- El Instituto SINCHI –que estudia los pueblos amazónicos en Colombia– y las comunidades de la zona desarrollaron un índice de bienestar humano indígena (IBHI) que mide su calidad de vida con estándares más amplios que los de la economía tradicional. Por ejemplo, se miden desde la abundancia, en vez de analizarse desde el lente de la pobreza.
- Los datos recolectados en más de 145 comunidades de la Amazonía colombiana serán el centro de un trabajo coordinado entre el Instituto SINCHI y el Departamento Nacional de Estadística (DANE), para tener mayor información sobre los pueblos indígenas.
Desde 2014, el Instituto SINCHI —cuyo nombre es un vocablo quechua que significa sabedor o conocedor de plantas— y comunidades de la Amazonía colombiana han estado diseñando los Índices de Bienestar Humano Indígena (IBHI) y el trabajo ha empezado a dar sus frutos. En 2021, lograron que el Departamento Nacional de Estadística (DANE) recibiera la información recolectada para integrarla a sus métricas y, en este año, se ha empezado a ejecutar un convenio entre el SINCHI y el DANE para analizar los datos de manera conjunta.
Los índices IBHI recolectan información de las comunidades indígenas con base en 21 indicadores para cinco áreas: control colectivo del territorio, capacidad de agencia o etnodesarrollo, capacidad de autonomía alimentaria, ambiente tranquilo y reproducción social-cultural.
Hasta el momento, al menos 120 comunidades en el departamento del Amazonas colombiano se han unido al proyecto de los IBHI. Están distribuidas en 26 resguardos y 14 Autoridades Tradicionales Indígenas (ATI). En Guainía, ya hay 8 resguardos y 25 comunidades que son parte de la iniciativa. El gran resguardo del Vaupés, con 15 comunidades, también se unió en agosto de 2021. En este último se está realizando la interpretación de la información recolectada de la mano de las autoridades tradicionales.
El objetivo con los IBHI es que logren expandirse a todos los departamentos de la Amazonía, es decir, también llegar a Caquetá, Guaviare y Putumayo. “Hoy el Instituto SINCHI y el DANE cuentan con una Mesa Técnica que estudia las posibilidades para que se puedan levantar las líneas base, de esta larga investigación, en todos los departamentos y resguardos de la Amazonía”, dijo Luis Fernando Acosta, investigador del instituto SINCHI y uno de los principales impulsores de estos índices. Los IBHI son una apuesta de largo plazo del Instituto SINCHI que los tiene como pilar en su plan institucional al menos hasta el año 2030.
La directora del Instituto SINCHI, Luz Marina Mantilla, describe el objetivo principal de estos datos. “Son unos indicadores que nos están diciendo cómo se comportan los pueblos indígenas. Los rasgos y modos de vida dentro de las comunidades indígenas son importantes, no solo para el instituto sino para el país, lo que están diciendo es en qué condiciones están las comunidades indígenas en estas zonas que son apartadas de las decisiones centrales en Colombia”.
Diferencia con las estadísticas tradicionales
El líder indígena Jimmy Gifichiu hace parte del pueblo bora del resguardo Putumayo en el corregimiento La Chorrera, en el departamento del Amazonas. En su zona, hay cinco resguardos, tres de los cuales son conformados exclusivamente por el pueblo bora, mientras que otros son compartidos con la comunidad uitoto. Al menos 235 personas conforman estas comunidades que “viven de la caza, la pesca y la agricultura”, afirma Gifichiu.
Para él, los indicadores les han sido útiles pues son construidos en conjunto con las comunidades, a diferencia de otras métricas. “[Ya era hora] de que a nosotros nos pudieran medir de manera diferente. Se inició un proceso de socialización hace dos años. Ahora estamos en la etapa del monitoreo, para poder entender, ir apropiándonos de esa información”, asegura Gifichiu sobre los IBHI. “Realmente nosotros como indígenas sí tenemos una manera de medirnos, no nos pueden comparar con una estadística del Estado”, complementa.
Luz Marina Mantilla, directora del Instituto SINCHI, asegura que los índices parten de un concepto de abundancia que es fundamental en la cosmogonía indígena. Es decir, los IBHI no se basan en recolectar información sobre las carencias ni la pobreza, como sí lo hacen las estadísticas económicas o sociales tradicionales. “El punto de partida de estos indicadores no es la pobreza, sino la abundancia. Eso es totalmente clave e importante porque la abundancia es una cosmovisión de las comunidades indígenas. [Los indicadores] se formulan bajo la perspectiva de las comunidades en una discusiones con ellas. La gente siempre piensa que las comunidades indígenas son pobres y realmente son formas distintas de analizar las condiciones y los modos de vida”, indica Mantilla.
