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“El cambio climático es un impulsor de riesgo que va aumentando la intensidad y la frecuencia de los desastres”: Saskia Carusi | ENTREVISTA

  • Según Naciones Unidas entre 1997 y 2017, uno de cada cuatro desastres registrados en el mundo ocurrió en América Latina y el Caribe.
  • La degradación ambiental, la pobreza y la desigualdad, así como la criminalidad y la violencia son impulsores de riesgos de desastres, señala Carusi, oficial de Asuntos Externos de la Oficina Regional de las Américas y el Caribe de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.

Cuando habla sobre la reducción de riesgos de desastres, Saskia Carusi lo hace con una mirada panorámica que abarca gran parte del continente americano. Y cuando hace un repaso de las inundaciones, las sequías y otros eventos que están afectando a varios países de Latinoamérica, lo primero que dice es que “los desastres no son naturales”, sino una construcción social. “Lo que es natural son las amenazas”, enfatiza la antropóloga social, oficial de Asuntos Externos de la Oficina Regional de las Américas y el Caribe de las Naciones Unidas para Reducción del Riesgo de Desastres.

Una reflexión necesaria para entender esas amenazas y vulnerabilidades a las que están expuestos nuestros países y que, muchas veces, tienen efectos catastróficos. El Informe de evaluación regional sobre el riesgo de desastres en América Latina y el Caribe indica que en las últimas tres décadas ha aumentado el número de desastres con impactos significativos en la región. Las cifras de este reporte señalan que, entre 1997 y 2017, uno de cada cuatro desastres registrados en el mundo ocurrió en América Latina y el Caribe.

Saskia Carusi, oficial de Asuntos Externos de la Oficina Regional de las Américas y el Caribe de las Naciones Unidas para Reducción del Riesgo de Desastres. Foto: Naciones Unidas.

Mongabay Latam conversó con Carusi sobre los desastres que en estas últimas semanas se están registrando en la región, sobre los planes para prevenir y reducir los riesgos ante estos eventos y sobre las respuestas que están dando los gobiernos para atender las amenazas que cada año impactan en la vida y la salud de la población en este continente.

—Actualmente se están presentando lluvias e inundaciones en varios países de la región, mientras que otras naciones —como Bolivia— sufren de sequías extremas, ¿esos eventos son una muestra de la crisis climática?

—A nivel global, como también ha mencionado el secretario general de Naciones Unidas [António Guterres], el tema del cambio climático va en aumento y es una prioridad. Nosotros, a través de nuestro informe regional de riesgo, consideramos también el cambio climático como un impulsor de riesgo, que va aumentando la intensidad y la frecuencia de los desastres. En la región están todas las manifestaciones de ese cambio climático: tenemos desertificación en algunas zonas, sequías prolongadas y sequías en zonas que anteriormente no tenían, periodos más largos de calor, escasez de recursos hídricos y, al mismo tiempo, tenemos intensificación y aumento en la frecuencia de periodos de lluvias intensas, de huracanes, de ciclones. Ya el informe del IPCC [Panel Intergubernamental del Cambio Climático] vinculó el cambio climático con un aumento de frecuencia e intensidad de los desastres. Si una base científica vincula el cambio climático con este aumento de los desastres, entonces lo consideramos como un impulsor de riesgo, junto con otros impulsores que hace que aumente la intensidad.

—¿Cuáles son los otros impulsores de riesgo?

—Tenemos la degradación ambiental, es un impulsor. Y vamos degradando el ambiente natural que nos rodea, eso también aumenta el riesgo de desastres. Tenemos la pobreza y la desigualdad, porque los desastre no afectan igual según tu condición de vulnerabilidad. La pobreza está íntimamente vinculada, porque cuanto más aumenta la pobreza hay más vulnerabilidad para sufrir los impactos de un desastre; pero si reducimos la pobreza, contribuimos al desarrollo sostenible y se reduce el riesgo de desastre.

