- Las investigaciones abarcaron dos décadas de múltiples expediciones botánicas en la región Pasco.
- Los resultados arrojaron el registro de más de 700 especies nuevas para la región Pasco y cerca de 30 resultaron ser nuevas para la ciencia.
Las expediciones para buscar plantas no son una tarea sencilla. En plena selva, los botánicos suelen navegar kilómetros en extensos ríos y luego caminar por días, alejados de las comunidades, internados en terrenos riesgosos y sin senderos, para llegar a las zonas a explorar. Estas hazañas, sumadas a los extensos trabajos de escritorio, pueden implicar décadas, años invertidos para lograr identificar una nueva especie para la ciencia.
“El sacrificio que significa poder llevar una plantita que después verás seca en una colección científica, en un herbario, tiene detrás toda una historia de trabajo en gabinete y campo”, dice María Isabel Villalba Valdivia, bióloga especializada en botánica. “Tratamos de ingresar a lugares inexplorados justamente para cubrir los vacíos de información, en donde falta hacer colecta botánica; generalmente, cuando se ingresa a estos lugares, las expediciones son largas, de 20 o hasta 40 días en campo”.
Ese fue el trabajo que se realizó para lograr Orquídeas de la Reserva de Biosfera Oxapampa-Asháninka-Yánesha, el mayor registro de especies de orquídeas para esta zona. Se trata de un libro extenso, recién publicado por un equipo de botánicos en el Perú. Su resultado —que recopila investigaciones realizadas por científicos del Jardín Botánico de Missouri en los últimos 20 años en la provincia de Oxapampa, ubicada en la selva central del país— incluye el registro de 774 especies de orquídeas agrupadas en 150 géneros. Del total, cerca de 30 especies resultaron ser nuevas para la ciencia y más de 700 son nuevos registros para la región Pasco. En la obra, cada una de ellas cuenta con información sobre su fenología y distribución.
“El contenido del libro es muy importante porque, siendo correctamente utilizado, es una potente herramienta de gestión de las áreas naturales protegidas”, dice Villalba, también coordinadora ambiental regional de la Unidad de Gestión Ambiental del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp). “Puede dar pie, por ejemplo, al turismo vivencial y de aventura, algo que está muy de moda y que se está dando con fuerza. Las orquídeas son plantas muy bellas y algunas son muy pequeñas, pero justamente el libro trata de resaltar eso: que la planta pequeña tiene un significado igualmente importante, pues tiene funciones muy específicas en el ecosistema”, agrega la experta.
El enorme campo de estudio
La Reserva de Biósfera Oxapampa-Asháninka-Yánesha (BIOAY) —reconocida por la Unesco en 2010—, con un área total de 1 800 000 hectáreas, está conformada por el Parque Nacional Yanachaga Chemillén, la Reserva Comunal Yánesha, el Bosque de Protección San Matías San Carlos y la Reserva Comunal El Sira, todos ubicados en varios distritos de la provincia de Oxapampa, región Pasco.
En estos lugares, el equipo de botánicos estudió la diversidad, distribución y fenología de la familia Orchidaceae, sobre una gradiente altitudinal entre los 120 y 5400 metros. Desde 2002 y hasta 2022, realizaron colecciones botánicas y evaluaciones del área de estudio en diferentes épocas de cada año. Para identificar a las especies, revisaron exhaustivamente el material de herbario y de la bibliografía existente, además de comparar los datos del Herbario Selva Central HOXA, de la ciudad de Oxapampa, y del herbario del Jardín Botánico de Missouri, en Estados Unidos.
“Esta reserva es particularmente importante porque tiene ecosistemas que van desde la selva baja hasta la Puna”, dice Villalba. “Tenemos una gradiente altitudinal muy amplia que permite justamente que tengamos puntos de biodiversidad para la orquídea. Podemos ver toda la gama de orquídeas, desde la selva baja hasta la selva alta, ya que se trata de un grupo conocido por su capacidad de adaptación a todo tipo de ecosistemas”.
Los biólogos Luis Valenzuela Gamarra —experto en orquídeas del Jardín Botánico de Missouri— y María Isabel Villalba Valdivia lideraron la publicación. También colaboraron los ingenieros Rodolfo Vásquez Martínez y Jordan Flores Molina, director y colaborador de la misma institución, respectivamente; además del biólogo Abel Monteagudo Mendoza, reconocido botánico y docente de la Universidad San Antonio Abad del Cusco.
De acuerdo con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), la BIOAY constituye un punto muy importante de conservación por la presencia de culturas indígenas, cultivos sostenibles y áreas naturales protegidas. Su alta diversidad biológica se debe a su gradiente altitudinal y a la variedad climática, donde se conservan bosques inalterados y endemismos de interés nacional.
Salomé Antezano, ingeniera forestal y jefa del Parque Nacional Yanachaga Chemillén, explica que este libro, además de dar a conocer la gran diversidad presente en la BIOAY y contribuir a su conservación, manejo y aprovechamiento sostenible, también tiene la aspiración de que sea tomado como ejemplo para las nuevas generaciones y que estas se motiven para realizar muchas otras investigaciones.
