- La exposición fotográfica “Una mirada a El Cuyo” retrata a esta pequeña comunidad pesquera de Yucatán, al sur de México. Son 28 fotografías capturadas por pescadores y habitantes del pueblo quienes muestran, con su propia mirada, su estrecha relación con el mar.
- Hace un año, la Cooperativa de Pescadores de El Cuyo solicitó acompañamiento y asesoría técnica a la organización internacional Oceana, para crear un proyecto de refugio pesquero para la langosta espinosa (Panulirus argus), especie esencial para su economía.
- Como actividad paralela se desarrolló un taller de fotografía con celular, cuyas imágenes están a la venta para la recaudación de fondos que apoyarán esta iniciativa en favor de la pesca sustentable en la localidad.
“Mi padre me llevaba a pescar junto a él. Desde muy pequeño aprendí a nadar y me gustó mucho el mar”, dice Dylan Solorio, un niño de 12 años que creció en El Cuyo, pequeña comunidad pesquera de Yucatán, al sur de México. En ese espacio hay un elemento que él identifica como uno muy significativo: el faro que trae de vuelta a casa a los pescadores. Con su celular, le toma una fotografía.
Esa imagen forma parte de la exposición “Una mirada a El Cuyo”, resultado de un taller organizado por Oceana, organización internacional enfocada en la protección de los mares. Son 28 fotografías tomadas por pescadores y habitantes de este pueblo, quienes muestran, con su propia mirada, sus reflexiones en torno a la estrecha relación que sostienen con el mar.
“A cualquier persona le puedes preguntar ‘¿qué es el mar?’ y tendrá una respuesta. Por lo general, lo asociamos a cosas bellas como la tranquilidad o que nos inspira libertad”, explica Guillermo Pérez, fotógrafo y especialista en comunicación de Oceana. “Pero el concepto de mar que tienen las personas que viven en él, que lo trabajan, que abren la ventana y ahí está, es muy diferente”.
Así es como los pobladores comienzan a hablar de toda una tradición y de una historia compartida, agrega Pérez. “Nos hablan de cómo construyen sus casas, de cómo se visten, de los horarios en los que acostumbran moverse, de toda una serie de decisiones y de acciones que corresponden al hecho de estar ubicados en ese lugar. Eso es muy interesante”, dice.
Este es un recorrido visual por El Cuyo, narrado por quienes lo habitan.
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Un tesoro escondido
El Cuyo está dentro de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos, la intersección donde confluyen las aguas del Golfo de México y del Mar Caribe, un sitio decretado en 1999 y compuesto por lagunas costeras que especies como los flamencos rosados (Phoenicopterus ruber) han elegido por ser un sitio tranquilo para anidar. Toda esa región goza de una belleza escénica sin igual.
En sus inicios, El Cuyo fue uno de los puertos madereros más importantes de la región, donde sus funciones mayoritarias eran la exportación de palo de tinte para crear tinturas negras, rojas, azules y violetas; además del árbol chicozapote (Manilkara zapota), del que se extraía la salvia para hacer chicle. A partir de la década de los setenta, cuando la comercialización maderera en la región se desplomó, El Cuyo se transformó en puerto pesquero.
“A El Cuyo le llaman ‘el tesoro escondido’, es el sobrenombre que tiene el municipio y realmente lo es”, afirma Pérez. “Es un lugar hermoso, el agua del mar es de un color turquesa, por lo general es tranquilo; hay una zona de manglar donde el agua es un espejo que se combina con el cielo y es una imagen, la verdad, muy bella. Las nubes son abundantes y frondosas. Es decir, a donde voltees a ver, encontrarás algo bello”.
Según el censo 2022 de la Secretaría de Pesca y Acuacultura Sustentable de Yucatán (SEPASY), en El Cuyo trabajan 691 pescadores, que representan el 45 % de la población total de la localidad. Además, las mujeres y jóvenes trabajan en actividades para procesar y vender los productos del mar, lo que vuelve a la pesca una actividad esencial para la economía de la gran mayoría de las familias.