Tenemos también temas de criminalidad y violencia, desplazamiento, migración y de desarrollo urbano no planificado. En la región, especialmente Centroamérica tiene un índice de desarrollo urbano muy alto. Cuando el desarrollo urbano no es planificado, se convierte en otro impulsor de riesgo, porque tenemos asentamientos urbanos con viviendas precarias, en laderas que no están estables, de hecho hay muchos ejemplos de deslizamiento o de construcciones urbanas a la orilla de cauces de ríos que va aumentando el riesgo. Esos son los impulsores principales que nosotros consideramos y que van aumentando el riesgo de desastre.

Lo que se quiere trabajar es en la gestión del riesgo, también hay que gestionar el desastre, pero gestionar el desastre es cuando ya hubo un desastre, cuando hay pérdidas de vida, pérdidas económicas, de bienes. Lo que hay que hacer es gestionar los riesgos, ese es un enfoque no reactivo, un enfoque prospectivo más vinculado con nuestras decisiones de desarrollo.

Deforestación y degradación causada por la minería en la cuenca alta del río Nangaritza, Ecuador. Foto: Alejandro Arteaga.
La degradación ambiental es un impulsor de riesgo de desastre. En la foto se observa degradación por mineria en la cuenca alta del río Nangaritza, en Ecuador. Foto: Alejandro Arteaga.

—¿La degradación ambiental está agudizando los desastres?

—La degradación ambiental es un impulsor del riesgo, porque al final afecta al territorio, afecta la seguridad alimentaria, el manejo de las cuencas y si hay deforestación entonces en la cuenca hay un problema de manejo; afecta la estabilidad de las laderas, el manejo del agua y de los recursos hídricos. Está considerado entre los impulsores de riesgo.

—También ha mencionado que uno de los impulsores del riesgo es la pobreza y Latinoamérica es una de las regiones más desiguales del planeta, ¿cómo se está enfrentando este riesgo? ¿Los gobiernos están enfrentando este riesgo?

—De hecho la conflictividad es otro factor de riesgo, cuantos más conflictos hay es más difícil de gestionar los riesgos y de tener gobernanza. Ahora, también estamos con la crisis de la guerra en Ucrania y el aumento de los precios. Eso hace la crisis aún más compleja en una región que ya tenía índice de pobreza y de desigualdad alto. Vino el Covid que fue otra afectación y también la crisis de institucionalidad y gobernabilidad. Todos ellos son considerados impulsores de riesgo y cuando le sumas un impacto de algún tipo de amenaza, hace más compleja la gestión prospectiva de la respuesta.

Debo decir que todos los países han avanzado mucho en la respuesta, y han mejorado también en lo que es el tránsito de ayuda humanitaria entre los países, porque parece sencillo, pero a veces hay ayuda humanitaria que no puede transitar de un país a otro. Hay protocolos que están intentando mejorar eso.

—Además ha señalado que la migración es otra de las amenazas ¿Está aumentando la migración por desastres en la región?

—Es complejo porque no hay números exactos.Diría que son patrones mixtos y complejos de migración. Seguramente la afectación por desastres, el aumento de la vulnerabilidad al cambio climático, también uno de los factores que va impulsando esa migración, porque si un campesino enfrenta una sequía durante años y ya no puede lograr buen rendimiento en su cosecha o alguien pierde su casa porque estaba a la orilla de un río y ocurre una inundación, son factores de vulnerabilidad que se van mezclando con la conflictividad, la pobreza y la violencia. Ha habido estudios, pero es complejo aislar las diferentes causas porque creo que se mezclan entre todas.

—Sobre la gestión de riesgos, ¿cómo están los países de Latinoamérica y El Caribe con relación a sus planes de gestión de riesgos? ¿Tienen una visión prospectiva?