“Los pueblos indígenas poco o nada están en la economía de mercado, entonces analizarlas en esa lógica las vuelve pobres, pero no lo son. Tienen comida, tienen abundancia. Eso viene de una parte de su cosmovisión. Entonces, por eso es clave entenderlos bien y referirse de manera respetuosa a lo que son”, añade la directora del SINCHI.
Mantilla también celebrar que el departamento de estadística de Colombia haya aceptado integrar la información recolectada en sus análisis. “Estos indicadores son totalmente diferentes a los que tenemos en Colombia y por eso fue muy importante la alianza que se generó con el DANE, porque tenemos una mesa de trabajo con ellos para subir esos indicadores al nivel que les corresponde y que no queden allá como encriptados, solamente conocidos por unos pocos. Necesitamos que el público conozca cómo vive la gente de la Amazonía, que conozcan sus cosmogonías”. También resalta que esto es esencial para el diseño de políticas acertadas que no les hagan daño.
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La metodología de los IBHI
Mongabay Latam habló con Luis Eduardo Acosta Muñoz, investigador del SINCHI por más de 35 años y quien ha liderado el diseño de los IBHI, desde que se gestaron como objeto de estudio de su tesis de doctorado en la Universidad del País Vasco en España. Para Acosta lo más importante es que todo este proceso se ha construido de la mano de los resguardos y que quienes recolectan la información y la analizan son los mismos pueblos indígenas.
“Lo que ha hecho el Instituto SINCHI es plantear una metodología con rigor para que un equipo de dinamizadores indígenas de los resguardos apliquen los formatos para tomar la información primaria y que ellos mismos la digiten en el computador para procesarla. Luego, ellos interpretan la información de sus indicadores. Se genera un documento para cada asociación y para cada comunidad, el cual requiere el aval de las autoridades para hacerlo público. Entonces, eso le da el carácter de legitimidad”, dice Acosta.
El investigador explica con detalle qué es lo que se busca en cada una de las cinco áreas de los IBHI.
La primera área es la de Control del Territorio. Acosta asegura que esto tiene que ver con la capacidad que tienen los pueblos indígenas de manejarlo desde el punto de vista ambiental, cultural y social. Allí, es donde el concepto de la abundancia cobra gran relevancia, además de entender la relación con el territorio y con la naturaleza en términos de “usar solamente lo que se requiere para poder vivir bien”.
La Capacidad de Agencia es la segunda gran área de los IBHI. Este ítem tiene que ver con la autonomía que tienen los indígenas para poder plantear, dentro de su plan de vida, aspectos de etnodesarrollo en los territorios, para así proponerlos a las entidades públicas. Tiene que ver, por ejemplo, con la situación de la población, del idioma, de las prácticas, de la educación y la salud. Y es que los planes de vida indígena son un instrumento de planeación y de propuesta de los pueblos étnicos colombianos con los que se relacionan con la institucionalidad estatal. “En estos plasman su visión y su contribución a la sociedad colombiana, con base en la Constitución multicultural de 1991. Sirven de insumo para políticas públicas relacionadas con ellos”, afirma Acosta.
La tercera área es la Autonomía Alimentaria, que básicamente tiene que ver con la riqueza y diversidad de especies propias cultivadas. De especies que cazan, que pescan o recolectan, comenta Acosta.
La cuarta área en la que se fundamentan los IBHI es la de Ambiente Tranquilo. “Se trata de qué tanto se presentan problemáticas como el maltrato infantil, el consumo de alcohol, los robos, la violación a menores, entre otros. Ese indicador es un punto de referencia para que [los pueblos indígenas] se miren internamente frente a esos problemas”, asegura el investigador.
Finalmente está el área de la reproducción social y cultural, es decir, donde se pone en la balanza, por ejemplo, el papel de la medicina tradicional y su rol en la salud pública. “Se trata de cómo los pueblos indígenas pueden dar continuidad a sus idiomas, cultura y medicina tradicional, entre otros temas”, dice Acosta.