“Desarrollar investigación, ya sea desde las instituciones, estudiantes de pregrado o posgrado, lo que hace es generar conocimiento para nosotros”, dice la experta. “Por este reporte que se ha hecho, ahora sabemos que la Reserva alberga el mayor número de especies de orquídeas a nivel Perú y, de esta manera, también se visibiliza la importancia que tiene la conservación de la diversidad biológica en lo que corresponde a las áreas naturales protegidas”.
De acuerdo con Antezano y Villalba, dos de las mayores amenazas que enfrentan las orquídeas en el Perú son la extracción ilegal para su comercialización y la ampliación de la frontera agrícola que afecta a las áreas protegidas. Ahí es donde las orquídeas, al ser plantas epífitas —que crecen y se desarrollan encima de los árboles— resultan seriamente perjudicadas al eliminar la cobertura arbórea de la que dependen.
“Años atrás la extracción era bastante fuerte y, poco a poco, con el apoyo de diferentes instituciones, estamos minimizando esa presión”, dice Antezano. “Sobre la ampliación de la frontera agrícola y la deforestación que se tiene, las áreas naturales protegidas se están quedando como islas. Por eso buscamos un trabajo articulado con las diferentes instituciones para que, de manera conjunta, se conserve la diversidad biológica, donde están incluidas las orquídeas”.
Un proceso delicado
Las búsquedas de orquídeas en su medio natural, antes de integrarlas a las colecciones botánicas, son intensivas. El campamento base para una expedición se establece en un sitio estratégico que permita al equipo acceder a todos los puntos posibles en el área que se busca cubrir. Para trabajar, el equipo camina junto, orientado por personas guías, brújulas, GPS y su propia pericia. Diariamente, avanzan utilizando los cursos de los ríos o las laderas y faldas de una montaña.
“Los acompañantes pueden ser asistentes profesionales o guías de campo locales”, explica Villaba. “Apoyan bastante en guiarnos, en advertir peligros en el ambiente silvestre y nos ayudan, por ejemplo, a saber el nombre común que le han dado a una planta en su comunidad o sus diferentes usos, pues ellos tienen un conocimiento previo”.
Así los especialistas toman nota de estos detalles y agregan siempre las descripciones de las plantas en campo, pues al ser colectadas para llevarlas a un herbario pierden algunas de sus características naturales, como el color de la flor o sus hojas.
“Esas características morfológicas se anotan en una libreta de campo, que es el tesoro del colector botánico: ahí contiene toda la información que después va a ser vertida en un manuscrito o también en el propio voucher de la colecta”, agrega Villaba.
Si la planta es muy pequeña, se colecta al individuo completo. En caso contrario, se toman algunas partes, como las flores, hojas o frutos. El trabajo es minucioso.
“Después de la jornada, se vuelve al campamento y comienza la actividad de prensado: se acomoda la planta en una hoja de papel periódico de manera que pueda mostrar sus características. Parece una tarea bien básica, pero es muy, muy importante, porque si por error yo coloqué la hojita de alguna otra planta de mi bolsa de colectas, cuando vaya a gabinete y quiera describirla, y de repente es una especie nueva, podría cometer un error grave”.
Para el caso de los frutos, estos se colocan en sobres rotulados con el número de colecta, explica la especialista.
“Después del prensado, se pasa a la preservación, se les pone alcohol, se sellan herméticamente y se guardan estas plantas para llevarlas al herbario”, explica Villalba. “Para nosotros, estas plantas también son un tesoro, las cuidamos bastante porque significan justamente todo el trabajo logístico anterior a la salida de campo y después todo el esfuerzo que significa estar en el campo. Es realmente bien sacrificado ir a lugares sin senderos, sin caminos, que es la condición de la mayoría de las áreas naturales protegidas de la selva central”.
Apoyar la investigación científica
Villalba insiste en que la investigación científica es clave para brindar herramientas de gestión a las áreas naturales protegidas. Impulsar estos trabajos no solo genera conocimiento para divulgar, sino también para tomar decisiones responsables sobre su conservación y protección. Esta debería ser una preocupación importante para el gobierno peruano, señala.
“Es muy difícil conseguir financiamiento para realizar estos trabajos que son bien básicos, pero importantes. Necesitan mucho impulso, necesitan mucha conversación entre la academia, organizaciones no gubernamentales y el Estado, para que toda esta información pueda ver la luz, porque la información no es nada mientras que no se publique”, asegura Villalba.
“Veinte años atrás se pensaba, por falta de investigación, que había 74 orquídeas en Pasco; hoy, con estos trabajos, podemos evidenciar esa megadiversidad en estos 774 registros solo para la BIOAY, porque no estamos hablando ni siquiera de todo Pasco; seguro hay mucho más que eso”, concluye la experta. “Esta publicación y otras que seguramente están saliendo a la par, demuestran que realmente el Perú es un país megadiverso y que lo único que falta es explorarlo”.
* Imagen principal: Cyrtochilum cordatum. Foto: María Isabel Villalba
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