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El Chaco argentino: tres iniciativas para salvar a uno de los ecosistemas más amenazados en Latinoamérica

Chaco Argentino

Eduardo Boló Bolaño, dueño del El Cachapé, en una excursión por su reserva. Foto: Reingold/ Conese.

  • Chaco es la provincia argentina en donde aún se conserva la mayor extensión forestal de lo que alguna vez fue el Gran Bosque Chaqueño, sin embargo las denuncias de desmonte ilegal han sido de las más altas en los últimos años.
  • Acciones de ciudadanos y del mismo gobierno provincial apuestan por el ecoturismo, otras formas de hacer ganadería y el pago por servicios ambientales para detener el avance de la deforestación que afecta a uno de los bosques más amenazados de América Latina.

El Gran Chaco argentino, región de enorme e inexplorada biodiversidad, es uno de los graves focos rojos de la deforestación en América Latina. Los bosques secos ubicados al norte del país desaparecen a gran velocidad por el avance de la producción industrial de soja y carne: tan solo en el segundo semestre de 2021, esta zona perdió 10 331 hectáreas de áreas forestales, de acuerdo con un reciente informe de la Subsecretaría de Recursos Naturales de la Provincia del Chaco. El mismo estudio detalla que en toda esa zona deforestada, solo en 259 hectáreas se contaba con una autorización oficial para hacer el cambio de uso de suelo.

En este escenario de fuerte presión para los bosques nativos, también hay iniciativas que buscan detener esta pérdida de biodiversidad y conservar lo que aún queda. En este texto se documentan tres de esas estrategias de desarrollo sostenible que se realizan desde sectores privados y gubernamentales; acciones que buscan que las especies de flora y fauna que habitan el Chaco argentino no sean solo un recuerdo.

Estas estrategias apuestan por actividades como el ecoturismo para conservar los bosques nativos. La Reserva Tantanacuy, por ejemplo, resiste en medio del desmonte ofreciendo experiencias como foto safaris especializados y observación de aves. Mientras que el Refugio El Cachapé promueve una ganadería de bajo impacto. Desde el gobierno provincial del Chaco, además, se impulsa el uso de la tecnología para financiar la conservación de los territorios forestales.

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Imagen registrada hace 20 años en el Gran chaco argentino. Foto: Archivo personal / Verónica Quiroga.

Reserva Tantanacuy: una isla de conservación 

En el departamento Almirante Brown, cerca de la frontera con Santiago del Estero, se encuentra la Reserva Tantanacuy, área protegida y privada de 2500 hectáreas con bosque nativo en medio de un desierto de desmontes ilegales.

Los terrenos de la reserva se encuentran dentro de una zona en la que, de acuerdo con la ley, es posible realizar aprovechamiento forestal pero no cambios de uso del suelo. Pese a ello, en las inmediaciones del lugar se aprobó el cambio de uso de suelo de alrededor de 5000 hectáreas, de acuerdo con datos brindados por el Ministerio de Ambiente de la Provincia.

Las restricciones impuestas por la Ley de Bosques Nativos no han logrado frenar a los propietarios de las tierras que exponen argumentos técnicos para conseguir la aprobación de los cambios de uso de suelo por parte de la Subsecretaría de Desarrollo Forestal del Ministerio de Producción.

Vistas satelitales del desmonte alrededor de Tantanacuy, tomadas de Google Earth Engine para los años 2007, 2012, 2017 y 2020.

La Ley de Bosques señala que las autorizaciones de cambio de uso de suelo solo deberían ser de “carácter excepcional”. Eso no sucede en los hechos. En su informe de gestión 2021, la Subsecretaría de Desarrollo Forestal señaló que, a raíz de los 950 informes de teledetección del Centro Geo Información sobre desmontes ilegales, se abrieron 1500 expedientes de infracción para aplicar las multas a los responsables.

El Ministerio de Producción tiene entre sus funciones el vigilar qué actividades suceden en el bosque chaqueño, pero carece de recursos para hacer frente a la tala ilegal. Además, la mayoría de las veces los productores prefieren quemar los terrenos, desmontar y pagar las multas.

En la Reserva Tantanacuy, el bosque ha logrado salvarse: al este del área protegida se conserva el monte nativo, donde se resguardan especies forestales representativas del bosque chaqueño, entre ellas el quebracho blanco (Aspidosperma quebrachoblanco) y colorado (Schinopsis balansae), así como el guaraniná (Sideroxylon obtusifolium).

En el Chaco se apuesta a la expansión de reforestaciones con especies arbóreas de eucalipto para, eventualmente, reemplazar los insumos de quebracho para la industria forestal provenientes del Impenetrable. Foto: Reingold/Conese.

