- Delio Suárez es un líder indígena de la etnia tucano en la Estrella Fluvial del Inírida. Hablamos con él en el lanzamiento de un libro sobre el departamento del Guainía, su riqueza y su importancia para Colombia.
- Suárez nos contó de la relevancia de la estrella fluvial, de sus proyectos de conservación de especies. También de sus iniciativas de investigación y producción sostenible de miel de abejas, así como de pesca. También conversamos sobre temas preocupantes como las especies en riesgo de extinción y la minería ilegal en el Guainía.
Es de la etnia tucano y la autoridad territorial en el resguardo Almidón la Ceiba, en Inírida, Guainía, departamento amazónico colombiano. Lleva más de 27 años liderando su comunidad y actualmente dirige la Corporación Mesa Ramsar Estrella Fluvial, encargada de proteger este ecosistema en el Guainía. La estrella fluvial es un sitio Ramsar en donde confluyen tres grandes ríos, el Guaviare, el Atabapo y el Inírida. Cada uno llega con sus colores, lo cual genera paisajes únicos. Desde 2014 tiene la categoría Ramsar, por la importancia mundial de sus humedales, su biodiversidad y culturas indígenas. Esta designación busca que esos atributos sea preservados. Delio Suárez es quien hoy encabeza esta tarea.
En la segunda semana de septiembre de 2022 se presentó, en Bogotá, un libro sobre el departamento del Guainía realizado por la organización internacional de medio ambiente WWF, la Fundación Omacha —cuya misión es estudiar, investigar y conservar la fauna y los ecosistemas— y el Instituto SINCHI, que estudia los pueblos y ecosistemas amazónicos en Colombia. La publicación contó con el apoyo económico de la gobernación del departamento.
Delio Suárez fue uno de los oradores en la presentación; su trabajo de investigación y planificación fueron insumos para el libro. Además, fue parte de las expediciones al río Guaviare y el Inírida, que fueron necesarias para la publicación. También participó en la elaboración del plan de manejo de la Estrella Fluvial del Inírida, documento construido entre 2015 y 2018 que regula y busca la conservación de este ecosistema. Este plan impulsó a la gobernación del departamento a realizar este libro de la mano de las organizaciones participantes.
Delio Suárez lleva más de 27 años cuidando e investigando la Estrella Fluvial del Inírida. Lidera proyectos productivos y de investigación de las abejas endémicas de la zona, también de pesca y turismo sostenible. Su experiencia, además, incluye el uso de cámaras trampa para estudiar especies amenazadas como el jaguar. Esta técnica la aprendió con la ayuda de investigadores de la Fundación Omacha. “Mi universidad ha sido la curiosidad. La selva. Todo lo que veo que otra persona sabe; me gusta seguirle, ver qué hace”, dice en entrevista con Mongabay Latam.
—¿Qué hace única a la Estrella fluvial del Inírida?
—El río Inírida tiene un color de agua con PH diferente que el del Guaviare. Bajando más, está el río Atabapo. (En la Estrella) desembocan el Inírida, el Guaviare, el Atabapo y el Ventuari de Venezuela. De ahí para abajo se forma el Río Orinoco con todos esos colores de agua. Es un gran potencial de agua dulce. Es hermoso. Cuando usted viaja en el avión, ve la desembocadura del Guaviare y el Inírida. Se ve como una bandera porque el agua del Guaviare es turbia y las demás son negras, pero claritas.
—¿Qué objetivo tuvo la designación de la Estrella Fluvial del Inírida como sitio Ramsar?
—El objetivo de que la Estrella haya sido declarada como sitio Ramsar es conservar el uso y manejo sostenible de los territorios de nosotros. Entre biólogos, ictiólogos, el Instituto SINCHI. Que podamos utilizar esas especies de peces, los mamíferos para nuestro consumo, pero de manera responsable, sostenible. Que no se acaben esas especies.
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—¿Quiénes conforman la Corporación Mesa Ramsar Estrella Fluvial que administra el sitio? ¿Qué etnias?