“La gente es muy amable y sociable. También hay muchos perritos en las calles y son como de todos: todo el mundo los acaricia, les da de comer y ellos se acercan muy fácilmente. Es un lugar donde sí se siente mucho el concepto de comunidad”, agrega Pérez.
Además, resalta que toda la comunidad está preocupada por conservar a El Cuyo como está, a la par que se enfrenta a retos como la sobrepesca y la defienden del turismo. “Aunque ellos sí lo quieren —porque justamente se están comenzando a involucrar más en ese tipo de actividades— buscan que sea un turismo responsable, que no sea masivo, que no se construyan grandes hoteles y que se conserve muy limpio, como ellos ya lo tienen”, explica el fotógrafo sobre una de las problemáticas más preocupantes de los últimos cinco años, pues en el Caribe mexicano ha incrementado la presencia de proyectos de alto impacto sobre los ecosistemas.
Fotografiar para explicar el mar
Guillermo Pérez fue el facilitador de un taller de fotografía con celular. Los objetivos consistieron, por una parte, en trabajar un abordaje cercano y sensible sobre el valor de El Cuyo con sus habitantes y, por otro, proveerles de una herramienta para fortalecer a los pequeños negocios ecoturísticos, comercios y oficios más allá de la pesca. De esta manera, la gente podría aprender o mejorar sus habilidades para fotografiar sus productos y servicios para compartirlos en sus redes sociales.
“Salimos a tomar fotos bajo la pregunta base de ‘¿qué quieres contarle al mundo sobre el mar?’ y hubo fotos muy interesantes. También hubo una retroalimentación, platicamos de los conceptos —como la composición— y también del significado que le dan a cada imagen: el abuelo que fue pescador o los caminos que usan para poder llegar a la playa”, dice Pérez.
La exposición cuenta con la participación de cuatro habitantes de El Cuyo. “Iliana, una abuelita que está enamorada de El Cuyo y de su municipio; Aranza, una mujer joven que se dedica a vender artículos de belleza en redes sociales; Carlos, que igual es otro joven hijo de una familia de pescadores, a quien le gusta mucho la fotografía y es muralista, y en la comunidad hay muchos murales que realizó; y el cuarto participante de la exposición es Dylan, un niño de 12 años, su papá es pescador, y él dice que quiere ser biólogo. Él también trae toda una herencia de pescadores en la sangre”, detalla Pérez.
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Un nuevo refugio para la langosta
De acuerdo con Oceana, la región oriente del estado de Yucatán —donde se encuentran comunidades como El Cuyo— ha destacado por ser la zona más productiva de langosta espinosa (Panulirus argus) en los últimos años. Su pesca aporta el 75 % a nivel estatal, equivalente a una producción que oscila entre 700 y 1200 toneladas.
Esas mismas comunidades se han caracterizado por su nivel de organización para promover iniciativas de conservación de sus recursos naturales y protección de hábitats. Un ejemplo ha sido la autoimposición de cierres anticipados de la temporada de pesca de langosta —en el mes de febrero— pues lo han identificado como un mes con alta incidencia de juveniles de la especie en las áreas de pesca. Con esto han permitido mantener la abundancia del recurso y capturas estables en las siguientes temporadas.
Además, la organización destaca que la zona de El Cuyo es poseedora de una gran diversidad de complejos hábitats costeros y marinos, conformados por vegetación acuática sumergida (VAS) y bosques de manglar. Estos son hábitats esenciales para la reproducción, protección, crianza y alimentación de una amplia variedad de peces e invertebrados.
En este contexto, hace un año la Cooperativa de Pescadores de El Cuyo pidió acompañamiento y asesoría técnica a Oceana para crear un proyecto de refugio pesquero para la langosta. De acuerdo con la organización internacional, el establecimiento de Zonas de Refugios Pesqueros asegura la sustentabilidad y el futuro de los recursos pesqueros, por lo que pueden ser herramientas poderosas para asegurar la abundancia de los mares. Así reunieron un equipo de científicos que ha trabajado en sustentar y crear el proyecto, de la mano con los pescadores, para presentarlo al gobierno mexicano y lograr proteger un polígono de 1500 hectáreas este 2023.
La Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) ha establecido 36 polígonos de este tipo —con una extensión total de poco más de 2 millones de hectáreas— ubicados en cinco estados de la República, donde se protegen más de 130 especies objetivo, secundarias e incidentales.
Oceana sostiene que Yucatán tiene el potencial de convertirse en líder nacional al promover la repoblación de especies como la langosta, a la par que el estado obtiene mejores rendimientos, beneficios sociales y económicos, así como nuevas alternativas de ingreso para las comunidades y la promoción del turismo en estos espacios.
Juan Pablo Solorio, presidente de la Cooperativa de Pescadores de El Cuyo afirma que los productos del mar han escaseado poco a poco en los últimos diez años. Por eso decidieron trabajar con Oceana para revertir este proceso, conservar a las especies y garantizar su futuro.
“La importancia de crear un refugio pesquero está en conservar los mares, los océanos, porque para nosotros es la fuente de la economía de nuestro puerto, es nuestro trabajo y, sobre todo, es un ecosistema que debemos cuidar”, dice Solorio. “Aunque no vivas cerca de un puerto, de ahí viene todo ese marisco que se consume y toda esa paz y tranquilidad que se respira en la costa”.
Miguel Rivas Soto, ecólogo y director de campañas de conservación de hábitats para Oceana en México, explica que la organización ve un panorama muy alentador en El Cuyo, pues la comunidad ha intensificado su compromiso de proteger la zona al observar ejemplos de cómo se han destruido ecosistemas con el “turismo avasallador” en la isla Holbox, del estado vecino de Quintana Roo.
“Una experiencia tan cercana ha hecho a la gente decir ‘nosotros no queremos llegar a ese punto, no queremos ser el próximo Holbox’, lo que queremos nosotros es que la gente venga, que deje una derrama económica en la localidad, pero que lo haga respetando la cultura y la identidad”, dice Rivas. “El presidente de la cooperativa tiene 29 años, es muy joven, y está liderando a más de 100 pescadores para crear este refugio pesquero; vemos ahí liderazgos nuevos, frescos, de gente muy comprometida con la causa. Nos asombra y nos gusta que sean personas jóvenes, con una visión de futuro a largo plazo”.
Para el caso particular de El Cuyo, este nuevo refugio pesquero contribuiría a mejorar la sustentabilidad de la pesquería de langosta espinosa al proteger hábitats críticos, como las zonas de refugio y alimentación de ejemplares juveniles que, en el mediano y largo plazo, serán organismos adultos que formaran parte de la biomasa explotable.
“La langosta espinosa es la especie bandera, que es la que ellos pescan, pero la zona de refugio pesquero tiene una consecuencia indirecta en la protección de todas las especies que estén en ese hábitat, es decir, todos aquellos caracoles marinos y algunos equinodermos —como las estrellas de mar—, entre otras, tendrán resguardo en los pastos marinos, pues será un lugar donde no se va a poder pescar, donde no se podrán hacer actividades que remuevan el fondo marino, y con eso va a contribuir y complementar la protección que ya existe con la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos”.
Las fotografías de “Una Mirada a El Cuyo” están a la venta y lo recaudado se donará a la Cooperativa de Pescadores para apoyarles en la creación de su Zona de Refugio Pesquero para la langosta espinosa. La exposición estará disponible, con entrada libre, hasta el 3 de febrero de 2023 en la Galería Unión, en la Ciudad de México.
“Cuidar nuestros océanos es también cuidar de nosotros mismos”, concluye Guillermo Pérez. “Cuidando nuestros mares, seguimos garantizando trabajos, seguimos garantizando nuestra calidad de vida, seguimos garantizando nuestra alimentación. Lo que sucede en El Cuyo debería importarnos a todos, debemos hablar de ello, involucrarnos y accionar”.
Imagen principal: “Polizón”. Los flamingos son aves que pueden ser vistas en diferentes momentos del año, pero en noviembre no es común verlos. Este polizón, fotografiado ese mes, es el único dueño del mar, caminando para darse un festín matutino. Foto: Guillermo Sosa.
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