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Refugio para el yaguareté

El propietario de Tantanacuy, Luis Dellamea, explica que hace dos décadas se propuso crear el área privada de conservación y realizar actividades de ecoturismo, como foto safaris especializados y observación de aves. Durante estos 20 años, el sitio se ha convertido en una especie de santuario de la biodiversidad amenazada ante el avance de las actividades agropecuarias.

Esta reserva mantiene un convenio con el Proyecto Yaguareté para la conservación de la fauna chaqueña. Eso ha permitido que en 2021, se documentara la presencia del yaguareté dentro de los terrenos del área protegida, todo un hallazgo si se considera que Argentina es el país de Sudamérica en el que hay menos yaguaretés: cerca de 250 individuos.

En la última década, la región del Gran Chaco ha registrado una importante disminución de esta especie, hoy se estima que hay menos de 20. De acuerdo con la organización no gubernamental Greenpeace, para garantizar su supervivencia cada animal necesita cerca 40 mil hectáreas de bosque continuo y en buen estado de conservación, una superficie similar a dos ciudades de Buenos Aires.

Manuel Jaramillo, director general de la Fundación Vida Silvestre Argentina, resalta el papel que realizan iniciativas de conservación en tierras privadas que, muchas veces, se basan en actividades turísticas para solventar los costos de operación de las reservas que resguardan.

“Es importante —señala Jaramillo— que el Estado esté presente, que el control y la fiscalización se remarque en las áreas en donde se implementan actividades ecoturísticas, y que también se acompañe con un diseño de paisaje que esté reflejado en el ordenamiento ambiental de los bosques nativos”.

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Yaguareté o jaguar en el Gran Chaco. Foto: Alfredo Romero.

Apostar por otro tipo de ganadería

El 35 % de las 1800 hectáreas que conforman El Refugio El Cachapé es bosque; ahí es posible encontrar algunas especies arbóreas con edades que van de los 300 a 400 años. El resto son pastizales en lomas, media lomas y cañadas que dominan en la zona; ahí predomina la “paja boba”, especie nativa, despreciada por su bajo valor nutritivo para el ganado.

Fue justo la “paja boba” la que ayudó al rancho durante la sequía que afectó la región en 2008. Los pocos animales que sobrevivieron en ese momento lo hicieron gracias a esa especie nativa resistente a la falta de agua.

En el mundo, tres son los métodos que predominan en la cría de ganado bovino. En la cría intensiva, los animales viven recluidos en superficies de terrenos relativamente pequeños, donde el crecimiento y engorde se base en alimentos balanceados y forrajes. Este método genera ciclos de producción más cortos y de mayor rendimiento, sin embargo, ha sido criticado por operar a costa de la calidad de vida de los animales y la salubridad.

En la ganadería extensiva, en cambio, los animales son libres de pastar y su engorde se realiza de forma natural. En general, las especies de pastizales que se utilizan son exóticas o una selección de nativos. Pero este método también genera problemas, ya que muchas veces se utiliza el fuego para acondicionar las praderas con el riesgo de ocasionar incendios forestales.

Una de las prácticas más comunes, es el método mixto, donde los animales pasan la mayor parte de su crecimiento pastando, pero la etapa final de su engorde se hace en establecimientos intensivos.

Ganadería extensiva en El Cachapé. Foto: Reingold/Conese.

En el Refugio Privado El Cachapé  el ganado se engorda en pastizales naturales, entre el monte del Chaco húmedo. No se utilizan especies de pastizales introducidos, tampoco se realiza un manejo de los pastos —removiendo algunas especies en favor de otras—, sino que se permite que el mismo ambiente ejerza una selección natural: aquí son los mismos animales los que dispersan las semillas.

En el refugio, además de seleccionar las zonas de pastoreo tomando en cuenta si es época de lluvia o secas, también se controla el número de animales que pastorean en cada área, para evitar que se modifique la estructura de los pastizales naturales. El lugar se encuentra en un medio de un territorio que oscila entre las zonas secas y el área húmeda, cuyo suelo barroso va gradualmente convirtiéndose en arenoso conforme se avanza hacia el oeste.

Eduardo Boló Bolaño, dueño de la reserva privada, remarca el empeño que ha puesto para transmitir a todos los trabajadores la importancia de conservar el lugar y no cazar los animales que aún se pueden observar en las zonas forestales: monos, tucanes y yacarés.

Un recorrido por la reserva de El Cachapé. Foto: Reingold/Conese.