La información que ha obtenido el pueblo bora
La información de los IBHI ya ha permitido que algunas comunidades lleguen a conclusiones importantes sobre su forma de vida. El líder indígena del pueblo bora, Jimmy Gifichiu, habló de lo bueno, lo malo y lo regular que encontraron, con base en el análisis de los resultados.
Lo bueno: “Estamos organizados, tenemos muchos años de proceso”, dijo Gifichiu sobre el estatus y la fortaleza de la organización y la gobernanza indígena en su territorio.
Lo regular: El líder asegura que en esta categoría se encuentra el tema del agua y el idioma. “Sobre todo [el tema del idioma] en el pueblo ocaina. Hay una gran dificultad en practicar su lengua, el pueblo bora también la tiene. Las nuevas generaciones no lo están aprendiendo. Realmente no se está practicando porque a temprana edad nuestros hijos están saliendo a estudiar y entonces casi todo el tiempo están por fuera de la familia”. Gifichiu también destaca que hay un cruce de tribus, donde los boras conviven con otras culturas y eso ha generado parte del debilitamiento. “Ahí [los indicadores] nos dan la información de que esto es una preocupación, que hay que actuar. Que solo los mayores de 50 años lo están hablando [el idioma]”, añade.
Lo malo: La parte más crítica está en los temas sociales, en particular, drogadicción y el alcoholismo, y delitos como el hurto. “En estos aspectos estamos mal. Es la parte más crítica que hemos visto con los indicadores. Este es un tema que le corresponde a las autoridades, a los gobernadores indígenas. Queda en manos de la organización mayor”, comenta Gifichiu.
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Los retos que quedan con los IBHI
En este momento el Instituto SINCHI sigue recolectando la información de la primera fase del proyecto, a la cual denominan la línea base o ronda inicial mínima de recolección de datos que arroje una muestra poblacional signficativa. Es decir, el primer objetivo es “terminar las líneas base en Guainía y Vaupés. Seguirlas poblando (obteniendo datos). Esto tiene una prolongación en el tiempo, para ver las variaciones”, asegura Mantilla, directora del instituto. En cada comunidad se debe recolectar un mínimo de información. Cuando lo han hecho, se cumple la línea basen en dicho resguardo o comunidad.
A su vez, Luis Acosta comenta que la meta es entender cómo han cambiado los IBHI en un mismo pueblo desde 2017 hasta hoy día, cuando se están recolectando nuevos datos. “Este año vamos a poder comparar la información de 2017 con la de 2022. Cada cinco años se harán comparativos de los indicadores. Por ahora tenemos la línea base (en algunas comunidades)”, dice Acosta.
“Los dinamizadores indígenas siempre poblarán los mismos indicadores, en una serie de tiempo que les permita hacer comparaciones en diferentes años”, complementó Mantilla.
Acosta también asegura que el desafío es que la información sea usada por otras entidades estatales para reconocer los saberes indígenas, en particular la medicina tradicional. “Por ejemplo, está el caso de la comunidad de Milán, en el río Igará Paraná, en el centro del departamento del Amazonas. Milán está a una hora en lancha de la Chorrera y a veces allá no está el médico (occidental). Entonces recurren al médico tradicional”. Y es que, según el investigador, el Ministerio de Salud viene hablando del sistema de salud diferenciado indígena, pero, por ahora, no hay ningún caso en los que alguna secretaría de Salud de los tres departamentos (en los que se han implementado los IBHI hasta el momento) los haya reconocido como médicos, “pese al papel tan importante que cumplen en los territorios. Se trata de apoyar a los pueblos indígenas en sus conversaciones con las secretarías de Salud”, dice Acosta.
También reconoce un avance de algunas entidades en integrar estos indicadores, pero es claro al indicar que aún falta mucho. “Ha habido un avance en generar estadísticas más acordes con las diferencias de las etnias indígenas. Pero no se ha dado ese paso de mirar los territorios indígenas en ese contexto del bienestar humano y en el marco de estos 21 indicadores. En los departamentos de la Amazonía solamente se toman las estadísticas oficiales que tienen que ver con la pobreza, índices de salud, de educación, pero sin hacer la diferencia étnica. Estos indicadores están poniendo en un solo índice también los aspectos culturales”, asegura.
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*Imagen principal: La Amazonía es quizás la región colombiana con más pueblos indígenas. Foto: ONIC.
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