En la región amazónica del Caquetá, en Colombia, las tierras del resguardo indígena coreguaje de Maticurú, de 577 hectáreas, han sido invadidas por colonos, ganaderos y madereros. Su cultura y forma de vida están amenazadas. Su territorio es cada vez más pequeño, escasean los animales para la caza y están rodeados de bandas criminales.Los coreguajes, también conocidos como Korebaju, le piden al Gobierno una ampliación de 4000 hectáreas de predios cercanos al resguardo en los que haya bosques, frutas y animales para la cacería. *Esta historia es una alianza periodística entre Mongabay Latam y Agenda Propia Las 87 familias del resguardo indígena Maticurú del pueblo Coreguaje, consideradas “gente de tierra”, dicen sentirse “acorraladas” en su ya reducido territorio de 577 hectáreas, ubicadas en el margen izquierdo de la quebrada Maticurú, jurisdicción del municipio de Milán (Caquetá). Con el paso de los años, colonos, madereros y ganaderos se han apropiado de una parte de las tierras de los coreguajes; respaldados por los grupos armados ilegales, los invasores han tumbado la selva para la ganadería extensiva y la siembra del cultivo ilícito de coca. A su paso, han acabado con las especies de fauna y flora más preciadas para los indígenas. Hoy en el resguardo de Maticurú es muy difícil encontrar animales de monte como la boruga (roedor que habita en la Amazonía), el mono churuco y la danta, especies que desde tiempos ancestrales son parte de la alimentación del pueblo coreguaje que también se identifican como Koreguaje, Korebaju, Coreguaxe o Koré Pâín. Humedales, salados y nacimientos de agua, considerados sitios sagrados para los pueblos indígenas, se están secando. La apertura de caminos y siembra de pastos están acabando con los ecosistemas. Foto: Edilma Prada Céspedes. De igual manera escasean los árboles como el achapo, el laurel y el amarillo, especies que utilizan los hombres de la comunidad para elaborar las casas y el potrillo, un tipo de canoa para la pesca tradicional. Las mujeres tampoco consiguen semillas silvestres como los cascabeles para hacer los sonajeros y las artesanías. “Todo eso está muy grave porque la montaña (selva) se está acabando”, dice con preocupación el cacique Adriano Pizarro Valencia, mientras se reúne con 60 personas en uno de los encuentros habituales que hace la comunidad para hablar de las actividades cotidianas y sus problemas. El terreno es cada vez más estrecho y pequeño para que las familias, integradas por 400 personas, hagan sus chagras (lugares tradicionales de cultivo en medio de la selva), explica el cacique Adriano Pizarro. La poca extensión de tierra —bañada por el río Orteguaza y las quebradas Jiménez, La Cucha, El Silencio y Maticurú— fue otorgada en 1992 mediante la Resolución 09 del 28 de abril de 1992 por el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria. Desde entonces han perdido hectáreas y, en consecuencia, selva. Mapa del resguardo Maticurú, Etnia Coreguaje, Caquetá, Colombia Recuperar el territorio que ha sido arrebatado Esta comunidad del clan Tama, un grupo familiar descendiente del pueblo indígena Tukano, está asentada desde hace más de 120 años en ese lugar que dista 30 minutos navegando desde la inspección de San Antonio de Getuchá, del municipio de Milán, y tres horas por el río Orteguaza desde Puerto Arango, zona rural de la ciudad de Florencia, capital del departamento. El cacique, quien viste su traje tradicional, una cusma (camisa larga) de tela azul y lleva collares elaborados con semillas de la selva, denuncia que quince años atrás, en 2007, un ganadero vecino corrió los linderos y calcula que se adueñó de ocho hectáreas. Ese año la comunidad intentó recuperarlas con la instalación de postes, pero no fue posible porque la entonces guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que en esa época tenía el control del territorio, los sacó a tiros. De ese día, Adriano Pizarro recuerda que los guerrilleros dijeron: “Inmediatamente saquen esos postes, ya mismo (…) esta es la tierra de este señor ‘Loco Alexander’. Por eso se quedó así hasta ahorita”. La finca que menciona Adriano Pizarro actualmente tiene otro dueño. Desde 2007, la propiedad ha sido vendida varias veces. Una de las demandas que le hace hoy la comunidad a la Agencia Nacional de Tierras (ANT) es que mida nuevamente el resguardo y les devuelva las hectáreas copadas por los ganaderos. El pueblo indígena también solicita la ampliación de 4000 hectáreas de predios cercanos al resguardo. La propuesta de la comunidad es que el Gobierno nacional les compre áreas de tierra con bosques o selvas que tengan frutas, árboles y animales para la cacería.