—La región ha avanzado mucho en los últimos 20, 30 y ya casi 40 años.Hay una comprensión más clara sobre la gestión de riesgos que, de hecho, ha tenido impacto porque, por ejemplo, la mortalidad por desastres, si excluimos el COVID de las estadísticas, se va reduciendo en la región. Eso es gracias a estas políticas que se están llevando a cabo. Lo que sí va en aumento son las pérdidas económicas, en la región se ha producido el 53 % de las pérdidas económicas mundiales por desastres de origen climático, y por región me refiero a Norteamérica, Sudamérica, Centroamérica y El Caribe. Cuando hay desastres impactan en el sector económico, el productivo, la infraestructura, entonces hay que aumentar la ambición y las inversiones resilientes.

Otro avance en la región es en la gobernanza, muchos países tienen sus políticas y planes de gestión de riesgo de desastre, y sus planes sectoriales en el sector educación, salud y político-estratégico. Hay también una mejor comprensión de que esto tiene que ver con todos los ámbitos de gobierno, porque se tiene que trabajar desde la agricultura, la infraestructura, planificación económica, escuelas seguras, desarrollo social, políticas de reducción de la pobreza.

Los incendios forestales están considerados entre las amenazas geológicas. Foto: Agencia Uno

Los países de la región ya han hecho sistemas de gobernanza nacionales donde se permite esa coordinación, por ejemplo, en Chile acaban de pasar de una oficina de emergencia que era la Onemi [Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior] a un Sistema Nacional de Gestión de Riesgo, y así, la mayoría de los países, porque son sistemas que reportan directamente al nivel más alto del Ejecutivo, donde están todos los ministerios.

Panamá también creó un gabinete de Gestión de Riesgo, liderado por el presidente e integrado por 14 ministerios, de hecho, el año pasado, en octubre aprobaron su política y su Plan de Gestión de Riesgo. Otro tema que es un avance, pero que aún hay que seguir impulsando, es la comprensión del riesgo, para poder ver cómo reducirlo.

—¿Qué significa comprender el riesgo?

—El riesgo también es sistémico en el sentido que un sistema afecta al otro. Miramos el COVID que empezó como una crisis de salud y después impactó en la educación, la economía; fue un efecto dominó que impactó de manera no muy lineal sino de manera compleja a diferentes sistemas. Hay que tener esa visión sistémica de los riesgos. Se habla mucho también de una comprensión de riesgo multiamenaza, y tenemos casos como el de San Vincente y las Granadinas, donde se dió una crisis de COVID durante una crisis de dengue y una explosión del volcán La Soufriere.

—¿Cómo se manejan esas diferentes amenazas y riesgos al mismo tiempo?

—Hay todo un trabajo en sistemas de alerta multiamenaza. El secretario general de la Naciones Unidas en la COP lanzó, el año pasado, un plan de sistema de alerta temprana para todos, para que, en los próximos cinco años, la población mundial esté cubierta por sistemas de alerta temprana multiamenazas, considerado como un derecho para todos, que sea inclusivo y que pueda llegar a toda la población. Hay otro avance importante y es que han aumentado las alianzas, hay muchos más actores que se involucran en la gestión de riesgos. Tenemos a fin de mes la Conferencia Regional para Reducción de Riesgo de Desastres, y esta plataforma hace diez años tenía un número más limitado de participantes y de sectores, ahora tenemos medios de comunicación, ministerios de agricultura, de planificación de economía, de desarrollo, organizaciones de la sociedad civil, grupos de mujeres, de discapacidad, redes de académicos, la variedad de actores es amplia porque hay una compresión de que esto se debe asumir desde todos los sectores. Y esto se manifiesta a nivel de cada país.

—¿Hay igualdad en los avances de todos los países o hay algunos que preocupen más?