—Somos varias culturas indígenas. Yo represento el río Inírida. Camilo, otro amigo puinave representa el Cañobocón. Por el río Guaviare también hay un líder capitán sikuani. Somos diferentes etnias. Por Laguna negra, están los curripacos. También están los cubeos, guananos del Vaupés. Para la parte del río Atabapo, están los curripacos, los baniva y una parte de los yerales.
—¿Qué iniciativas de producción sostenible lidera?
—En mi resguardo Almidón La Ceiba, tengo un proyecto de abejas melíferas, meliponas. Ya llevamos ocho años. Estuvimos trabajando desde la investigación de un profesor que estuvo acá por cuatro años, un alemán. Nos dejó una formación que nosotros seguimos avanzando y hoy somos una asociación. En este momento tenemos 196 colmenas con seis especies. Estamos trabajando 30 familias. Eso nació con estudiantes de universidad que nos visitaron.
—¿Qué es una abeja melipona? ¿Qué tipo de miel dan?
—Esto es meliponicultura, no apicultura. Porque las abejas no tienen aguijón, esas son las llamadas apis. Estas son nativas, amazónicas. La miel de las melíponas es diferente a la miel de apis (las de aguijón o abejas africanizadas). La de las abejas apis es viscosa. La de las abejas meliponas es líquida, transparente, con una acidez un poquito más alta que las de apis. Es una miel medicinal.
—¿Cómo la venden?
—La estamos comercializando a turistas que nos visitan. Hicimos la ruta de la miel, donde estamos trabajando con una empresa asociada y nos visitan muchos turistas. Les hacemos la ruta y luego les vendemos la miel. También se vende por encargo en Inírida. Para el año que viene, calculamos que vamos a tener buena producción y podemos vender a alguna empresa que contactemos. Vamos a hacer un estudio de extracción de propóleo y cera. Nosotros tenemos un producto orgánico.
—¿Qué apoyo estatal han recibido?
—Tenemos un apoyo de la corporación autónoma, CDA, por negocios verdes. Con la CDA estamos trabajando para sacar una licencia ambiental, eso es lo que nos falta. También contamos con un apoyo de la Gobernación, la Alcaldía y Visión Amazonía. Nos ayudan a fortalecer la parte de insumos. Este producto no necesita registro INVIMA —sello de calidad de una entidad estatal en Colombia; con ese nombre permite comercializar ciertos productos como garantía de seguridad para el consumo humano—, porque lo transforman las mismas abejas.
—El proyecto productivo de las abejas, ¿también le ha servido como insumo de investigación?
—Sí. Estoy haciendo un libro sobre las abejas. Cómo se extraen de su vida silvestre, cuántos años vive la abeja. Una reina vive 3 años, las obreras 4 meses porque trabajan día y noche. Los zánganos, 8 meses. La reina se aparea con un zángano que ella escoge. Las obreras vuelan hasta dos kilómetros para polinizar. Es una polinización inmensa, es un trabajo importantísimo.
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—¿Están en riesgo las poblaciones de abejas de la zona?
—Hay buena población, no hay riesgo. Estamos manejando seis especies. La angelita, la más chiquita, la más común. La otras son endémicas: la plebeya, la crinita, la compressipes, la eburnea, la walleriana y la Scaptotrigona eburrea. Son abejas amazónicas. No pican.
—¿Cómo está la situación de conservación de especies?
—Llevamos seis años y hemos logrado identificar qué especies hay que proteger. El bocachico (pez de agua dulce) está en todo lado, está seguro. Las demás especies sí están en un desequilibrio, porque casi todos sus individuos son juveniles.
—¿Qué especies están en riesgo?
—Aquí hay 48 especies de peces en ríos y lagunas. Algunas especies se están extinguiendo. El 70 % de peces ornamentales —de decoración, para acuarios— salen del Inírida. Falta cuidar las especies endémicas como el escalar (también conocido como pez ángel), que es de ornamentación. Espero que la comunidad científica nos ayude a conservar esa especie, a explotarla de manera sostenible, tanto los ornamentales, como los de consumo. En peces, la mojarras loras que tienen muy pocos huevos, la palometa y el bocón.
