- La fiebre del oro acecha las inmediaciones del cerro Mavicure y de la Estrella Fluvial de Inírida, dos de los portentos ecosistémicos de Colombia. Las autoridades mineras aprobaron 13 propuestas de contrato de concesión minera para extraer oro y sus concentrados.
- Mongabay Latam y Vorágine visitaron las comunidades indígenas que rodean la Estrella del Inírida y que hoy viven la incertidumbre por las ofertas de un mejor futuro basado en la minería. Hay desconocimiento, pero también ilusión por conseguir un empleo.
- Aún no comienzan las actividades mineras en la zona y en el resguardo Remanso Chorrobocón ya hay división por este tema. Algunos lo ven con buenos ojos, pero también hay denuncias de que los títulos mineros se están gestionando a nombre de los indígenas cuando a ellos ni siquiera se les ha consultado.
* Este reportaje es una colaboración periodística entre Mongabay Latam y Vorágine
Cecilia García Barros está sentada sobre la cumbre del cerro Mavicure, una elevación rocosa de 170 metros de altura, a orillas del río Inírida, en el departamento del Guainía, en Colombia. Desde allí se divisan inmensas extensiones de tierra en cuyo subsuelo hay abundancia de oro y otros metales codiciados por la industria minera.
La mujer de la etnia puinave señala con el dedo índice la montaña de enfrente. Dice que fue el lugar en donde se escondió para siempre la princesa Inírida, según han contado sus ancestros de generación en generación. Es el cerro Pajarito, así lo llaman. Tiene una forma cóncava casi perfecta y su superficie es de un gris oscuro intenso, casi azul, producto de los sedimentos y el granito que por 1800 millones de años se fueron acumulando en la corteza.
Tanto Mavicure, como Pajarito y el Mono, otro cerro cercano, están entre las formaciones de roca más antiguas del país, según investigaciones de geólogos de la Universidad Nacional. En la tradición de los puinave estas colinas arcaicas representan a tres hermanos que fueron abandonados por sus padres, y que tuvieron que crecer a la vista lejana de la abuela, una montaña mucho más pequeña que se aprecia al otro lado del río Inírida. Son rocas, pero también una familia de gigantes, un tesoro histórico que acaso los colombianos no saben que poseen.

El pasado geológico del Guainía precisamente es una de las razones de su riqueza en metales. Un estudio de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre minería en territorios indígenas de este departamento recuerda que “el subsuelo de la mayor parte de esta región es de origen paleoproterozoico”, una era que duró 900 millones de años y en la que los continentes se estabilizaron por primera vez. Estas podrían ser las montañas con más años de historia en el planeta. De ahí que se tenga la certeza de futuros descubrimientos de metales.
Los indígenas de esta zona del país, que provienen de linajes milenarios, han vivido sobre montañas de oro que aún no han sido explotadas por el hombre occidental a gran escala. Los alrededores de Mavicure son territorios todavía vírgenes en cuanto al avance voraz de las empresas mineras y eso los convierte en un paraíso, ese mismo que Cecilia García relata ahora desde una leyenda que se sabe de memoria. El mito explica la visión del mundo de los puinave, su forma de relacionarse con las montañas. García dice que el paisaje es la única herencia que les dejaron sus tatarabuelos.
La princesa Inírida, continúa contando Cecilia García, se refugió en aquella cima que nadie ha podido escalar, de lo empinada que es (mide 480 metros), huyendo de los hombres que se enamoraron de ella en una fiesta. Desde entonces, y alejada de los humanos, la princesa se convirtió en la guardiana de esta tierra ancestral. Aunque no por mucho tiempo.
El 30 de julio de 2021, la Agencia Nacional de Minería (ANM) aprobó trece propuestas de contrato de concesión minera para oro y sus concentrados en el cabildo del resguardo indígena Remanso Chorrobocón, que es la zona aledaña a los cerros Mavicure, Pajarito y el Mono, y donde está asentada la comunidad a la que pertenece Cecilia García. Los títulos también comprenden zonas del municipio de Inírida, hacia el norte, y Puerto Venado, hacia el sur.
Títulos mineros rodeados de polémica
Esta alianza periodística se comunicó con el Ministerio de Minas y Energía para conocer su posición frente a las implicaciones, las consecuencias y los eventuales riesgos o beneficios que traería la llegada de la fiebre del oro a la región. Desde la oficina de Comunicaciones aseguraron que la viceministra de Energía, Belizza Ruiz, era la vocera oficial, pero que al momento de esta consulta ella no se había posesionado y por ende no se darían declaraciones al respecto. Indicaron que el tema lo manejaría la Agencia Nacional Minera, que es la entidad del gobierno encargada de administrar integralmente los recursos minerales de propiedad del Estado y de vigilar que las personas autorizadas para extraer recursos naturales no renovables, cumplan con sus obligaciones.
Esta última entidad envió un comunicado a Vorágine y Mongabay Latam en el que declara que en el resguardo Remanso Chorrobocón fueron aprobados doce títulos de minería de oro a mediana escala y uno a pequeña escala.
En la comunidad hay gran expectativa y al mismo tiempo un alto grado de desconocimiento sobre la magnitud de lo que pueda venir con la aparición de las empresas mineras.
Según el decreto 1666 de 2016 de la Presidencia de la República, los títulos mineros en Colombia que se encuentren en la etapa de exploración o construcción y montaje se clasifican en pequeña, mediana y gran minería “con base en el número de hectáreas otorgadas en el respectivo título minero”. De acuerdo con el documento, la exploración de metales a mediana escala, como la mayoría de los aprobados en el resguardo, contempla entre 150 y 5000 hectáreas por título.

Ahora bien, los títulos mineros que se encuentren en la etapa de explotación, es decir, lo que sucederá en el futuro en el resguardo Remanso Chorrobocón, se clasifican también en pequeña, mediana o gran minería de acuerdo con el volumen de la producción minera máxima anual. En cuanto al oro y sus concentrados, es mediana escala cuando se producen entre 50 000 y 750 000 toneladas de metal al año, si es a cielo abierto. Si se trata de explotación subterránea, la producción permitida anual es de 25 000 a 400 000 toneladas anuales.
Según la ANM, los títulos se expidieron teniendo en cuenta los requisitos mínimos de idoneidad ambiental y laboral. El procedimiento, indica la agencia, aseguraría que el proponente realice sus actividades “con estricta sujeción a las guías minero ambientales adoptadas por los ministerios de Minas y Energía y Medio Ambiente”. Estos títulos están a nombre del Cabildo Resguardo Remanso Chorrobocón, como organización que los solicitó.
Sin embargo, la titularidad de estas concesiones de exploración minera están rodeadas de polémica. Uno de los capitanes del resguardo es Luis Alfonso García. Dice que desde 2015 la comunidad cuenta con dos cabildos, lo que ha generado una división entre los habitantes de Remanso Chorrobocón frente a la llegada de la minería. Algunos lo ven con buenos ojos, otros no. Cuenta también que no son precisamente los indígenas quienes han estado gestionando los títulos, pues ellos no tendrían cómo hacerlo.
“En ningún momento nos han socializado bien cómo será la situación. Un señor que se llama Jorge Salinas, que es de una empresa, es quien ha venido acompañando la expedición de los títulos, es el que ha estado invirtiendo en los presupuestos”, dice García, quien hace parte del grupo de líderes que está de acuerdo con que se haga minería legal en el resguardo.