Según lo que dice García, aunque los títulos mineros fueron otorgados oficialmente a las comunidades indígenas no son ellos los que estarán detrás de ejecutar los proyectos. Y esto no es un secreto en la región.

Jenny Soad Rojas, directora de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Oriente Amazónico (CDA), le dijo a Vorágine y Mongabay Latam que a todas luces hay intereses de otras personas, ajenas a los indígenas para financiar la explotación de oro. “Usted sabe que la minería de oro no es para gente sin dinero. Esto es de inversiones muy grandes, y las comunidades de este sector no cuentan con esos recursos, entonces suponemos que tiene que haber otro tipo de fuerzas detrás de eso”.

Luis Alfonso García también asegura que el 22 de agosto de este año hubo una reunión entre la empresa que en nombre del resguardo tramitó los títulos y la comunidad. Allí se hizo un acuerdo con Salinas, a quien Vorágine y Mongabay Latam contactaron a través de WhatsApp y llamada telefónica. Nos remitió con un abogado, quien finalmente no nos dio ninguna declaración pese a nuestra insistencia. “Le dijimos (a la empresa) que en la comunidad necesitamos un ingreso para poder sostener a las familias. Nosotros ya aportamos nuestras tierras, nuestras riquezas, necesitamos ahora un empleo, un sueldo”, dice García.

En contraste, hay una parte de la comunidad que considera un problema la llegada de la minería a la región, sobre todo porque podría desatar conflictos sociales. Temen también que el oro atraiga a los grupos armados. Para este último grupo de líderes, el turismo es el que podría abrir el camino de las oportunidades que en la región escasean.

Entre la espada y la pared de la pobreza

Y es aquí, en la falta de oportunidades y de los mínimos de subsistencia, en donde aparece el asunto más complejo en torno a la llegada de la minería al resguardo. El cerro Mavicure está ubicado en el municipio de Inírida, a tres horas en lancha del casco urbano hacia el norte, y a 320 kilómetros de la frontera con Venezuela, hacia el oriente. Alrededor de estas montañas viven cerca de 2 000 indígenas, la mayoría de ellos de la etnia puinave. También hay curripacos y algunos piapocos y sikuanis, que han migrado desde el Guaviare, así como una minoría de kubeos del Vaupés. El resguardo se divide en asentamientos. El más grande es precisamente Chorrobocón, con 1200 habitantes. Y le sigue El Remanso, con 300.

La realidad de este paraíso perdido es que allí el Estado es un fantasma y un rumor lejano que nunca se ha visto. Es un territorio abandonado. Guainía, por ejemplo, es uno de los lugares de Colombia con uno de los mayores índices de pobreza multidimensional, según los datos de 2020 publicados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). La cifra en estas tierras es del 65,9 %, mientras que el promedio en todo el país es del 18,1 %. Y el resguardo Remanso Chorrobocón es el mejor ejemplo de estos números adversos.

En El Remanso viven cerca de 300 personas. No son tierras muy fértiles. Lo que más se produce es casabe y mañoco. Casi todos los productos de la canasta básica hay que traerlos de Inírida. Foto: Jose Guarnizo.

Hasta hace setenta años, los indígenas puinave de esta parte de Colombia conservaban casi intactas sus tradiciones. La evangelización católica y cristiana llegaron para trastocar las costumbres de estos pueblos. Es lo que cuenta un líder indígena puinave que prefiere que su nombre no aparezca en este reportaje. Dice que con la llegada de la minería aparecerán los conflictos sociales y se irá la paz con la que se han arropado en las noches durante siglos.

“La religión primero prohibió los bailes autóctonos. Hasta hace poco, se usaba el guayuco, que es el traje típico con taparrabo. Las mujeres no usaban brasier. El catolicismo lo cambió todo. A las mujeres les decían, ‘si se visten así es pecado, pueden ir al infierno’. Y le metieron miedo a la gente. Y apareció el consumismo, entonces en el resguardo ya tenían que comprar ropa, y productos que aquí antes no existían. Cuando aparezcan las empresas que explotan oro, todo esto va a empeorar”, dice.

La pesca es la principal actividad económica en el resguardo Remanso Chorrobocón. Algunos líderes indígenas quieren incentivar el turismo. Foto: Jose Guarnizo.