En mamíferos, la guagua o la lapa, un roedor nocturno. La carne es muy deliciosa, entonces la estábamos consumiendo mucho, pero ya la estamos conservando. El tapir (o danta), porque solo tienen sus hijos una vez al año.
—¿Qué proyectos productivos tiene con la pesca?
—Vendemos peces ornamentales (para acuario) de las lagunas. El escalar, el pez endémico. Se trabaja por los lados del río Inírida, del Cañobocón. También por los lados de Venezuela, por el río Ventuari y por el Atabapo. Pero, en la pandemia todo se frenó.
La pesca deportiva también la tenemos. Aquí la pesca deportiva nació con el objetivo de conservar especies, como el pavón, la payara. Se pescaba y se soltaba. En la pandemia todo eso bajó. La Corte Constitucional decidió que (la pesca deportiva) es maltrato animal después de que unos ambientalistas dijeron eso. Nos reunimos parte de los pescadores de Colombia y vamos a mandarle un oficio a la Corte diciendo que eso no es maltrato. No estamos maltratando, estamos conservando los peces. En las lagunas estamos repoblando especies. No hubo consulta con las comunidades ni con los investigadores.
—¿Qué tan activo está el turismo?
Está fuerte. Nos gusta mostrar lo que tenemos. Tenemos que formarnos en el turismo. La estrella fluvial tiene 24 comunidades.
—¿Cómo está la situación de la minería ilegal?
—Cerca de Inírida no hay problema. Ya más lejos, por la cabecera del río Inírida, como a 15 días, sí tienen problemas, eso dicen.
Hay comunidades en donde está la minería y (sus líderes) dicen que son autónomos, que pueden hacer lo que quieran. Pero desde 1959 el Guainía está declarado como reserva forestal. No sé si conocerán esa ley. Pero no se puede pasar por encima de la Constitución. No se debería hacer.
—¿Hay minería de coltán?
—Sobre el coltán, sí hubo un tiempo en que lo estuvieron explotando, pero no se volvió a escuchar (de eso). No sé si pararon.
—¿Hay problemas de mercurio con los peces o la salud humana?
—Sí, está todo muy contaminado. No sé qué vamos a hacer. El río Inírida y el Atabapo. Hay información de que hay gente afectada con mercurio en Inírida. Eso es por la minería.
—¿Cómo está la situación de deforestación en la zona?
—Por el río Inírida no hay problema. Con parte del campesinado del río Guaviare, sí había problemas, pero ya se está tomando consciencia, se está hablando para un manejo más técnico en ganadería, que sea menos agresiva. Sí estaban deforestando mucho.
—¿En qué difieren las culturas indígenas de la occidental en el manejo del medio ambiente y el territorio?
—Nuestra cultura es muy diferente. Tenemos diferentes formas de alimentación a la del campesino. Pero en la estrella fluvial también están los campesinos. Estamos trabajando juntos, cada uno con su cultura. Si no protegemos los ríos, las selvas y las lagunas nos quedaremos sin nada. Son nuestra fuente de alimentación.
—¿Cómo inició su interés investigativo?
—Mi universidad ha sido la curiosidad. La selva. Todo lo que veo que otra persona sabe, me gusta seguirle, ver qué hace. Hay biólogos que son personas muy colaboradoras. Personas muy interesadas en ver qué pasa en el planeta. También porque queremos escribir para que la siguiente juventud, tenga el conocimiento y siga conservando. Es el compromiso de nosotros mientras vivamos, dejarle (el conocimiento y la conservación) a la siguiente generación.
—¿Qué trabajo ha hecho con las universidades colombianas?
—He trabajado con la Universidad del Bosque, la Javeriana y la Nacional. Hacíamos salidas de campo con los estudiantes. Iban a conocer las especies, medirlas y tomarles fotos. Luego llegó la pandemia. Vamos a ver si podemos seguir llevando (al Guainía) a los estudiantes. Es un proceso muy bonito. Empaparlos de conocimiento, que en parte es científico. Pero también del conocimiento indígena. Eso fortalece mucho (su formación).