En Cachapé tienen asumido que su apuesta por la conservación requiere de un “alto contenido de romanticismo”, según Eduardo Boló.  Muchos productores, señala, no saben que al tener un modelo diferente de pastoreo realizan su actividad en forma sustentable. Además, señala, la falta apoyo oficial no ayuda a que se impulse este modelo de ganadería.

Quienes laboran en este refugio remarcan que las otras opciones productivas en la zona son extractivas. Además, dicen, “el monte no es sonso”: se puede desmontar el bosque, pero luego el suelo solo dura tres años.

Para contribuir en la recuperación de la zona forestal, en el Refugio El Cachapé hacen pruebas para reforestar con algarrobo (Ceratonia siliqua), especie de árbol que permite mejorar las condiciones de suelos degradados.

Manuel Jaramillo, director general de la Fundación Vida Silvestre Argentina, menciona que el buen manejo de los bosques, con la ganadería integrada, es un camino para promover el desarrollo socioeconómico de comunidades locales, restaurar zonas degradadas y, al mismo tiempo, conservar el ecosistema del Gran Chaco americano.

Huellas de aguará popé o mapache sudamericano y de zorro en el Refugio Privado El Cachapé. A través de la cámara trampa de la estancia también se ha detectado la presencia de mulitas, coatíes, pecaríes, guazunchos y jaguarundíes, entre otros. Foto: Reingold/Conese.

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El Eco-Token chaqueño

El pago por servicios ambientales no es nada nuevo; en el mundo es un mecanismo que ya tiene varias décadas de historia. El concepto básico es que una comunidad, cuyo territorio provee de servicios ecosistémicos (como abastecimiento de agua) a una región, pueda recibir una compensación económica por conservar los bienes naturales que están en su entorno. Esos pagos pueden realizarlos la población cercana o terceras partes interesadas en la conservación de la naturaleza.

Para impulsar el pago por servicios ambientales en el norte de Argentina, en abril del 2022, el gobierno provincial presentó en la ciudad de Washington, Estados Unidos, una herramienta financiera bautizada como Eco-Token del Chaco, con la cual busca poder obtener recursos para impulsar proyectos de desarrollo integral y sostenible en las comunidades al noroeste de la provincia del Chaco, donde se encuentra el Parque Nacional El Impenetrable.

Lo novedoso de este sistema de pago por servicios ambientales es que utiliza una herramienta digital y las criptomonedas para realizar este tipo de compensaciones. Lo que se busca es que los pagos provengan del mercado de capitales internacionales.

En el decreto de creación del Eco-Token, publicado en junio de 2022, se señala que los servicios ambientales que se obtienen de los ecosistemas del Gran Chaco son la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) por fijación de carbono; así como la preservación de las cuencas hidrográficas y, por lo tanto, de las fuentes de agua; la conservación de suelos y la belleza paisajística de los bosques nativos y humedales chaqueños.

Parque Nacional El Impenetrable. Foto: Rewilding Argentina/Matías Rebak.

 

La idea del gobierno provincial es comenzar con este proyecto en 100 000 hectáreas; la mitad de este territorio son áreas forestales e incluye algunas de las reservas estratégicas, como sus sitios Ramsar y El Impenetrable.

Desde el gobierno provincial tienen presente que el desmonte ilegal se origina, entre otras cosas, por lo laxo del sistema actual de guías forestales y la falta de control efectivo de la policía en los territorios. Con el proyecto del Eco-Token apuntan a conseguir más fondos para mejorar los sistemas de vigilancia.

“Independientemente de las diferentes herramientas tecnológicas hoy disponibles, y las que se desarrollen en el futuro, no debe perderse de vista la importancia que estos servicios ecosistémicos sigan estando disponibles para las comunidades locales y los pueblos originarios, y deben asegurarse que cualquier mercadeo de los mismos no afecte negativamente a esos actores en territorio”, remarcan desde la Fundación Vida Silvestre.

A esta altura es difícil pronosticar el éxito de este modelo de pago por servicios ambientales que el gobierno provincial pretende lanzar en un mercado, el de criptomonedas, que no se caracteriza por su buena relación ni confianza en las instituciones gubernamentales.

La pregunta que queda en el aire es si existe un mercado interesado en comprar lo que el Chaco quiere ofrecer con su Token y, en caso de que no sea así, cuál es el plan B, porque las miles de hectáreas desmontadas de forma ilegal al año en el Chaco necesitan una pronta respuesta.

* Este texto fue realizado gracias a la Beca de Investigación sobre crímenes ambientales de la organización GRID-Arendal.

* Imagen principal: Eduardo Boló Bolaño, dueño del El Cachapé, en una excursión por su reserva. Foto: Reingold/Conese.

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