—Los países más desarrollados de la región también son los que han tenido más avance y tienen más capacidad de inversión, pero hay países donde todavía hay que aumentar la ambición en la inversión de sus planes de reducción de riesgos. El Marco de Sendai menciona que esa es la tercera prioridad de acción. Tenemos una comprensión de riesgo, una gobernanza que son los planes, políticas y sistemas, pero después hay que invertir en esto; hay políticas y planes, pero hay que invertir en ellos para que realmente se lleven a cabo. Por supuesto que hay disparidades en la región. Todavía tiene un país como Haití, con bajo desarrollo, con una complejidad muy alta de fragilidades políticas, de estabilidad y también de violencia, ahí el contexto es más complejo para avanzar. Los pequeños estados insulares del Caribe, hay algunos con muy buenos avances, otros tienen desafíos un poco mayores porque son estados muy pequeños. A veces se piensa que por ser pequeños es más fácil de gestionar, pero también hay complejidades de conexión y de avance digital. Después están los países que han avanzado en ciertas amenazas, otros que le falta un enfoque multiamenaza más profundo.

Imagen muestra cuáles son los impulsores de riesgo de desastre en el continente americano. Fuente: Naciones Unidas.

Tenemos complejidades en Centroamérica con el Corredor Seco —una área paralela a la costa del Pacífico desde Chiapas, en México, hasta el occidente de Panamá— y los desafíos de lo que se llama el Triángulo Norte con los problemas de migración y de desplazamiento. Todos esos son impulsores de riesgo, un caldo de cultivo que hace más complejo la gestión. También hay ejemplos muy positivos, Chile tiene un sistema de alerta contra tsunami muy eficaz y ha ido trabajando en su código de construcción en términos sismorresistentes. Brasil tiene diferentes políticas y ha trabajado muchísimo el tema de construcción de resiliencia en el tema urbano.

—¿Hay países más vulnerables que otros?

—En términos de vulnerabilidad tenemos los pequeños estados insulares del Caribe que tienen fallas geológicas, están expuestos a Tsunamis, están en la ruta de los huracanes del Atlántico y están más expuestos a temas de cambio climático por el nivel del mar. Entre sus vulnerabilidades también está la mayor dificultad de suministro y menos avances de conectividad digital. Después tenemos los países de renta más baja que son más vulnerables que otros porque no tienen la capacidad fiscal de poder enfrentarse a una situación de desastre y también tienen menos capacidad para invertir en prevención y en gestión de riesgo. También hay algunos que tienen desafíos particulares como en Centroamérica que tienen los océanos en ambos lados de los países y tiene inmigración irregular, además de conflictividad, degradación ambiental y el Corredor Seco que también está aumentando su vulnerabilidad. Lo que construye el riesgo es la amenaza, la exposición a esta amenaza y las vulnerabilidades.

—¿Desde las Naciones Unidas han hecho una evaluación de los planes de gestión de riesgo en cada uno de los países y de cómo lo están ejecutando?

—Los países también reportan al monitor del Marco de Sendai, que es la política global en reducción de riesgos; se adoptó en el 2015 y termina el 2030. Tiene siete metas,una es justamente tener planes y políticas de gestión de riesgo, que era la única meta en 2020, porque para empezar a reducir el riesgo y evitar la creación de nuevo riesgo, lo primero que hay que tener son políticas y planes a escala municipal, a escala territorial más baja, a escala de país y a escala regional. Desde nuestro lado, los países han aumentado mucho la disponibilidad de políticas, planes y estrategias en estos niveles, entonces hay una evaluación positiva. Al principio había más planes de respuesta, pero ahora lo que se quiere son planes de reducción de riesgo y ahí se va identificando que se debe trabajar la infraestructura resiliente, los planes para que todas las inversiones del Estado tengan una componente reducción de riesgo, el sistema nacional de inversión pública para que haya innovación de cualquier inversión, trabajar temas de Agricultura, de inclusión. La región está aumentando mucho en estos planes, pero en lo que hay que aumentar la ambición ahora es en la inversión para que esos planes se implementen.