—¿Qué le han dejado estas interacciones con científicos y estudiantes?
—Para nosotros ha sido un aprendizaje grande. Por ejemplo, el tema de las cámaras trampa. Así hemos visto si aún hay una especie que pensamos que ya no la había. De aves, mamíferos. Toman fotos de todo lo que se mueve. Ya conociendo (esa información), sabemos que hay que conservar más porque están amenazados, pero aún quedan individuos.
Así también se han tomado fotos del jaguar. El jaguar ataca cada 15 días o cada mes. Va por las especies que le gusta comer. Siempre está detrás de los cajuches o marranos de monte. Son poblaciones grandes de 60, 80 (cajuches). La mayoría son hembras. Hemos hecho la investigación y (los cajuches) ponen bebes cada tres meses. Cada hembra está poniendo entre cuatro y seis crías. Es una población sin peligro de extinción. (Lo de las cámaras trampa) nos lo enseñaron los de la Fundación Omacha, una profesional nos enseñó a manipularlas (las cámaras), a ponerles las pilas, cómo se encienden. A trabajarlos con GPS, para dejar las cámaras trampa cada dos kilómetros.
—¿Cómo está la situación económica en su resguardo?
—Aquí lo que se dice pobreza, pobreza no hay. Hay un equilibrio. Desde el Guaviare, el Inírida, trabajamos en estos proyectos (como el de las abejas), en artesanías, así como en cultivos de mañoco y casabe. Tenemos nuestras tierras, nuestros montes, el alimento no nos hace falta. Aquí hay 48 especies de peces en nuestros ríos. Hay mamíferos como la danta, el venado, la guagua o lapa, el picure, el armadillo. En aves tenemos el paujil, gallinetas y las pavas.
—¿Cómo pescan?
—Una de las técnicas es el kakure, para pesca de consumo. Es una trampa que se usa desde los ancestros, eso lo hizo el dios de nosotros. Él nos enseñó cómo poner las trampas. Esas trampas las pone uno para agarrar pescados, charapas o tortugas, les pone carnadas especiales y así solo entra esa especie. Depende de qué pepas (alimento o carnada) ponga, entra una especie específica de pez. El (kakure) es peligroso porque también puede entrar el buio (la anaconda), la piraña, la raya. Tiene que ver con la técnica cómo va a sacar el pez atrapada.
Es muy efectivo para conservar (las especies) porque tiene una estrategia muy buena. Están tejidas un poco anchas con bejuco para que solo entren (y queden atrapados) los (peces) adultos, los jóvenes así se salen. Los abuelos sabían mucho como conservar la especie a través del tejido de las trampas que ellos hacían.
—Su resguardo participó de la iniciativa de recolectar información con los Índices de Bienestar Humano Indígena (IBHI) de la mano del Instituto SINCHI. ¿Cómo vivieron ese proceso?
—Sí, lo de los IBHI se hizo. Fue una entrevista de cómo estamos nosotros como pueblo indígena, qué hace falta, qué se ha perdido, cómo estamos los líderes. Un monitoreo. A veces uno no se da cuenta de qué está pasando con el territorio. (Los IBHI) hacen recordar mucho (caer en cuenta de la situación) como comunidad.
—¿Cómo está la situación de conservación de los dialectos y lenguas indígenas?
—La mayor parte del dialecto indígena se conserva. Las lenguas puinave, el curripaco, el cubeo, el tucano todavía se conservan. Aún todos hablamos, pero también hablamos el español. Las comunidades volvieron a tomar consciencia. Hubo un momento en que sí hubo un peligro. Se está volviendo a rescatar la lengua materna.
—¿Qué expectativas tiene en el nuevo gobierno?
—Ha dado más importancia al campesinado, al pueblo indígena. En mi concepto tengo esperanzas de que se haga algo de lo que dijo él (el presidente Gustavo Petro).
*Imagen principal: @camilodiazphotography – WWF Colombia
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