más bajo y había más frío, hace 20 mil años, los mayas bajaban y ahí enterraban a la gente y ponían ofrendas, pero cuando se calentó, el nivel del agua subió y seguirá aumentando. Entonces realmente sí estamos frente a un escenario en el que nuestra especie está en riesgo en cuanto a su nivel de vida, a lo mejor algunos van a sobrevivir, pero realmente el problema es el nivel de vida que hay de todos, es un problema que nos afecta directamente.

—¿Qué va a pasar con los bosques?

—La afectación es la siguiente: usted tiene un bosque de pino aquí arriba y abajo tiene otras comunidades, y a lo mejor hay un desierto, entonces, cuando hay calentamiento climático, pues las especies se mueven altitudinalmente a la parte de arriba de las montañas, pero si hacemos una simulación, ya sabemos qué población, de qué montaña y de qué especies van a desaparecer.

Los bosques templados en México van a sufrir una reducción muy grande. En México, Halffter inventó lo que llamamos el área de transición mexicana y encontró que la flora y la fauna neártica y la flora y la fauna neotropical se juntan exactamente en el eje de la Faja Volcánica Transmexicana, que está en el centro de México. Es una cadena de volcanes y montañas que divide las dos áreas. Cuando uno estudia la flora y la fauna de esa parte central de México, lo que encuentra es una diversidad enorme, pero también hay un efecto del Golfo de México hacia el Pacífico, es decir, que si nos vamos hacia el centro, la diversidad de especies aumenta. En la Ciudad de México se junta muchísima biodiversidad.

¿Qué va a pasar? Bueno, pues van a disminuir y el problema, en particular, es que de la colecta de agua en esa área forestal dependen alrededor de 50 millones de personas. Si disminuye la cantidad de los bosques o simplemente se deforesta, o las dos cosas, vamos a tener paisajes mucho más secos. Esto no se ha estudiado como se debiera, pero eso es lo que le va a pasar a los bosques. ¿Y cuáles son los bosques más importantes de México? El 30 % a 40 % son bosques de pinos y encinos. Es el tipo de bosque más abundante en todo México y eso va a disminuir. Y la selva seca, que está en el Pacífico, que le llamamos selva baja caducifolia, es la que queda más en todo México como el 40 % o 50 %, pero ahí es donde se hacen los grandes desarrollos turísticos. Si esto sigue, el país estará en una situación muy delicada.

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—¿Qué está investigando actualmente?

—Lo que llamamos agrobiodiversidad. Estamos estudiando sobre todo la calabaza, el chile, el maíz y el frijol que solo es común en lugares de bosques templados. También estamos trabajando con agave, una especie súper interesante que se usaba hace 10 000 años, la primera vez que me sorprendí fue cuando me dijeron que se metieron en unas cuevas y sacaron unas pencas de agave de hace 6000 o 5000 años. Entonces me di cuenta que a lo mejor el agave, como la calabaza, fue de las primeras especies domesticadas en esta parte del mundo.

El problema de la domesticación es muy interesante porque, ¿cómo sabemos cuáles son las especies que domesticaron? Estamos trabajando con restos arqueológicos de dos regiones de México: Oaxaca y Tamaulipas. Y las especies vivas de agave, que son como 40, que están alrededor de esas regiones. Es un proyecto que empezamos hace un par de años en colaboración con gente de otros países y con los estudiantes.

—¿Qué busca con sus investigaciones en agrobiodiversidad?

—Lo que queremos saber es cómo se ha moldeado la diversidad de estas especies porque lo que estamos haciendo es domesticar toda la biodiversidad. Si a un botánico le preguntas  cuántas especies de plantas se usan en México, dirá que más de 900 son usadas de alguna manera. A lo mejor el mundo del futuro es un mundo donde hay muchísimo manejo y el ser humano va a ser el lente más importante en la evolución de esas especies.

—¿Cómo ve  el futuro?

—Yo siempre lo veo bien. La verdad pienso que el ser humano, porque tiene que conseguir un montón de cosas, pues puede tirar cualquier barrera. Vamos a enfrentar el cambio climático, vamos a enfrentar la pérdida de la biodiversidad. No tengo esa idea de los físicos de que todo se va a acabar y tenemos que ir a otro planeta. Soy mucho más optimista, porque he visto que el ser humano le saca ventaja a muchas cosas que lo rodean, mi impresión es que hay que seguir luchando. Creo que el futuro nos presenta muchísimos retos, esa es la verdad.

Imagen principal: Bosques templados en Durango. Foto: Ejido Pueblo Nuevo.

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