Este hombre tiene 38 años. Tiene la piel  ocre, los pómulos salidos. Mide 1,65 metros de altura. Cree que la región podría ser una potencia de turismo sostenible. Grupos reducidos de visitantes llegan cada semana a explorar los prodigios del cerro Mavicure, y sus hermanos Mono y Pajarito; así como otros majestuosos paisajes entre los que se cuentan la Estrella Fluvial de Inírida, un laberinto húmedo donde se cruzan los ríos Guaviare, Atabapo e Inírida, y que terminan formando un solo remolino de agua que desemboca en las aguas del Orinoco, en la frontera con Venezuela.

Los turistas asisten a excursiones que por momentos parecen oníricas. Una de ellas es la visita a un caño al que llaman Matraca, por aquello de que es el hábitat del pájaro que popularmente se conoce como Martín Pescador. Es un ave de alas azules y pecho anaranjado. Basta acercarse en un pequeño bote para que comiencen a aparecer delfines grises que brincan a la superficie como si estuvieran saludando. Cuando las aguas se ponen quietas, de la nada se puede asomar uno de estos animales de aletas perladas dando saltos que dibujan en el aire arcos imaginarios.

Es en este sector de la economía, en el turismo regulado y consciente, es donde varios indígenas ven las oportunidades que el tiempo y los distintos gobiernos le han negado a su parentela. Porque no es fácil vivir en El Remanso.

A este caserío solo se accede por el río Inírida. Son tres horas de trayecto. Las 300 personas que allí viven subsisten sobre todo de la pesca. En verano, los hombres salen todos los días en canoa a buscar mojarras, bagres, bocachicos, mataguaros, dormilones y cachamas. Y en invierno, bocones, palometas y lisos. Pero los peces sanos son cada vez más escasos. Según Jenny Soad, la directora del CDA, hay investigaciones próximas a publicarse que revelan que los pescados que salen de esta parte del río tienen concentraciones de mercurio por encima de los valores máximos permitidos. Son los estragos que deja la minería ilegal y sus dragas.

Leer más: La mina de oro en la que trabajan de la mano Eln, disidencias y la Guardia venezolana

La dieta de los puinave está basada también en la yuca brava (o yuca amazónica), tubérculo que, procesado, deriva en productos como el mañoco y el casabe. El primero es una especie de alimento granulado que se les echa a los jugos o se come  directamente, es parecido a la fariña de Brasil. Y el casabe es un pan ácimo o tortilla que lo puede acompañar todo en la mesa. Pero no se produce mucho más en El Remanso. Las tierras son poco fértiles. Piña, marañón, ahuyama, guama y ají es de lo poco que retoña cuando se cultiva. Entonces todo lo demás hay que traerlo de Inírida: las frutas, las verduras, la carne, el pollo, las leguminosas como la lenteja y el fríjol, así como el aceite, el azúcar y la sal son artículos que allí valen oro, una  paradoja que explica muchas cosas.

Los niños en El Remanso cursan solo hasta quinto de primaria, pues la escuelita no ofrece más grados. Si alguien quiere seguir la educación secundaria o bachillerato, como se llama en Colombia, debe irse a vivir a Inírida. Y ni hablar de la universidad. Cecilia García, por ejemplo, solo pudo estudiar hasta noveno de bachillerato —de los once que tiene la educación media— porque no tenía familiares en el pueblo. “Para salir adelante en Inírida tocaría irse a dormir en cartones porque se necesita plata para pagar una estadía mientras uno estudia”, dice García. Otro de los entrevistados dice que salió del resguardo y obtuvo el diploma  tras varios años de dificultades. Su principal motivación de niño era aprender el castellano. Era la puerta de entrada al conocimiento que ofrece el mundo occidental. Nadie estudia en lengua puinave.

Uno de los líderes del resguardo que conversó con esta alianza periodística, dice que nacer en El Remanso es tenerlo todo en contra. Este indígena logró llegar a la universidad y graduarse. La visión que le ha dado conocer el mundo y sus desengaños le ha permitido cuestionar la llegada de la explotación del oro a la región. Pero trata de ponerse en los zapatos de los compañeros que están de acuerdo. Porque el hambre en la comunidad apremia, y el olvido también.