—Hemos hablado de las amenazas climáticas, ¿pero qué sucede con otras amenazas como los terremotos y los incendios forestales?

—Son otras amenazas, porque hay amenazas de origen climático, que son básicamente la lluvia, los ciclones, los huracanes, las sequías, pero también hay amenazas geológicas como los terremotos, los tsunamis, y también hay amenazas biológicas como el COVID. Si se revisa el Marco de Sendai, ahí se habla de amenazas ambientales, biológicas, y amenazas tecnológicas, como ocurrió en Japón cuando hubo el tsunami y después los daños en el reactor nuclear. Esto es una combinación entre una amenaza natural y tecnológica que se fue uniendo y haciendo aún más complejo el riesgo.

Para nosotros el Marco de Sendai, que rige a todos los países en ese tema, abarca todo el espectro de amenazas y los incendios forestales también son una preocupación en la región. Estamos viendo que es lo que pasa en el verano en Sudamérica y también sucede en Centroamérica, por tanto, hay que trabajar en un manejo integral de los incendios. La idea justamente es que los países tengan una visión multiamenaza y sus planes y políticas puedan abarcar todas esas amenazas

Huayco en Secocha, Arequipa, Perú. Foto: Internet

—¿Cuáles son las amenazas más frecuentes para los países de la región?

—En la región hay un poco de todo. Hay un riesgo de sismo en México, Chile, las islas del Caribe y toda Centroamérica porque están entre dos placas. Hay amenaza volcánica, después está el tema de los huracanes y los ciclones que justamente se dice que están aumentando la intensidad y la frecuencia. Basta mirar a Estados Unidos, el año pasado, al Caribe en los años anteriores y Centroamérica con los huracanes Eta y Iota. Y también en la región hay desastres que son más intensos, pero no tenemos que olvidar los pequeños eventos que se van acumulando, el río que se inunda cada invierno, la pequeña sequía localizada que va aumentando y contribuye a pérdidas. Nosotros los llamamos extensivos porque se van acumulando y esto aumenta los patrones de pobreza.

—Mencionó el COVID como una amenaza de desastres, ¿somos conscientes de ello?

—Los países tienen más claro que deben incluir un enfoque de amenazas biológicas en sus políticas y acciones de gestión de riesgo de desastres. El Marco de Sendai ya lo reconocía porque antes del 2015 ha habido varias epidemias y crisis como la gripe aviar, el SARS y otras. Ya había una conciencia de los países afectados y de las Naciones Unidas que estas amenazas había que incluirlas. Ahora, hay una conciencia pública mucho más amplia, en este tema la población está más concientizada, pero hay que esperar que esta conciencia siga porque normalmente el ser humano olvida las cosas dolorosas antes que las no dolorosas. Veremos dentro de algunos años que recuerdo vamos a tener de la importancia de las amenazas biológicas, del riesgo de de pandemia. Justamente el cambio climático también está vinculado de alguna forma y la degradación ambiental está también vinculada por el aumento de temperatura que hace que las enfermedades puedan brincar de una a otra especie; resisten un ambiente que antes no resistían. Hay más conciencia, pero veremos si continúa en los próximos años para que realmente esas medidas se puedan tomar en cuenta.

—Desde las Naciones Unidas como ven el panorama futuro

—Hay que trabajar más para que esas políticas y planes de gestión de riesgo se puedan implementar con éxito, hay que seguir involucrando a todos los actores y eso tiene que ser una prioridad. Hay que pensar cómo mis acciones ya sea personal, municipal o nacional están reduciendo los riesgos existentes y evitando la creación de nuevos riesgos, porque, a veces, las acciones de reducción de riesgo van más lentas que las acciones de construcción del riesgo. Hay que hacer que los esfuerzos de reducir el riesgo vayan más rápido de los de creación de riesgo.

Imagen principal: Inundaciones en Bolivia. Foto: Defensa Civil Bolivia

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