De lo que no se habla tanto en El Remanso es de lo que ha ocurrido con el oro en otras partes del país y del mundo: la tajada más grande y apetitosa se la llevan las empresas. Y lo poco que queda, los  mineros locales.

Nacer y crecer en El Remanso es tenerlo todo en contra para salir adelante. Las oportunidades de educación son escasas. Foto: Jose Guarnizo.

Mavicure es zona de reserva     

Los cerros eran tan sagrados para los ancestros puinave que había lugares específicos que no se podían visitar. Los abuelos les advertían a los nietos que la Tierra hablaba cuando se sentía abusada: “Ellos le decían a uno, ‘no vaya para allá porque puede pasar algo, puede hacer llover, incluso’”, relata otro líder. En invierno, cuenta, se podía pescar solo por unas horas porque después comenzaban a escucharse ruidos, era como una especie de mensaje que indicaba que ya se había acabado el turno de trabajo. Antes de irse, los indígenas dejaban ofrendas en los cerros: un pedazo de torta de casabe o de yuca podía quedar como regalo. Aún lo hacen.

Soad, la directora del CDA, recuerda que el cerro Mavicure se encuentra en zona de reserva forestal de la Amazonía (creada por la ley 2 de 1959) por las condiciones biológicas del territorio. “Distintos estudios han podido identificar una gran cantidad de especies de mamíferos, reptiles, anfibios, aves, plantas y árboles de una importancia incalculable para el país”, dice.

De hecho, para que los trece títulos mineros puedan entrar en etapa de explotación, los solicitantes deben tramitar ante el Ministerio del Medio Ambiente la sustracción de la reserva en estas zonas específicas. Y es que Mavicure está dentro del perímetro de lo que se ha llamado el Escudo Guayanés. Se trata de una de las formaciones geológicas más antiguas del mundo, e incluye territorios de Colombia, Venezuela, Brasil y las Guayanas. Se habla de una extensión mayor a los 2,7 millones de kilómetros cuadrados (aproximadamente el 13 % de Suramérica).

Desde la cima del cerro Mavicure se pueden apreciar otras dos montañas: Pajarito y El Mono. Para los puinave esas tres formaciones rocosas representan a tres hermanos que fueron abandonados por sus padres. Foto: Jose Guarnizo.

La Estrella del Inírida, que se encuentra en los límites de la zona que rodea al Mavicure —en dirección al nororiente, mucho más cerca del casco urbano de Inírida— goza de una protección especial internacional. Solo hasta julio de 2014, este tesoro natural fue declarado por el Gobierno Nacional como sitio Ramsar, lo que quiere decir que allí no se pueden desarrollar proyectos mineros pues el reconocimiento ambiental pasó a ser de escala mundial. Son territorios que deben ser protegidos.

Una investigación de WWF Colombia, la Fundación Omacha y el CDA, que tiene como editores a Fernando Trujillo, José Saulo Usma y Carlos Lasso, resalta las condiciones extraordinarias de la Estrella Fluvial: “Forma parte de la ecorregión sabanas de la Amazonia de Brasil, Colombia y Venezuela. Un área exclusiva en Colombia con unas condiciones edáficas y geológicas poco comunes, que mantienen los niveles más altos de endemismos y diversidad”.

Es por todo lo anterior que persisten las dudas y reservas frente a los títulos mineros de Remanso Chorrobocón, lugares cercanos a la Estrella Fluvial.

Uno de los líderes consultados dice que la gente ni siquiera ha visto documentos para saber qué se negoció con las empresas que sacaron los títulos. “Yo que voy todas las semanas allá les pregunto y lo que hay es un desconocimiento total”, asegura. “A las comunidades no se les dice cuáles van a ser las consecuencias de esto. Por ejemplo, en el tema social, en contaminación, en cómo se van a recuperar las zonas afectadas. El río Inírida por ahora está sano de disidencias (grupos armados derivados de las Farc que no se sometieron al acuerdo de paz de 2016). Yo me pregunto: ¿qué pasará cuando comience la minería?”.

Mauricio Cabrera, investigador de WWF, asegura que la preocupación por los títulos mineros aprobados en el Remanso Chorrobocón no es de poca monta. Y lo dice a raíz de estudios que han realizado. “Consideramos que no hay condiciones habilitantes para que allí se pueda desarrollar una actividad minera, esto tiene que ver con indicadores de gobernabilidad y de gobernanza en la Amazonía. Esto podría generar problemáticas sociales, económicas y ambientales, son procesos que ya se han vivido en otras partes del país, además de los problemas étnicos y comunitarios que se podrían exacerbar a otras escalas”.

Lo anterior no quiere decir que no sea importante que se busquen mecanismos de formalización, bajo determinadas condiciones de impacto ambiental, dirigidos a comunidades que históricamente se han dedicado a la minería artesanal, remata Cabrera, en entrevista.

La legislación minera es en sí misma muy frágil. En El Remanso fueron aprobados trece títulos para explotación de oro aún cuando se trata de una zona de reserva. Foto: Jose Guarnizo.

Todo esto se da en un contexto poco favorable al medio ambiente cuando se trata de expedición de títulos mineros en Colombia. Y es que el ordenamiento minero es frágil. Así lo determinó recientemente el Consejo de Estado mediante un fallo histórico, en el que obliga al Gobierno Nacional y a la ANM a corregir los vacíos de la ley, que en muchos casos van en detrimento de la conservación de ecosistemas estratégicos y áreas protegidas.

Por ello, el turismo ecológico ha resultado una alternativa, aunque falta  apoyo y un decidido acompañamiento del Estado. Cecilia García, por ejemplo, lleva cuatro años sirviendo de guía en el cerro Mavicure. Para darles la oportunidad a sus demás compañeros, solo hace acompañamientos a turistas una vez al mes, y eso le representa a ella unos 15 dólares, que no es mucho, o no es nada si se consideran los precios a los que llegan los alimentos al resguardo.

En medio de tantas incertidumbres, los mitos de los puinave podrían quedarse cortos para pensar que la tierra ancestral se pueda preservar como un tesoro de biodiversidad para la humanidad. La leyenda de la princesa que relata Cecilia García es en sí misma un cuento lleno de adversidades. Cuando Inírida salió a la fiesta, los hombres de la comunidad quedaron embelesados. Dicen que era una adolescente de una belleza extraña: aunque tenía piel blanca, en ella relumbraban los ojos y las facciones de los indígenas del sur de Colombia.

El cerro Mavicure es un lugar sagrado para los indígenas puinave. También es el centro de leyendas como la de la princesa Inírida. Foto: Jose Guarnizo.

Para enamorarla, uno de los pretendientes acudió a un sabio del resguardo, al que le pidió una pócima preparada con una planta conocida como puzana. Si la princesa se la bebía, caería rendida a los pies del señor.

La fiesta agonizaba e Inírida se tomó el brebaje. Pero no se enamoró. Al contrario, la princesa enloqueció, se desnudó y arrancó a correr para esconderse para siempre en el cerro Pajarito. Esa es la versión del mito que cuenta Cecilia García. De aquel lugar, la princesa nunca volvió a salir. De ella solo queda la flor de Inírida.

Los puinave creen que así se manifiesta la princesa y así es como cuida el territorio: a través de una especie herbácea de duros pétalos rojos y blancos, que tiene la capacidad de crecer y de aferrarse a la tierra en condiciones extremas y de poca agua. Así como todo en El Remanso, con dificultad.

* Imagen principal: La Agencia Nacional de Minería aprobó en 2021 trece títulos para minería de oro en los alrededores del cerro Mavicure, una zona de reserva. Los indígenas desconocen qué empresa está detrás del proyecto de mediana escala. Foto: Jose Guarnizo.

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*Nota del editor: Esta cobertura periodística forma parte del proyecto «Derechos de la Amazonía en la mira: protección de los pueblos y los bosques», una serie de artículos de investigación sobre la situación de la deforestación y de los delitos ambientales en Colombia financiada por la Iniciativa Internacional de Clima y Bosque de Noruega. Las decisiones editoriales se toman de manera independiente y no sobre la base del apoyo de los donantes. 

Artículo publicado por Thelma gomez
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